La burocracia sindical peronista y la represión en
la década del 70
José Rodríguez: para muestra basta un “botón”
Por
Oscar Alba
Socialismo
o Barbarie, periódico, 22/02/07
La
reapertura de la causa por los crímenes de la Triple A, en la cual el
MAS es querellante y la proximidad de un nuevo aniversario del golpe
genocida del 24 de marzo de 1976 hacen necesario remarcar, mas que
nunca, el hilo de continuidad entre el gobierno de Perón y la
dictadura, en lo que se refiere a la represión a la vanguardia
obrera y estudiantil que surgió y luchó desde el Cordobazo hasta
que fue prácticamente aniquilada por Videla y cia.
Hay
que decir la verdad: la represión brutal y facistoide comenzó
antes de 24 de marzo del 76 y los sectores dominantes del
peronismo –y en primer lugar Perón– y todo un sector de la
burocracia sindical estuvieron implicadas antes y durante el golpe en
perseguir, entregar y hasta directamente matar a esa vanguardia que
cuestionaba, se enfrentaba, desbordaba y derrotaba en varios casos a
la burocracia sindical.
Se
van a cumplir 31 años del golpe genocida este 24 de marzo, pero 34
desde que los grupos facistoides empezaron a asolar a la clase obrera y
la juventud.
Por
esto, con la causa de la Triple A reabierta, hay mejores condiciones
para romper el pacto de hecho entre radicales y peronistas que del
golpe para atrás buscaba imponer un manto de silencio dando a
entender que no habrían existido bajo Perón e Isabel, violaciones a
los derechos humanos, represión, torturas y hechos aberrantes. Porque
la lucha contra la impunidad debe llegar también a los represores que
actuaron antes del 24 de marzo y a sus mentores ideológicos y políticos.
Y en esto la historia no perdona ni a Perón ni a Balbín.
Pero
esta pelea apunta también a muchos de los actores políticos y
sociales que siguen actuando cotidianamente. En este sentido, la burocracia
sindical peronista fue uno de los pilares fundamentales en que se
apoyó el régimen capitalista para su política de extermino de la
vanguardia obrera y estudiantil. José Rodríguez, secretario
general del SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte
Automotor) fue uno de los principales burócratas que colaboraron con
la represión a los trabajadores de su gremio. De muestra basta un botón...
y el “botón”
Rodríguez es más que ejemplificador.
En primer lugar, el
accionar de la Triple A, creada por los gobiernos de Juan D. Perón e
Isabel Perón respectivamente, buscaron, mediante el asesinato, frenar
el ascenso de luchas y el avance de una vanguardia que se extendía en
todos los sectores obreros.
Ante
el auge de la movilización, el gobierno peronista de Isabel se mostró
incapaz de estabilizar la situación política nacional. La patronal y
el imperialismo recurrieron entonces al golpe del 24 de marzo para
imponer un verdadero genocidio de quienes luchaban cotidianamente
contra la patronal y el régimen. Con los militares en el gobierno, la
represión en todo el país pega un salto cualitativo, tanto en número
como en los métodos. La desaparición y la tortura de militantes políticos
y sindicales, que en el período peronista ya estaban presentes, se
perfeccionan y se multiplican con la llegada de la dictadura.
La
burocracia sindical, a su vez, fue consciente desde un primer momento
que su enemigo principal era el ascenso obrero y el surgimiento y la
extensión de una vanguardia que le disputaba, en vastos sectores
fabriles, la dirección de las comisiones internas, cuerpos de
delegados y hasta seccionales de los gremios. En importantes fábricas
de Capital y Gran Buenos Aires la oposición antiburocrática,
relacionada con las organizaciones de la izquierda combativa, había
logrado ganar un espacio importante. Esto se vio en el surgimiento de
las Coordinadoras Fabriles que, por fuera de los nefastos “cuerpos
orgánicos” de la burocracia peronista, se constituyeron en la punta
de lanza de lucha contra los planes económicos de los ministros
peronistas Rodrigo y Mondelli respectivamente.
En
el SMATA, en las grandes fábricas automotrices, existía una fuerte
oposición a José Rodríguez y su banda de burócratas, ya
atornillados hace tres décadas. En 1974, la seccional Córdoba, una
de las más importantes del gremio automotriz, había quedado en manos
de la Lista Marrón, con René Salamanca, militante de izquierda, como
secretario general. En el Gran Buenos Aires, en Ford y Mercedes Benz
habían surgido direcciones que se oponía a Rodríguez. En Chrysler
también se extendía la oposición, así como en otras fábricas
autopartistas.
José
Rodríguez no dudó, frente a la creciente movilización, en alinearse
con la patronal y los represores de la Triple A primero, y luego,
servir a los militares genocidas.
Mercedes
Benz y Ford: dos ejemplos de colaboración con la represión
En
Mercedes Benz, en su planta de González Catán, los trabajadores
conformaron, a mediados de 1974, una Comisión Interna y un Cuerpo de
Delegados combativos. La burocracia y la patronal se pusieron de
acuerdo para desconocerlos y la dirección del SMATA nombró un
“interventor”, Rubén Aguiar, el cual, para que se vea el grado de
complicidad entre la empresa y Rodríguez, tenía su oficina en el
edificio central de la empresa. Los obreros no bajaron los brazos y el
8 de octubre de 1975, una masiva asamblea resolvió desconocer al
interventor, declaró un paro general de actividades y eligió a una
nueva Comisión de Reclamos. Esta comisión fue conocida como “la
Comisión de los 9”. Como lo hiciera anteriormente, la burocracia
desconoce a la Comisión de los 9. El ministro de Trabajo, Carlos
Ruckauf, declara ilegal el paro y ordena que la policía rodee la
planta fabril. La patronal, entonces, despide a 117 trabajadores. Los
trabajadores continúan la pelea y apelan a la solidaridad de las fábricas
de la zona y a la propia población. El conflicto se generaliza cuando
el Centro Comercial se adhiere con un paro general [1]. Finalmente,
luego de 22 días de paro, la empresa accede a reconocer a la Comisión
de los 9 y los reclamos laborales presentados.
La
burocracia mecánica, con Rodríguez a la cabeza, hasta entonces no
había abierto la boca. Cuando los obreros triunfan, saca una
solicitada en los diarios en la cual, entre otras cosas, involucra a
los dirigentes con la guerrilla [2] y tergiversa los hechos.
En
la solicitada, los burócratas dicen sobre el conflicto: “Una huelga
sin objetivos (...) acción provocativa arteramente amañada por
agitadores profesionales (...) destinada a descalificar la estructura
gremial y a promover el caos y la anarquía, mediante un acto típico
de guerrilla industrial”.[3]
Recientemente,
en el Juicio por la Verdad en la ciudad de La Plata, la periodista
alemana Gabriela Weber presentó una serie de documentos entre los
cuales había un informe de la filial argentina Mercedes Benz de mayo
de 1976, que especificaba que los despidos de octubre de 1975 eran
“un pedido urgente del entonces ministro de Trabajo (Carlos Ruckauf)
y de la dirección del SMATA, que ha pedido más despidos todavía”.[4]
Cuando
llega el golpe militar, el SMATA es intervenido y la represión cae
sobre los trabajadores de Mercedes Benz; catorce compañeros serán
secuestrados por el Ejército. Entre ellos se encontraban dirigentes
de la huelga de octubre de 1975, como Aníbal Arenas, y el 5 de agosto
de 1977 también es secuestrado Charles Grossi.[5]
En
el Juicio por la Verdad, José Rodríguez declara, con total cinismo,
que él se entera de que había trabajadores de Mercedes Benz
desaparecidos recién en la década del 80, con la llegada de la
democracia.
En
la fábrica Ford, el papel de Rodríguez no fue distinto. En la planta
automotriz de General Pacheco, a comienzos de 1975 y con las
paritarias por delante, los trabajadores formaron un Comité de
Reclamos para presionar a la Comisión Interna, que respondía a la
Lista Verde de Rodríguez. La pelea por los convenios en junio/julio
de 1975 ubica a los obreros de Ford como vanguardia indiscutible en la
Zona Norte del Gran Buenos Aires. Desarrollan la Coordinadora fabril
de la zona, y el 16 de junio se movilizan 5.000 trabajadores de la
empresa, junto a otros trabajadores de las fábricas aledañas. La
policía reprime esta marcha a la entrada de la Capital Federal. Los
obreros de Ford continúan la lucha y el 9 de julio, en una asamblea
reemplazan a la Comisión Interna por un Comité de Lucha, que
levanta, entre otras reivindicaciones, un aumento del 100%, el pago de
los salarios caídos y el no cumplimiento del descuento de un día que
había dispuesto, en ese momento, la CGT para aportar “para la
reactivación de la economía del país”, y van al paro.
“La
respuesta del frente gobierno-burocracia-empresa no se hace esperar:
en una reunión a la que concurren el presidente de Ford, Juan M.
Courad, el comisario Héctor García Rey (conocido como el Chacal
y denunciado como organizador de la Triple A por uno de sus
integrantes), en su condición de subsecretario de Seguridad, y José
Rodríguez, se acuerda declarar ilegal la huelga, despedir a más de
300 trabajadores (entre los que se destacan los miembros más activos
de la oposición antiburocrática) e instaurar un régimen de control
policial al ingreso y en el interior de la planta. Esto es parte del
ensayo general de la ocupación por tropas del ejército de la fábrica,
a partir del 24 de marzo de 1976”.[6] Este testimonio exime de
cualquier comentario acerca de la veracidad de la colaboración de José
Rodríguez con la represión.
A
partir del golpe, tal cual indica el testimonio antes citado, se crea
un centro de detención dentro de la propia fábrica, ubicado en el
quincho y el campo de deportes. Desde allí se llevó adelante el
secuestro y la tortura de 25 delegados gremiales entre 1976 y 1978.
¿Qué
dijo sobre esto el “Gordo” Rodríguez? Cuando fue interrogado por
el camarista Leopoldo Shiffrin acerca de “eliminar subversivos”,
declaró: “Ha pasado tanto tiempo... hay detalles que no
recuerdo...” [7]
A
José Rodríguez y sus pares de la burocracia permanentemente les
falla la memoria, sobre todo si se trata de ocultar sus entregadas y
sus crímenes. Pero además, tratan de que los trabajadores no se
ocupen de la propia historia que distintas generaciones de obreros han
ido construyendo. Tergiversan las palabras y falsifican los hechos.
Pero no han podido detener la lucha de clases, en la cual sirven de
felpudos y alcahuetes de la patronal y sus gobiernos. Para nosotros,
tener presentes estas experiencias no puede convertirse en un simple
ejercicio de memoria. Identificar a los Rodríguez, los West Ocampo,
los Moyano y tantos otros burócratas, debe servir en la actualidad, a
partir de la democracia directa y la movilización permanente, para
elevar, en cada día, en cada conflicto, en cada reclamo, la lucha por
terminar con esta lacra política y social que es la burocracia
sindical peronista.
Notas:
[1].-
En Argentina, la palabra “botón” tiene popularmente el
significado de delator y/o colaborador con la represión policial
o patronal. (Nota de Sob internacional).
1. El Aromo, diciembre de 2004
2.
Durante el conflicto es secuestrado por la guerrilla peronista el
gerente de Producción de la empresa, Franz Metz. La burocracia
aprovecha este hecho para tratar de subversivos a los huelguistas.
3.
El término “guerrilla industrial” fue creado por Ricardo Balbín,
por entonces presidente de la UCR (Unión Cívica Radical), partido
burgués supuestamente “democrático” y opositor al peronismo. Los
radicales, con experiencia en reprimir y asesinar obreros así como en
golpear la puerta de los cuarteles para incitar a golpes de estado,
identificaban a la vanguardia obrera como “guerrilla industrial”
alentando la represión en las fábricas.
4.
Página 12, septiembre de 2002.
5.
Charles Grossi era militante del Partido Socialista de los
Trabajadores (PST). Fue detenido en su lugar de trabajo y está
desaparecido.
6.
Testimonio del delegado Pedro Troiani, citado en El Aromo,
diciembre 2004.
7.
Citado por Héctor Eduardo Löbe en El Aromo, octubre del 2002.
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