Con Cristina en campaña y la economía en tensión
Prepararse para enfrentar el “pacto social”
Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 02/08/07
Cristina K, acompañada por su marido, está desarrollando
una campaña electoral, como mínimo, algo curiosa: se lleva a cabo más
en el exterior que dentro de nuestro propio país. En los últimos días,
realizó sendos viajes por España y México, donde fue presentada
como la “futura presidenta de los argentinos”. Con el rey Juan
Carlos, con Zapatero y con Calderón se trataron “cuestiones de
Estado”. Pero lo más “jugoso” fueron los encuentros con lo más
granado del empresariado de ambos países; sector que –a no
olvidarlo– es la verdadera base de apoyo social de un
gobierno que, como el de Néstor Kirchner, ha garantizado la
continuidad de las superganancias de los grandes grupos capitalistas.
Plan que forma parte, por supuesto, de las intenciones de Cristina K,
muy lejos de cualquier veleidad “nacionalizadora” de empresas.
Es que, fiel a la agenda que viene desplegando la candidata
del “cambio dentro de la continuidad”, Néstor y Cristina se están
esforzando por propagandizar los ejes de su futura gestión de
gobierno. Estos ejes (los venimos analizando desde estas paginas), en
el fondo no son más que una clara oferta de “garantías” acerca
de que el “clima de negocios” en el país y las “inversiones”
realizadas y por realizar no se encontrarán con “imprevistos”.
Por el contrario, a la economía se le harán los “ajustes” que
sean necesarios para que la cosas sigan marchando sobre carriles de
creciente “normalización”. Demás está decir que estos
compromisos se llevaron las palmas de los españoles y también
el beneplácito de magnates mexicanos como Carlos Slim (reconocido
como el hombre más rico del mundo, por encima incluso de Bill Gates),
que agradeció con sofisticados presentes tecnológicos (una laptop de
última generación) a la “señora (casi) presidenta”.
El temblor de los mercados
Claro que no todas fueron rosas para el matrimonio K en
estos días. Hay que explicar la razón por la cual cuando los
“mercados” estornudan internacionalmente, aquí amenazan con una neumonía.
Lo ocurrido pinta bien las fragilidades y los estrechos límites
dentro de los que se mueve la “normalización” económica y política
alcanzada por el país.
La explicación no es tan difícil de esbozar. En Estados
Unidos –hoy un punto débil hoy de la economía mundial–[1] periódicamente
se arman “burbujas” económicas, que no son otra cosa que
un crecimiento “artificial” de los precios y las acciones que
expresan una determinada rama de la economía. Años atrás, hubo una
burbuja de las acciones tecnológicas. Hoy aparecen como sobrevaluados
los valores en la rama de la construcción. Es decir, una situación
de sobreinversión y sobreconstrucción que, de no encontrar
compradores, dejaría al descubierto una cantidad de casas y edificios
sobrantes, lo que haría caer los precios inmobiliarios de
conjunto. La situación es que para alentar la continuidad de las
compras, se han dado créditos de muy dudosa calidad (los
llamados subprime), que, en caso de desvalorizarse el conjunto de este
mercado-negocio, haría que estos prestamos se vuelvan incobrables.
En ese caso, las pérdidas no serían nada “despreciables”: se
habla de “punciones” (quebrantos) de varios cientos de miles de
millones de dólares.
Esto hizo temblar por unos días las bolsas del mundo,
acompañada por una continua caída del valor del dólar
respecto del resto de las monedas fuertes del mundo. No se trata sólo
del euro o el yen. En nuestro vecino Brasil, el real alcanzó picos
históricos, llegando a cotizar por debajo de los dos reales igual
un dólar.
Pero lo paradójico del caso fue que, en nuestro país,
las reacciones fueron exactamente inversas. El dólar, en vez
de caer... subió, alcanzando los $ 3,20 por dólar, acompañando
una de las máximas caídas de la bolsa en el orden mundial.
También subió el riesgo país (que tuvo el mayor crecimiento
respecto de los demás países del continente), y en el día más difícil
(viernes 27), el BCRA debió salir a vender 150 millones de dólares
para “planchar” el alza de la cotización.
Martín Redrado y demás autoridades monetarias del
gobierno se apresuraron a recordar que con casi 45.000 millones de
reservas en el Central “no había que temer ninguna corrida”,
porque existirían “suficientes reservas para controlar la situación”.
Pero la segunda paradoja es que aunque las reservas alcancen un valor
“histórico”, si no hubiera ningún riesgo, este tipo de
declaraciones estarían de más.
Hoy la situación aparece como “normalizada”. Y sin
embargo, el valor que tuvieron esos días negros (jueves 26 y
viernes 27 de julio) es su carácter de síntoma de que algo que no
anda bien en la economía.
La necesidad de un “pacto social”
A esa fragilidad y vulnerabilidad en el funcionamiento de
la economía K se refiere un periodista, Fernando Laborda, en
oportunidad del lanzamiento de la candidatura presidencial de Cristina
K, cuando ésta planteó que apenas inicie su mandato se lanzará a
buscar un “pacto social” de mediano y largo plazo entre
empresarios y “representantes de los trabajadores”: “Quizá esta
herramienta sea necesaria ante un escenario socioeconómico en el cual
no habrá tiempo para debates ideológicos y estará dominado por
la crisis energética, la inflación reprimida, el sinceramiento de
tarifas del que ya se habla, la necesidad de reordenar la política
de subsidios y las presiones sectoriales” (La Nación,
20-7-07).
Precisamente son ésos los factores que generaron la
paradoja de que el dólar crezca en medio de su caída mundial, y que
la bolsa tuviera un bajón récord en nuestro país (respecto de las
otras de la región) a fines de la semana pasada. A la economía K
se le han venido acumulando contradicciones, y la respuesta
a ellas se le hace cada vez más cuesta arriba al gobierno, que quiere
postergarlas a todo trance hasta después del 28 de octubre.
¿Cuál es la contradicción principal del “modelo” en
este momento? El hecho que la economía ha sido reordenada por la
devaluación en un sentido exportador, lo que en las
condiciones de la recuperación del ciclo de las luchas sociales y el
empleo de los últimos años significa que los trabajadores –que
palpan cotidianamente cómo el aumento de los precios se devora su
salario– no se amilanan en salir a reclamar frente a la
estafa de un empresariado que está embolsando ganancias a dos manos y
pretende conformar con migajas a los obreros.
Aquí reside la contradicción de hierro del modelo K:
los precios de las exportaciones argentinas están por las nubes y,
para que les convenga vender en el país, reclaman precios
internacionales; al mismo tiempo, los prestadores de servicios (luz,
gas y teléfonos) consideran que la emergencia política “ya pasó”,
y reclaman ahora, sí o sí, aumentos de las tarifas; los
transportistas (colectivos y trenes) tienen una opinión similar y
reclaman lo mismo.
Pero, además, el propio “modelo” es inflacionario
porque el precio de lo producido está abaratado artificialmente
por la devaluación monetaria. Nos explicamos: hay dos maneras de
lograr mercancías baratas. O la economía sufre un proceso de
desarrollo real y entonces incrementa su capacidad –también real–
de producir más producto en igual tiempo, o, si el grado de
productividad realmente no tiene estándares internacionales, con la
devaluación de la moneda la producción aparece en los mercados
mundiales más barata. El problema es que esto no deja de ser
artificial. Y, entonces, puede haber nuevamente dos consecuencias:
o todo aumenta y se vuelve a la “realidad”, o aparece otro ancla: el
ancla clásica de ajustar a los trabajadores.
Nuevamente nos explicamos: la otra manera de lograr
una “diferencia” real que evite el descontrol de la inflación es
mantener lo más estrictamente posible las condiciones de explotación
del trabajo heredadas de los 90, y los salarios, lo más bajos
posibles. Porque éstos SI, al ser baratos (aunque hay que
competir con... China e India), son un factor de
“competitividad” en el terreno del mercado mundial.
Y es precisamente ahí, entonces, donde aparece la nueva
“varita” mágica de Cristina K: el “pacto social”, un
instrumento que –en las condiciones que venimos describiendo– se
va a utilizar contra los trabajadores desde el comienzo mismo
del 2008. Esto es, para imponer un “disciplinamiento” de
sus reclamos (de la mano de la CGT y el CTA) para que este diferencial
de productividad en el mercado mundial (las condiciones de
esclavitud laboral y los bajos salarios) se mantenga. Claro está
que aquellos sectores de trabajadores que intenten salirse del
“pacto” y los “cuerpos orgánicos” deberán enfrentar
condiciones de luchas aún más duras que las que debieron
afrontar este año. Lo que preanuncia un primer semestre del 2008
eventualmente más movido que el que se vivió este año.
Las luchas siguen y seguirán diciendo presente y se pondrán
Se sigue manifestando la tendencia que se observa desde el
comienzo de 2007. Es decir, el gobierno y las patronales (de la mano
de las direcciones sindicales) se han esforzado por poner límites
a los reclamos y por “normalizar” el conflicto social en el
sentido que los acuerdos se discuten por arriba en paritarias donde se
busca que prime la “responsabilidad” de los dirigentes, y luego se
busca –hacia abajo– “disciplinar” a las bases para que
nadie ose salir a pelear.
Pero al mismo tiempo, si bien no de manera masiva o que
llegue a configurar un ascenso en regla, en todos estos meses no han
faltado luchas emblemáticas: ahí estuvieron las huelgas
docentes de Neuquén y Santa Cruz, o huelgas obreras de gran valor
sintomático, como ha sido el caso de Fate o el atisbo de pelea en
Aluar.
Y el hecho es que, en plena coyuntura electoral, esta
tendencia que viene desde abajo se sigue haciendo sentir: la
explosión del duro conflicto de la pesca en Puerto Deseado (habría
entrado ahora en conciliación obligatoria) y ahora la huelga de los obreros
del pescado en el puerto de Mar del Plata (ver cobertura en esta
edición) ilustran lo que venimos diciendo.
Entre el impulso “disciplinador” que viene desde arriba
y las tendencias a salir a la pelea, incluso por fuera de los
“cuerpos orgánicos”, que viene desde abajo (alimentada por la
inflación creciente y por una mayor confianza en sus propias fuerzas
entre sectores de la clase obrera), se preanuncia que este ciclo de
duras luchas obreras que estamos transitando no sólo va a seguir,
sino que para comienzos del año próximo se va a poner más al rojo
vivo. Al servicio de esto habrá que poner la próxima campaña
electoral de la izquierda clasista.
Nota:
1. Si en los últimos 30 años el capitalismo ha logrado
ganancias degradando las condiciones de vida y trabajo de la clase
obrera mundial, así como por el surgimiento de enormes mercados para
la producción mercantil como China, India y los llamados ex países
“socialistas”, esto no ha impedido el retroceso que viene
sufriendo la principal economía imperialista, sometida a déficits
combinados en materia de comercio exterior, de endeudamiento y fiscal.
Es esta fragilidad de la economía norteamericana la que desvela a
los analistas, y de donde podrían venir los temblores más dramáticos
en la economía mundial, lógicamente con inevitables consecuencias en
Latinoamérica.
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