Elecciones
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Necesidad
de un perfil socialista y de izquierda en serio, frente al
trío Telerman-Filmus-Macri
¿Mano
dura, abierta o encubierta, o lucha
contra toda impunidad?
Socialismo
o Barbarie, periódico, 26/04/07
Para
las elecciones del 3 de junio los grandes candidatos patronales
empiezan mostrar su perfil de campaña. Filmus muestra su única
virtud, ser un títere de Kirchner y a este a su vez está decidido
hacer campaña con su política de derechos humanos –por mera
concidencia la Cámara Federal de la Capital acaba de declarar los
indultos a los ex comandantes como inconstitucionales–.
El
acuerdo Telerman-Carrio aparece como eficientista “en la mitad del
tiempo hicimos el doble”, y el perfil ético-conservador que le
aporta Olivera. Por su lado Macri, después del asesinato cometido por
su ex socio, Sobsich, quiere despegarse de la mano dura. En este
contexto parecería que Kirchner y su política de derechos humanos es
“progre”. En esta nota mostramos como su política sobre derechos
humanos, es una estafa más de este gobierno, al que hay que reconocer
una gran habilidad para decir una cosa y hacer la contraria.
Si
hay una bandera con la que el gobierno quiere ser identificado, es la
de los derechos humanos. Pero detrás de los gestos ampulosos, los
discursos para la tribuna y los abrazos con Hebe de Bonafini –que,
lamentablemente, abandonó la lucha independiente
de todos los gobiernos y del estado para transformarse en una cuasi
funcionaria–, la realidad es muy distinta a como la pinta Kirchner y
los organismos cooptados por él.
Los
avances reales en la lucha contra la impunidad, como la condena
de Etchecolatz, no fueron ni son producto de la política oficial,
sino esencialmente de la lucha incansable e independiente de la
militancia de los organismos de derechos humanos y quienes los acompañaron
(en primer lugar las fuerzas de izquierda). En esa lucha, de paso,
ni Kirchner, ni Cristina, ni ninguno de los actuales funcionarios de
primer nivel cumplieron nunca ningún papel importante, ni se
los conoció como parte del activo del movimiento.
En
lo que el gobierno sí tuvo responsabilidad evidente fue en la
desaparición de Julio López. Porque no lo protegió, aun
sabiendo que había recibido amenazas, y porque perdió un tiempo
precioso –los primeros días después de su secuestro– desechando
la hipótesis más obvia, la actuación de un grupo de tareas. ¿O
acaso el ministro del Interior Aníbal Fernández no llegó a decir
que podía estar “en la casa de la tía”? Gracias a esa irresponsabilidad
criminal, se perdieron huellas y pistas clave, lo que hace que a más
de siete meses de su desaparición, no se sabe nada de nada del
compañero, y todos tememos lo peor. Y aunque la reacción fue más rápida
en el caso de Luis Gerez, lo que posibilitó que apareciera con
vida, sigue la más absoluta impunidad para sus secuestradores.
Además,
la política oficial de impulsar el juicio a los genocidas de la
dictadura es producto de un cuidadoso cálculo político: nadie
defiende a genocidas ya gerontes (salvo algunos fascistas nostalgiosos)
que no tienen ningún rol real en la política argentina.
Muy
diferente es la postura respecto del juicio de la Triple A. Ahí
se hace patente el doble discurso oficial: Kirchner le ladra
a la Cámara de Casación por los expedientes parados contra los
militares, pero no mueve un dedo para que avance la causa de
la Triple A. ¿Por qué ese doble rasero? Muy simple: los milicos
y la Triple A fueron igual de genocidas (recordemos que la Triple A
fue responsable de más de 2.000 asesinatos), pero una cosa es
enjuiciar a militares decrépitos y retirados de la política,
y otra muy distinta es poner en el banquillo de los acusados a Isabel,
a Cafiero, a Ruckauf, a Hugo Moyano y quién sabe a cuántos más.
Inclusive, Antonio Cafiero ha reconocido hace días que el mismísimo
Perón no podía dejar de estar al tanto.
Y
aquí se acabó el progresismo y los derechos humanos. Juzgar a
carcamales impresentables es un excelente negocio político; ir a
fondo con la verdad y la justicia en serio contra aliados políticos
actuales, de ninguna manera. Ésa y no otra es la explicación de
por qué Kirchner quiere a la vez acelerar las causas de la Cámara
y cajonear la de la Triple A.
El
nuevo MAS, entonces, se ha presentado como querellante en esa causa,
en tanto continuidad del Partido Socialista de los Trabajadores, que
tuvo militantes asesinados por esa banda genocida peronista. Porque no
tenemos compromisos con ningún sector del peronismo pasado ni
presente, ni con burócratas sindicales como Moyano (miembro de la
CNU en Mar del Plata en los 70). Denunciamos que queda al desnudo
el carácter de clase de la justicia capitalista y del progresismo K:
el límite son las instituciones burguesas como el PJ y las
propias fuerzas armadas.
Y
es lógico, porque cuando los funcionarios del régimen se
enfrentan con luchas de los trabajadores, acuden al aparato represivo.
Así lo hicieron en Neuquén, cuando Sobisch mandó matar a
Fuentealba. ¿Qué hizo el gobierno nacional? ¡Le ofreció más
policías, por boca de Aníbal Fernández! Así lo hace Kirchner
en Santa Cruz, adonde mandó gendarmes (que dependen de la Nación) y
monta provocaciones contra los docentes en lucha que pueden terminar
en tragedia en cualquier momento.
En
la Capital no es distinto: ahora el gobierno se llena la boca con el
Francés, pero recordemos que el interventor kirchnerista, Capaccioli
–candidato de Filmus– mandó una patota de amigos de Kirchner a
moler a palos a los trabajadores. Lo mismo pasó en la huelga de los
trabajadores del subte, reprimidos por Kirchner y Telerman.
Los
que creen que Kirchner es “contemplativo” y “paciente” con la
protesta social, deben compararlo en todo caso con Macri, que les
quiere pegar hasta a los cartoneros por ser pobres. Pero ni los
trabajadores ni los luchadores populares podemos hacernos la menor
ilusión de que a Kirchner le va a temblar la mano para reprimir,
porque lo hizo, lo hace y lo hará cada vez más. Sólo la
indignación masiva ante la represión y la movilización popular podrán
evitar nuevos hechos de sangre contra los luchadores.
Con
los trabajadores y los jóvenes o con los explotadores
El
progresismo nunca sobrepasa su límite capitalista, y donde más se
nota esto es en lo que atañe al mundo del trabajo. Kirchner y su
candidato Filmus es el campeón de los discursos contra el
neoliberalismo, pero mantuvo con todo las leyes laborales menemistas
de los 90. Sí, las leyes Banelco (por las que no hay nadie preso,
digamos de paso). Es así como la explotación de los trabajadores, en
particular en la industria, avanza a saltos tan grandes como las
ganancias patronales.
Justamente,
ahora el Presidente insiste con defender el derecho de los
empresarios a tener alta rentabilidad. Claro, también pide algo
de “redistribución”. Pero, como cuando se canta envido y truco,
“uno es verdad y otro es grupo”. Y las cuentas son claritas: la
verdad es que los patrones ganan en Argentina, desde hace años, más
que nunca antes. En contrapartida, hasta los economistas del
sistema reconocen que la desigualdad social es la gran “cuenta
pendiente”, y que la supuesta “recuperación del ingreso” no
alcanza siquiera para llegar a los niveles previos a 2001.
Conclusión: cuando Kirchner defiende a los empresarios y sus
ganancias, dice la verdad; cuando cacarea con la “redistribución”,
es puro grupo para ganar votos.
Esa
vocación de servir a los capitalistas tiñe todo, inclusive la
educación. Un gran caballito de batalla del ministro y candidato K
Daniel Filmus es el impulso a las escuelas técnicas. Lo que no dice
es que el objetivo declarado y compartido con la Unión Industrial
Argentina de esta movida es, con el verso de la “inserción
laboral” proveer mano de obra bien barata y calificada para uso y
abuso de las patronales. Una vez más, el progresismo se revela
continuador del neoliberalismo, que considera la educación un mero
campo de entrenamiento del “capital humano”.
Lo
propio sucede en el plano universitario, donde el proyecto
Kirchner-Filmus para la UBA no difiere de los lineamientos del Banco
Mundial: ser una usina cada vez más elitizada de mano de obra
e investigaciones en función de la actividad económica privada,
en detrimento de la producción de conocimiento al servicio de toda
la sociedad.
El
punto de vista del nuevo MAS y de sus candidatos es el opuesto:
denuncia de toda la legislación antiobrera de Menem, Kirchner y las
patronales que la pagaron, exigencia de su inmediata anulación
y defensa del futuro de los jóvenes a partir de un sistema
educativo cuyo objetivo sea la formación científica y crítica, no
el adiestramiento para ser carne de explotación.
Un
perfil socialista y de izquierda en serio
La
Capital tiene tradicionalmente una franja importante de votantes de
izquierda, que ahora están frente a una profusión de listas. Pero,
¿cuántas de ellas representan una alternativa socialista
revolucionaria y enemiga del sistema capitalista?
La
fuerza con más votos en los últimos años, la de Zamora, ni
se presenta, tras haberse revelado como un rejunte de arribistas,
saltimbanquis (algunos saltando hacia el kirchnerismo) y gente honesta
embaucada por un proyecto sin consistencia. Tal es el resultado de una
construcción mediática, sin presencia alguna en las luchas de los
trabajadores y con un perfil más de ONG de la “sociedad civil”
que de una organización de trabajadores socialistas.
Candidatos
a ocupar ese espacio hay varios. Claudio Lozano, diputado y cuadro de
la CTA, es la típica izquierda tibia, como la propia CTA. Critica los
aspectos más derechistas de la política kirchnerista... pero no
rompen jamás con el gobierno; critica el neoliberalismo y
proponen una redistribución de ingresos... pero sin afectar
decisivamente las ganancias capitalistas, y así en todo. En eso
es un consecuente representante de la CTA, que se monta sobre las
luchas independientes de los trabajadores para evitar que confronten
directamente con el gobierno. Cuando hay que ir a fondo, la CTA
siempre buscó contemporizar y salvarle las papas a Kirchner, porque
en última instancia considera que está “de nuestro lado”.
Ya
entre las fuerzas de la izquierda socialista, el MST y su candidata
Patricia Walsh proponen una “nueva izquierda” contra la
“vieja política”. Pero, además de no quedar claro el contenido
de esa “nueva izquierda”, las prácticas se parecen mucho más a
la “vieja política” electoralista. Porque Patricia Walsh afirmó
que en caso de ballotage (que todos dan por seguro), ella “no es
la dueña de los votos”, pero sin duda “votaría contra Macri”.
Hablemos
claro: esto significa, en el mejor de los casos, la famosa “libertad
de acción” a los votantes; es decir, no comprometerse a
combatir las candidaturas capitalistas. Pero en realidad lo que se
vislumbra es un llamado vergonzante a votar a Telerman o a Filmus,
con el argumento del “voto útil contra Macri”. Este tipo de
especulaciones, son precisamente, típicas de la “vieja política”.
¿O será que la “nueva izquierda” es aquella que le
regala sus votos al candidato oficialista cuando más los
necesita? La “vieja izquierda” oportunista, al menos,
negociaba algo a cambio...
Por
desgracia, esta señal no es más que la continuidad de una “vieja
política” de acuerdos con corrientes o personajes dudosos que, a
la primera oportunidad, se sumaron al oficialismo: el PC
(de donde proviene Heller, vice de Filmus), el PS (que al
mismo tiempo fue aliado del MST en provincia y del kirchnerismo en
Capital, y ahora va dividido: una parte va con Telerman y la otra con
Filmus...), Devoto y Mario Cafiero (peronista clerical y
antiabortista que prefirió sus lazos familiares a los
“principios” de la “nueva izquierda”).
Sorprendentemente,
un partido que, más allá de las diferencias, había mantenido en
general una línea principista, como el Partido Obrero, está
hoy lanzado en su caza de votos a una campaña insólita para una
fuerza de la izquierda revolucionaria. A su eterna autoproclamación
de que son “la” izquierda ahora suman una identidad política
que asombra, por decir lo menos. Son “el partido que no se calla y
denuncia los atropellos” (lo mismo se afirma de sus candidatos).
Algo así como el ombudsman (defensor del pueblo) convertido en
partido. Las luchas de los trabajadores, la denuncia a las
mentiras de los candidatos kirchneristas y el resto de las fuerzas
burguesas, la denuncia al capitalismo y el imperialismo, el
socialismo... todo esto, que mal o bien solía ser parte habitual del
perfil del PO, ha desaparecido de la campaña.
Que
no se trata de un descuido sino de una adaptación a los mecanismos
electorales lo prueban las vergonzosas declaraciones de Altamira
en una revista: según él, el PO “le dio prestigio a la
Legislatura”. Inaudito. Que las corrientes del régimen
reciten el evangelio de fortalecer las instituciones, vaya y pase,
pero que dirigentes que se dicen marxistas y trotskistas busquen votos
apelando a darle “prestigio” al parlamentarismo burgués es
francamente el colmo.
Es
la perversión total de la tradición marxista, en la cual las
elecciones son siempre un instrumento a utilizar para
dirigir la conciencia de los trabajadores contra la política de
los capitalistas y contra las instituciones del régimen,
y muy en particular las de la “democracia” burguesa, en
tanto son un engaño organizado a la voluntad popular en beneficio de
la clase dominante.
La
explicación de estos auténticos disparates la da el propio Altamira:
“nuestro gran objetivo es la banca parlamentaria y tenemos
grandes posibilidades” (Veintitrés, 12-4-07). Y el PO
pierde de semejante manera la compostura política de izquierda por unos
pocos miles de votos. Si Altamira llega a vislumbrar la
perspectiva de millones, uno tiembla de sólo pensar las cosas
que podría llegar a decir...
El
nuevo MAS no tiene ningún compromiso con el gobierno (como
la CTA, que sigue mendigándole el reconocimiento como central
obrera); ni con personajes semioficialistas, ni va a votar
mediante ningún subterfugio por ningún candidato patronal ni en
primera vuelta, ni en segunda, ni en tercera si la hubiera (como
adelantó Patricia Walsh); ni va a bajar sus banderas de crítica
implacable al régimen capitalista y a sus engañosas instituciones
“democráticas”, rumbo en el que lamentablemente se ha
embarcado el PO.
No
hacemos ejercicio de autoproclamación: hemos llamado siempre a
frentes con otras fuerzas, que concretamos siempre que pudimos (con el
PO en 2001 y con el PTS en 2005, partido que inexplicablemente se ha
negado a reeditarlo en 2007). No nos creemos “el” partido ni
“la” izquierda: por el contrario, llamamos a construir un
movimiento político o partido de los trabajadores, claramente
independiente y enemigo del gobierno, los patrones y el estado.
Ése
es el compromiso socialista, revolucionario y de clase que defenderán
los candidatos del nuevo MAS. Lo invitamos a sumarse.
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