Un
ataque a Irán a la medida de los yanquis y el sionismo
Kirchner,
el mejor aliado de Bush e Israel
Por
Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 23/11/06
El 18 de julio de
1994 en Buenos Aires, un atentado volaba la sede de la AMIA (mutual de
la comunidad judía) produciendo decenas de muertos y heridos. La
investigación –que estuvo desde el principio contaminada por
oscuras intervenciones de los servicios de EEUU y Israel– no ha
logrado hasta ahora resultado alguno. Un juicio realizado en 2004
terminó con absolución de todos los acusados, al demostrarse que el
expediente de la causa llevado adelante por el juez instructor Juan
José Galeano, era una burda falsificación. Hoy Galeano está
procesado por ese hecho. Pero, sorpresivamente, basándose en un
“refrito” de ese expediente hecho añicos en el juicio, el
gobierno de Kirchner ha impulsado un “pedido de captura
internacional” de diversos funcionarios de Irán... justo cuando
EEUU (e Israel) están enfrentados con ese país y la opinión pública
mundial repudia cada vez más los genocidios de Iraq, Palestina y Líbano.
(SoB internacional)
La resolución del
fiscal Nisman y del juez Canicoba Corral de pedir la captura
internacional de nueve ex funcionarios iraníes, incluido un ex
presidente, se tomó a instancias del gobierno de Kirchner. No busca
avanzar un milímetro en la búsqueda de “verdad” o “justicia”
en relación al atentado a la AMIA, sino satisfacer las exigencias políticas
de EEUU y el lobby israelí.
Poniendo
desodorante al “pescado podrido”
En la jerga periodística,
se llama “pescado podrido” a información de dudoso origen y/o
imposible de verificar que suele terminar revelándose como falsa,
pero que tiene la ventaja de beneficiar claramente a un sector político
o de negocios.
Pues bien, la
información sobre la que se basaron el fiscal Nisman y el juez
Canicoba Corral para dictaminar los pedidos de captura de los ex
funcionarios iraníes fue oficialmente declarada pescado podrido
por Interpol hace poco más de un año, en agosto de 2005. En su
momento, Interpol (¡que no es precisamente un organismo
“progresista”!) dijo que no daría curso al pedido de captura por
dos razones: a) el juez de la causa –Galeano– estaba desplazado
por irregularidades, y b) las pruebas eran poco creíbles. Galeano ya
no está; de nuevas pruebas, ni noticias.
Pero hay más. En
agosto de 2003, cuando Galeano todavía estaba a cargo de la causa,
fue detenido en Londres (por otras razones) uno de los 12 iraníes a
quienes el juez había pedido captura, el ex embajador en Buenos Aires
Hadi Soleimanpur. En septiembre, la justicia inglesa liberó a
Soleimanpur y declaró que la acusación argentina no se sostenía. La
lista de Canicoba Corral y Nisman tiene nueve nombres: ocho
ya estaban en la lista de 12 de Galeano, y el que se agrega es nada
menos que el ex presidente iraní Rafsanjani.
Hasta la prensa más
amiga del gobierno (y mucho más amiga de EEUU y el lobby sionista)
admite que no hay nada nuevo en la causa, aparte de la hipótesis
que el atentado a la AMIA no fue una venganza por la participación
argentina en la Guerra del Golfo, sino por un supuesto incumplimiento
de Menem de ayuda para desarrollar un proyecto nuclear.
Al respecto, es como
mínimo altamente sospechoso que esa cuestión –la del plan nuclear
iraní– se agite justo ahora que se trata del caballito de
batalla de Bush e Israel en su cruzada contra Irán. ¡Desde 1994, jamás
nadie había hecho la menor conexión entre el atentado a la
AMIA y las intenciones nucleares de Irán, pero cuando ése es casi el
único argumento que tiene Bush para buscar “ayuda” internacional
contra el régimen iraní, ahora resulta que todo tenía
que ver con eso! ¡Qué casualidad tan oportuna!
A todo esto, las
“pruebas” que esgrimen el juez y el fiscal son de lo más
objetables. ¿En qué consisten? Básicamente en información
proveniente de dos fuentes. La primera son cataratas de invenciones
de la CIA y el servicio secreto israelí, el Mossad. Todo lo que
salga de esas cuevas de bandidos, mercenarios y torturadores merece de
entrada, si no desprecio, por lo menos una enorme desconfianza. En
todo caso, le cabe a esas venerables entidades la carga de demostrar
que esta vez, a diferencia de las mentiras que fabrican todos los días
al servicio de EEUU e Israel, la información que aportan vale más
que el papel en que están escritas. Mientras tanto, ningún juzgado
serio puede considerar semejante “evidencia” como prueba válida
en ninguna causa.
La otra fuente de la
causa son los testimonios de cinco “disidentes” iraníes,
colaboradores a sueldo de cuanto servicio secreto occidental anda por
ahí, que viven en Europa y que dicen –sin haber sido testigos
presenciales ni revelar cómo se enteraron– que el atentado a la
AMIA se decidió en una reunión de altas autoridades iraníes en
agosto de 1993. Para tener una idea de la confiabilidad de estos
personajes, uno de ellos es el famoso “Testigo C”; el mismo que
acusó a Menem de quedarse con un vuelto de un soborno iraní de
varios millones de dólares. ¿Qué pasó con eso? Después de que el
ex jefe de la SIDE Jaime Stiuso –otro dechado de probidad y
transparencia– se reuniera con él en Berlín, en 2002, el
“Testigo C” dijo que había sido... malinterpretado.[1]
Alineamiento
con la derecha mundial
Es sobre estas bases
tan endebles que el gobierno se juega a alinearse con EEUU e Israel
no sólo contra Irán, sino contra China y Rusia –que apoyan a
Ahmadinejad–, contra Europa –que no quiere sumarse a la cruzada
bushista– y hasta contra lo que es probablemente parte importante
del establishment yanqui. En efecto, el Partido Demócrata,
tras su victoria electoral, sin pretender ningún gran vuelco en la
política exterior, ya dio señales de que una de las jugadas para
intentar salir más o menos dignamente del pantano iraquí es
olvidarse de jugar a la guerra con Irán y, por el contrario, abrir
una vía de negociación con el régimen persa. Lo propio está
intentando hacer, de manera muy discreta, el gobierno británico, uno
de los mejores aliados de Bush.
En ese sentido, se
puede decir que esta decisión judicial –que es, por supuesto, una
decisión del poder político; a ver si todavía queda alguien
que se cree la fábula de la “independencia de poderes”–, además
de tener un muy dudoso sustento técnico, va totalmente
a contramano de los tiempos políticos. Porque justo en el
momento en que el gobierno de Bush en general y muy en particular su
política en Medio Oriente están más cuestionados y tienen menos
consenso que nunca, incluso entre los propios imperialistas, la
“movida antiiraní” del gobierno argentino le da una mano enorme.
Y esa mano no sólo
es para Bush y la derecha republicana, sino para Israel y el poderoso
lobby pro israelí en EEUU, que venían de capa caída desde la
retirada sionista con pena y sin gloria en el sur del Líbano. Así lo
demuestran las alborozadas declaraciones de la Casa Blanca, el
Departamento de Estado yanqui, las autoridades israelíes y las
entidades sionistas de EEUU y Argentina.
Hay que ser claros al
respecto: la “Justicia” argentina dio este paso bajo presión e
instigación directa del gobierno argentino, en particular de la
senadora Cristina Kirchner. Y esto fue así porque la esposa del
Presidente fue quien asumió un compromiso al respecto. Esto es, cedió
a la presión de las entidades sionistas con las que se
reunió el 22 de septiembre de este año en Nueva York.
Así lo dicen los
propios interesados. Abraham Foxman, de la Liga Antidifamación
(entidad sionista de EEUU), declaró: “Yo creo que la primera
dama prestó atención a nuestra angustia. Quiero creer que el
fallo es resultado de eso” (Ana Barón en Clarín,
19-11-06). Y la directora para América Latina del poderoso American
Jewish Committee (Comité Judío Americano) sostuvo que el anuncio del
fiscal Nisman fue posible “gracias a la reunión con Cristina
Kirchner”, a lo que agrega el revés de Venezuela en las
Naciones Unidas, que contribuyó al aislamiento de Irán (ídem).
Inclusive, Dan
Mariaschin, de la B’Nai’ Brith, tuvo el cinismo de decir que “la
atención internacional sobre el tema nuclear en Irán ayuda al caso
argentino”. Por supuesto, políticamente el orden es el inverso:
es “el caso argentino” lo que ayuda a sostener la cruzada
yanqui-israelí contra Irán. De hecho, el vocero sionista no puede
menos que admitir que el gran favorecido del anuncio es Bush.
El colmo es la reflexión final de Mariaschin: “Es un momento en
que se está dando todo junto”, dijo, como si todos fuéramos
imbéciles que nos asombramos ante las coincidencias que tiene la
vida.
Al respecto, la
corresponsal de Clarín en Washington, que recabó estos
testimonios, no puede menos que preguntarse: “¿Sabía el
gobierno de Kirchner lo importante que era esta resolución para
Estados Unidos? ¿Tuvo alguna influencia el gobierno de Bush? Al
menos, la dirigencia judía de Nueva York parece creer que sí”
(Clarín, 19-11-06).
Y así nomás es la
secuencia: el lobby sionista presionó, exigió y obtuvo
compromisos del gobierno argentino en el sentido de culpar a Irán
por el atentado a la AMIA, lo que le vino de maravillas al alicaído
gobierno de Bush y su no menos alicaída política en Medio Oriente.
El nexo entre el lobby yanqui-israelí y la Justicia argentina –que
ahora, según los yanquis, es “un ejemplo para el mundo”– fue la
senadora Cristina Kirchner.
¿Dónde
quedó el supuesto “antiimperialismo” K?
Que estas decisiones
contribuyan o no a esclarecer los verdaderos autores y móviles del
atentado a la AMIA es lo que menos les importa al gobierno
yanqui y al lobby israelí. Hay que decir las cosas como son: si en
una guerra la primera víctima es la verdad, acá se trata de una
guerra entre EEUU y su aliado Israel, por un lado, y los pueblos de
Medio Oriente, por el otro. Y ni al gobierno de EEUU ni a las
entidades sionistas les importa un rábano llegar a la verdad del caso
AMIA o proteger a los “ciudadanos judíos”, que en este caso
son rehenes de las instituciones que dicen defenderlos. Lo
que sí les importa, y para eso se embarcan en estas operaciones
políticas y judiciales, es salvaguardar sus intereses políticos y
de Estado, incluyendo las relaciones con otros Estados. A EEUU y a
Israel les conviene que el autor del atentado haya sido el
gobierno iraní, y en ese sentido vienen manipulando datos e
inventando pruebas desde 1994.
Si Irán tuvo o no
responsabilidad sobre el atentado, es algo que nosotros no
sabemos ni podemos discernir con los datos reales y confiables que
hoy existen. Por otra parte, es un despropósito poner las manos en el
fuego por el gobierno reaccionario de Ahmadinejad, como hacen Luis
D’Elía y Hebe de Bonafini.
Por supuesto,
defendemos incondicionalmente a Irán de todas las maniobras y
agresiones (diplomáticas y también militares) de EEUU e Israel. Pero
eso no significa otorgarle un cheque en blanco a un gobierno y un régimen
que, más allá de sus roces reales con el imperialismo, son enemigos
de los trabajadores y el pueblo iraní. Y no sólo iraní, porque
Ahmadinejad ya se ha manifestado proclive a un acuerdo con EEUU y
Europa si preserva los intereses “nacionales” de Irán. Esto
demuestra, de paso, que la causa palestina sólo puede confiar en la
movilización independiente de los pueblos árabes, y nada se puede
esperar de la política de “acuerdos de Estado” entre gobiernos
burgueses (lo que incluye al de Irán… y al de Venezuela).
En todo caso,
respecto del atentado a la AMIA lo único que se ha probado
hasta ahora es que los gobiernos y servicios secretos de EEUU,
Israel y Argentina hicieron todo lo que pudieron para embarrar la
causa, a punto tal que se está ahora más lejos de la verdad que
antes.
El gobierno
“progresista” de Kirchner se está cargando una mochila muy
pesada sobre sus espaldas que puede tener gravísimas
consecuencias. Al mejor estilo Menem, está comprometiendo al país
no en una acción “antiimperialista”, sino en una cruzada contra
una nación independiente de los yanquis.[2] Y no lo hace en pos
de la “justicia”, sino en aras de un objetivo mucho más mezquino
y rastrero. Que no es otro que cerrar filas con los principales
responsables de la opresión, la violencia y las masacres que se
viven en Medio Oriente: el imperialismo norteamericano, Israel y
sus voceros.
Notas:
1.
Gerardo Young, Clarín, 19-11-06.
2.
No es la primera vez que lo hace: ya hemos denunciado en su
oportunidad la voluntad del gobierno de hacer un Tratado de Libre
Comercio con Israel, e incluso de venderle armas al Estado sionista.
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