Argentina

 

Elecciones en la Capital: triunfó Macri

Giro electoral a la derecha en la Ciudad

Socialismo o Barbarie, periódico, 14/06/07

En medio de una coyuntura de duras luchas y de acumulación de elementos de crisis política, el ganador claro de la primera vuelta en las elecciones porteñas fue Mauricio Macri. Las cosas NO necesariamente tendrían que haber sido así. Las elecciones capitalinas estuvieron sometidas a los vaivenes de la coyuntura política de los últimos meses y no estaba claro cómo se expresaría electoralmente esto en la Ciudad. Las grandes luchas docentes de Salta, Neuquén y Santa Cruz, el asesinato de Carlos Fuentealba, la emergencia de luchas obreras como la de Fate en el Gran Buenos Aires, el caso Skanska, la crisis energética y del transporte y los paros del subte fueron hechos que están contribuyendo a una primera mitad del año 2007 más compleja que lo que esperaba Kirchner.

Existía entonces el interrogante de cómo se iba a manifestar esto en el electorado porteño. Y aunque Macri aparecía como ganador en todos los escenarios, el margen de su triunfo y un segundo puesto (de Filmus o Telerman) por menor diferencia hubieran indicado una expresión política en un sentido distinto al giro a la derecha electoral que se expresó en esta primera vuelta.

Porque la realidad terminó siendo que el que capitalizó los elementos de crisis y a quien se vio como claro opositor al gobierno fue Macri. Repetimos: los elementos de crisis se expresaron electoralmente como vuelco hacia la derecha (o, más precisamente, al centroderecha, dado el tono de “centro” de la campaña de Macri) y no hacia una reafirmación del espacio del “centro” (como ha sido la tónica en los últimos años) y, menos que menos en un vuelco hacia la izquierda.

Pero, al mismo tiempo, es necesario subrayar que los resultados de esta primera vuelta hay que enmarcarlos en una serie de elementos que los limitan, so pena de hacer un análisis impresionista o unilateral. Porque una cosa ha sido la elección porteña y otra seguramente muy distinta va a ser la nacional en octubre, en la que, hasta ahora, no está en riesgo un triunfo electoral del “centro-izquierdismo” K.[1] Hasta cierto punto, estas elecciones capitalinas han tenido elementos de “espejo invertido” respecto de la situación política del país como conjunto, que ha estado marcada por duras luchas salariales, si bien no centralmente en la Ciudad.

Del “que se vayan todos” al voto a Macri

Analicemos, en primer lugar, el resultado en el estricto sentido electoral. Los datos muestran el giro a la derecha electoral que estamos señalando: respecto de las elecciones del 2005, el PRO aumentó del 34,09% al 45,62% de esta primera vuelta. Superó así su último techo: en 2003 había obtenido el 37%. Al mismo tiempo, el “centro-izquierdismo” K y no K (básicamente Carrió), cayó del 47% obtenido hace dos años al 44,5%, que es la suma de los votos de las coaliciones que apoyaron a Filmus y Telerman. Pero esto no es todo: el otro hecho de importancia es que por primera vez Macri ganó en las 28 circunscripciones de la Capital. Es decir, lo votaron en todas las clases y sectores sociales.

Sin embargo, esto no quiere decir que no se pueda hacer un análisis crítico y de clase de su voto, ni que las proporciones de sus votos no dejen de ser variables entre los distintos sectores. La “clave social” de su votación es muy clara: el vuelco de sectores de clase media alta y la burguesía a Macri como señal de rechazo y/o puesta de límites a Kirchner, visto como demasiado “intervencionista”, “populista” o peligrosamente “cercano a Chávez”. Es decir, como una traba al libre desarrollo de sus negocios como capitalistas. Más allá de que esto no es así[2], hay algún símil con la percepción respecto del Juan Domingo Perón[3] de los años 50.

Pero lo decisivo no es sólo las clases altas (que, en última instancia, no alcanzan para aportar el número a un resultado electoral), sino el giro o “cambio de humor” de sectores de la pequeño burguesía capitalina, que se expresó electoralmente en la votación a Macri. Comerciantes, propietarios de taxis, algunos sectores de profesiones liberales, sectores de ahorristas e incluso de trabajadores en condiciones de aislamiento laboral o atraso político e ideológico.[4] Es decir, aquellos que dependen del giro económico cotidiano, comercial y “sin trabas” de la ciudad y a los cuales molesta el “desorden”, los “cortes de calles” y los “piqueteros”.[5] Y si bien Macri hizo una campaña más de “centro”, donde el foco no fue la “inseguridad” sino “las 24 horas de propuestas”, muchos de sus votantes expresan una ubicación más a la derecha que los contenidos enunciados en la campaña de PRO.[6]

En estas condiciones, es la clásica volatilidad política de las clases medias la que se hizo presente en el voto a Macri, seguramente apoyado por muchos de los ahorristas estafados que se movilizaron al son del “que se vayan todos” en el 2001.

Apatía y desafectación política en medio de grandes luchas nacionales

Contradictoriamente por el marco nacional, las elecciones capitalinas estuvieron marcadas por un cierto clima de desafectación política y apatía, sin grandes luchas en el distrito. Ya en otras oportunidades hemos señalados de qué manera opera el mecanismo de las elecciones burguesas: como un espejo invertido o distorsionado de la realidad, donde factores con un peso material disímil en la vida política cotidiana se muestran como igualados.

El espacio político cotidiano está marcado por la dinámica de las crisis, las luchas e incluso las “rebeliones populares” (un apagón generalizado podría hacer volver el “que se vayan todos” a las calles de la Ciudad). En ellas pesan los elementos más activos, los que fuerzan por la vía de los hechos determinadas decisiones o resoluciones. Pero las elecciones, habitualmente, funcionan como un terreno de “revancha” de los elementos más atrasados sobre los adelantados, a los que superan en número y diluyen en el mecanismo de “un hombre, un voto”. Un sufragio puede ser de cualquiera: una monja, un vecino pasivo de toda pasividad, que queda igualado a la hora del voto con el activista. Así, el sector luchador queda “disuelto” en el océano de aquellos para quienes la pasividad es la norma de su vida política. Esta revancha puede no ser meramente “electoral”, sino que la clase dominante puede intentar –y muchas veces logra– hacerla valer en el terreno real para aislar y desmoralizar a los que pretenden luchar.

A estos elementos de distorsión clásicos del voto universal se le agregan elementos de época, capitalizando cuestiones que vienen de la “crisis de las ideologías” de los 90 y que aún no han sido revertidas. Por ejemplo, el terreno electoral aparece cada vez más como “mercado político”.[7] Es decir, como escenario de un “marketing” vaciado de todo contenido político real, donde se vende el “producto-candidato” según las leyes del mercado, y no según las ideas y los programas.

Así, las campañas se arman alrededor de flexibles y laxas “coaliciones” donde la política está totalmente personalizada alrededor de una o dos caras que casi no expresan consignas o ideas. Precisamente, esta “cara nueva” es la del empresario Mauricio Macri, que se lanza a la política (terreno que la clase capitalista deja habitualmente a los “profesionales” del ramo), viniendo de un campo, el empresariado, que no recibió una sanción social directa en las jornadas del 19 y 20 de diciembre.

En un interesante reportaje, Jaime Duran Barba, asesor de Macri y... ex militante de la JP de los 70, afirma que: “Cada vez son menos eficientes las campañas agresivas o a que la gente escoja entre modelos teóricos. Esto es algo que nos inquieta a los intelectuales pero no al señor que vende choripanes en Mataderos. Macri hace lo que creemos correcto de una visión posmoderna” (Clarín, 5-6-07). Efectivamente: la “visión posmoderna” es la apelación al vaciamiento de todo contenido real de la política.

Y en esta primera vuelta, quien mejor capitalizó estas tendencias (que conviven con otras en sentido contrario) fue el propio Macri, con una campaña mentirosamente “local”, “municipal” y de “propuestas”. Es decir, de alejamiento de “grandes relatos” y/o planteamientos globales, como si las medidas a tomar en la Ciudad, no tuvieran connotaciones políticas generales o no estuvieran conectadas con un proyecto general de país.

La capital no es el país

Por otra parte, nos apresuramos a señalar que las elecciones de la Ciudad no son representativas política ni electoralmente de un vuelco “a la derecha” del conjunto del país. Esto no es así: se trata de ordenes y terrenos en gran medida diversos. El país ha estado marcado por grandes luchas de impacto nacional (pero ausentes mayormente en la Capital en los últimos meses) y por el comienzo de grandes crisis como la energética, la del transporte o el incesante aumento de los precios (que sí impactaron en la Ciudad), pero de ninguna manera es esperable que se expresen de igual manera en las elecciones de octubre que como lo fue en la Capital. Lo que está ocurriendo es un inicio de la experiencia con el gobierno, pero donde lo que se avizora hoy por hoy es que el proyecto centro-izquierdista K logrará la reelección.

Veamos esto más de cerca. Por un lado, la capacidad de Macri para “prohibir” o “reglamentar” las huelgas o movilizaciones se tendrá que poner a prueba en el terreno real de las luchas, y no sólo en el de las elecciones.

Pero además, nacionalmente venimos de una coyuntura de durísimas luchas, que aún no se ha cerrado y que si no ha obtenido globalmente triunfos categóricos, ha sacado al menos empates dignos y mostrado una enorme disposición de lucha de amplios sectores. Y junto con esto, el surgimiento de una nueva vanguardia y, sobre todo, de una joven generación obrera que hace sus primeras armas y a la que caracterizamos como el despertar de un gigante.

El dato político, entonces, es que nadie espera la repetición del escenario electoral de la Capital a nivel del país. En el conjunto no pesan electoralmente de igual manera los votantes burgueses ni las tendencias globales son hacia la centro-derecha: por el contrario, más bien son –insistimos- hacia la reelección del gobierno K, ya que a pesar de la acumulación de elementos de crisis, sigue pesando la recuperación económica respecto de la catástrofe de 2001. En este sentido, el hecho de que el electorado de conjunto se mantenga en el “centro” refleja una determinada etapa de la lucha de clases y relación de fuerzas que no ha variado en lo sustancial en los últimos años.

En este marco vienen otro tipo de limitaciones: Macri no puede ser candidato a presidente y, además, no encarna aún un proyecto global, nacional, realmente alternativo al del gobierno K. Tampoco hay una figura aglutinante por centro derecha o centro izquierda alternativa (de ninguna manera Lavagna o López Murphy llegan a eso). Razón de más para no caer en la trampa del discurso del “mal menor”, al estilo CTA: el adversario a desbordar y vencer sigue siendo el gobierno K, responsable en gran medida del propio crecimiento de Macri e instrumento fundamental a lo largo de todos estos años del intento de reabsorción democrático burguess y capitalista del Argentinazo del 19 y 20 de diciembre. Proceso cuyas brasas siguen encendidas y que podrían dar lugar, en cualquier giro de los acontecimientos, a nuevos “incendios”.


Un balance

La elección de la izquierda

El giro a la derecha electoral capitalino sirve para enmarcar la pobre elección de la izquierda. Se volvió a expresar un elemento político de importancia: subsiste la contradicción entre el peso de la izquierda en el terreno de la lucha “social” (Hospital Francés, Subterráneo, LAN, Casino flotante, etc.), pero, al no aparecer la propia clase obrera como polo político-social, esta influencia en la vanguardia luchadora no logra ser trasladada al terreno político electoral. Es un déficit de arrastre que proviene de la rebelión del 2001 y que no ha logrado aún ser superado.[8]

Sin embargo, el resultado general y el hecho de que Patricia Walsh haya sido electa como legisladora capitalizando el “voto útil” de esta franja electoral plantean una serie de consideraciones.

Algunos números

Partamos de recordar que en 2000 y 2001 se dieron las mayores votaciones de la izquierda en la Capital desde 1983. En propiedad, en esas elecciones se combinaron dos fenómenos que preanunciaban –en el terreno electoral y capitalino– la rebelión del 19 y 20 de diciembre: una enorme proporción de voto en blanco y anulado y la votación de magnitud de la izquierda, sobre todo alrededor de la figura de Zamora.

En el 2000 todavía los fenómenos del voto anulado y blanco y la candidatura de Zamora estaban ausentes. Pero el factor electoral favorable resultó ser que se elegía por primera vez la Legislatura (60 cargos), por lo que bajaron los pisos para acceder a una banca. Considerando –en sentido amplio– dentro de la izquierda electoral a IU (3,43%), el PH (1,72%), el PO (1,45%), el PTS (0,47%) y el MAS (0,46%) se llegaba al 9,36% de los votos y el ingreso de varios legisladores de la izquierda[9].

Luego vinieron las elecciones de octubre del 2001, en la que esas fuerzas obtienen la friolera del 25,07% de los votos: Zamora el 10%, IU el 7,04%, el PH el 5,04%, el frente PO-MAS 1,80% y el PTS 1,19%. Por su lado, el voto en blanco y nulo alcanzan el 4,63% y 22.55% respectivamente. Más de la mitad de la Capital estuvo entre la izquierda y el voto rechazo, un fenómeno inusual y que no tuvo correlato orgánico.

Para las elecciones de agosto del 2003 se produce un profundo “bajón” electoral (reflejo de la “estabilización” del país luego de las jornadas revolucionarias): se alcanza el 14,75%, pero con Zamora llegando a un techo del 12,30%, mientras que, salvo IU (1,24%), el PH (0,68%), el PO (0,31%), el PTS (0,14%) y el nuevo MAS (0,08%) quedamos reducidos a una votación prácticamente “estadística”.[10]

El 2005 aporta una cierta “recuperación” electoral de la izquierda no “zamorista”: este último se derrumba obteniendo solo el 3,5%, mientras que la suma de IU (2,01%), el PH (0,93%), el PO (0,80%) y el PTS y el MAS juntos (0,23%) llegan al 4%, totalizándose así el 7,5%. Finalmente, en las elecciones del domingo 3, Walsh obtiene el 2,94%, el PH el 0,94%, el PO el 0,90%, el PTS el 0,36% y el nuevo MAS el 0,21% totalizando el 5,34%.

Con estos datos pretendemos demostrar tres cosas. Primera, que desde el pico de 25,05% del 2001, en esta elección se alcanzó sólo el 5,34%: es decir, una quinta parte de esos votos. Segunda, que el giro a la derecha electoral también se expresa por la vía de la pérdida absoluta de votos de la izquierda del 2,15% incluso respecto de la elección del 2005. Y tercera, que hay una cierta reversión de la marginalidad electoral de la izquierda no zamorista, pasando del 2,45% de agosto de 2003 al 5,34% actual.

Pero esta “recuperación” tiene una contradicción: el monopolio de los votos se los ha llevado una campaña que sólo puso la foto de Patricia Walsh; al tiempo que el PO apenas si rozó el 1% de los votos y el PTS y el nuevo MAS no pudimos escapar –aunque hay una pequeña recuperación– de las votaciones estadísticas de las últimas tres elecciones.

Vaciamiento político y adaptación

El MST ha anunciado como un “gran triunfo de la izquierda no sectaria” la elección de Patricia Walsh. Pero este supuesto “gran triunfo” debe ser relativizado: en primer lugar, incluso bajo parámetros estrictamente electorales, fue una votación bastante más pobre que la que esperaban y por detrás de otros guarismos en años anteriores.

Y si Walsh efectivamente fue electa, no se puede no hablar del contenido de la campaña. Decía Lenin que “para la socialdemocracia, que considera ante todo las elecciones como un medio de educación política del pueblo, el problema principal es, sin duda, el del contenido político e ideológico de toda la propaganda y toda la agitación vinculada a las elecciones”.[11]

Partiendo de este sencillo parámetro, a todas luces la campaña de la “nueva izquierda” fue realmente escandalosa: no parece haber “educado” a nadie en nada. Si se trata del “contenido político e ideológico”, éste consistió en la foto de Patricia Walsh... y no mucho más. Sus carteles, literalmente, no decían nada: en letra pequeña se hablaba de una “nueva izquierda” que no tiene ni referencias sociales de clase (no se habló de las luchas, ni de las necesidades de la clase obrera) ni tampoco “ideológicas”: ni una palabra acerca de la perspectiva socialista.

Esto no es casual: de las corrientes que provienen de la tradición del trotskismo, el MST es claramente la que marcha a pasos agigantados a la adaptación a los mecanismos del sistema. Por esto mismo, se da un fenómeno “curioso”: el MST apuesta a “hincharse” electoralmente al tiempo que su influencia orgánica entre los trabajadores y sus luchas es cada vez menor. Su dinámica constructiva es a un vaciamiento total como partido militante y al mero acarreo de desocupados en la campaña electoral.

La campaña del nuevo MAS

Por nuestra parte y a pesar de la evidentemente muy pequeña cosecha electoral[12] obtenida, valoramos positivamente la campaña realizada. Logramos que sea vista en las calles, a pesar de competir con aparatos electorales mucho mayores como los del PO y el MST y del casi nulo acceso a los medios. Sobre todo, evitamos las concesiones “electoralistas” pero sin caer en una campaña con rasgos marginales. Porque la propagandización de la candidatura del “Chino” Heberling[13] se hizo alrededor de un perfil cuyo centro político fue el apoyo a las luchas obreras en curso, al tiempo que criticamos al carácter capitalista de las tres principales candidaturas y defendimos abiertamente la perspectiva del socialismo.

Al mismo tiempo, los magros resultados obtenidos por las corrientes que estamos a la izquierda del MST (PO, PTS y nuevo MAS), mostraron la corrección de la insistencia en la necesidad de hacer un bloque electoral de la “izquierda roja”. El PO desestimó esto desde un principio y se desesperó cuando vio que los números no le alcanzaban, realizando una campaña alejada del proclamado perfil “obrero y socialista”: su política central fue el llamado a un voto “democrático radical”.[14]

En segundo lugar, está el caso del PTS: los compañeros cometieron el evidente error de haberse negado a cerrar un acuerdo con nuestro partido cuando habíamos llegado a firmar un preacuerdo que terminó estallando por las absurdas exigencias que nos hicieron.[15] Llegaron a argumentar que –en la Capital– su relación de fuerzas con nuestra organización era de “diez a uno”, y así rechazaron nuestra propuesta de un acuerdo paritario encabezado por ellos. A la vista están los resultados: la relación no llegó a dos a uno. Juntos, muy probablemente, hubiéramos arañado una elección del 1% de los votos, que hubiese sido bastante digna en las actuales condiciones electorales de la Capital.

Finalmente, la elección presidencial ya está a la vuelta de la esquina. Desde el nuevo MAS reiteramos nuestro llamado al PO y al PTS a que demos unificadamente una pelea por la independencia política de clase y por un Movimiento Político de los Trabajadores en esta instancia.


El próximo 24 de junio: Vote en Blanco, anule su voto o no vaya a votar

Ni Macri, ni Filmus

Reproducimos a continuación la declaración conjunta de los principales partidos de izquierda respecto al ballotage en Capital Federal el próximo 24 de junio.

Buenos Aires, 13 de junio de 2007

El Gobierno de Kirchner ha desatado una furiosa campaña para reclamar el voto de los trabajadores y el pueblo progresista, en nombre de la “lucha contra la derecha”.  Poco le importa, sin embargo, el triunfo de Macri, a quien le perdonó su pasado durante toda la campaña electoral. Lo que busca el kirchnerismo es fortalecerse, con un reagrupamiento falsamente progresista, con vistas a las elecciones de octubre y a la política que llevará adelante después.

¿A qué política nos referimos? A la que favorece a  monopolios como el de Macri, vaciador del Correo Central privatizado por Menem, dueño de los negocios con la basura en la Ciudad desde la dictadura hasta el año 97, beneficiario de grandes negocios inmobiliarios en la Ciudad, y entrelazado a través de Julio De Vido con el gobierno nacional en la obra pública y en el transporte ferroviario, en el que el grupo económico  que encabeza su padre, asociado con capitales chinos, es el principal beneficiario de la concesión del FC Belgrano Cargas.

Kirchner busca despegarse de  Macri y le endilga el apoyo a la política privatista de los ´90. Pero el mismo  Kirchner fue puntal de la privatización menemista de YPF.  Fue él quién afirmó que "nadie en la historia había hecho tanto por el país y la Patagonia como el presidente Menem", ¿No fueron  él y Cristina los que votaron la reforma de la Constitución nacida del pacto de Olivos, que le dio la reelección a Menem?

¿No es el bloque de diputados kirchnerista el que se apresta a aprobar  la llamada “ley  antiterrorista” con el apoyo de los diputados del PRO? Es una ley  a la medida de las exigencias imperialistas, pretendiendo calificar como terrorista a todo aquel que levante reclamos populares  contra el gobierno de turno. Con la ley que votarán juntos Kirchner y el PRO, aumentarán las atribuciones represivas de las fuerzas de seguridad.

¿No es acaso Filmus el responsable de los básicos de hambre para los docentes, que desataron  la gran lucha donde Carlos Fuentealba fue asesinado por las balas de Jorge Sobisch, aliado de Macri? ¿No es el gobierno de Filmus el responsable de la represión a los docentes de Santa Cruz?

¿No sigue desaparecido ya hace 9 meses Julio López sin que ese mismo gobierno mueva un pelo, comprobando la impunidad con que goza el aparato represivo y la derecha fascista?

El gobierno se servirá del ballotage para atacar a toda lucha obrera o popular como “funcional al macrismo”. Al tiempo que defendemos esas luchas contra el gobierno, denunciamos que será el kirchnerismo el primero en pactar con Macri en la futura Legislatura y con su eventual futuro gobierno.

El kirchnerismo y el macrismo sostienen la política de salarios que no llegan a la mitad de la canasta familiar, ya cercana a los $ 3000; la política que tiene a  millones de desocupados con subsidios de $ 150; a más de 400.000 personas con déficit de vivienda en la Ciudad, a la mitad de sus trabajadores en negro, tercerizados o contratados, y a las mafias de la droga –asociadas a la policía y al poder político– haciendo estragos entre los jóvenes. Mientras tanto, se acumulan  41 mil millones de dólares de “reserva” para hacer fabulosos negocios como la compra de una parte de Repsol-YPF con el testaferro K Esquenazi, y garantizar el pago de la deuda externa, y su cancelación completa al Club de París.

Por todo esto, y en defensa de los trabajadores, de la victoria de sus luchas presentes, como la de los subtes, la del Casino, de Terrabusi, de los telefónicos, Hospital Francés, Aeronáuticos, del INDEC, de los profesionales de los hospitales municipales, los desocupados, los colegios preuniversitarios (Pellegrini), los docentes y estudiantes universitarios por presupuesto y contra la nueva ley de educación de Kirchner-Filmus; y de las próximas luchas que libraremos contra el macrismo y el kirchnerismo en la Ciudad y en el país,  por todos los derechos y reivindicaciones obreras y populares, es que las organizaciones abajo firmantes llamamos a que el próximo 24 de junio, digamos:  Ni Macri ni Filmus, y que, de acuerdo a la modalidad establecida por cada organización, lo expresemos votando en blanco, anulando el voto o no concurriendo a votar.

Partido Obrero (PO), Partido Comunista Revolucionario (PCR), Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Movimiento al Socialismo (MAS), Izquierda Socialista (IS).


[1] En propiedad, hay que decir que no está claro cuál va a ser el perfil de la campaña presidencial de Kirchner o Cristina, ni los rasgos salientes de su próximo gobierno. Aunque es visible la acumulación de elementos de crisis y que se viene algún tipo de “ajuste” económico y “sinceramiento” de las variables luego de octubre, es prematuro definir si el gobierno elegirá mantener lo esencial del rumbo actual o dará un giro político más hacia el “centro”, con un perfil “institucionalizador” alrededor de la figura de Cristina Kirchner. 

[2] Es sabido que el nivel de ganancias de las grandes empresas es mayor que en los 90, y que entidades empresarias como la UIA apoyan fervorosamente el dólar alto y la política económica gubernamental.

[3] Independientemente de que, por supuesto, Kirchner no le llegue ni a los talones a las efectivas medidas capitalistas de Estado de Perón en los 50 o a las más tibias de Chávez.

[4] En esta categoría hablamos centralmente de pequeños propietarios. Por eso los caracterizamos como pequeña burguesía y no como clases medias en general, en las que muchas veces se agrupan –siguiendo criterios culturales– sectores de trabajadores asalariados de “cuello blanco” como docentes o estatales, a los que no vemos votando por Macri.

[5] Señala al respecto Eduardo Van der Kooy: “Macri fue beneficiario del malhumor porteño. Y este malhumor tiene que ver con las ineficiencias de varias gestiones porteñas y mucho con problemas que no resuelve y deja correr el gobierno. ¿O acaso los conflictos de trenes, los subtes, los piquetes y los cortes permanentes de calles no atañen al poder nacional?” (Clarín, 5-6-07).

[6] De ahí que se señale que la principal razón del voto a Macri tenga que ver con este tópico.

[7] En la izquierda “roja”, el MST es la fuerza que más se adapta a esto. 

[8] Esto es lo que plantea la renovada necesidad de un movimiento o partido de los trabajadores que sirva para proyectar al terreno político a la vanguardia luchadora, al tiempo que como terreno para lucha por la independencia política de los trabajadores, tarea histórica aún pendiente.

[9] No consideramos al PSA, porque la fórmula Cartañá-Selser era claramente encuadrable dentro de la centroizquierda.

[10] Por votación “estadística” se considera lo que obtendría cualquier lista que se presente, independientemente de su color político y por el mero hecho de estar en el cuarto oscuro.

[11] “Campaña y plataforma electoral”, 18-10-1911. Obras completas, tomo XVII, Cartago, 1971.

[12] Nuestro resultado electoral (a pesar de avances reales de inserción en estructuras de trabajadores como el Hospital Francés o el crecimiento del Ya Basta en algunas facultades de la UBA), expreso el todavía débil peso orgánico de nuestro partido en la Capital.

[13] Hacer al “Chino” Heberling conocido entre sectores más amplios de la vanguardia fue uno de los objetivos de esta campaña.

[14] Las consignas más visibles de su campaña fueron: “un partido que no se calla y enfrenta los atropellos” y “por qué votar corruptos cuando se puede apoyar a luchadores honestos”.

[15] A lo que se agregan las evidentes diferencias políticas acerca del perfil de la campaña, que hicimos públicas oportunamente.