Elecciones en la Capital: triunfó Macri
Giro electoral a la derecha en la Ciudad
Socialismo o Barbarie, periódico, 14/06/07
En medio de una coyuntura de duras luchas y de acumulación
de elementos de crisis política, el ganador claro de la primera
vuelta en las elecciones porteñas fue Mauricio Macri. Las cosas NO
necesariamente tendrían que haber sido así. Las elecciones
capitalinas estuvieron sometidas a los vaivenes de la coyuntura política
de los últimos meses y no estaba claro cómo se expresaría
electoralmente esto en la Ciudad. Las grandes luchas docentes de
Salta, Neuquén y Santa Cruz, el asesinato de Carlos Fuentealba, la
emergencia de luchas obreras como la de Fate en el Gran Buenos Aires,
el caso Skanska, la crisis energética y del transporte y los paros
del subte fueron hechos que están contribuyendo a una primera mitad
del año 2007 más compleja que lo que esperaba
Kirchner.
Existía entonces el interrogante de cómo se iba a
manifestar esto en el electorado porteño. Y aunque Macri aparecía
como ganador en todos los escenarios, el margen de su triunfo y un
segundo puesto (de Filmus o Telerman) por menor diferencia hubieran
indicado una expresión política en un sentido distinto al
giro a la derecha electoral que se expresó en esta primera
vuelta.
Porque
la realidad terminó siendo que el que capitalizó los elementos de
crisis y a quien se vio como claro opositor al gobierno fue
Macri. Repetimos: los elementos de crisis se expresaron electoralmente
como vuelco hacia la derecha (o, más precisamente, al
centroderecha, dado el tono de “centro” de la campaña de Macri) y
no hacia una reafirmación del espacio del “centro” (como ha sido
la tónica en los últimos años) y, menos que menos en un vuelco
hacia la izquierda.
Pero, al mismo tiempo, es necesario subrayar que los
resultados de esta primera vuelta hay que enmarcarlos en una serie de
elementos que los limitan, so pena de hacer un análisis impresionista
o unilateral. Porque una cosa ha sido la elección porteña y otra
seguramente muy distinta va a ser la nacional en octubre, en la que,
hasta ahora, no está en riesgo un triunfo electoral del
“centro-izquierdismo” K.
Hasta cierto punto, estas elecciones capitalinas han tenido
elementos de “espejo invertido” respecto de la situación política
del país como conjunto, que ha estado marcada por duras luchas
salariales, si bien no centralmente en la Ciudad.
Del “que se vayan
todos” al voto a Macri
Analicemos,
en primer lugar, el resultado en el estricto sentido electoral. Los
datos muestran el giro a la derecha electoral que estamos señalando:
respecto de las elecciones del 2005, el PRO aumentó del 34,09% al
45,62% de esta primera vuelta. Superó así su último techo: en 2003
había obtenido el 37%. Al mismo tiempo, el “centro-izquierdismo”
K y no K (básicamente Carrió), cayó del 47% obtenido hace dos años
al 44,5%, que es la suma de los votos de las coaliciones que apoyaron
a Filmus y Telerman. Pero esto no es todo: el otro hecho de
importancia es que por primera vez Macri ganó en las 28
circunscripciones de la Capital. Es decir, lo votaron en todas las
clases y sectores sociales.
Sin
embargo, esto no quiere decir que no se pueda hacer un análisis crítico
y de clase de su voto, ni que las proporciones de sus votos no dejen
de ser variables entre los distintos sectores. La “clave social”
de su votación es muy clara: el vuelco de sectores de clase media
alta y la burguesía a Macri como señal de rechazo y/o puesta de límites
a Kirchner, visto como demasiado “intervencionista”,
“populista” o peligrosamente “cercano a Chávez”. Es decir,
como una traba al libre desarrollo de sus negocios como capitalistas.
Más allá de que esto no es así,
hay algún símil con la percepción respecto del Juan Domingo Perón
de los años 50.
Pero lo decisivo no es sólo las clases altas (que, en última
instancia, no alcanzan para aportar el número a un resultado
electoral), sino el giro o “cambio de humor” de sectores de
la pequeño burguesía capitalina, que se expresó electoralmente en
la votación a Macri. Comerciantes, propietarios de taxis, algunos
sectores de profesiones liberales, sectores de ahorristas e incluso de
trabajadores en condiciones de aislamiento laboral o atraso político
e ideológico.
Es decir, aquellos que dependen del giro económico cotidiano,
comercial y “sin trabas” de la ciudad y a los cuales molesta el
“desorden”, los “cortes de calles” y los “piqueteros”.
Y si bien Macri hizo una campaña más de “centro”, donde el foco
no fue la “inseguridad” sino “las 24 horas de propuestas”,
muchos de sus votantes expresan una ubicación más a la derecha
que los contenidos enunciados en la campaña de PRO.
En estas condiciones, es la clásica volatilidad política
de las clases medias la que se hizo presente en el voto a Macri,
seguramente apoyado por muchos de los ahorristas estafados que se
movilizaron al son del “que se vayan todos” en el 2001.
Apatía y desafectación política en medio de grandes
luchas nacionales
Contradictoriamente
por el marco nacional, las elecciones capitalinas estuvieron marcadas
por un cierto clima de desafectación política y apatía, sin
grandes luchas en el distrito. Ya en otras oportunidades hemos señalados
de qué manera opera el mecanismo de las elecciones burguesas: como un
espejo invertido o distorsionado de la realidad, donde factores
con un peso material disímil en la vida política cotidiana se
muestran como igualados.
El espacio
político cotidiano está marcado por la dinámica de las crisis, las
luchas e incluso las “rebeliones populares” (un apagón
generalizado podría hacer volver el “que se vayan todos” a las
calles de la Ciudad). En ellas pesan los elementos más activos,
los que fuerzan por la vía de los hechos determinadas decisiones o
resoluciones. Pero las elecciones, habitualmente, funcionan como un
terreno de “revancha” de los elementos más atrasados sobre los
adelantados, a los que superan en número y diluyen en el mecanismo de
“un hombre, un voto”. Un sufragio puede ser de cualquiera: una
monja, un vecino pasivo de toda pasividad, que queda igualado a la
hora del voto con el activista. Así, el sector luchador queda
“disuelto” en el océano de aquellos para quienes la pasividad es
la norma de su vida política. Esta revancha puede no ser meramente
“electoral”, sino que la clase dominante puede intentar –y
muchas veces logra– hacerla valer en el terreno real para aislar
y desmoralizar a los que pretenden luchar.
A
estos elementos de distorsión clásicos del voto universal se le
agregan elementos de época, capitalizando cuestiones que vienen
de la “crisis de las ideologías” de los 90 y que aún no han sido
revertidas. Por ejemplo, el terreno electoral aparece cada vez más
como “mercado político”.
Es decir, como escenario de un “marketing” vaciado de todo
contenido político real, donde se vende el
“producto-candidato” según las leyes del mercado, y no según las
ideas y los programas.
Así, las campañas se arman alrededor de flexibles y laxas
“coaliciones” donde la política está totalmente personalizada
alrededor de una o dos caras que casi no expresan consignas o ideas.
Precisamente, esta “cara nueva” es la del empresario Mauricio
Macri, que se lanza a la política (terreno que la clase capitalista
deja habitualmente a los “profesionales” del ramo), viniendo de un
campo, el empresariado, que no recibió una sanción social directa en
las jornadas del 19 y 20 de diciembre.
En un interesante reportaje, Jaime Duran Barba, asesor de
Macri y... ex militante de la JP de los 70, afirma que: “Cada vez
son menos eficientes las campañas agresivas o a que la gente escoja
entre modelos teóricos. Esto es algo que nos inquieta a los
intelectuales pero no al señor que vende choripanes en Mataderos.
Macri hace lo que creemos correcto de una visión posmoderna”
(Clarín, 5-6-07). Efectivamente: la “visión posmoderna”
es la apelación al vaciamiento de todo contenido real de la política.
Y en esta primera vuelta, quien mejor capitalizó estas
tendencias (que conviven con otras en sentido contrario) fue el propio
Macri, con una campaña mentirosamente “local”, “municipal” y
de “propuestas”. Es decir, de alejamiento de “grandes relatos”
y/o planteamientos globales, como si las medidas a tomar en la Ciudad,
no tuvieran connotaciones políticas generales o no estuvieran
conectadas con un proyecto general de país.
La capital no es el país
Por
otra parte, nos apresuramos a señalar que las elecciones de la Ciudad
no son representativas política ni electoralmente de un vuelco
“a la derecha” del conjunto del país. Esto no es así: se trata
de ordenes y terrenos en gran medida diversos. El país ha
estado marcado por grandes luchas de impacto nacional (pero ausentes
mayormente en la Capital en los últimos meses) y por el comienzo de
grandes crisis como la energética, la del transporte o el incesante
aumento de los precios (que sí impactaron en la Ciudad), pero de
ninguna manera es esperable que se expresen de igual manera en las
elecciones de octubre que como lo fue en la Capital. Lo que está
ocurriendo es un inicio de la experiencia con el gobierno, pero
donde lo que se avizora hoy por hoy es que el proyecto
centro-izquierdista K logrará la reelección.
Veamos
esto más de cerca. Por un lado, la capacidad de Macri para
“prohibir” o “reglamentar” las huelgas o movilizaciones se
tendrá que poner a prueba en el terreno real de las luchas, y no sólo
en el de las elecciones.
Pero
además, nacionalmente venimos de una coyuntura de durísimas luchas,
que aún no se ha cerrado y que si no ha obtenido globalmente triunfos
categóricos, ha sacado al menos empates dignos y mostrado una enorme
disposición de lucha de amplios sectores. Y junto con esto, el
surgimiento de una nueva vanguardia y, sobre todo, de una joven
generación obrera que hace sus primeras armas y a la que
caracterizamos como el despertar de un gigante.
El dato político, entonces, es que nadie espera la
repetición del escenario electoral de la Capital a nivel del país. En
el conjunto no pesan electoralmente de igual manera los votantes
burgueses ni las tendencias globales son hacia la centro-derecha: por
el contrario, más bien son –insistimos- hacia la reelección del
gobierno K, ya que a pesar de la acumulación de elementos de crisis, sigue
pesando la recuperación económica respecto de la catástrofe de 2001.
En este sentido, el hecho de que el electorado de conjunto se mantenga
en el “centro” refleja una determinada etapa de la lucha de clases
y relación de fuerzas que no ha variado en lo
sustancial en los últimos años.
En este marco vienen otro tipo de limitaciones: Macri no
puede ser candidato a presidente y, además, no encarna aún un
proyecto global, nacional, realmente alternativo al del gobierno K.
Tampoco hay una figura aglutinante por centro derecha o centro
izquierda alternativa (de ninguna manera Lavagna o López Murphy
llegan a eso). Razón de más para no caer en la trampa del discurso
del “mal menor”, al estilo CTA: el adversario a desbordar y
vencer sigue siendo el gobierno K, responsable en gran medida del
propio crecimiento de Macri e instrumento fundamental a lo largo de
todos estos años del intento de reabsorción democrático burguess y
capitalista del Argentinazo del 19 y 20 de diciembre. Proceso cuyas
brasas siguen encendidas y que podrían dar lugar, en cualquier giro
de los acontecimientos, a nuevos “incendios”.
Un
balance
La
elección de la izquierda
El
giro a la derecha electoral capitalino sirve para enmarcar la pobre
elección de la izquierda. Se volvió a expresar un elemento político
de importancia: subsiste la contradicción entre el peso de la
izquierda en el terreno de la lucha “social” (Hospital Francés,
Subterráneo, LAN, Casino flotante, etc.), pero, al no aparecer la
propia clase obrera como polo político-social, esta influencia en la
vanguardia luchadora no logra ser trasladada al terreno político
electoral. Es un déficit de arrastre que proviene de la rebelión
del 2001 y que no ha logrado aún ser superado.
Sin
embargo, el resultado general y el hecho de que Patricia Walsh haya
sido electa como legisladora capitalizando el “voto útil” de esta
franja electoral plantean una serie de consideraciones.
Algunos
números
Partamos
de recordar que en 2000 y 2001 se dieron las mayores votaciones
de la izquierda en la Capital desde 1983. En propiedad, en esas
elecciones se combinaron dos fenómenos que preanunciaban –en el
terreno electoral y capitalino– la rebelión del 19 y 20 de
diciembre: una enorme proporción de voto en blanco y anulado y la
votación de magnitud de la izquierda, sobre todo alrededor de la
figura de Zamora.
En
el 2000 todavía los fenómenos del voto anulado y blanco y la
candidatura de Zamora estaban ausentes. Pero el factor electoral
favorable resultó ser que se elegía por primera vez la Legislatura
(60 cargos), por lo que bajaron los pisos para acceder a una banca.
Considerando –en sentido amplio– dentro de la izquierda electoral
a IU (3,43%), el PH (1,72%), el PO (1,45%), el PTS (0,47%) y el MAS
(0,46%) se llegaba al 9,36% de los votos y el ingreso de varios
legisladores de la izquierda.
Luego
vinieron las elecciones de octubre del 2001, en la que esas fuerzas
obtienen la friolera del 25,07% de los votos: Zamora el 10%, IU
el 7,04%, el PH el 5,04%, el frente PO-MAS 1,80% y el PTS 1,19%. Por
su lado, el voto en blanco y nulo alcanzan el 4,63% y 22.55%
respectivamente. Más de la mitad de la Capital estuvo entre la
izquierda y el voto rechazo, un fenómeno inusual y que no tuvo
correlato orgánico.
Para
las elecciones de agosto del 2003 se produce un profundo “bajón”
electoral (reflejo de la “estabilización” del país luego de
las jornadas revolucionarias): se alcanza el 14,75%, pero con Zamora
llegando a un techo del 12,30%, mientras que, salvo IU (1,24%), el PH
(0,68%), el PO (0,31%), el PTS (0,14%) y el nuevo MAS (0,08%) quedamos
reducidos a una votación prácticamente “estadística”.
El
2005 aporta una cierta “recuperación” electoral de la izquierda
no “zamorista”: este último se derrumba obteniendo solo el 3,5%,
mientras que la suma de IU (2,01%), el PH (0,93%), el PO (0,80%) y el
PTS y el MAS juntos (0,23%) llegan al 4%, totalizándose así el 7,5%.
Finalmente, en las elecciones del domingo 3, Walsh obtiene el 2,94%,
el PH el 0,94%, el PO el 0,90%, el PTS el 0,36% y el nuevo MAS el
0,21% totalizando el 5,34%.
Con
estos datos pretendemos demostrar tres cosas. Primera, que desde el
pico de 25,05% del 2001, en esta elección se alcanzó sólo el 5,34%:
es decir, una quinta parte de esos votos. Segunda, que el giro a la
derecha electoral también se expresa por la vía de la pérdida
absoluta de votos de la izquierda del 2,15% incluso respecto de la
elección del 2005. Y tercera, que hay una cierta reversión de la
marginalidad electoral de la izquierda no zamorista, pasando del 2,45%
de agosto de 2003 al 5,34% actual.
Pero esta
“recuperación” tiene una contradicción: el monopolio de los
votos se los ha llevado una campaña que sólo puso la foto de
Patricia Walsh; al tiempo que el PO apenas si rozó el 1% de los votos
y el PTS y el nuevo MAS no pudimos escapar –aunque hay una pequeña
recuperación– de las votaciones estadísticas de las últimas tres
elecciones.
Vaciamiento
político y adaptación
El
MST ha anunciado como un “gran triunfo de la izquierda no
sectaria” la elección de Patricia Walsh. Pero este supuesto “gran
triunfo” debe ser relativizado: en primer lugar, incluso bajo parámetros
estrictamente electorales, fue una votación bastante más pobre que
la que esperaban y por detrás de otros guarismos en años anteriores.
Y
si Walsh efectivamente fue electa, no se puede no hablar del contenido
de la campaña. Decía Lenin que “para la socialdemocracia, que
considera ante todo las elecciones como un medio de educación política
del pueblo, el problema principal es, sin duda, el del contenido
político e ideológico de toda la propaganda y toda la agitación
vinculada a las elecciones”.
Partiendo
de este sencillo parámetro, a todas luces la campaña de la “nueva
izquierda” fue realmente escandalosa: no parece haber
“educado” a nadie en nada. Si se trata del “contenido político
e ideológico”, éste consistió en la foto de Patricia Walsh... y
no mucho más. Sus carteles, literalmente, no decían nada: en letra
pequeña se hablaba de una “nueva izquierda” que no tiene ni
referencias sociales de clase (no se habló de las luchas, ni de
las necesidades de la clase obrera) ni tampoco “ideológicas”: ni
una palabra acerca de la perspectiva socialista.
Esto
no es casual: de las corrientes que provienen de la tradición del
trotskismo, el MST es claramente la que marcha a pasos agigantados
a la adaptación a los mecanismos del sistema. Por esto mismo, se
da un fenómeno “curioso”: el MST apuesta a “hincharse”
electoralmente al tiempo que su influencia orgánica entre los
trabajadores y sus luchas es cada vez menor. Su dinámica
constructiva es a un vaciamiento total como partido militante y al
mero acarreo de desocupados en la campaña electoral.
La
campaña del nuevo MAS
Por
nuestra parte y a pesar de la evidentemente muy pequeña cosecha
electoral
obtenida, valoramos positivamente la campaña realizada. Logramos que
sea vista en las calles, a pesar de competir con aparatos electorales
mucho mayores como los del PO y el MST y del casi nulo acceso a los
medios. Sobre todo, evitamos las concesiones “electoralistas” pero
sin caer en una campaña con rasgos marginales. Porque la
propagandización de la candidatura del “Chino” Heberling
se hizo alrededor de un perfil cuyo centro político fue el apoyo a
las luchas obreras en curso, al tiempo que criticamos al carácter
capitalista de las tres principales candidaturas y defendimos
abiertamente la perspectiva del socialismo.
Al
mismo tiempo, los magros resultados obtenidos por las corrientes que
estamos a la izquierda del MST (PO, PTS y nuevo MAS), mostraron la
corrección de la insistencia en la necesidad de hacer un bloque
electoral de la “izquierda roja”. El PO desestimó esto desde un
principio y se desesperó cuando vio que los números no le
alcanzaban, realizando una campaña alejada del proclamado perfil
“obrero y socialista”: su política central fue el llamado a un
voto “democrático radical”.
En
segundo lugar, está el caso del PTS: los compañeros cometieron el
evidente error de haberse negado a cerrar un acuerdo con
nuestro partido cuando habíamos llegado a firmar un preacuerdo que
terminó estallando por las absurdas exigencias que nos hicieron.
Llegaron a argumentar que –en la Capital– su relación de fuerzas
con nuestra organización era de “diez a uno”, y así rechazaron
nuestra propuesta de un acuerdo paritario encabezado por ellos. A la
vista están los resultados: la relación no llegó a dos a uno.
Juntos, muy probablemente, hubiéramos arañado una elección del 1%
de los votos, que hubiese sido bastante digna en las actuales
condiciones electorales de la Capital.
Finalmente,
la elección presidencial ya está a la vuelta de la esquina. Desde
el nuevo MAS reiteramos nuestro llamado al PO y al PTS a que demos
unificadamente una pelea por la independencia política de clase y por
un Movimiento Político de los Trabajadores en esta instancia.
El próximo 24 de junio: Vote en Blanco, anule
su voto o no vaya a votar
Ni Macri, ni Filmus
Reproducimos a continuación la declaración conjunta de
los principales partidos de izquierda respecto al ballotage en Capital
Federal el próximo 24 de junio.
Buenos Aires, 13 de junio de 2007
El Gobierno de Kirchner ha desatado una furiosa
campaña para reclamar el voto de los trabajadores y el pueblo
progresista, en nombre de la “lucha contra la derecha”. Poco
le importa, sin embargo, el triunfo de Macri, a quien le perdonó su
pasado durante toda la campaña electoral. Lo que busca el
kirchnerismo es fortalecerse, con un reagrupamiento falsamente
progresista, con vistas a las elecciones de octubre y a la política
que llevará adelante después.
¿A qué política nos referimos? A la que
favorece a monopolios
como el de Macri, vaciador del Correo Central privatizado por Menem,
dueño de los negocios con la basura en la Ciudad desde la dictadura
hasta el año 97, beneficiario de grandes negocios inmobiliarios en la
Ciudad, y entrelazado a través de Julio De Vido con el gobierno
nacional en la obra pública y en el transporte ferroviario, en el que
el grupo económico que
encabeza su padre, asociado con capitales chinos, es el principal
beneficiario de la concesión del FC Belgrano Cargas.
Kirchner busca despegarse de
Macri y le endilga el apoyo a la política privatista de los ´90.
Pero el mismo Kirchner
fue puntal de la privatización menemista de YPF.
Fue él quién afirmó que "nadie
en la historia había hecho tanto por el país y la Patagonia como el
presidente Menem", ¿No fueron
él y Cristina los que votaron la reforma de la Constitución
nacida del pacto de Olivos, que le dio la reelección a Menem?
¿No
es el bloque de diputados kirchnerista el que se apresta a aprobar la llamada “ley antiterrorista” con el apoyo de los
diputados del PRO? Es una ley a
la medida de las exigencias imperialistas, pretendiendo
calificar como terrorista a todo aquel que levante reclamos populares
contra el gobierno de turno. Con la ley que votarán juntos
Kirchner y el PRO, aumentarán las atribuciones represivas de las
fuerzas de seguridad.
¿No
es acaso Filmus el responsable de los básicos de hambre para los
docentes, que desataron la
gran lucha donde Carlos Fuentealba fue asesinado por las balas de
Jorge Sobisch, aliado de Macri? ¿No es el gobierno de Filmus el
responsable de la represión a los docentes de Santa Cruz?
¿No
sigue desaparecido ya hace 9 meses Julio López sin que ese mismo
gobierno mueva un pelo, comprobando la impunidad con que goza el
aparato represivo y la derecha fascista?
El gobierno se servirá del ballotage para
atacar a toda lucha obrera o popular como “funcional al macrismo”.
Al tiempo que defendemos esas luchas contra el gobierno, denunciamos
que será el kirchnerismo el primero en pactar con Macri en la futura
Legislatura y con su eventual futuro gobierno.
El
kirchnerismo y el macrismo sostienen la política de salarios que no
llegan a la mitad de la canasta familiar, ya cercana a los $ 3000; la
política que tiene a millones
de desocupados con subsidios de $ 150; a más de 400.000 personas con
déficit de vivienda en la Ciudad, a la mitad de sus trabajadores en
negro, tercerizados o contratados, y a las mafias de la droga
–asociadas a la policía y al poder político– haciendo estragos
entre los jóvenes. Mientras tanto, se acumulan
41 mil millones de dólares de “reserva” para hacer
fabulosos negocios como la compra de una parte de Repsol-YPF con el
testaferro K Esquenazi, y garantizar el pago de la deuda externa, y su
cancelación completa al Club de París.
Por todo esto, y en defensa de los
trabajadores, de la victoria de sus luchas presentes, como la de los
subtes, la del Casino, de Terrabusi, de los telefónicos, Hospital
Francés, Aeronáuticos, del INDEC, de los profesionales de los
hospitales municipales, los desocupados, los colegios
preuniversitarios (Pellegrini), los docentes y estudiantes
universitarios por presupuesto y contra la nueva ley de educación de
Kirchner-Filmus; y de las próximas luchas que libraremos contra el
macrismo y el kirchnerismo en la Ciudad y en el país,
por todos los derechos y reivindicaciones obreras y populares,
es que las organizaciones abajo firmantes llamamos a que el próximo
24 de junio, digamos: Ni
Macri ni Filmus, y que, de acuerdo a la modalidad establecida por
cada organización, lo expresemos
votando en blanco, anulando el
voto o no concurriendo a votar.
Partido Obrero (PO), Partido Comunista Revolucionario (PCR),
Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Movimiento al
Socialismo (MAS), Izquierda Socialista (IS).
En propiedad, hay que decir que no está claro cuál va a
ser el perfil de la campaña presidencial de Kirchner o Cristina,
ni los rasgos salientes de su próximo gobierno. Aunque es visible
la acumulación de elementos de crisis y que se viene algún
tipo de “ajuste” económico y “sinceramiento” de las
variables luego de octubre, es prematuro definir si el gobierno
elegirá mantener lo esencial del rumbo actual o dará un giro político
más hacia el “centro”, con un perfil
“institucionalizador” alrededor de la figura de Cristina
Kirchner.
Es sabido que el nivel de ganancias de las grandes empresas es
mayor que en los 90, y que entidades empresarias como la UIA apoyan
fervorosamente el dólar alto y la política económica
gubernamental.
Independientemente de que, por supuesto, Kirchner no le llegue ni
a los talones a las efectivas medidas capitalistas de Estado de
Perón en los 50 o a las más tibias de Chávez.
En esta categoría hablamos centralmente de pequeños
propietarios. Por eso los caracterizamos como pequeña burguesía
y no como clases medias en general, en las que muchas veces se
agrupan –siguiendo criterios culturales– sectores de
trabajadores asalariados de “cuello blanco” como docentes o
estatales, a los que no vemos votando por Macri.
Señala al respecto Eduardo Van der Kooy: “Macri fue
beneficiario del malhumor porteño. Y este malhumor tiene que ver
con las ineficiencias de varias gestiones porteñas y mucho con
problemas que no resuelve y deja correr el gobierno. ¿O acaso los
conflictos de trenes, los subtes, los piquetes y los cortes
permanentes de calles no atañen al poder nacional?” (Clarín,
5-6-07).
De ahí que se señale que la principal razón del voto a Macri
tenga que ver con este tópico.
En la izquierda “roja”, el MST es la fuerza que más se
adapta a esto.
Esto es lo que plantea la renovada necesidad de un movimiento o
partido de los trabajadores que sirva para proyectar al
terreno político a la vanguardia luchadora, al tiempo que como
terreno para lucha por la independencia política de los
trabajadores, tarea histórica aún pendiente.
No consideramos al PSA, porque la fórmula Cartañá-Selser era
claramente encuadrable dentro de la centroizquierda.
Por votación “estadística” se considera lo que obtendría
cualquier lista que se presente, independientemente de su color
político y por el mero hecho de estar en el cuarto oscuro.
“Campaña y plataforma electoral”, 18-10-1911. Obras
completas, tomo XVII, Cartago, 1971.
Nuestro resultado electoral (a pesar de avances reales de inserción
en estructuras de trabajadores como el Hospital Francés o el
crecimiento del Ya Basta en algunas facultades de la UBA), expreso
el todavía débil peso orgánico de nuestro partido en la
Capital.
Hacer al “Chino” Heberling conocido entre sectores más
amplios de la vanguardia fue uno de los objetivos de esta campaña.
Las consignas más visibles de su campaña fueron: “un partido
que no se calla y enfrenta los atropellos” y “por qué votar
corruptos cuando se puede apoyar a luchadores honestos”.
A lo que se agregan las evidentes diferencias políticas acerca
del perfil de la campaña, que hicimos públicas oportunamente.
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