Acerca del libro Lecciones de batalla, de Gregorio
Flores
Un debate político vigente
Por Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 07/12/06
Desde hace varios años existe una producción de libros,
folletos y diversas publicaciones que abarcan distintas experiencias y
momentos del proceso de surgimiento y desarrollo de la vanguardia
obrera de los años 70. Este hecho es muy importante ya que, aunque a
veces parcialmente, nos permite ahondar en la riqueza política de esa
etapa en nuestro país. En este sentido nos queremos referir al libro
de Gregorio Flores, Lecciones
de batalla, que consideramos un aporte importante para el
conocimiento de las concepciones políticas y los métodos que dieron
vida política a toda una generación de revolucionarios.
Su importancia adquiere mayor peso por el hecho de que el
autor fue protagonista directo de aquellos años como dirigente obrero
y militante político. Fue dirigente del SITRAC-SITRAM de Córdoba, un
sindicato que formó parte de las organizaciones clasistas hasta que
fuera intervenido por la dictadura militar en octubre de 1971 bajo la
represión de la Gendarmería y la policía provincial, que ocupó la
planta de FIAT y la sede sindical. Flores estuvo preso en el
tristemente célebre penal de Rawson, y años después de salir en
libertad, como tantos otros dirigentes obreros, fue amenazado y
perseguido por la Triple A, por lo que tuvo que abandonar su provincia
natal, Córdoba y recalar en Buenos Aires.
A diferencia de la mayoría de los autores que tratan la
problemática política de la vanguardia obrera y estudiantil de los años
70, que miran con nostalgia aquellas experiencias para sacar la
conclusión, desde la derrota, de que ya no es posible un cambio
revolucionario de la sociedad, Gregorio Flores ubica su trabajo
mirando la realidad con otra perspectiva. Así, en el capítulo final
plantea: “Lo he dicho muchas veces y lo sostengo ahora: frente al
enemigo, los torturados, los muertos y los desaparecidos vivirán en
mi recuerdo hasta que muera. A la memoria de todos ellos dedico este
pequeño trabajo con la esperanza de que nos ayude a entender lo que
pasó. Este es mi pequeño aporte. Creo que las bases materiales de la
clase obrera han empeorado sensiblemente. Pero también es cierto que
las condiciones objetivas para llevar adelante aquellos sueños de las
décadas de los 60 y 70 nos brindan posibilidades muchos mejores que
en las décadas pasadas”.
Esta ubicación es, para nosotros, muy importante frente a
la inmensa tarea que tienen por delante las nuevas generaciones de
activistas y militantes que están surgiendo en la actualidad. Y también
desde esta ubicación queremos marcar nuestras profundas diferencias
con el planteo central de Lecciones de batalla.
Aunque con algunas críticas y dudas, Flores reivindica
globalmente, en su libro la concepción guerrillerista que ganó a la
mayor parte de la vanguardia de aquellos años. Al salir de la cárcel
es cuando Flores se vuelca a fondo en la militancia en el PRT-ERP,
realizando tareas en el frente sindical hasta unos meses después del
golpe de 1976, cuando la represión terminó aniquilando a dicha
organización.
Flores describe lo que para la dirección guerrillera era
la base para una estrategia revolucionaria: “Santucho creía que
para hacer la revolución se necesitaba el partido, que es la dirección
política, el ejército y un frente, un frente popular, que era el
FAS” [1] (p. 35).
Este esquema, más allá de que Santucho y su organización
hablarán de construir el partido de vanguardia de la clase obrera, en
la realidad terminó siendo el soporte de la actividad militar de la
organización. Por eso, las llamadas “organizaciones de
superficie” o los “frentes de masas” como el Movimiento Sindical
de Base (MSB) y el propio FAS se pusieron en función de fortalecer,
política y materialmente, el aparato guerrillero. Flores reconoce que
“el trabajo en la recuperación de los sindicatos era parte de la
estrategia, pero no era lo más importante. La dirección política,
el ejército y el frente popular eran las tres ramas. Otra gente
trabajaba por el Movimiento Sindical de Base, pero eso nunca se
diferenciaba bien. Cuando se hace el primer congreso del MSB, llevaron
más de 5000 personas, con una gran mayoría de obreros, pero lo que más
se cantaba era “¡A la lata, al latero, los ranchos tucumanos son
fortines guerrilleros!” (p.35).
Aunque, como dijimos anteriormente, Flores plantea algunas
críticas a este accionar, como en el caso del asalto al batallón de
Sanidad del Ejército por parte de un comando de combatientes, se
define con claridad cuando dice: “Para mi modo de ver, dentro de mis
limitaciones y dentro de la escasez de conocimientos que tengo, en la
Argentina quien más lejos llegó en la lucha revolucionaria y en la
lucha por el poder fue el PRT-ERP de Santucho. Porque atacó los
fundamentos que sostienen el Estado burgués: el ejército, el Estado,
la burguesía, todo” (p. 36).
Gregorio Flores sabe muy bien que su autoridad como
dirigente obrero es innegable y sus palabras adquieren un peso mayor a
la hora de las definiciones, más allá de sus “limitaciones” y su
supuesta “escasez de conocimientos”. El PRT-ERP, efectivamente,
atacó al ejército y a algunas instituciones del estado, pero en la
conformación de su frente popular no vaciló, como el mismo Flores
dice, en proponerles ser parte de este frente a políticos burgueses
como Oscar Alende o el luego presidente Alfonsín.[2] Y aunque en
alguna elección el PRT-ERP barajó la idea de que Agustín Tosco
fuera candidato, no fue la independencia política de la clase obrera
su estrategia central. Hacia el final de esta definición Flores
escribe, refiriéndose a la organización de Santucho: “Crecieron
sin ser peronistas, ganaron comisiones internas, delegados activistas,
algo muy importante, pero reitero: la lucha armada no crea conciencia
por sí sola”. Nosotros afirmamos que la lucha sindical, por sí
sola, tampoco crea conciencia, pero la lucha armada que promovió el
PRT-ERP no sólo no creó conciencia en los trabajadores sino que fue
un obstáculo para el desarrollo de una conciencia obrera
independiente y socialista. Porque no tuvo en cuenta el nivel del que
partía la clase trabajadora, esencialmente peronista, y no tuvo en
cuenta que las grandes luchas que se daban en esa etapa, las huelgas,
las tomas de fábricas con rehenes, las coordinadoras, creaban un
espacio para insertar un programa de autoorganización política y
construcción de un partido obrero revolucionario.
Una valoración equivocada
Gregorio Flores dedica una parte de su libro a la exaltación
de la figura de Mario Roberto Agustín Santucho, máximo dirigente del
PRT-ERP, valoración a nuestro entender equivocada. En este sentido,
el autor dice: “Aunque desde distintas corrientes de la izquierda se
lo caracterizaba como foquista, Santucho sostuvo siempre que las
acciones armadas tenían que estar ligadas al accionar de las
masas”.
Pero si esto es así, ¿qué acción de las masas justificó
en su momento el ataque al cuartel de Monte Chingolo, uno de los
mayores desastres político-militares en la historia de nuestro país?[4]
Y así podemos enumerar muchas acciones guerrilleras que nada tenían
que ver con el accionar de las masas. La violencia que genera el
capitalismo contra los trabajadores y los sectores populares engendra
respuestas diversas. Pero es fundamental que los revolucionarios no
nos arroguemos la representación del conjunto de los trabajadores
para responder como lo hicieron las organizaciones guerrilleras.
“Para aplastar la resistencia de los burgueses y sus
funcionarios, no hay otra forma que la lucha armada, es decir, el
enfrentamiento clase contra clase” dice el autor. Pero este
enfrentamiento entre las clases del que habla Flores adquiere distinta
intensidad según las circunstancias políticas, económicas y
sociales en cada etapa. No es lineal. La clase obrera avanza y
retrocede; por eso hay que intervenir con los métodos y las acciones
que se van dando los trabajadores. Y explicando también pacientemente
a la vanguardia obrera la necesidad de una estrategia revolucionaria.
Con respecto a Santucho, el autor dice, a modo de cierto
cuestionamiento, “a raíz de esta concepción, Santucho, a mi modo
de entender, priorizó lo militar sobre lo político”. Y agrega que
“formó muy buenos cuadros obreros militares, como el comandante
Pedro, obrero de Fiat, en la vida real Juan Ledesma, que fue
secuestrado y asesinado por el Ejército Argentino”.
Este ejemplo, lejos de resultarnos una virtud de Santucho,
es una muestra cabal de la tragedia que significó la guerrilla para
la vanguardia obrera de aquella etapa. Un dirigente obrero como
Ledesma, de una capacidad organizativa y un heroísmo revolucionario
extraordinario, es llevado a jugar un papel político lejos de su
clase. Quitándole a la clase obrera, a su vez, un elemento valioso en
la lucha para convertirlo en un engranaje más del aparato
guerrillero.
Nuevas perspectivas
En el capítulo “Balance final”, Flores escribe: “Por
último, creo que el 20 de diciembre no lo capitalizó el peronismo
sino el Bloque Piquetero, que según yo creo es la continuidad de
aquella gesta de mayo de 1969 y de la experiencia clasista de SITRAC-SITRAM”.
El Argentinazo ubicó al Bloque Piquetero, en aquel
momento, como un sector de vanguardia que agrupaba a los desocupados más
combativos. Pero la burguesía logró recomponer el régimen y
reabsorber esa gran movilización que sacudió la estantería
capitalista en la Argentina.
El gobierno de Kirchner es hoy el enemigo fundamental de
los trabajadores y el pueblo, y las enseñanzas y las experiencias que
nos dejan las luchas de los 60 y 70, como bien dice Flores, pueden
enriquecer el arsenal programático y organizativo de la clase obrera.
Coincidimos con el autor en se abren nuevas posibilidades para llevar
adelante la lucha por una sociedad socialista, pero lo hacemos a
partir de reconocer el surgimiento de una nueva generación de
trabajadores que empiezan a hacer sus primeras armas en la arena de la
lucha de clases. Son los nuevos contingentes de trabajadores ocupados
que deben retomar entre otras cuestiones, la pelea por la centralidad
de la clase obrera. Es decir, la pelea por ubicar nuevamente a los
trabajadores como sujeto político y social para un cambio
revolucionario.
Notas:
1. FAS: Frente Antiimperialista y por el Socialismo
2. “Como dije en mi segundo libro, el PRT tuvo una política
«frentepopulista» (...) Santucho creía que era inevitable para
llegar a la toma del poder la construcción de un frente popular con
representantes políticos de la burguesía tipo Oscar Alende o Raúl
Alfonsín, a quienes se le propuso incorporarse al FAS o a algún
frente antipatriótico” (p. 88).
3. En diciembre de 1975 el ERP atacó el batallón de
Arsenales Domingo Viejobueno, que se encontraba en la localidad de
Monte Chingolo, al sur del Gran Buenos Aires. El ejército estaba
alertado de esta acción y esperó el ataque. Allí fueron muertos más
de 60 guerrilleros y otros fueron desaparecidos. Éste fue el mayor
golpe que recibió el ERP. Santucho, que se encontraba en una casa en
San Martín, a pesar de tener indicios de que el ejército podía
estar en conocimientos del ataque, igualmente dio la orden de atacar
el cuartel. Después de este duro revés el ERP ya no produjo acciones
de envergadura.
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