Ni Cristina
K, ni oposición patronal
Hace falta un movimiento político de
los trabajadores
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 19/07/07
El actual “monopolio” de la oposición política al gobierno que se
expresa en Macri, Carrió o Lavagna obligan a plantear una reflexión.
Desde el punto de vista de los trabajadores y en la medida en que se
entra en esta coyuntura electoral, se expresa un problema de arrastre,
que en estos últimos años no se ha logrado resolver: la desigualdad
entre una gran acumulación de experiencia de lucha y organización en
el terreno “reivindicativo” y la total falta de pasos adelante en
el traslado de esa acumulación al plano de la independencia política
de clase.
Independencia de clase
Importantes sectores de vanguardia vienen dando muy duras luchas desde
las jornadas del 19 y 20 del 2001, sin haber sufrido –mayormente–
grandes derrotas directas, la mayor parte se ganaron o se empataron.
Sin embargo, estas luchas no han logrado frenar el creciente retorno a
la “normalidad” política, es decir, que el problema del gobierno
se resuelve mediante las elecciones burguesas y sobre todo, está el
problema que a la hora de votar, la inmensa mayoría no deja de
hacerlo por los partidos, siglas, coaliciones, “armados” y
candidatos de los partidos patronales, sobre todo, cuando éstos se
presentan como “progresistas”. Es decir, como en el caso de la
pareja K, que en estas elecciones, a pesar de todos los pesares,
seguirán seguramente capitalizando el contraste entre la situación
de catástrofe económica de años atrás y las actuales privaciones,
más “normales”...
No
se trata de una problemática cualquiera. No sólo es una encrucijada
que atraviesa al conjunto de las masas laboriosas en Latinoamérica.
Es, a la vez, una tarea histórica que no ha logrado ser resuelta por
la clase obrera en nuestro país: que la clase obrera al irrumpir en
la vida política del país, lo haga con sus propias “banderas”,
sus propias reivindicaciones y sus propias organizaciones sindicales
y, sobre todo, políticas, y no yendo a la rastra de una u otra
variante patronal como de costumbre.
Recordemos
que la clase obrera de nuestro país siempre se ha caracterizado por
la contradicción entre una gran combatividad “sindical” y una
orfandad casi total en el plano político general. Y es la contradicción
que se sigue observando en la emergencia de la nueva vanguardia
obrera de nuestro país.
Movimiento Político de Trabajadores
Esta
es la razón por la cual hay una tarea que se hace cada vez más
impostergable para evitar circunstancias como las que están
ocurriendo: hace falta poner en pie un instrumento político propio de
los trabajadores, un gran movimiento por la independencia política de
la clase obrera. Las bases para esta pelea están en la inmensa
vanguardia que ha venido irrumpiendo en los últimos años: desde la
actual emergencia de una nueva generación obrera como se viene
expresando en fabricas como FATE o Terrabusi, pasando por la
experiencia de los compañeros del Subterráneo de Buenos Aires y el
Hospital Francés, el caso de los sectores docentes combativos de todo
el país, los movimientos de los comienzos del Argentinazo y los núcleos
que permanecen independientes del movimiento piquetero y las fábricas
recuperadas. Pero para esto, claro está, habrá que superar el
“sindicalismo” y/o “corporativismo” que campea entre muchos
sectores de esta nueva vanguardia.
Fundamentalmente,
una enorme responsabilidad le cabe a las organizaciones de la
izquierda que se considera obrera y socialista, y que debería dejar
de lado tanto los proyectos crecientemente oportunistas y de adaptación
a las instituciones del régimen (el caso ya escandaloso del MST),
como las derivas auto-proclamatorias de considerarse “el” partido
(el caso del PO).[1][1]
Proponemos a Heberling y Christiansen
En
octubre va a haber elecciones, y la bandera por un Movimiento o
Partido de los Trabajadores debería ser una de las más importantes
en toda campaña electoral que se considere realmente al servicio de
los intereses de los trabajadores. Para dar esta pelea es que en la próxima
semana estamos presentando las precandidaturas a presidente y
vicepresidente de nuestros compañeros Héctor “Chino” Heberling y
de Alcides Christiansen. Los presentamos como precandidatos en la
medida en que creemos que ante el monopolio electoral de los
candidatos del sistema y el peso electoral –proporcionalmente
mayor– de las variantes más oportunistas de la izquierda, es
necesaria una respuesta unificada de las expresiones de la izquierda
consecuente. Una respuesta que levante las banderas de la
independencia política de la clase trabajadora y el conjunto de sus
reivindicaciones.
Por
estas mismas razones es que reiteramos aquí nuestro llamado a los
compañeros del PO y el PTS, a que demos en octubre una respuesta común
poniendo en pie un Frente Socialista y de los Trabajadores.
[1]
El PTS no escapa a este problema. En estos momentos está levantando
el planteo de Partido de Trabajadores, pero en el momento mismo en que
había más condiciones de llevarlo a cabo, se negaron redondamente a
dar esta pelea.
La
salida de Miceli y la crisis política
¿Por
qué pingüina?
Socialismo o Barbarie, periódico, 19/07/07
Finalmente,
Felisa Miceli terminó por saltar por los aires el 16 de julio. A dos
días del lanzamiento de Cristina K, un escándalo que venía
creciendo, evidentemente, no podía ser la mejor carta de presentación.
Lo inverosímil del argumento del fajo de los $ 200.000 guardados en
el baño ministerial (¿cuántos argentinos habrá que puedan dejar
semejante suma en su botiquín?) no podían dar lugar a otro
desenlace.
Su
salida termina coronando toda una serie de meses en los que el
gobierno no ha dado pie con bola y queda colocado a la defensiva en
lo que hace a la emergente oposición política. Su caída no tuvo
que ver con problemas de su área específica, sino –en un momento
donde no se expresan grandes luchas nacionales– con el recrudecer de
las peleas entre bandos políticos patronales. Esto, no casualmente,
en una coyuntura donde cada vez más la escena política está siendo copada
por el encaminamiento hacia las elecciones de octubre.
No es fortaleza sino debilidad
Como
venimos señalando, a una velocidad creciente, las elecciones se están
instalando en el centro de la coyuntura política. La señal
formal de largada es el lanzamiento oficial de la candidatura de
Cristina Kirchner. Casi como un secreto a voces, en las últimas
semanas iba quedando claro que la candidata iba a ser la esposa del
Presidente.
La
“generosidad” de Néstor de no presentarse de manera inmediata a
la reelección no es ni una muestra
del “renunciamiento” de un político patronal ni la
evidencia de que K pretende prepararse para volver en el 2011.
Por
el contrario, la crisis política que se le terminó abriendo
al gobierno producto de la derrota electoral en la Capital, la crisis
energética, los escándalos de corrupción y luchas de trabajadores
como la de los docentes de Santa Cruz aconsejaron intentar un
recambio, que permitiera que la eventual próxima gestión Cristina K
no acumulara el creciente e imprevisto desgaste que ha venido
sumando Néstor K en estos últimos meses. En un 2007 en el cual al
gobierno le terminó saliendo casi todo al revés, la candidatura de
Cristina, más que una muestra de fortaleza, termina siendo una
expresión de su debilitamiento.
En
este marco, la caída anticipada de Miceli dará lugar a una transición
hacia el escenario postelectoral. Escenario que prepara –sí o sí–
medidas de “sinceramiento” económico: es decir, de clásico
ajuste económico. La gestión de Peirano vendrá simplemente para
garantizar un puente hasta la eventual asunción de Cristina.
Esta será la que deberá anunciar las medidas “desagradables”...
claro está, una vez electa.
Las razones de Cristina K
Como
venimos señalado desde estas páginas, los elementos de crisis política
que viene arrastrando el gobierno en los últimos meses reflejan –en
última instancia– problemas en los dos pilares de la gestión
K. Uno, la economía armada alrededor de la devaluación del peso
y de determinada y relativa intervención desde el Estado en la
regulación de la misma. Y, junto con esto, su ubicación “por
encima de las instituciones” que gozó la figura
presidencial, y que ahora está siendo cuestionada por los
sectores políticos de la oposición burguesa y la mayoría de los
medios de comunicación (volcados hacia la derecha).
Las derrotas electorales de impacto nacional (como las de
Misiones y Capital), alimentaron el crecimiento de los
cuestionamientos en lo que hace al segundo orden de problemas. La
visible y abierta crisis energética, el ya casi incontenible aumento
de la inflación (a pesar de los retoques del INDEK), las dificultades
para mantener en el mediado plazo la actual cotización de un dólar
que está en baja
mundialmente, tienen que ver con problemas en el primer frente.
Precisamente,
estas son algunas de las banderas que viene esbozando desde la oposición
y que la candidatura de Cristina K viene a intentar “arrebatar”
para que sean parte de la estrategia del propio oficialismo. Por
esto, ya hemos señalado (en anteriores ediciones) que las tres
palabras “mágicas” que la misma estaría comenzando a adelantar
de este (supuesto) “cambio que recién comienza” serían: sinceramiento,
normalización e inversiones.
Pero
¿qué significan estas palabras? ¿De qué naturaleza es el
“cambio” que se preanuncia desde el kirchnerismo?
No
es tan difícil averiguarlo. Cuando se habla del “sinceramiento”
de las variables, se trata de la nada novedosa y muy “ortodoxa”
manera de preanunciar algún tipo de ajuste económico, y
cuando se proclama la necesidad de “reformar el Estado” e
“institucionalizar” la vida política del país (junto con darle
un mayor juego institucional a la propia oposición burguesa), lo que
se preanuncia es una mayor dureza con los que osen salir a
luchar (fundamentalmente, cuando éstos desborden a los dirigentes
sindicales afines). Finalmente, cuando se señala la necesidad de
fomentar una corriente “inversora”, de lo que se está hablando es
del “compromiso gubernamental” de garantizar la “seguridad jurídica”.
Es decir, que el patrimonio y la propiedad de los grandes
capitales imperialistas, no va a estar sujeto siquiera a las tibias
medidas “nacionalizadoras” que se han venido tomando en países
como Venezuela o Bolivia. Elemento
importante que muestra al matrimonio K lejos de las veleidades
“capitalistas de Estado” de un Chávez o (en menor medida) un Evo
Morales.
En
síntesis: un casi inevitable giro al “centro” con Cristina K, en
respuesta a una situación política que se considera –en muchos
aspectos, erróneamente– “normalizada” (“salida del
infierno” en palabras de Néstor K).
Pero,
precisamente, este conjunto de medidas que están trascendiendo pondrán
a prueba en los hechos (dependiendo,
lógicamente, de en qué medida y en qué forma se pretendan llevar
adelante) los verdaderos límites del proceso de “normalización” en
curso. Porque de ninguna manera se pueden descartar duros choques
sociales cuando se pretenda aumentar el precio de los transportes
o tomar cualquier otra medida de igual tenor. Cuando ese momento
llegue, habrá que estar preparados.
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