El
"Pacto Social", de Perón a Cristina K
Una vieja receta para “cocinar” a los trabajadores
Por
Oscar Alba
Socialismo o Barbarie, periódico, 02/08/07
Cristina,
frente a un teatro colmado de empresarios, funcionarios, burócratas y
alcahuetes, llamó a realizar un pacto social. Para este
objetivo, "impulsó un diálogo entre trabajadores y empresarios
para mantener un modelo de acumulación y de inclusión social”.
Esta fórmula de los acuerdos o pactos sociales no es nueva: ya fue
puesta en práctica por el peronismo décadas atrás. Por eso, es
bueno repasar en qué consiste y a quiénes beneficia.
El 19 de julio, en el Teatro Argentino de La Plata, se
proclamó la candidatura presidencial de Cristina Fernández de
Kirchner. La “continuidad” K significa, entre otras cosas,
profundizar el ajuste para los bolsillos de los trabajadores y ampliar
las posibilidades de mayor explotación y ganancias para los
capitalistas en nuestro país. Claro que este gobierno se ha
caracterizado por disfrazar su verdadera política antiobrera bajo
frases y palabras que, supuestamente, dicen lo contrario. Hemos visto
afiches con el rostro de Cristina K y el anuncio de que “el cambio
recién comienza”. Pero este cambio no tiene nada de original.
Fue
el propio Perón quién ideó y puso en marcha en su tercer
gobierno a principios de los 70 un “pacto social” entre patrones,
trabajadores y el Estado. Este pacto fue la columna vertebral de su
plan político para gobernar el país en aquel entonces. El plan se
presentó como el Programa de Reconstrucción y Liberación Nacional,
que en mayo de 1973 presentó el entonces electo presidente de la Nación,
por el peronismo, Héctor J. Cámpora.
El
Pacto Social del General
Ese
Pacto Social se firmó durante el mandato del “Tío” Cámpora en
junio de 1973, y a la llegada de Perón a la Presidencia, en octubre
de ese mismo año, se reafirmó, apoyándose en la inmensa autoridad
política que Perón tenía sobre el movimiento de masas,
fundamentalmente sobre el movimiento obrero.
El
Pacto Social del 73 tuvo entre sus objetivos llevar adelante un plan
de “estabilización” de la economía, haciendo recaer la crisis
sobre las espaldas de los trabajadores. De esta manera se
suspendieron las negociaciones colectivas aunque los patrones no
resignaron seguir usufructuando las variables económicas en su
beneficio. Se congelaron los salarios y la patronal tuvo manos
libres para despedir a trabajadores mientras que una Ley de
Asociaciones Profesionales garantizaba el control de los gremios
por parte de la burocracia sindical.
Del
mismo modo que Cristina F. de Kirchner acaba de convocar a empresarios
y sindicalistas para su acuerdo, Perón pactó con la Confederación
General Económica (CGE), que por entonces nucleaba a las cámaras
patronales, y con la CGTl. Y sentó a la misma mesa a capitalistas
como Julio Bronner o Bunge y Born y a burócratas encabezados por José
Ignacio Rucci, secretario general de la CGT.
La
resistencia y la lucha contra el pacto social pasaron a ser una tarea
central del movimiento obrero. Tanto en el terreno salarial
como en el de las condiciones laborales, a inicios de 1974, distintos
sectores de trabajadores comenzaron a pelear contra este verdadero
pacto de hambre y explotación que sostenía el gobierno de Perón.
En
las primeras semanas de enero estallaron importantes conflictos,
y los trabajadores de la Unión Tranviarios Automotor de Córdoba
asestaron el primer gran golpe al Pacto Social peronista al lograr,
luego de una dura lucha, el 40% de aumento salarial. Esta lucha vino
precedida por otras que se daban en distintos lugares del país. Un
mes antes, en diciembre del 73, los obreros de la fábrica de
fibrocemento Monofort de La Matanza, en el Gran Buenos Aires,
realizaron una huelga dentro de la planta fabril en demanda de mejores
condiciones laborales. Esta lucha fue encabezada por una nueva Comisión
Directiva que no respondía a la burocracia del gremio. En Avellaneda,
los obreros de la aceitera Molinos Río de la Plata, ocuparon la fábrica
y lograron la reincorporación de 51 trabajadores contratados que habían
sido despedidos, en el marco de un reclamo salarial. En Mercedes Benz,
se realizó un cese de tareas y se llamó a una asamblea para discutir
las medidas a tomar ante las malas condiciones de trabajo. En este
caso, los compañeros estaban expuestos a temperaturas mayores a los
40 grados, en lugares cerrados y con una alta contaminación del aire.
Como la patronal hizo oídos sordos al reclamo, los trabajadores
ocuparon la planta. “Esta actitud, así como el hecho de que los
sorprendidos jerárquicos quedaran puertas adentro, hizo pensar mejor
a los alemanes que, a las 11 de la noche, se comprometieron a abrir 46
ventanas, colocar 50 ventiladores y discutir una solución de
fondo”.[1]
En
los meses siguientes, el Pacto Social se fue resquebrajando ante la
oleada de conflictos que cubría el país: huelga por aumentos de
salarios en Propulsora Siderúrgica, lucha de docentes, gráficos y
ferroviarios, trabajadores estatales y bancarios fueron parte de un
vasto movimiento que se enfrentó a esta política del gobierno
peronista.
Pero
la lucha contra el Pacto Social de Perón y los patrones también
fue una pelea tenaz contra la burocracia sindical, que a fuerza de
maniobras y matones buscó frenar a los trabajadores. En este sentido,
los reclamos y medidas de fuerza tuvieron que desbordar a los
“cuerpos orgánicos”, desde los cuales la burocracia sindical
buscaba enchalecar los reclamos obreros.
La
reapertura de las paritarias, a inicios de 1975, termina de abrir las
compuertas de la lucha contra el gobierno, que a la muerte del general
Perón había quedado en manos de su esposa Isabel, y el proceso va a
desembocar a mediados de ese año en el Rodrigazo.
Prepararse
para luchar contra el pacto de Cristina K
La
propuesta de Pacto Social lanzada por la candidata K, por supuesto, ha
sido saludada con beneplácito por los distintos sectores patronales.
Por su parte, los burócratas como Hugo Moyano y compañía ya se han
sentado a dialogar con el gobierno para ver cómo colaboran con la
imposición de un mayor ajuste salarial y “normalización” laboral
para los trabajadores.
Por
nuestra parte, estamos convencidos de que hay que marcar a fuego este
“acuerdo social” que pretenden imponernos, porque lo que se va a
profundizar es la miseria salarial para el movimiento obrero, la
persecución en los lugares de trabajo para quienes se levanten contra
él y mayores garantías para que la patronal nos superexplote y
engorde sus ganancias. De ahí que no podemos confiar ni un minuto en
que Cristina Kirchner y su futuro gobierno vayan a mejorar la situación
de los asalariados. Por el contrario, su llamado al pacto social,
lejos de ser un cambio, no es más que una vieja receta
capitalista, adecuada a las actuales circunstancias. Los
trabajadores debemos prepararnos para una dura pelea antipatronal y
antiburocrática que va mucho más allá de la contienda electoral de
octubre.
1.
Avanzada Socialista Nº 88, enero de 1974.
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