Con
la crisis energética de fondo
La
“argentinización” de Repsol-YPF
Por
Mario Balmaceda
Socialismo
o Barbarie, periódico, 28/06/07
Bastaron dos o tres días seguidos de frío para poner
sobre la mesa la crisis energética que el oficialismo vino negando
durante los últimos años. Sin que haya llegado a su pico ni mucho
menos, es evidente que la penuria de generación de energía es muy
seria. A fin de no cortar el suministro de gas domiciliario –medida
que caería pésimo a tres meses de las elecciones–, el gobierno se
vio obligado a reducir de manera sustancial la provisión de gas a la
industria, con la secuela de caída de la producción, suspensiones y
quejas airadas de la UIA.
Pero
la falta de gas es sólo un costado del problema energético más
general, que incluye en primer plano a los hidrocarburos. En efecto:
una de las consecuencias negativas –que todos los implicados conocían–
de la escandalosa privatización de YPF fue que, como era de prever,
Repsol se dedicó a reventar
reservas y exportar crudo como si éste fuera un verdadero país
petrolero. Por supuesto, ni remotamente se encargó de la parte más
onerosa del negocio, es decir, reponer las reservas invirtiendo en exploración. El resultado, tal
como vienen anticipando todos los especialistas desde hace tiempo, es
que Argentina podría pasar en
no más de dos años de exportador a importador de petróleo,
siendo que la ubicación histórica del país desde principios del
siglo XX es la de un país autoabastecido,
esto es, que no podía exportar pero tampoco necesitaba importar.[1]
En
el terreno energético, al igual que en el conjunto de la economía, tanto
los empresarios como el kirchnerismo saben que la “fiesta” del
crecimiento sin inversiones de fondo no da para más.
Pudo salir del paso durante estos años gracias a que se partía del
piso bajísimo de 2002, pero un ritmo de crecimiento del 8-9% anual ya
no se sostiene sin una inyección de inversión de capital genuina. En
la infraestructura, y en particular en energía, es donde más se nota
esa carencia, y eso es lo que pone de manifiesto el virtual colapso de
la provisión de gas, cuando el invierno apenas empieza.
Ésa
es una de las razones que explican el interés del gobierno por meter
baza en las decisiones estratégicas de la principal petrolera del país.
Pero esto no significa, desde ya, ninguna “nacionalización”, aun
limitada. Tampoco significa siquiera que se le vaya a dar algún rol
real a Enarsa, que va a seguir siendo una petrolera estatal fantasma,
sin pozos, sin inversiones y sin presupuesto.
No:
de lo que se habla es de la “argentinización” de YPF; esto es,
del ingreso como accionista de la petrolera de un grupo empresario
local.
Que
nadie piense que se trata de una “movida estratégica” que
implique hostilidad alguna hacia Repsol. Es sabido que Kirchner, desde
sus épocas de gobernador de Santa Cruz, fue un firme partidario de la
privatización, y más allá de algunos tironeos, la relación entre
el presidente argentino y el grupo español jamás fue de conflicto
sino más bien lo contrario.
La realidad es que la primera interesada en la
“argentinización” de YPF fue la propia Repsol.
Una reunión de la Junta de Accionistas del 31
de mayo de 2005 ya reclamaba la “reducción de la exposición”
en Argentina, y en febrero de
2006, el titular de la petrolera, Antonio Brufau, dijo en Londres
que “si vender parte de YPF es bueno para la compañía, evaluaríamos
hacerlo”. Hace poco, el director financiero de Repsol, Fernando Ramírez,
tuvo que dar explicaciones por escrito a la SEC (Comisión del Mercado
de Valores de Nueva York, entidad que regula el mercado bursátil de
EE.UU.) acerca de la reducción
del nivel de reservas de Repsol-YPF y la seguridad de sus inversiones en América Latina (Clarín,
18-5-07).
Es
por eso que Repsol habla más bien de la “latinoamericanización”
de YPF. El plan de la compañía es transferir a YPF los activos de
Repsol en Bolivia y en Venezuela. Precisamente, dos de los países
“problemáticos” que generan resquemor en la bolsa yanqui y en los
accionistas españoles.
Fue
sólo después que Repsol
hizo explícita su intención de empezar a salirse del negocio en los
lugares “complicados” –reservándose, como luego veremos, la
parte más jugosa– que el gobierno empezó a hacer aparato con la
“argentinización” de YPF y la invocación a las inversiones, al
proyecto productivo, al crecimiento sustentable, a la “burguesía
nacional”... Toda la sanata de costumbre.
Negocios crudos y nada refinados
La
“argentinización” de YPF consiste en la siguiente operación: el
grupo Eskenazi compra el 25% de las acciones de YPF por un valor
cercano a los 3.000 millones de dólares.
De esa cifra, un anticipo de alrededor del 15% se pagará al contado,
y el resto lo financiará un consorcio de bancos internacionales.
La garantía serían las mismas acciones, y la intención del grupo
comprador es ir pagando las cuotas restantes con el (supuesto) aumento
de utilidades de la compañía. Digamos de paso que se trata de un mecanismo similar al de las compras “apalancadas” de empresas
endeudadas o en crisis que hizo
furor en la segunda mitad de los 90 de la mano del grupo Excel y
otros, por lo general con destino funesto.
¿Qué
es el grupo Eskenazi? Su titular es Enrique Eskenazi, ex director de
Bunge y Born en los 80, fundador de la COPAL (la más importante cámara
de la alimentación), creador de la constructora Petersen (una de las
de mayor crecimiento en el reciente “boom” del ramo) y controlador
de los ex bancos provinciales de Santa Fe, San Juan, Entre Ríos… y
Santa Cruz. Es decir, es quien tiene depositados en Suiza, por
cuenta y orden del gobierno provincial, los famosos 600 millones de dólares
de regalías petroleras. Más allá de las obvias sospechas que genera
este último dato, se trata, a no dudarlo, de un
típico representante de la burguesía argentina tal como fue siempre
(esto es, con rasgos muy lejanos a los de la mítica “burguesía
nacional”).
El
plan de Repsol continúa con los siguientes pasos: transferir a YPF
los activos latinoamericanos, y luego, en un plazo de un año, vender
en la Bolsa de un 15 a un 20% adicional del paquete accionario. Esa
movida es la que da más lugar a especulaciones: que Eskenazi compraría
el total para pasar a tener el 45%, que si aparecen otros interesados
argentinos, que Eskenazi vendería pronto su parte… Sea como fuere,
dos cosas parecen seguras. Primero, que el
gobierno argentino va a tener más peso en las decisiones de la
compañía. Y segundo, que los nuevos socios no parecen, justamente,
especialistas en hidrocarburos que van a impulsar un decisivo golpe de
timón hacia la inversión y la producción, sino más bien lo de
siempre: capitalistas de vuelo
bajo que buscan el negocito de corto plazo para después salir
corriendo.
En
realidad, si eso llega a suceder, no es para asombrarse: a una escala un poco mayor, Repsol hizo exactamente lo mismo. Veamos
cómo. Repsol no nació como una petrolera –difícilmente podía
serlo en España, país sin petróleo– sino como refinería. Eso
significa su sigla: Refinería de Petróleos y Solventes. La amplia
mayoría de sus reservas y de sus ganancias se basa en su actividad en
América Latina, que es bastante reciente. Su principal operación fue
la compra de YPF, cuya “estrategia” fue, como vimos, el puro
expolio: extrae reservas, las
exporta, se llena de dólares, no invierte, descapitaliza la compañía
por no reponer las reservas, y cuando la cosa se pone espesa… vende.
Se va. Y no sólo de la Argentina, sino de todos los países que
sugieran regulaciones o trabas a su lógica de capitalismo de saqueo.
A todo esto, incluso si Eskenazi u otro comprador llegan a adquirir el
45% citado, la operación
petrolera de YPF seguirá en manos de Repsol.
¿Significa
esto que Repsol se despide definitivamente de América Latina? Qué
va: sólo de los negocios menos
rentables. Por ejemplo, ya es hizo público que la venta de YPF y
los demás negocios latinoamericanos no
incluirá los activos relacionados al gas
natural licuado (GNL), que según los especialistas tiene un
amplio futuro en la región, ya que permite exportar gas sin
gasoductos. Repsol participa en dos mega emprendimientos de GNL en Perú
y Trinidad Tobago que apuntan a la exportación (Clarín,
8-6-07). Tanta jerarquía le da a este negocio Repsol que creó una
Dirección de GNL, a cuyo frente estará… Enrique Locutura, el
actual presidente de YPF.
Más
claro, agua: Repsol, después
de haber expoliado lo suficiente el subsuelo argentino, y sin ganas de
soportar negociaciones con gobiernos de centro izquierda, busca nuevos
horizontes. El gobierno argentino aprovecha para darle entrada a
un negocio alicaído a sus capitalistas amigos, que seguramente harán
sus buenos mangos, a la vez que todo el asunto le da a Kirchner la
posibilidad de cacarear un poco sobre la “patria” y la “soberanía”,
sin ningún efecto visible. O sí: que los perdedores serán los trabajadores, el pueblo y la Nación entera,
que pasarán del espectáculo de un saqueo imperialista a gran escala
a los negocitos de cabotaje de capitalistas locales a los que les
importa mucho el flujo de caja y muy poco el flujo de petróleo.
Y que
viva el “desarrollo sustentable” del segundo mandato K…
Un informe reciente citado por Marcelo Bonelli (Clarín, 15-5-07) alerta que la
producción de petróleo viene cayendo sistemáticamente desde
2002 –YPF se privatizó en 1998–, pese a lo cual la
exportación de crudo sigue lo más pimpante. Resultado: las
reservas comprobadas de crudo cayeron a sólo siete años, y es
por eso que el fin del
autoabastecimiento está a la vuelta de la esquina. Las estadísticas
de la propia Repsol son concluyentes: mientras que las reservas
comprobadas de petróleo y gas natural de la Argentina ascendían
en 2001 a 3.290 millones de barriles, la cifra a diciembre de 2006
sólo alcanza los 1.403 millones de barriles. La
pérdida de reservas es de casi el 60%.
Tanto Kirchner
como Cristina Fernández se ocuparon de subrayar ante los capos de
la Unión Industrial Argentina que “llegó la hora de las
inversiones”, algo que suena a la vez como un reclamo y como una
promesa de protección.
Recordemos que
el 100% de YPF se vendió en 1998 a 14.000 millones de dólares,
lo que incluía una generosa porción de títulos de la deuda
externa que cotizaban a la cuarta o quinta parte de su valor
nominal. Sólo en tres años de convertibilidad (1999-2001), YPF
declaró ganancias por unos 5.500 millones de dólares. Un regalo. A todo esto, la evaluación de los activos de la compañía
necesariamente debía bajar por las razones ya apuntadas: se dedicó
a exportar reservas –es decir, a hacer plin caja– sin casi
invertir en exploración.
Por otra parte, hay
infinidad de versiones
sobre la posible participación de otros grupos argentinos y
extranjeros en otras etapas de la operación. Una nota de Marcelo
Canton (Clarín,
10-6-07) aclara que se menciona a IRSA, a PDVSA, a empresarios
ligados a Kirchner, a Francisco de Narváez y a una sociedad entre
el ex ministro de Menem José Luis Manzano y capitales chinos como
posibles actores del negocio.
Así, como
dijimos, Repsol piensa retirarse rápidamente de Bolivia y
Venezuela. No así de México, donde gobierna gente con menos
pretensiones regulatorias que Chávez, Evo Morales o el propio
Kirchner.
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