Las razones del Pacto
Social
De
la hiperdesocupación a la inflación generalizada
Socialismo o
Barbarie, periódico, 05/10/07
“Al país se le
terminó el viento de cola, hay que ponerse el cinturón de
seguridad (...). Hay un riesgo grande de recesión en Estados
Unidos y, por lo tanto, bajarán los precios de los metales,
minerales, petróleo y tal vez de los agroalimentos (...). Estados
Unidos ya tiene una dramática desaceleración, Europa se frena y Japón
ya vio un cuatrimestre negativo. La desaceleración es global
(...).Hay que tratar de que el costo total se mantenga bajo control,
luchando contra la inflación y eso significa que la economía
funcione bien. Todo el mundo se pregunta si la inflación se podrá
manejar, cuán vulnerable es el país y cómo seguirá el tipo de
cambio” (Martín Kanenguiser en La Nación, 26-9-07).
Se siguen sumando
signos de cierto deterioro económico. La economía continúa
creciendo y lo seguirá haciendo, pero hay una acumulación creciente
de problemas, y resalta el tan generalizado como negado por el
gobierno aumento de precios. Aunque ya hemos tratado el tema,
volveremos a ensayar una sintética explicación.
Cuando el perro se
muerde la cola
El centro de todo es
cuán sostenibles son las actuales condiciones de “competitividad”
y súper ganancias empresariales de la Argentina K. Partamos de
recordar que la crisis del 2001 hizo estallar el esquema económico de
los 90, el “uno a uno”, cuando la economía estaba organizada modo
tal que todo lo que no fuera “competitivo” (en términos
internacionales), no tenia “viabilidad”; de ahí la ristra de fábricas
cerradas. Mientras tanto, las privatizadas y las empresas de
servicios –apoyándose en que un peso era igual a un dólar y que
imperaba el libre cambio de la moneda–, se llevaban suculentas
ganancias dolarizadas. En estas condiciones, y para mantener lo
salarios bajos en términos dólar, se produjo una ola de destrucción
de empleo y despidos casi sin antecedentes en el país, a la vez que
se impusieron condiciones de esclavitud laboral que siguen
imperando en la mayoría de las industrias.
Esto estalló en
medio de una crisis de hiperdesocupación. La rebelión de
diciembre 2001 mostró amplísimas porciones de la población rebelándose
contra esas intolerables condiciones de vida. La simple medida de la
devaluación de la moneda y el establecimiento del “tres a uno”
(coincidiendo con una coyuntura de alza en la economía mundial)
permitió una reactivación que ya está viviendo su quinto año. Y si
esa devaluación de la moneda no dio lugar a una inmediata escalada de
los precios, ello se debió a se venía de una situación
hiper-recesiva de la economía y de un punto muy bajo en el consumo.
Hoy todo esto ha
cambiado. De la economía de hiperdesocupación hemos pasado a una
de inflación cada vez más generalizada. Aunque Alberto Fernández
pretenda que en el país “no hay inflación” –luego fue
desmentido por Kirchner–, el mecanismo inflacionario de hoy –como
lo fue la deflación ayer– uno de los mecanismos por excelencia
para el mantenimiento de las súper ganancias empresarias.
Sin embargo, esta tan
creciente como negada inflación está trayendo una serie de renovadas
contradicciones. Por un lado, fundamentalmente, porque fatalmente alienta
la lucha reivindicativa: los trabajadores no se van a quedar
sentados viendo como los precios van cada vez más por el ascensor y
los salarios por la escalera, o ni eso.
Por el otro, la
economía inflacionaria actúa de manera tal que mantener el tipo de
cambio en el orden del 3 a 1 está
significando una creciente pérdida de competitividad. Es
decir, los precios están aumentando más rápido que la devaluación
de la moneda. Y a lo anterior se viene a sumar un escenario económico
internacional que muestra signos de deterioro, con peligros ciertos
de recesión en los Estados Unidos.
Así, a lo que se
llega es a un perro mordiéndose la cola. Porque la baja
competitividad de la economía nacional es una dato profundo que
tiene que ver no con algo que puedan resolver estructuralmente superficiales
mecanismos cambiarios como la devaluación de la moneda, sino con
el atraso general de la economía de la Argentina semicolonial,
problema de fondo frente al cual la gestión K no ha dado un solo
paso.
Desbordar a los burócratas
y romper las cadenas del pacto
Es precisamente en
este marco que se inserta el discurso de Cristina K del Pacto Social.
Porque como ya hemos denunciado en estas páginas, si la solución no
puede venir por la vía de una mayor devaluación de la moneda y si se
pretenden garantizar las ganancias empresariales, lo que queda por
hacer –con mayor o menor “gradualismo”–, es ajustar a los
trabajadores. ¿Cómo? Garantizando que sus bajos salarios y
explotadoras condiciones de trabajo sigan siendo “competitivas”.
Para esto, los “aumentos” que se vayan a pactar en el 2008 deberán
quedar por detrás de los aumentos de los precios, y las relaciones
laborales no cambiarán en lo esencial respecto del “modelo” de
esclavitud que viene de los 90. No hay ninguna duda que el rumbo que
han elegido los esposos K, que están consolidando en esta
campaña electoral, pasa por tejer “acuerdos estratégicos”
con los grandes empresarios privados capitalistas nacionales y
extranjeros.
En efecto, uno de los
perfiles centrales de la campaña de Cristina Kirchner es
mostrarse frente a los empresarios como garante de que “no se
va a perder competitividad ni ganancias”. Y que, además, va a haber
una “garantía absoluta para las inversiones”, dando pasos en la
“reinserción del país” en el concierto internacional, retomando
las relaciones con el FMI y encarando las negociaciones para pagarle a
los acreedores europeos (“Club de París”) los 6.000 millones
de dólares que reclaman.
Es al servicio de
estos objetivos que vendría el tan promocionado pacto, del que no hay
mayores detalles. Se puede esperar que esté concebido para durar varios
años (si los acuerdos de abril-mayo ya fueron devorados por la
inflación ¿cómo sería la cosa en un acuerdo a varios años?). Y
tanto la CGT –ya se están peleando a su interior por quién se va
sacar la foto– como la CTA van a mostrar su eterna “disposición”
a ser –junto al gobierno y empresarios– los firmantes del pacto
que buscará intentar encadenar a los trabajadores a condiciones de
miseria salarial y esclavitud laboral. Hay que prepararse para
desbordar estos dirigentes y romper estas cadenas.
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