El giro de la economía argentina (Tercera parte)
Como evaluar el modelo
Por Claudio Katz Enviado por el autor, 03/02/07
Resumen: Para evaluar correctamente el modelo hay
que registrar como la desnacionalización quita sostén local, a un
proyecto que mantiene la vulnerabilidad latinoamericana. Este análisis
exige, además, adoptar una postura crítica frente al capitalismo.
Los funcionarios de este régimen social comparten los defectos de la
clase dominante y la eficiencia de su gestión no resuelve los
desequilibrios del sistema.
La heterodoxia conformista no capta estos
desequilibrios y la ortodoxia distorsiona sus causas y consecuencias.
El programa económico de la izquierda incluye una perspectiva
anticapitalista y no se reduce al distribucionismo.
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El ensayo neo-desarrollista es un intento de
recomponer la acumulación que retoma la centralidad agrícola del
modelo agro-exportador. Pero en el período actual ya no se verifican
las condiciones favorables de esa etapa. No existe un flujo
internacional preeminente de capitales hacia el Cono Sur, ni tampoco
un aluvión de inmigrantes. Al cabo de una década de liberalismo
menemista, tampoco es factible reproducir el endeudamiento
descontrolado que predominó a principios del siglo XX.
El ensayo actual retoma en nuevas circunstancias
la prioridad industrial de la sustitución de importaciones. No
utiliza la renta agrícola en gran escala para financiar la
industrialización y tampoco recurre a las estatizaciones para
construir un sector industrial en oposición al capital extranjero. Ha
dejado de lado la apuesta prioritaria por el mercado interno y no
reaviva los viejos mecanismos de redistribución progresiva de los
ingresos.
El ensayo neo-desarrollista preserva la
regresividad social de su precedente neoliberal. Pero le ha quitado
protagonismo a la especulación financiera, que signó la dinámica
económica desde Martínez de Hoz hasta Cavallo. El desmoronamiento
del 2001 recreó la prudencia bancaria en desmedro de los negocios fáciles
y el endeudamiento de corto plazo. También ha perdido relevancia la
oleada importadora y la primacía de los servicios. El esquema en
gestación se perfila como una configuración novedosa asociada con
las transformaciones que se procesan en la elite capitalista.
Problemas de las clases dominantes
Todos los grupos dominantes participan del viraje
actual, pero los grandes industriales son el segmento privilegiado por
la política oficial. Este sector arrastra una historia de grandes
fracasos. A pesar de contar con el favor de muchos gobiernos, nunca
logró sostener un proceso de acumulación competitivo. Algunos teóricos
neo-desarrollistas sostienen que esta inoperancia es un dato del
pasado. Cuestionan el tradicional retrato de los industriales como un
sector rentista y atribuyen sus viejas limitaciones a la fragilidad
institucional del país.
Es cierto que los industriales actúan como los
burgueses de cualquier país y no cargan con mayores defectos intrínsecos
que sus colegas de otras regiones. Pero surgieron asociados a una
matriz latifundista que bloqueó el desarrollo agrícola y conforman
la clase dominante de un país periférico y dependiente. Si se olvida
este condicionamiento resulta imposible comprender el tradicional
apego a las finanzas de este sector y su despilfarro de los cuantiosos
subsidios que recibió del estado.
Muchos defensores del kirchnerismo sostienen que
esta dificultad será superada con la intervención gubernamental.
Estiman que los ministros y legisladores enmendarán las debilidades
de las clases dominantes, como si los funcionarios estuvieran
vacunados contra los males que padecen a sus socios capitalistas.
Luego de una década de desprecio neoliberal por
la ingerencia estatal se está magnificando el alcance de esta acción
y se olvidan sus límites o efectos perversos (corrupción,
irracionalidad, despilfarro). Este generalizado elogio a la regulación
ministerial contribuye a justificar la marea de subsidios que reciben
los patrones.
Pero existe un problema adicional con el destino
de estas subvenciones. Los viejos desarrollistas proponían
canalizarlos prioritariamente hacia el capital argentino para reforzar
(al menos en sus propuestas teóricas) a la burguesía nacional. Este
propósito ha perdido nitidez. Nadie sabe en la actualidad que
significa exactamente apuntalar “una presencia más activa de
capitalismo nacional”. El modelo actual favorece a una burguesía
local, que ya no es nacional en la vieja acepción del término.
La reconfiguración neo-desarrollista se procesa
en un escenario de gran mutación de la propiedad del capital signado
por el avance de dos sectores: las compañías locales
internacionalizadas (cuyo prototipo es Techint) y las grandes empresas
foráneas.
El alcance de la desnacionalización
La desnacionalización de la economía argentina
condiciona el giro neo-desarrollista. La venta de empresas a
propietarios foráneos no es una rémora de la convertibilidad, sino
un efecto directo de devaluación que abarató los activos y acentúo
las dificultades de las compañías endeudadas en dólares. Los
traspasos han incluido a grupos tradicionales como Quilmes, Loma
Negra, Swift, Acindar, Perez Companc o Grafa.
El peso de las empresas extranjeras ya es
abrumador. De las 500 mayores firmas hay 337 extranjeras y solo 163
nacionales, mientras que en 1993 esta relación era 219 y 281
respectivamente. La pérdida de posiciones de las compañías
nacionales se verifica también en la diferencia de utilidades, que
favorece en once veces a las corporaciones foráneas y en el valor de
la producción, que las sitúa 5 veces por encima de las nacionales.
El capital extranjero controla tres cuatros de la alta estructura
empresarial y maneja un tercio del valor agregado de toda la economía.
La brasileñización es un aspecto clave de esta
transformación. Los capitales de ese origen ocupan ya un rol
dominante en el sector petrolero (Petrobrás), cervecero (Brama),
cementero (Camargo Correa), frigorífico (Friboi) y preparan una gran
llegada al acero. Este copamiento no solo refleja la política
financiera expansiva del poderoso banco BNDES, sino que además
ilustra la conducta agresiva de la burguesía más poderosa de la
zona.
Es cierto que la presión extranjerizante convive
con una tendencia inversa en ciertas actividades. Grupos locales
asociados con los fondos de inversión están adquiriendo paquetes
accionarios de varias compañías de servicios (telefonía, energía y
centrales eléctricas).
Han decidido ir a lo seguro, porque en esta franja la rentabilidad
dependerá de los ajustes de tarifas que cada lobby negocie con los
funcionarios de turno. Pero la argentinización está limitada por los
nexos internacionales que mantienen todos los fondos financieros.
La extranjerización introduce un gran descontrol
local sobre las actividades más estratégicas. Por ejemplo,
recientemente Respsol vendió a otro grupo español el 9,2% de su
paquete accionario para bloquear una compra hostil por parte de
accionistas norteamericanos y europeos. El gobierno argentino ni
siquiera fue consultado en un traspaso que afecta tan directamente los
intereses del país.
Otro ejemplo de esta inconsistencia se verificó
con el caso Sancor. Las clases dominantes y el gobierno exhibieron
poca preocupación por evitar la extranjerización de la empresa. La
transferencia a Soros solo fue bloqueada por la decisión de Venezuela
de capitalizar una compañía de interés para su provisión de
productos lácteos. El socio estatal latinoamericano sustituyó en
este caso la falta de acción local frente a otra desnacionalización.
El peso de las corporaciones foráneas limita el
ensayo neo-desarrollista, en la medida que los capitales
trasnacionalizados distribuyen sus inversiones entre un amplio número
de países. Esta restricción es omitida por los teóricos
industrialistas que reivindican la estrategia de globalización
parcial ensayada por algunos grandes grupos locales, como Techint.
Suponen que la mixtura capitales extranjeros y nacionales no obstruye
el afianzamiento del modelo, ni recrea los viejos conflictos entre
ambos grupos.
Pero lo que está en juego es el destino de los
subsidios que sostendrían esa estrategia y una mirada condescendiente
hacia el capital foráneo implica incorporarlo al listado de
beneficiarios del auxilio estatal. El neo-desarrollismo contemporáneo
ignora las tensiones que genera esta orientación, porque ya no razona
reconociendo la existencia de un conflicto centro-periferia. Ha
olvidado las contradicciones específicas de las economías
subdesarrolladas y sugiere que Argentina no afronta ningún obstáculo
estructural para convertirse en una economía avanzada. Esta visión
le impide registrar los límites del esquema actual.
Vulnerabilidad latinoamericana
La creciente gravitación de las compañías foráneas
no es una peculiaridad argentina.
Más del 50 % de las 100 principales empresas latinoamericanas y el
62% de sus ventas se encuentran bajo control extranjero.
El marco regional es muy semejante al contexto local en innumerables
aspectos. En los dos escenarios se procesa una reactivación sostenida
en altos precios de las materias primas exportadas, es decir en un
cuadro de evolución futura muy incierta. Resulta difícil dirimir si
el ascenso actual de las comodities es episódico o estructural, ya
que este repunte puede constituir una burbuja especulativa o una
reversión de dos décadas de retroceso de las cotizaciones de estos
insumos.
Es cierto que a diferencia de los 90 el centro de
desequilibrios mundiales no se ubica en la periferia, sino en el déficit
gemelo (fiscal y comercial) de Estados Unidos. Pero una resolución
traumática (desplome del dólar) o paulatina de esta tensión
(“aterrizaje suave”) repercutirá seriamente sobre la América
Latina. El imperialismo ha demostrado en reiteradas oportunidades su
capacidad para transferir desequilibrios a los países periféricos. Y
frente a esta eventualidad, el grueso de la región carece del
sustento industrialista que detentan otras zonas dependientes -como
una porción de Asia- para hacer frente a esta presión.
Un viraje global desfavorable podría perforar
los escudos que Argentina ha levantado el esquema neo-desarrollista
(menores vencimientos próximos de la deuda, superávit comercial,
elevadas reservas). Pero las limitaciones del modelo se ubican también
en el plano interno.
Los costos del capitalismo
El ensayo actual no puede caracterizarse en forma
adecuada comparando sus “luces y sus sombras”. Al contrastar “lo
positivo con lo negativo” o “lo ya ha hecho con lo que falta”,
solo emergen connotaciones valorativas (“mejor o peor que el
neoliberalismo previo”) que no clarifican la dinámica del modelo.
Con esa mirada se puede elogiar, aconsejar o
crucificar a los funcionarios de turno, pero no señalar cuáles son
clases sociales beneficiadas y afectadas por el proyecto actual.
Tampoco se pueden detectar contradicciones o clarificar tendencias que
nutran de argumentos a la batalla de los movimientos populares por
mejoras sociales. El logro de estos propósitos exige resaltar el carácter
capitalista del modelo. Solo esta visión esclarece los nexos que
vinculan la dinámica económica actual con la lógica de un sistema
basado en la explotación y en la competencia por la ganancia.
Kirchner es un protagonista decisivo del modelo
neo-desarrollista y no carga con ninguno de los tintes adversos al
capitalismo, que le asignan sus enceguecidos rivales de la derecha o
sus despistados partidarios progresistas. El presidente explicitó
categóricamente sus elogios a este sistema durante el reciente viaje
Estados Unidos. Concurrió a Wall Street y presidió el simbólico
inicio de las operaciones bursátiles, afirmando que “Argentina
nunca debió abandonar ese lugar”.
Cristina expuso con mayor crudeza el mismo
mensaje y no ocultó su fascinación por un régimen que enriquece a
los poderosos y esquilma a la mayoría. En sus reuniones con el lobby
empresario del Partido Demócrata explicó que “el capitalismo es
mejor idea que el comunismo por su idea del consumo”. Pero se olvidó que la mayoría de los
argentinos no puede participar de este gusto por la compras.
Muchos autores neo-desarrollistas comparten esta
idealización del capitalismo y promueven la reivindicación del
empresario en su rol dirigente de la economía. Militan contra el
rechazo social a este grupo y alientan la erradicación de los
cuestionamientos populares al beneficio.
Pero un generalizado rescate de los patrones no
se traduciría en mayor bienestar general. Solo reforzaría ganancias
surgidas de la explotación ajena y propiciaría la resignación
colectiva frente a los privilegios de las elites. Cuánto mayor sea la
aceptación de esta inequidad, más difícil será revertirla. Por
esta razón los signos de rebeldía contra los capitalistas no
constituyen adversidades, sino promisorias reacciones de los
oprimidos.
Ilusiones intervencionistas
El ensayo neo-desarrollista es promovido con
insistentes convocatorias a incrementar la “regulación”, el
“control” y la “intervención” del estado, como si esta acción
tuviera un efecto igualmente positivo para todos los miembros de la
sociedad. Ciertos analistas ponderan especialmente el activismo
estatal que siguió al desplome del 2001, subrayando la contraposición
existente entre esta acción y la pasividad neoliberal que sucedió al
desplome hiperinflacionario de 1989-90.
Pero lo diferencia ambas situaciones es la forma de este
intervencionismo y no la presencia o ausencia del estado. Esta
institución jugó un papel protagónico en los dos momentos.
Es cierto que la política económica de Lavagna
y Micelli ha diferido significativamente de la orientación
ministerial precedente. Ha combinado ortodoxia fiscal- monetaria con
heterodoxia industrialista para facilitar la continuidad del
crecimiento. Con retórica conservadora o progresista se ha propiciado
un “keynesianismo pasivo” tendiente a evitar la desaceleración
que imponen los torniquetes financieros. Sin encender el motor de la
expansión disuadieron el freno monetarista.
Los destinatarios de este curso no han sido las
mayorías populares, sino los grupos empresarios dominantes que
emergieron victoriosos de la crisis. Pero el conjunto de los
capitalistas está satisfecho con el rumbo elegido. Algunos desconfían
del estilo político del Presidente, pero todos elogian la recomposición
del funcionamiento del estado. Esta restauración ha generado el mayor
nivel de rentabilidad de las últimas décadas.
Los dueños de Argentina exhiben gran optimismo.
En sus reuniones cumbres resaltan la “oportunidad histórica que
tiene el país”, es decir su posibilidad de amasar crecientes
fortunas. Este entusiasmo se verificó también al comienzo de la
convertibilidad, pero las elites avizoran en la actualidad un ciclo más
prolongado de vacas gordas. En los picos de optimismo se olvidan de
los flancos críticos que presenta el modelo en las áreas de la
inflación, la inversión, la energía, la deuda, el crédito y el
comercio exterior.
Actitudes de los economistas
La resistencia social constituye un obstáculo más
significativo para el ensayo neo-desarrollista que las tensiones
estrictamente económicas. Kirchner actúa en el contexto político
legado por la rebelión popular del 2001. Ha recompuesto los resortes
de la dominación capitalista, pero enfrenta serias restricciones para
acompañar los atropellos patronales.
El gobierno apuesta a deshacerse paulatinamente
estas limitaciones. Pero su gradualismo choca con la necesidad
capitalista de remontar aceleradamente varias décadas de regresión y
ubicar a la economía en algún nicho del mercado mundial. Esta
exigencia recreará tendencias empresarias agresivas, que por el
momento están contenidas.
Los conflictos del modelo son abordados de
distinta manera por cada grupo de economistas. Un sector
neo-desarrollista adoptó la tesis del derrame y confía en las
mejoras populares que generaría la acumulación. Especialmente el
joven equipo de Micelli (Kulfas, Abeles) se dedica a ponderar los
beneficios de este rumbo, exaltando la capacidad del esquema en curso
para crear empleo. Reconocen “las asignaturas sociales
pendientes”, pero suponen que el crecimiento capitalista remontará
esta adversidad. Estiman que un buen timón estatal alcanzará para
impulsar un círculo virtuoso de beneficios empresarios y avances
sociales, como si el sistema pudiera sustraerse de golpear a los
trabajadores.
Otros neo-desarrollistas de mayor peso saben que
el modelo depende del techo salarial y de la limitación de los gastos
sociales. Este realismo es plenamente compartido por sus adversarios
neoliberales. Entre ellos disienten en la forma de contener la inflación
o manejar el tipo cambio, pero no en los objetivos prioritarios de la
clase capitalista.
Existe una tercera corriente de economistas
alineados con el distribucionismo, que cuestiona el carácter social
regresivo del modelo.
Postulan introducir ciertas reformas sociales sin alterar el marco
capitalista, suponiendo equivocadamente que el sistema puede operar en
forma humanizada, conciliando el crecimiento con la equidad.
En esta misma línea se ubica actualmente una
vertiente del Plan Fénix, que ha tomado cierta distancia de su
anterior identidad con los industriales. Han elaborado un plan 2006-10
que promete resolver los dramas sociales con pocos cambios laborales
(eliminación de los contratos precarios), asistenciales (cierto
ingreso universal), previsionales (ajustes en el sistema de las AFJP)
e impositivos (gravamen a
la herencia y cierta reducción del IVA).
Esperan remontar la tragedia social de Argentina con tímidas
modificaciones del status quo, ya que idealizan al capitalismo y
olvidan la incompatibilidad de este régimen con la reducción de la
explotación o la desigualdad.
Todos los economistas de izquierda (y entre ellos
los miembros del EDI) postulamos un cuarto enfoque, que propugna
transformaciones radicales inmediatas y planteos estratégicos
socialistas. Esta línea de pensamiento –que desenvuelve su acción
en el campo de las organizaciones populares- difiere del
distribucionismo en el alcance de las propuestas a concretar en
forma perentoria y en la explícita perspectiva anticapitalista de
estas medidas. Los distintos programas que ha expuesto el EDI en últimos
cuatro años constituyen ejemplos de esta postura.
Pero la vitalidad de un planteo económico de
izquierda depende de su actualización. El contexto del 2007 es
completamente diferente al marco que prevalecía en el 2001-02. El
colapso económico ha sido reemplazado por un modelo neo-desarrollista
en gestación. Caracterizar el funcionamiento y las contradicciones de
este esquema es el desafío intelectual del momento. Esta reflexión
transita por dos caminos: la batalla de ideas contra los opresores y
el intercambio de conocimientos en el campo popular. La comprensión y crítica del modelo exigen recorrer ambos
senderos.
Una
versión reducida de este texto aparecerá próximamente en el
tercer anuario del EDI
Economista,
Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de
Izquierda). Su pagina web es:
www.lahaine.org/katz
Hemos
analizado este problema en: Katz Claudio. “Que burguesía hay en
Argentina”. Enfoques Críticos, año 1, n 1, noviembre-diciembre
2005, “Burguesías imaginarias y existentes”. EDI-Publicación
de los Economistas de Izquierda, número 1, abril 2005, Buenos
Aires.
Página
12,18-11-06, Clarín, 1-3-07.
Caputo
Orlando. “La economía mundial y América Latina a inicios del
siglo XXI” Seminario REDEM
2006. ¿Hacia dónde va el sistema mundial? Buenos Aires 4-7-06.
Un
informe reciente que analiza ambas alternativas se inclina por la
segunda opción. Subraya las restricciones de oferta (hubo poca
inversión en 1980-90) y la gravitación de la nueva demanda de
China e India. Señala que desde 1975 las fases de ascenso de las
materias primas duraron un promedio de 28 meses, mientras que la
suba actual se ha prolongado 56 meses. También observa que en
promedio las alzas de estos ciclos eran de 35% y ahora acumulan el
doble de incremento. The Economist. “Los mercados están
inquietos ante la racha alcista de los comodities”. La Nación,
22-7-06.
Estas
economías han logrado ubicarse mejor porque en un período de
creciente mundialización, erigieron estructuras exportadoras a
través de mecanismos que condicionaron el acceso empresario al crédito
al cumplimiento de ciertas metas de competitividad. Además, ningún
país América Latina logró nunca las asiáticas de tasas de
ahorro e inversión del 30% del PBI. Por eso la zona continúa mal
plantada a escala global y no saldría más airosa que en el
pasado de un aluvión externo Palma Gabriel, “Diferenciarse de
China, India y Brasil”. Página 12, 9-7-06.
López
Andrés. “Empresas, instituciones y desarrollo económico: un análisis
general con reflexiones para el caso argentino”. Boletín
informativo Technit, n 320, mayo-agosto 2006.
Muller Alberto.
“Lecciones”. Página 12, 6-08-06.
Esta caracterización plantea: Kregel
Jan. “Subir salarios públicos y los planes sociales”. Página
12, 23-6-06.
Esta convergencia se verifica en las coincidencias del primer
grupo (Miguel Bein,
Eduardo Curia, Mercedes Marcó del Pont) con el segundo (Pablo
Rojo, Juan Llach, Miguel Braun). “Diez economistas
proponen medidas para 2007”, Página 12, 7-1-07.
Claudio Lozano, Rubén Lo Vuolo, Leonardo Blejer. “Diez
economistas proponen medidas para 2007”, Página 12, 7-1-07.
También Hourest Martín. “De que signo es el gobierno”. Página
12, 11-6-06.
“Plan Fénix, segunda versión”. Página 12, 20-10-06.
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