XXI Encuentro de la Mujer, en
Jujuy, Argentina
Feminismo y socialismo
Las Rojas
Socialismo o Barbarie, periódico, 12/10/06
“Cada socialista reconoce la
dependencia del obrero al capitalista, y no puede comprender que
otros, y sobre todo los capitalistas, no pueden reconocerlo también.
Pero el mismo socialista no reconoce con frecuencia la dependencia de
las mujeres respecto de los hombres, porque el problema le afecta más
o menos de cerca”.(*)
Del 13 al 15 de octubre se
desarrollará un nuevo Encuentro de la Mujer en la capital jujeña. El
MAS estará presente con un importante contingente. Viajarán al
evento compañeras de la agrupación de género Las Rojas,
compañeras del Frente de Trabajadores Combativos, de la
corriente juvenil Ya Basta!, trabajadoras del Garrahan,
docentes del Suteba, compañeras de prensa y una
delegación de Carne Clasista, entre otras. El objetivo es,
partiendo del hecho que tiñe toda la actualidad política, la campaña
por la aparición de López, plantear una batalla política por el
aborto libre y gratuito, contra la política del gobierno K cómplice
de la opresión patriarcal y eclesiástica y por la libertad de Romina
Tejerina, presa en la misma ciudad donde se realiza el encuentro.
Reproducimos a continuación un texto de Las Rojas que se
presenta como contribución al debate más general.
El recorrido de la lucha de las
mujeres está cruzado por los debates entre feminismo y marxismo. El
feminismo es una corriente que contiene muchas posturas a su interior:
desde las que no ponen en cuestión al capitalismo, ya que retocando
aquí o allá la democracia burguesa, se lograría la igualdad para
las mujeres, hasta las que plantean que hay que terminar con el
sistema capitalista para conseguir la liberación del género
femenino.
Adelantemos desde ya que nos
inscribimos en esta última corriente.
Género, género, género
La variante más extendida del
feminismo a secas está organizado en los ámbitos académicos y ONGs,
muchas de ellas subvencionadas por altruistas organismos del Primer
Mundo.
Básicamente, las posiciones que
sólo ven la cuestión de género en sí misma consideran que la
existencia del capitalismo y el hecho de que sea el sistema que rige a
nivel mundial es algo que se puede pasar por alto. Esto en la versión
ingenua. En realidad, estas posiciones parten de la base que el
sistema capitalista es todavía perfectible, y de lo que se trata es
de luchar por el reconocimiento de las mujeres o por conseguir la
igualdad de las mujeres en todos los planos con los varones. Se
denuncian las instituciones por ser patriarcales, entendiendo esto por
discriminación hacia las mujeres. De lo que para ellas se trata es de
pelear por la llamada ciudadanía de las mujeres, es decir, por
aumentar la representación política de las mujeres, lo que redundaría
en mejorar nuestras condiciones de vida. A la vez, el aumento de la
representación política consiste en conseguir que más mujeres
lleguen a altos puestos en empresas y gobiernos. Esto redundaría no sólo
en el reconocimiento de las mujeres, que como género hemos sido
olvidadas por la historia, sino que además ampliaría efectivamente
la democracia. En estos análisis, se sostiene que la pobreza y la
exclusión que afectan a millones de mujeres se podrían ir
resolviendo con “políticas activas” contra la discriminación de
género, a través de lo que se llama el “empoderamiento” de las
mujeres para delinear su propio destino.
Algunos sectores llegan a
expresar un profundo desprecio hacia las organizaciones de
trabajadores y trabajadoras, como los partidos de izquierda, y
cualquier posición política es calificada de patriarcal, lo que por
supuesto dificulta el debate.
Todo esto refleja una incomprensión
de la profundidad de lo que significa el patriarcado, ya que no se ve
su funcionalidad con respecto al sistema capitalista. Se ubican todas
las luchas sociales en el marco de no cuestionar la existencia del
capitalismo. Se plantea como desafío encontrar estrategias que
permitan articular sus luchas con los de otros movimientos:
campesinos, derechos humanos, ecologistas y otros para impulsar los
retoques que requiere la sociedad actual. Esto finalmente conduce al
embellecimiento del capitalismo y, por ende, al sostén del propio
patriarcado.
Clase, clase, clase
La política de la mayoría de la
izquierda refleja la tensión de los debates contra lo que se denomina
el feminismo burgués. Esto provoca una suerte de miedo a pecar de
excesivamente feministas y poco clasistas. Se toma la cuestión de género
como una problemática de reivindicación parcial. La lógica es
extremadamente reduccionista: como el capitalismo ha resuelto todas
las contradicciones anteriores en el antagonismo fundamental entre
burguesía y proletariado, cualquier otra opresión sería secundaria
o se subsume hasta desaparecer en esta relación principal. Como el
capitalismo tiende a proletarizar a las masas, arroja también a las
mujeres al mercado laboral, con salarios más bajos que los de los
hombres. Por lo cual estaría bien luchar simplemente por la
equiparación salarial. En esta concepción se olvida que las mujeres
seguimos realizando el trabajo doméstico, y entonces sufrimos doble
opresión: como obreras y como mujeres. Haciendo la revolución
socialista automáticamente se resolverían todas las demás
opresiones (de género, de nacionalidad, de raza). De esto se deduciría
que plantearse la lucha feminista es una lucha antihombres, que
desconocería la división social en clases y conduciría a la
conciliación de las mujeres obreras con las mujeres burguesas.
Esto niega la existencia del
patriarcado como relación de opresión específica. Las
reivindicaciones parciales, como la lucha por la legalización del
aborto o por la equiparación salarial, son bienvenidas mientras se
las mantenga en un plano limitado. Y la opresión es entendida como
algo que está en el plano de las ideas o que no tendría fundamento
material. O, en una versión mas refinada de lo mismo, se tiene en
claro que el capitalismo es el único responsable de esto y por lo
tanto el simple punto final de toda la cuestión.
Esta idea es parte del mito
estalinista de que la opresión sobre las mujeres habría sido
suprimida automáticamente con la revolución rusa. Al “abolirse”
las diferencias de clase (cosa que tampoco ocurrió, producto de la
burocratización) se habría dado por tierra con todas las demás
contradicciones. Pero en el fondo, refleja un temor reaccionario a
creer que presentar las otras contradicciones sería desafiar la
centralidad de la clase obrera como sujeto del cambio revolucionario,
cuestión que de ninguna manera se deduce del razonamiento que
defendemos de que la lucha de género tiene una especificidad no
reducible a la explotación de clase.
Lucha de clases y lucha de género
El patriarcado implica que la
dominación de las mujeres por los hombres constituye un sistema, una
relación social que se vuelve orgánica. Y es muy anterior a la
aparición del capitalismo. Cualquier análisis serio del origen de la
opresión sobre las mujeres parte de que la primera división social
fue la división sexual del trabajo. Y con la aparición de la
propiedad privada, pasó de ser una división cooperativa basada en
condiciones físicas a convertirse en una división opresiva. El
patriarcado implicó que la primera opresión fue la del género
masculino sobre el femenino. El género explica el aspecto social de
la división sexual. Es el aspecto construido del y sobre el sexo
diferente de la constitución biológica. Esto significa que tareas,
atributos, formas de ser, que son inculcadas por la sociedad, aparecen
como naturales. Las mujeres seríamos por naturaleza cuidadoras,
buenas, solidarias, sumisas, nos gusta limpiar y el sexo no nos
interesa. Engels llamó a esto la derrota histórica del sexo
femenino. Desde entonces, el patriarcado sobrevivió a todas las
sociedades. Donde hay un sector social que vive del trabajo ajeno,
existe también el patriarcado. Esto denota la unidad dialéctica
entre las relaciones de explotación y las de opresión. Lo que
implica las relaciones de unidad y a la vez de especificidad entre una
y otra problemática.
El capitalismo ha podido resumir
los antagonismos generales de la sociedad en uno fundamental, que es
la explotación por parte de una clase minoritaria, la burguesía,
sobre la mayoría que conforma la clase trabajadora. Pero esto no
“resuelve” otro tipo de contradicciones que no son específicamente
de clase, como es el caso de la opresión de género, aunque la
integre en una nueva totalidad.
Categorizar la opresión de género
como un mero subproducto de la explotación de clase desconoce la
relación entre la existencia del patriarcado y la lógica de
funcionamiento del capitalismo. Patriarcado y capitalismo son
solidarios entre sí, ya que las mujeres como género estamos
obligadas a realizar una serie de tareas que no entran en la esfera
del funcionamiento del capital, pero que le son necesarias. Todo el
trabajo realizado en el ámbito de lo privado lo resolvemos las
mujeres como género (sin olvidar que las burguesas explotan a otras
mujeres). Somos la primera variable de ajuste de todas las crisis
capitalistas. Las primeras en sufrir la desocupación y las que
cobramos salarios más bajos.
El combate contra la opresión
hacia las mujeres no es una lucha de reconocimiento. Es por terminar
con todo un sistema que tiene una base material. El patriarcado
implica que la historia de la humanidad se escribió siempre en
masculino, negando a las mujeres y, por lo tanto, negando la
posibilidad de una humanidad plena.
Las clases y el género tienen
que desaparecer. La lucha es por terminar con todo tipo de explotación,
con la existencia de una clase parásita que vive del trabajo de la
mayoría, y de terminar con la opresión de todo el género masculino
sobre todo el género femenino.
Pero bajo el capitalismo, esto
une y no puede dejar de unir la lucha contra la opresión de la mujer
al destino histórico de la clase obrera. Se trata de una lucha en dos
frentes: tanto contra aquellos sectores que separan la lucha contra la
opresión de género de la lucha por acabar con la explotación
capitalista de la clase obrera, como también contra aquellas
corrientes de izquierda que tienden a diluir la especificidad de la
lucha contra el patriarcado en la lucha por acabar con la explotación
obrera.
En el primer caso, lo que se
pierde de vista es que la lucha contra la opresión de la mujer está
unida por mil lazos de solidaridad a la lucha de la clase obrera
contra la explotación capitalista y por el socialismo. Esto es así
en la medida en que no hay manera de crear las condiciones materiales
para acabar con las relaciones de opresión y, entre ellas, la del género,
sin acabar con la explotación del sistema que es la base sobre la
cual se levanta el edificio del resto de las relaciones de desigualdad
social.
Hay una rebeldía primaria contra
las miserias de la vida, por condiciones mínimas para una vida mejor,
como la lucha por no morir por aborto clandestino, por conseguir
trabajo y por aumento de salario. Al mismo tiempo, una lucha feminista
que sea verdaderamente revolucionaria se plantea en todos los órdenes
de la vida. Y se plantea en el combate frontal contra el sistema que
es capitalista y patriarcal: para terminar con el hecho de que la
mayoría trabaja, vive y muere para disfrute de unos pocos ricos. Y
para que las mujeres no seamos más simple objeto de satisfacción de
las necesidades masculinas. Por eso somos feministas socialistas.
(*) August Bebel: (1840-1913) Fue
un luchador obrero y socialista alemán, discípulo de Marx y Engels.
En su libro “La mujer y el socialismo”, fue uno de los primeros en
analizar la opresión de género desde el punto de vista socialista
revolucionario.
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