Esteros del Iberá
D’Elía y el cuento de la
expropiación
Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 31/08/06
El conflicto en Corrientes alrededor de la propiedad de
tierras estratégicas, parte del acuífero Guaraní, y la intervención
de la “tenaza justiciera” de Luis D’Elía plantean el problema
de cómo defender de manera efectiva los recursos naturales del saqueo
imperialista.
A nadie escapa que desde hace unos años se
desarrolla una pelea por la posesión de los recursos naturales del
planeta, que se están agotando o directamente inutilizando por la
acción de empresas multinacionales que, con la complicidad de los
gobiernos, lucran cotidianamente a costa de la destrucción de selvas,
cerros, llanuras, ríos y mares, buscando crear sus “enclaves
ambientales”. El gas, el petróleo, el agua y otros recursos
naturales están en la mira del imperialismo y los capitalistas, que
no miden métodos, leyes ni maniobras para lograr su objetivo,
mientras que los trabajadores y las masas empobrecidas de todo el
mundo sufren las consecuencias de este verdadero expolio capitalista.
El conflicto en los esteros del Iberá
Es en este marco general que tenemos que ubicar el
conflicto político suscitado en Corrientes cuando el piquetero
devenido subsecretario del gobierno kichnerista, Luis D’ Elía, rompió
los candados que cierran los campos de la estancia El Tránsito y unas
240.000 hectáreas que encierran parte del acuífero Guaraní. Dos días
después el mismo D’ Elía aseguró que impulsaría junto a diputados
nacionales una ley de expropiación para que el estado resguarde sus
recursos naturales estratégicos.
La intervención de D’
Elía en el paraje Yahaveré,
lindante con los esteros del Iberá, puso sobre el tapete el conflicto
de propietarios, productores forestales, trabajadores y comunidades
originarias alrededor del proyecto de la Naciones Unidas, que
supuestamente busca aportar a la preservación de las 1.300.000 hectáreas
que conforman la Reserva Natural del Iberá. Este proyecto está
impulsado por el Programa de las Naciones unidas para el Desarrollo
(PNUD), financiado “por el Fondo mundial para el Medio ambiente (GEF
por sus siglas en inglés) y ejecutado por la ONG Ecos” (La Nación,
27–8–06). El proyecto despertó la inquietud de los distintos
sectores sociales de la provincia que entrecruzan y enfrentan
intereses cotidianamente.
El
dueño de los campos en donde D´Elia irrumpió con su tenaza
justiciera es Douglas Tomkins, un millonario estadounidense que
preside la fundación ecologista Conservations Land Trust (CLT), la
cual, desde hace ya varios años, en aras de la filantropía ambiental
ha venido comprando tierras también en la Patagonia y Chile. Estas tierras del sur han
sido reconvertidas en “protegidas”. Mientras, Tomkins ha seguido
con su cruzada millonaria a la sombra de los gobiernos. Curiosamente,
“a pesar de que la organización que encabeza figuraba en varios de
los documentos, el multimillonario ha negado con insistencia su
vinculación, la última vez en la Legislatura de Corrientes” (La
Nación).
En Corrientes, Tomkins ha sido denunciado por echar y
amenazar a antiguos habitantes de la zona, por haber tirado abajo una
escuela dentro de sus campos y por haber cerrado caminos de paso.
La
disputa por los esteros del Iberá se muestra hoy como un entramado de
intereses con organizaciones, millonarios y funcionarios políticos
nacionales y provinciales. No se puede decir que la mayor reserva de
agua dulce del mundo está siendo amenazada. Ya está siendo atacada
por los capitalistas. Tomkins es el rostro visible de este saqueo.
Pero entre muchos de los que lo denuncian, comenzando por D’ Elía,
que se apoya en un problema real de los pobladores de la región,
también está la carroña capitalista.
La defensa de los recursos naturales también es una lucha
contra el gobierno
A poco que D’
Elía anunciara que en el Congreso iban a
trabajar una ley de expropiaciones, el jefe de gabinete Alberto Fernández
dejó claro que el Gobierno no apoya la iniciativa del subsecretario
de Hábitat Social. De esta manera, mientras D’ Elía abría
tranqueras mediáticas en el litoral, el gobierno comenzaba a cerrar
candados legales.
Alberto
Fernández afirmó que al gobierno le preocupa la cuestión de las
tierras en manos privadas. En realidad, al gobierno lo que le preocupa
es bajo qué condiciones los capitalistas se adueñan de estos
espacios, y en este caso tiene a D’ Elía, como latiguillo funcional
a sus necesidades políticas. D’ Elía fue a Corrientes no sólo para
abrir un camino cerrado por Tomkins a los pobladores de la zona, sino
también para abrir el camino a una posible negociación, en mejores
condiciones, con el multimillonario Tomkins. Es curioso que este
fantoche extraoficial de Kirchner aún no haya promovido, por ejemplo,
la expropiación de los inquilinatos donde, desde años, se hacinan
familias pobres, y en cambio corra a ladrar a los campos de
Corrientes. Los trabajadores y los pueblos originarios de Corrientes
no pueden confiar en él, como tampoco en Kirchner y el gobernador
Arturo Colombi, un radical de los que ahora se recuestan del lado del
presidente, que también descartó de plano toda iniciativa
expropiadora.
En
Latinoamérica hemos asistido recientemente a “expropiaciones” de
tierras en Venezuela y Bolivia. Los gobiernos de Chávez y Evo Morales
las han puesto como conquistas de sus gobiernos para los trabajadores
y los sectores populares y campesinos. No obstante, estos repartos han
sido fundamentalmente de tierras improductivas o fiscales. Es decir,
no han tocado en absoluto la estructura de la propiedad agraria
capitalista, uno de los puntos fundamentales en donde se asienta la
economía de los campesinos pobres de esos países. En Venezuela,
muchos campesinos han sido muertos por las bandas armadas de los
terratenientes en su intento de ocupar tierras para poder sobrevivir.
El
gobierno de Kirchner ni siquiera habla de expropiar. El caso de
Corrientes es una muestra clara de la política de este gobierno burgués
hasta la médula.
Muchos
trabajadores conocen cómo estos millonarios al estilo de Tomkins
compran tierras bajo las cuales yacen los recursos naturales más
preciados. En este sentido, la lucha contra el saqueo de la
biodiversidad y el remate del territorio nacional debe incorporarse a
la lucha global contra el gobierno peronista y contra el sistema
capitalista desde una óptica de clase. Debemos pelear contra los
enclaves ambientales que promueve el imperialismo en nuestro país,
luchando para que estos espacios sean declarados bienes públicos e
inalienables, así como por la estatización con control de los
trabajadores y las comunidades originarias de la producción y la
preservación de esos lugares.
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