A 5 años del Argentinazo
Donde hubo fuego, cenizas quedan
Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico,
07/12/06
El próximo 20 de diciembre se
cumplirán 5 años de las jornadas revolucionarias que tiraron abajo a
De la Rua y abrieron el proceso revolucionario más importante en
el país desde el Cordobazo de 1969. Se trató de una movilización
de masas popular y democrática, urbana y concentrada en el centro del
país, que hizo temblar las instituciones de la democracia de ricos al
son del “que se vayan todos” y que puso en la agenda el reclamo
contra la desocupación de masas producida por la contrarreformas de
los 90.
Asambleas populares, movimientos
de trabajadores desocupados y fábricas recuperadas fueron la rica
expresión organizativa de una amplia vanguardia de masas que se puso
en movimiento.
Los limites: la CGT y el CTA
evitaron el ingreso a escena del actor más estratégico: la clase
obrera ocupada, atenazada a la vez por el pánico a la muerte social
que significaba el desempleo. Y, sobre esta base material, la
falta de una verdadera radicalización política de amplios sectores
hacia la izquierda y las perspectivas de la clase obrera.
Así, a la alianza del “piquete
y cacerola” le faltó el actor central: la clase obrera como tal,
lo que deja marcada a fuego una enseñanza y un elemento estratégico
central a resolver para cuando se reabra la crisis.
Kirchner logra la contención...
Sobre esta carencia estratégica
se montó el plan de mediación y contención de la burguesía, que en
su momento llamamos el plan de “reabsorción” del Argentinazo. Su
ejecutor ha venido siendo el gobierno de Néstor Kirchner. Que comenzó,
a decir verdad, amparándose en medidas tomadas por su antecesor,
Eduardo Duhalde. Con el desvío electoral y ante la falta de
radicalización política de amplios sectores, en 2003 se lograron
realizar las elecciones presidenciales en abril-mayo y las
legislativas en octubre, lo que resolvió el problema de contar con un
recambio “institucionalizado” ante un presidente “de facto”
como era Duhalde.
Asimismo, con la devaluación del
peso, comenzó ya en los tempranos meses de abril del 2002, una
recuperación de la economía que continúa hasta hoy, que ha tenido
como motor las exportaciones y la industria y que frenó en seco la
catástrofe económica que amenazaba a la inmensa mayoría de la
población. Este factor dio lugar a un creciente apoyo a Kirchner
entre extensos sectores populares.
Con el triunfo electoral K en
octubre de 2005, se evidenció que la crisis de dominación abierta en
las jornadas del 19 y 20 de diciembre se había cerrado: ni real ni
virtualmente estaba amenazado el poder burgués. Con la reactivación
económica, el buen contexto internacional, el alto precio de las
materias primas y la intervención política gubernamental en la
economía (mediante controles de precios y distribuyendo subsidios
diestra y siniestra), la situación había terminado por
“estabilizarse”. De más esta decir que la CGT y el CTA
tuvieron su contribución central para que esto suceda, impidiendo en
las distintas coyunturas medidas de lucha nacionales y firmando los
topes salariales que les pidió Kirchner.
... pero sigue siendo el hijo
burgués de la rebelión popular
Sin embargo, es un hecho que los
pasos dados por el gobierno de Kirchner y la clausura de la crisis de
dominación y del Argentinazo no han significado el cierre del
ciclo político más general marcado por la rebelión popular del 2001.
Que hace parte de un ciclo latinoamericano de características
marcadamente distintas a las décadas del 80 y 90, con el imperio del
neoliberalismo. De ahí que llamemos “ciclo de las rebeliones
populares” al que estamos viviendo actualmente en la Argentina y
toda la región, porque sigue siendo un periodo político marcado
por ellas.
¿En qué se expresa esto? Entre
otras cosas, en que las relaciones de fuerzas entre las clases no
han vuelto a ser las del 90. Y, en este marco, que el propio
gobierno de Néstor Kirchner siga siendo –en gran medida– el hijo
bastardo de estas mismas relaciones de fuerzas, el “hijo burgués”
del Argentinazo, cuestión que le sigue “marcando la cancha”, a
pesar de los manotazos hacia el centro que esboza.
No en vano Joaquín Morales Solá
(editorialista de La Nación), buscando impulsar el gobierno a
tener más “audacia” represiva en relación a las luchas obreras y
conflictos masivos, señaló: “Kirchner no se detiene mucho en los
conflictos más o menos encapsulados (...). Pero se frena en seco
cuando los movimientos gremiales suponen el riesgo de afectar a vastos
sectores sociales. Termina entonces rápidamente aceptando las
relaciones de fuerzas y concediendo. Cierra a cualquier precio la
mas mínima herida en condiciones de extenderse al conjunto de la
sociedad (...) todos saben que el omnipotente presidente se
convierte en impotente cuando lo acosa una sublevación social”
(La Nación, 29-11).
Crisis institucional y
recomposición obrera
Hay otros dos elementos de continuidad
respecto de las jornadas de diciembre del 2001 que es de enorme
importancia destacar.
Por un lado, es evidente que han
permanecido elementos de crisis institucional. Los partidos políticos
no terminan de recuperarse de la crisis. El bipartidismo parece cada
vez más ser historia, y más bien se esbozan “gelatinosas”
coaliciones electorales hacia octubre del 2007, con retazos de todos
los partidos. Esto mismo es lo que explica el peso de la figura
presidencial y su rol de “árbitro”, hoy cuestionado por una
oposición burguesa que pretende volver a un juego de alternancia
electoral más “normal”.
Incluso en el propio terreno
donde el gobierno más había avanzando en relación con la
“relegitimación” de las instituciones, la política de derechos
humanos, terminó por abrir la caja de Pandora de nuevos juicios, lo
que produjo la desaparición de López. Así, esta orientación quedó
en terapia intensiva.
Al mismo tiempo, hay otro factor
de continuidad, el más importante y estratégico para los socialistas
revolucionarios: desde 2004 se ha venido viviendo la entrada en la
escena de la lucha de importantes sectores de vanguardia de
trabajadores ocupados, así como un progresivo avance en la recuperación
de organismos sindicales de la clase obrera de manos de la burocracia.
Esta experiencia se ha venido a sumar a las anteriores de los
movimientos de desocupados y las fábricas recuperadas, que si bien
han retrocedido no han sido barridas y pueden esbozar, ante algún
giro de crisis, una recuperación.
Incipiente división de las
clases medias, polarización y elecciones del 2007
En los últimos meses, la posición
del gobierno se ha venido deteriorando. Se puede decir que, aun
de manera muy incipiente, se está viviendo el comienzo de una
experiencia con el gobierno entre sectores populares, y se observan
elementos de división de las clases medias.
Desde la desaparición de López,
pasando por la patota en el Francés, el bochorno en San Vicente y la
derrota electoral en Misiones, al gobierno terminó abriéndosele
una crisis política, la más importante en su gestión. Como
respuesta, se fue corriendo hacia el “centro-centro” político,
descargando lastre por “izquierda”, como fue el caso de la salida
de D’Elía del gobierno. Con la mira puesta en las elecciones del año
próximo y sobre la base de que, a pesar del salto evidente en la
inflación, la economía le seguirá siendo favorable, pretende
asegurarse la reelección.
Ya hemos señalado que algunas de
las medidas que ha tomado Kirchner han implicado un giro a la derecha,
mostrándose “duro” y “represivo” cuando se trata de enfrentar
a la vanguardia independiente, por lo que no hay que caer en el
facilismo ni en las ultradas.
Pero también hemos señalado los
precisos límites de esto: se trata de un giro a la derecha
superestructural, es decir, en las alturas, pero de ninguna manera
del conjunto de la situación política del país. Para imponer
esto, Kirchner debería seguir los consejos de Morales Solá y hacerse
valer derrotando alguna gran lucha obrera o popular vía la represión.
Por ejemplo, desalojar a sangre y fuego el corte de Gualeguaychú o
haber impuesto la patoteada en el Francés.
Es en este marco y en el actual
contexto latinoamericano que hemos venido insistiendo que mas bien lo
que se observan son elementos o tendencias a la polarización política
[1], cuyo componente central son los elementos emergentes de
división burguesa y de las clases medias. Por ejemplo ahora con
el paro del campo en nuestro país.[2]
Es decir, donde se podría
esbozar una tendencia al adelgazamiento del consenso K [3], con
una división de las clases medias y un avance de la oposición
electoral de derecha (expresada por Macri). Pero donde también se
esbozan coaliciones hacia la “centro-izquierda”: la búsqueda de
horadar la base electoral del gobierno también entre las clases
medias “progresistas”, en un escenario donde no se terminan de
decidir las candidaturas ni el perfil de cada coalición.
López, el Francés y Gualeguaychú
En la agenda inmediata de los próximos
meses hay tres procesos que se evidencian como otros tantos frentes de
tormenta para el gobierno. El más grave y dramático es la continuada
desaparición del compañero Jorge Julio López. La política del
gobierno se ha caracterizado por intentar barrer el tema bajo la
alfombra, configurándose una situación de liso y llano enKubrimiento.
Como ya hemos señalado, es el conjunto de la política gubernamental
en derechos humanos lo que ha quedado en entredicho, y de ninguna
manera esta claro que el gobierno vaya a reafirmarla. Hoy, más bien,
parece lo contrario, aunque todavía no ha dado señales claras sobre
el asunto, más allá de la anacrónica insistencia de Aníbal Fernández
de que “López va a aparecer con vida” y de la continuidad de su búsqueda
por “averiguación de paradero”.
En segundo lugar, está la actual
recuperación de las luchas de los trabajadores, cuyo caso emblemático
es la lucha de los compañeros del Hospital Francés. Esta lucha
resume los dos elementos más dinámicos de la coyuntura: la lucha
democrática y la obrera. Lo que, a diferencia de algunas corrientes
que separan de hecho una y otra, o reducen la pelea a uno solo de
estos polos, debe llevarse delante de manera combinada. El
Francés es sólo el caso más avanzado y politizado de una cierta
oleada de luchas que, si bien han sido en su mayoría dirigidas por la
burocracia, preanuncian un comienzo bastante caliente para el 2007.
En tercer lugar está la Asamblea
de Gualeguaychú, que ha venido independizándose de la manipulación
gubernamental. Expresa precisamente un sector de las clases medias
que se “radicaliza” y que va a ser otro de los dolores de cabeza
del gobierno a lo largo del verano, y al cual hay que defender
incondicionalmente de cualquier intento represivo de parte de K.
La apuesta por la emergencia de
una nueva generación obrera
Evidentemente, el año que viene
estará cruzado por la disputa electoral, terreno en el cual habrá
que dar una respuesta que unifique a los que estamos por una
perspectiva de independencia de clase y socialista.
Pero no se trata sólo de esto:
la gran novedad de los últimos años ha sido la entrada en la
lucha de la clase obrera con trabajo y la emergencia de una nueva
generación obrera. Lo más estratégico que puede hacer la
izquierda revolucionaria es impulsar con todo este proceso y hacer
ingentes esfuerzos para ser parte de él. Porque esto permitiría
que el estallido, a mediano plazo, de una eventual crisis general, de
un desborde por izquierda del gobierno K, ocurra con una mayor
centralidad en la lucha y la organización de la clase obrera ocupada,
actor social sin el cual no se puede abrir la perspectiva de la
revolución social en nuestro país.
En este marco, es seguro que el
acuerdo de topes salariales en el 2007 se esbozara como más
complicado después del bochorno de Moyano en San Vicente y ante el
hecho de que todo el mundo percibe que hay al menos dos
“inflaciones”: la que indican los índices oficiales y la que
sentimos todos cuando vamos a hacer las compras. Esto hace prever un
comienzo del 2007 con una mayor conflictividad social.
Junto con esto, habrá que mantener
bien en alto las banderas democráticas, que tendrán una cita de
muchísima importancia el próximo 24 de marzo, donde seguramente se
reeditará una fuerte disputa con los organismos cooptados por el
gobierno K.
Yendo más allá del 2007, los
elementos que venimos señalando, sumados al previsible deterioro a
mediano plazo del frente de la economía (que acumula tensiones y
contradicciones crecientes) hacen prever una segunda presidencia
“pingüino o pingüina” con mayores elementos de inestabilidad.
En esta perspectiva, una posible
perspectiva en el terreno de la organización sea el impulso de algún
tipo de Encuentro o Asamblea de las Organizaciones Obreras en Lucha
y Democráticas que combine los dos ejes que estamos señalado: el
apoyo a las luchas en curso (en primer lugar el Francés) y la pelea
democrática por la aparición de López.
Notas:
1. Un comentario referido a Latinoamérica es útil también
para la posible dinámica en nuestro país, si bien de una manera más
mediada: “En el escenario latinoamericano preocupan las tensiones a
futuro. Hay un serio problema de polarización dentro de la
región. Se percibe una sensación de división, de desintegración,
una cierta volatilidad en la relación entre los países y dentro de
los países” (Peter Hakin, de Interamerican Dialogue, La Nación,
5-12).
2. Paro reaccionario donde, sin embargo, se expresa una
división interna: la Federación Agraria Argentina esboza un programa
más por “izquierda”, distinto del reaccionario de “libre
mercado” de la Sociedad Rural y Confederaciones Rurales Argentinas.
3. Decimos esto sin perder de
vista que por ahora la tendencia mas probable es a la reelección
K.
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