Kirchner
en Wall Street
El
kazador de inversiones
Socialismo o Barbarie, periódico, 28/09/06
Si hay algo que a este gobierno le gusta es
hacer gestos que no dejen lugar a dudas. Y vaya si Kirchner fue
expresivo: la imagen que lo mostró tocando la campana de inicio de
operaciones en el corazón del capitalismo, la Bolsa de Valores de
Nueva York, recorrió todos los noticieros y tapas de diarios. Por si
hacía falta aclarar más, Kirchner dijo con todas las letras que
“este acto representa el retorno de la Argentina al lugar en el
mundo que nunca debió haber abandonado”. Pero la política
capitalista del gobierno no se agota en los gestos.
La profesión de fe capitalista no terminó ahí: la
senadora (¿candidata?) Cristina Fernández de Kirchner se encargó de
decir en la Universidad de Columbia de Nueva York que “el
capitalismo es una mejor idea que el comunismo” y que no había
ninguna contradicción en “ver a un progresista en Wall Street”.
¡Claro que no!
En verdad, el viaje de Kirchner a EEUU tuvo una
serie de objetivos que apuntan, todos ellos, a ganar sustento en
momentos en que tras la imagen de aparente invencibilidad política y
de crecimiento económico empiezan a notarse algunas nubes grises en
el horizonte del gobierno.
“¡No me confundan con Chávez!”
Por lo pronto, uno de esos objetivos fue mejorar la
relación diplomática con EEUU. Ése fue el tema de la reunión de
Tom Shannon, el secretario de Asuntos Hemisféricos de Bush (o sea,
ministro de Patio Trasero), con Alberto Fernández y Julio De Vido
(quien, según la prensa burguesa, está más a cargo de la relación
con Bolivia y Venezuela que la propia Cancillería).
Se trata de un tema de conveniencia mutua: según un
analista, “el Departamento de Estado [yanqui] sigue machacando con
la necesidad de no aislar a la Argentina y a Kirchner en una región
donde aumenta la influencia de Hugo Chávez y donde Bolivia es un
verdadero enigma” (E. van der Kooy, Clarín, 24-9-06). Análogamente,
Kirchner, en la cena organizado por el Consejo de las Américas (banda
de lobbistas de las inversiones yanquis en América Latina) reclamó a
EEUU “que apoye a la región” como aporte a la “estabilidad de
nuestros países”.
Y si de algo se cuidó Kirchner en su estadía en
EEUU fue de cruzarse con Chávez, quien dio un rimbombante discurso en
la misma Asamblea General de la ONU en la que Kirchner prefirió esta
vez un perfil más bajo. En verdad, casi cada paso que dio el
presidente argentino en EEUU buscó marcar la diferencia con su par
venezolano, asegurando a cuanto funcionario e inversor yanqui tuvo
cerca que no sólo no seguirá los pasos del “díscolo” Chávez
(por ejemplo, Argentina casi ni tuvo presencia en la Cumbre de No
Alineados en Cuba), sino que se puede contar con los buenos oficios
del gobierno argentino para buscar limitar su influencia.
Y no es que el presidente venezolano piense tomarse
muy en serio sus propios discursos y cortar las excelentes relaciones
de negocios entre Venezuela y EEUU; todo lo contrario. En todo caso,
si algo refleja la arenga de Chávez es que la situación de debilidad
y falta de consenso de Bush es tal que tiene que soportar que se
burlen de él en su propia casa sin mayores consecuencias (el intento
yanqui de represalia contra el canciller venezolano fue un papelón).
Seduciendo al capital
De todas maneras, el principal objetivo de la gira
de Kirchner fue implementar nuevas formas de seducción del capital
imperialista en búsqueda de inversiones en general... y si son el
campo de la generación de energía en particular, mucho mejor.
Que el gobierno está preocupado por la eventualidad
de una crisis energética seria y próxima lo
demuestran dos señales: el acuerdo con Paraguay de canje de deuda por
un aumento del suministro de energía de la represa Yacyretá y la
reciente media
sanción de una ley escandalosa que permite la explotación de la
plataforma submarina a las petroleras privadas en condiciones leoninas
que incluyen desgravación de impuestos.
Las
reuniones con los capitalistas fueron varias. Además de la del
Consejo de las Américas –donde Kirchner aseguró a los presentes
que “si invierten van a ganar dinero”– estuvo el desayuno en
Wall Street. Allí se reunió con la presidenta de la Bolsa,
empresarios argentinos “amigos” (Rocca de Techint y Brito de Banco
Macro) y directivos de la Exxon, Occidental Petroleum, AES –las tres
energéticas–, Lockheed (aviones, con planta en Córdoba), Cargill
(una de las siete empresas que controlan el mercado mundial de granos)
y Eaton Park, fondo de inversión con fuerte presencia de la Goldman
Sachs. La Occidental Petroleum (Oxy, la misma que fue expulsada de
Ecuador con movilizaciones populares) y la cadena Wal-Mart hicieron
anuncios –muy moderados en el monto– de compromisos de inversión.
También
hubo un encuentro con el jefe de gobierno italiano, Romano Prodi, con
una de cal (posibilidad de inversiones en el rubro energético) y dos
de arena: regularizar la deuda con el Club de París (U$S 6.000
millones) y la situación de los bonistas italianos.
Parte del operativo de dar “garantías” y
“previsibilidad” al capital extranjero fue el anuncio de que el
gobierno pagará al CIADI cualquier fallo contra el Estado argentino
(El Cronista, 18-9-06). Se trata nada menos que de los
juicios que les hicieron las privatizadas al Estado por la falta de
aumentos de tarifas, que suman reclamos por casi 20.000 millones de dólares.
Finalmente,
el ministro De Vido hizo una presentación en el Hotel Waldorf Astoria
de Nueva York ante 50 empresarios. locales y extranjeros. A John
Morgan y David Powell, de la Oxy; Kevin Dushnisky, de la minera
Barrick, y directivos de las energéticas Exxon, Texaco, AES y Chevron
se les sumaron ejecutivos argentinos de Wal-Mart, Banco de Galicia y Marcelo Mindlin, del grupo financiero Dolphin (Edenor y Transener). Sin duda, la crisis
energética se perfila como un gran negocio, gracias a los precios bajos de los activos energéticos y
las urgencias del gobierno (El Cronista, 20-9-06).
El gobierno cierra filas con la burguesía local
A más de tres años de asumido este gobierno,
resulta risueño recordar las elucubraciones de algunos sectores
“progres” que soñaban con que Kirchner se apoyara en sectores
distintos al capital más concentrado, como las pymes o incluso las fábricas
recuperadas (la CTA y los Calcagno en Le Monde diplomatique,
por ejemplo). Se acabó el verso de la “burguesía nacional”, y
Kirchner parece asumir que, como dice el dicho inglés, “lo que
se ve es lo que hay”.
En efecto: si se quiere hacer una política
capitalista coherente –y ésa es la intención de Kirchner– no hay
otros actores económicos que los grandes inversores extranjeros, por
un lado, y los sectores capitalistas locales más fuertes, con
presencia en el mercado internacional –sobre todo regional: las
llamadas “multilatinas”– y cuyos intereses no incluyen en
absoluto ninguna veleidad de desarrollo “autónomo”,
“integrado”, “redistributivo” ni menos que menos
“antiimperialista”. Quien quiera vender ilusiones de otra
cosa, vende espejitos de colores.
Se explica que en Nueva York hayan aparecido como
laderos presidenciales Paolo Rocca (Tenaris) o Marcelo Mindlin: en la
Bolsa de Wall Street ya cotizan 11 empresas radicadas en Argentina.
Pero además, como dijo el embajador de Chile ante la ONU, Heraldo Muñoz,
en un panel sobre integración latinoamericana al que asistió
Cristina Fernández de Kirchner, “la integración se está dando de
manera invisible a través de las multilatinas que invierten en
nuestros países y que no están pendientes de Wall Street sino del
Merval o del Bovespa [las bolsas de Buenos Aires y San Pablo
respectivamente]” (Clarín, 20-9-06).
Es a esta combinación de grandes capitalistas
locales y extranjeros que Kirchner envió señales de su vocación por
trazar un horizonte de previsibilidad. Por ejemplo, cuando anunció
que los “seguimientos de precios” terminarían después de las
elecciones de 2007, que “las puertas de Argentina están
abiertas a las inversiones extranjeras” y que “no hay ni habrá
control a los capitales; sólo a los especulativos”.
La actual coyuntura, como ya hemos señalado en
ediciones anteriores, ofrece un panorama relativamente controlado en
lo económico. Pero el propio gobierno sabe que en más de un plano se
acumulan contradicciones que tendrán que afrontarse tarde o temprano:
la infraestructura energética, la inflación reprimida, y un viento a
favor internacional (precios y tasas de interés) que no durará por
siempre.
Una cosa es segura: los trabajadores, en especial su
sector más consciente y combativo, deben prepararse para cuando las
cosas cambien y se plantee en toda su crudeza la necesidad de
enfrentar a un gobierno que defenderá de manera cada vez más
evidente los intereses de los capitalistas contra los sectores
populares.
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