Empezó el año político
Previsiones para 2007
Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 09/03/07
Con los primeros escarceos de la campaña electoral, la
amenaza del paro docente –abortada por la burocracia del SUTEBA, en
Buenos Aires pero concretada en las
seccionales opositoras y en varias provincias –
y en ciernes una marcha masiva el 24, se puede decir que ha
comenzado el año político. Estos hechos concentran, en realidad, los
andariveles que seguramente recorrerá la política argentina en este
2007, que son esencialmente tres: la pelea salarial contra la inflación,
la lucha democrática y las elecciones.
Presión salarial garantizada
El primer frente político es la permanente tensión
salarial que cruzará para todo el año, gracias a las paritarias
con techo implícito del 15%, por un lado, y a la presión de la
inflación real, por el otro. Decimos inflación real porque
aparentemente el gobierno se ha decidido a intentar engañar en masa a
la población respecto de todos los índices clave, empezando por el
costo de vida. Si el 1,1% de enero era intragable, el 0,3% de febrero
es una burla descarnada. Para no hablar de la “desocupación de un dígito”.
Dentro de poco ni el gobierno se va animar a festejar mucho las cifras
oficiales.
El hecho es que si a una inflación reprimida vía
acuerdos de precios y subsidios [1] se agrega una política
restrictiva de aumentos en la pauta salarial para todo el año, el
resultado es que habrá conflictos latentes o en puerta a cada vuelta
de esquina. Entre el gobierno y la burocracia aspiran a mantener todo
en caja.
Un ejemplo fue la reciente negociación del salario
docente: entre la burocracia y todo el Gabinete nacional lograron
evitar un parazo, que el gobierno quería evitar a toda costa para no
empezar de pésima manera la campaña electoral. Pero es significativo
que el desenlace provisorio del conflicto haya dejado un tendal de
heridos: el ministro de Economía de Solá pegó un portazo ante
el evidente manejo de la Nación de los fondos provinciales, y la
burocracia de la Celeste tuvo que asistir, por primera vez, a un desborde
en algunas seccionales, después de haber levantado el paro por TV con
bombos y platillos. Este caso muestra entonces una de las tendencias
que puede consolidarse este año: el desarrollo de conflictos y/o
sectores de trabajadores que apunten a romper el corsé salarial,
organizándose y tomando medidas por fuera de y contra la burocracia.
López, la causa Triple A y la lucha democrática
El segundo andarivel es el de la lucha democrática.
Al hecho de que la desaparición de López es una llaga que no cierra
–el propio Kirchner tuvo que hacer una referencia al tema en su
discurso de apertura de las sesiones del Congreso– se acumulan
elementos que hacen que este frente sea uno de los centros de la lucha
política en este año. Uno de ellos es la marcha de la causa de la
Triple A, a la que se agregan ahora otras como el “juicio por la
verdad” en Mar del Plata, que amenazan salpicar a los sectores del
peronismo y la burocracia sindical que fueron aliadas o precursoras de
la siniestra Triple A, como la CNU (donde estuvo involucrado Moyano).
Si a esto se suma la inminente realización de nuevos
juicios como el del cura nazi Von Wernich y el reciente secuestro
de un militante del Frente Darío Santillán –que demuestra que
no hay que descartar la posibilidad de algún nuevo zarpazo fascista,
que enturbiaría todo el panorama que Kirchner pretende,
“cristalino”, hasta las elecciones de octubre–, nos queda la
conclusión de que este plano es y seguirá siendo fuente de
tremendas contradicciones y conflictos que pueden hacer que el
gobierno se vea en figurillas. Por varias razones, entre ellas las político-electorales,
Kirchner tiene relativamente poco margen para retroceder en su
política “reformista” en este terreno, pero, a la vez, todo
avance real de las causas contra los genocidas y asesinos amenaza
enchastrar a sectores clave de su propio partido.
En ese sentido, una primera medida de las relaciones de
fuerza en este plano entre el gobierno y una amplia vanguardia, con
fuerte peso de la izquierda, será lo que suceda el 24 de marzo próximo
en Plaza de Mayo (ver nota aparte).
Se lanzó la campaña electoral
En el tercer plano político, lo que más quiere el
gobierno, es que el insufrible minué de candidatos, enroques,
declaraciones altisonantes sin ningún contenido y peleas de
conventillo por los medios ocupe el centro de la escena. Lógico: las
encuestas de intención de voto dan a los Kirchner (más al Presidente
que a la senadora) cómodos ganadores. Mientras la economía no haga
olas, si fuera por los “pingüinos”, no debería hablarse de otra
cosa hasta el cuarto domingo de octubre.
Por supuesto, si el único obstáculo para el gobierno
van a ser los candidatos patronales, cuya principal ocupación parece
ser deshojar la margarita para ver cuándo, dónde, en qué distrito y
con qué aliado se presentan, el escenario se presenta como muy
favorable para los K. Pero igualmente esto no quiere decir que la
tengan todas consigo: la campaña electoral en la Capital Federal podría
complicarse, y eso mismo condicionar bastante todo lo que venga después.
El gobierno tendrá que poner las “barbas en remojo” ante tanta
dispersión del voto “progresista” en la ciudad y se verá si
logra resolver la cuestión.
Los grandes capitalistas, que le dan a Kirchner un 10
en economía y un 4 rasposo en política (pero prefieren eso y no al
revés, claro), saben que una de las principales causas de turbulencia
en el horizonte K puede venir de los conflictos por salario y
condiciones de trabajo. Para ellos, y para buena parte de la oposición
burguesa, la elección presidencial, salvo algún giro inesperado,
estaría definida.
En este marco, la izquierda debe hacer un esfuerzo para
poner en pie una alternativa electoral al gobierno desde un punto de
vista de independencia de clase. Aunque ese espacio hoy esté acotado,
existe un desafío adicional: intentar dar expresión político-electoral
a lo mejor y más avanzado de los procesos de recomposición de los
trabajadores y de una nueva generación obrera. En ese sentido,
reiteramos nuestro llamado a las organizaciones de la izquierda obrera
y socialista (PO, PTS, IS) a ponernos de acuerdo para conformar un
Acuerdo Electoral Obrero y Socialista en la capital y todo el país.
¿Y después de octubre?
Si bien resulta, por supuesto, prematuro y aventurado
intentar explorar la dinámica de la política y la economía
argentinas para después de las elecciones, sí cabe llamar la atención
sobre algunas contradicciones que se siguen acumulando.
Como ya señalamos, una es la evolución de la inflación.
El mecanismo de control de precios funcionó más o menos durante
2006, pero para este año ya puede haber dado todo de sí. El hecho de
que el gobierno se vea obligado a meter mano en las técnicas de
medición del índice del costo de vida muestra que los recursos
“normales” para contener la inflación se están agotando. Y todos
sabemos qué sucede en este país cuando la inflación empieza a
desbocarse. A menos que los “pingüinos” asuman la decisión de un
relativo “enfriamiento” del crecimiento y el consumo, las
tensiones inflacionarias van a ir en aumento. Ni hablar de lo
problemático que puede llegar a ser este escenario si se plantea
antes de las elecciones. Entre otras cosas, obligaría a una
reapertura de hecho de las paritarias, con todo el potencial de
conflictos que ello conlleva.
En cuanto a la marcha de las cuentas públicas y los
superávits “gemelos” (fiscal y comercial), el gobierno confía en
que los números globales de la economía le sigan siendo favorables,
tal como lo han sido desde 2003: tasa de interés internacional, flujo
de inversiones, precios de las materias primas, etc. Pero sería un
error creer que esas condiciones durarán no digamos por siempre, sino
incluso por mucho tiempo más. El “martes negro” del 27 de febrero
en las Bolsas del mundo repercutió de manera singular en la de Buenos
Aires, que fue una de las que más cayó. Aunque no hay que exagerar
las consecuencias inmediatas del cimbronazo, sí cabe tenerlo
en cuenta como un recordatorio de que el “modelo K” tiene debilidades
ocultas que si hoy no afloran gracias a una coyuntura
internacional extremadamente generosa, pero no eterna, en el 2008
podrían comenzar a hacerse presentes.
Y cuando la era del “superávit fácil” se termine,
cuando la “vaca atada” se desate, volverán a asomar los temas que
aparentan estar fuera de la escena, como el servicio de deuda pública
y las tarifas de los servicios, y empezarán a apretar las
contradicciones que hoy se reprimen a fuerza de distribuir recursos de
una caja fiscal que engorda sin mucho esfuerzo. A no engañarse: en
cuanto se acabe la exuberancia económica internacional (el
“martes negro” y los fuertes rumores de recesión en EEUU son síntomas
de eso), se acabará la política K tal como la conocemos hoy.
Nota:
1. Los subsidios a grandes grupos capitalistas,
especialmente en el área de servicios, equivalen lisa y llanamente a
“comprar” un índice de inflación más bajo. En efecto, se
reemplazan los ajustes de tarifas por subsidios; para los empresarios
es la misma plata y para el gobierno no es un sacrificio tan grande,
porque –por ahora, y mientras los precios internacionales de los
granos sigan por las nubes– los números le dan. La pregunta es qué
pasará cuando afloje la recaudación fiscal…
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