Elecciones del 28/10
Cristina, la foto y la película
Editorial de Socialismo o
Barbarie, periódico, 01/11/07
Un periodista del diario Clarín
titulaba así su artículo de balance de las elecciones, dando una
acertada pista de cómo interpretarlas. Porque,
efectivamente, respecto de las elecciones del domingo pasado, se
impone diferenciar entre dos planos del análisis. Por un lado, la imagen
estática que nos devuelve el crudo resultado de los votos (es
decir, la foto); y, por otra parte, la puesta en un contexto
dinámico (la película) de ese resultado en lo que hace a los
posibles desarrollos políticos del próximo período. Esto debe
servir también a todos los luchadores para dimensionar en su justa
medida el triunfo electoral de los K.
Victoria política indiscutible
pero con límites
Lo primero que hay que decir es que el resultado
electoral ha ocurrido dentro de los parámetros esperables: una amplia
porción de los trabajadores y de los sectores populares entregaron un
“voto balance”. Es decir, lo que se “premió” con el
voto, es la comparación de la situación actual de recuperación
económica respecto del momento más grave de la catástrofe
vivida durante la crisis del 2001. En la comparación de estas dos
“fotografías”, el que se vio beneficiado ha sido, evidentemente,
el gobierno K. El triunfo de Cristina es directamente tributario de
esto y significa una victoria política para el oficialismo.
En ese marco, de lo que se ha tratado el voto a
Cristina K, es de un voto “conservador”, donde peso la mirada
hacia atrás. Pero el día después, en el momento mismo de
escribir estas líneas, lo que ya está empezando a tallar en la
cabeza de los trabajadores, son los problemas actuales. Es
decir, la carestía de la vida; la importante ola de despidos
que se está viviendo luego de la caída de la doble indemnización;
el hartazgo por las continuadas y pésimas condiciones de transporte,
salud y educación; incluso luchas de importancia contra la miseria
salarial como las de una amplia mayoría de los docentes en la
provincia de Buenos Aires o en una serie de fábricas contra los
despidos.
Es decir, la votación entregada a Cristina K el
domingo pasado, tiene elementos de una “foto gastada”: no ha
sido mayormente un voto “prospectivo” (hacia adelante); menos aún
se ha otorgado un “cheque en blanco”: se ha votado mirando
para atrás, cuando a partir de hoy ya están tallando los problemas
de una actualidad que se revelará casi seguramente menos
“generosa” con los K.
En síntesis: se trata de un claro triunfo político-electoral
de los esposos K, que no puede ser subestimado; pero que difícilmente
abra un largo “período de gracia”. Porque Cristina K se verá
enfrentada –casi inevitablemente– a
una larga serie de problemas y decisiones que se han venido
postergando y que van a exigir respuesta desde el primer minuto
de su gestión.
Una importante votación que no llega a configurar
una mayoría
En el resultado electoral de Cristina K hay un
segundo elemento a tomar en consideración. Con ser su votación de
gran importancia (arañó el 45%, cifra nada despreciable), de ninguna
manera le alcanza para configurar una elección “histórica”.
En la TV, la propia Cristina destacó que el resultado fue la “mayor
diferencia en votos entre un triunfador y sus oponentes desde el
advenimiento de la “democracia” (Carrió alcanzó el 23% y Lavagna
el 17%). Esto es así y va a tener una
importancia no menor a la hora de intentar volcar este
caudal contra las luchas obreras, populares y estudiantiles.
Pero no casualmente, lo que olvidó decir Cristina K
es que al mismo tiempo (dejando de lado la situación excepcional por
la cual Néstor Kirchner asumió la presidencia con un mero 22%), sus
guarismos han quedado por debajo de los obtenidos -en sus
mejores momentos- por Alfonsín, Menem y De la Rúa.
Las elecciones del 28 han vuelto a ratificar un
proceso que se venía observando en las elecciones provinciales o
locales a lo largo del último año: el oficialismo K ha perdido
una parte considerable del voto en las grandes ciudades. Una
amplia masa de las llamadas “clases medias” (sectores sociales que
se han beneficiado por la recuperación económica y que se han venido
desplazando hacia un centro político bastante conservador), pero
también de trabajadores de “cuello blanco” como los docentes, e
incluso algunos de “mameluco azul”, se inclinaron por el voto a
Carrió y en menor medida a Lavagna. De ahí el fenómeno que se vio
en las ciudades los últimos días antes del 28, de que “nadie
votaba a Cristina”...
En el voto “opositor” de las clases medias, lo
que incidió fue sobre todo la prédica de la oposición patronal
alrededor de la “concentración de poderes” del gobierno K,
característica de los regímenes capitalistas en una situación de
“anormalidad”. La oposición burguesa reclama el clásico juego de
la alternancia “oficialismo” y “oposición” en el régimen
político, que permitiría una mayor legitimación de esta
falsa democracia de los ricos.
Pero a pesar de esta diferencia de matices entre el
oficialismo y la oposición en cuanto a los métodos, a la hora de la
“normalización” de la vida política del país, de poner trabas y
dar palos a las luchas, de “hacer más competitiva a la
Argentina”, es decir de ajustar y “encuadrar” a los
trabajadores, existe un
amplio acuerdo burgués que seguramente
pesará contra las luchas obreras.
Avanza la normalización política,
pero sin giro a la derecha ni cambio en la relación de fuerzas
Precisamente, gran parte de la foto de estas
elecciones es el importante paso adelante en el retorno a
circunstancias de “normalidad” en la dominación burguesa
luego de la enorme crisis de autoridad y legitimidad que se vivió con
el “Que se vayan todos” de diciembre 2001. Y a pesar también de
todos los elementos atenuantes de esta realidad (que trataremos más
abajo), es un hecho que en medio de un clima de frialdad y apatía
política, el número de votantes fue más o menos el habitual
(alcanzó cerca del 70% del padrón), expresando que la mayoría de
la población sigue considerando el mecanismo del voto (aun degradado
y casi vaciado de contenido) como el instrumento para ratificar y/o
cambiar los gobernantes.
Parte de esta relativa normalización, es
también un logro importante de la clase capitalista: el hecho de que
–aun con todas sus debilidades estructurales– se vean en el
horizonte las posibilidades de una alternancia burguesa. Es
decir, figuras políticas (básicamente Carrió y Macri) que aparecen
como opositoras y que ante un previsible desgaste del oficialismo podrían
postularse “naturalmente” para sucederlo.
Esto tiene su importancia, porque hace a la recreación
del tramposo mecanismo en la democracia burguesa, por el cual, cuando
deja de gustar determinado candidato, fuerza o coalición patronal, simplemente
se vota a otra. Respecto de la aguda crisis del 2001, este es,
evidentemente, uno de los logros más importantes del régimen político
de la “democracia” en los últimos años, logro que no puede ser
desestimado.
Pero al mismo tiempo y con la misma fuerza, hay que
decir que las elecciones han venido a saldar algunas
discusiones que vienen de arrastre en la izquierda. Por un lado, está
el ya señalado progreso en la estabilización burguesa de la vida política
del país. Pero tan o más importante que esto, es que la sociedad se
ha manifestado electoralmente en el “centro” político; es decir,
no ha habido el tan mentado giro a la derecha.
Ahí nomás está la pobre votación de los candidatos
crudamente derechistas: Sobisch, Pati o Blumberg, o incluso López
Murphy. La fuerte caída electoral del PRO de Macri en la Capital debe
ser interpretada en este sentido, y lo hará asumir debilitado
en su gestión en la Capital Federal.
Claro está que no se puede
olvidar el perfil conservador de Scioli o De Narváez, con importante
elección en la provincia de Buenos Aires; pero estos no escapan a un
juego electoral que viene oscilando entre la centro-izquierda y la
centro-derecha.
Conectado con lo anterior, hay otro problema más de
fondo. Debemos prepararnos para una dura ofensiva sobre el salario y
sobre la vanguardia luchadora, y pelea contra los despidos; pero también
hay que subrayar que el propio resultado electoral no alcanza para
resolver –por sí solo– las relaciones de fuerzas entre las
clases. Si bien Cristina K ganó holgadamente, no ha alcanzado a ser un
triunfo abrumador como quieren pintar ahora los medios; mucho
menos significa que la burguesía haya logrado poner en pie un
“Nuevo Movimiento Histórico” (como el peronismo de los orígenes)
que sirva para recrear la política patronal. Porque Cristina K
perdió en prácticamente todas las grandes ciudades; porque hay una
oposición burguesa fragmentada, pero que va a dificultar la hegemonía
política del oficialismo. Y, fundamentalmente, porque de ninguna
manera hay derrota en la clase obrera sino lo contrario:
un
lento pero sostenido proceso de renovación generacional y de
progresiva acumulación de fuerzas, experiencia y organización.
El vaciamiento democrático de la “democracia”
Como venimos señalando, del 2001 a esta parte el régimen
de la democracia patronal se ha venido recomponiendo. Esto es
categórico y no puede ser desconocido. Pero con ser esto así,
no deja de tener inmensos claroscuros. Es que se vive un enorme
vaciamiento democrático de la propia democracia, lo que
amenaza con hacerle perder –nuevamente- la poca legitimidad
recuperada. Nos explicamos.
Por un lado, no hay cómo
desconocer que viene funcionando una tendencia hacia la estabilización
política: el elenco gubernamental burgués al que le tocó sacar al
país de la crisis del 2001, acaba de ser ratificado mediante la
elección de Cristina K (en verdad, el trabajo lo inició el tandem
Duhalde-Lavagna). Y no sólo esto: el mecanismo del voto sigue ahí
como (supuesto) instrumento para dirimir el poder en el país. Además,
está lo ya señalado: que los capitalistas han logrado poner en pie
esbozos de alternativas burguesas como Elisa Carrió y Mauricio Macri
para disputar en una próxima elección el inevitable desgaste de los
esposos K.
Sin embargo, este proceso de recomposición de ninguna
manera ha terminado. Un potencial elemento de nueva deslegitimación
y debilidad es la creciente tendencia al vaciamiento de los
mecanismos formalmente democráticos de la democracia, y a los fraudes
en pequeña escala. Por ejemplo, lo ocurrido el domingo pasado en
tantos lugares de votación (no olvidar Córdoba un mes atrás) que se
transformaron en “tierra de nadie”, y el masivo robo de boletas
no oficialistas.
Se supone que las reglas de juego de la
democracia burguesa es que cada ciudadano tiene la “libertad” de
elegir entre la oferta electoral. Mas allá del “detalle” de que
algunos (los candidatos patronales) puedan hacer campañas millonarias
y otros, como la izquierda, no tengan nada, formalmente todo el mundo
debería poder encontrar la boleta que quiera en el cuarto oscuro.
¿Pero qué pasa cuando ni siquiera la boleta se
encuentra en el lugar de votación? Pasa lo del 28/10, cuando, sobre
todo en el gran Buenos Aires, se vivió un salto en el avasallamiento
por parte del aparato político del PJ de las elementales reglas
de juego de su propia democracia patronal. Porque el robo descarado de
boletas, el “copamiento” de colegios enteros por los punteros, fue
la marca registrada de muchos distritos transformados en “tierra
de nadie”, con la novedad de que un importante sector de los
votantes lo vio y lo repudió abiertamente.
Está claro que este fenómeno de ninguna manera se
inclina automáticamente hacia la izquierda; las más de las veces
ocurre lo contrario. Pero sí podría ocurrir en oportunidad de una
nueva circunstancia de rebelión popular. De ahí que
connotados analistas políticos manifiesten su preocupación por
estos problemas que ponen claros límites a la relegitimación
del régimen de dominación.
Esto tiene aun otro problema. Nunca como en estas
elecciones el clima fue tan de “freezer”. Salvo en los últimos
dos o tres días, estas elecciones presidenciales estuvieron
totalmente ausentes de la “agenda” de la población. Se
vivió un clima de “desafectacion” política: para amplias
mayorías, la política, otra vez, apareció como algo completamente “extraño”
a sus vidas y necesidades cotidianas.
Parte de esto mismo es la crisis de los partidos
patronales. Estos también viven un proceso de agudo vaciamiento.
Incluso en el caso del propio PJ, que se conserva como la estructura
política más fuerte del país: el “partido del orden”. En
estas condiciones, en vez de haber partidos, hay más bien
“armazones” meramente electorales detrás de jefes-candidatos
“carismáticos” (caso de la Coalición Cívica o del PRO).
Este elemento, que en estas elecciones ha jugado un
papel negativo, “reaccionario”, conservador, de relación pasiva
de las mayorías populares con la política, podría –en la
eventualidad de una crisis general– tener su reverso como en el 2001
con el “que se vayan todos”; es decir, como enorme debilidad en
materia de contención y mediación de los reclamos populares.
En síntesis: se trata de un régimen político que
tiene sus raíces “podridas”, aunque hoy esto se manifieste
en la pasividad de las mayorías y en la
grave falta de un giro a
la izquierda y a la independencia política por parte de los
trabajadores.
Prepararse para romper las
cadenas del pacto social, desbordar a la burocracia y poner en pie un
Movimiento Político de Trabajadores
Lo que ha sido muy útil para el
triunfo de Cristina K, el presentarse como continuidad del
“exitoso” gobierno de Néstor K, contiene, pasada la elección,
una importante contradicción: la probable falta de “luna de
miel” o “período de gracia”, el típico “hay que darle
tiempo” de los primeros 100 días de un nuevo gobierno. Lo más
probable es que Cristina K vaya a ser puesta prueba desde el primer
día de su gestión.
Como hemos venido señalando desde estas mismas páginas,
se han venido acumulando una serie de problemas que requieren urgente
solución. Y muchas de las “soluciones” que se están
esbozando, de ninguna manera van a ser “simpáticas” para los
sectores obreros y populares.
Por ejemplo: en el primer reportaje concedido a un
medio escrito (a Joaquín Morales Sola del diario La Nación) Cristina
ha vuelto a insistir en que la inflación ha sido un tema
“inflado” por la campaña electoral y que “solo rondaría el 7
al 10%”... Pero está claro que es una maniobra de preparación
del terreno para, Pacto Social mediante, “achatar” los reclamos
salariales que se vienen cuando la inflación real (no la de Cristina)
ya se ha devorado con creces los aumentos del 2007.
Junto con lo anterior, en ese reportaje Cristina K ha
manifestado que “su modelo de país es Alemania”... Pero la
Argentina no tiene –ni por las tapas– el desarrollo tecnológico
ni la competitividad de ese país, que es una de las principales
potencias imperialistas: está claro que la “competitividad” que
se busca para la Argentina tendrá un fuerte punto de apoyo en mantener
a rajatabla los bajos salarios y las condiciones de esclavitud laboral.
De ahí la importancia para gobierno y empresarios
del pacto social antiobrero que se viene. Pacto que seguramente sé
verá desafiado aquí y allá por las luchas obreras, que se verán
obligadas a desafiar y desbordar a los burócratas sindicales
de la CGT y la CTA configurando un escenario de duras
confrontaciones.
Sin ir más lejos, ya mismo estamos teniendo un “anticipo”
de lo que se viene. Desde muchos lugares de trabajo las patronales
se han largado a despedir masivamente. Estaban esperando a la
caída de la doble indemnización para hacerlo y ni siquiera esperaron
al 28. Este ha sido el caso de Alcoyana, donde, lamentablemente, los
trabajadores han sufrido una dura derrota, quedando en la calle
casi 150 compañeros. O Mafisa (aunque allí la pelea está abierta),
donde días atrás han sido despedidos 50 compañeros. Pero esto se
repite en innumerables lugares. La
lucha contra los despidos es hoy la número uno en el terreno de la
pelea de los trabajadores.
Recordemos además que hay un conflicto latente y
pendiente en el subterráneo; que hay una renovada ofensiva para
avanzar sobre Zanon; que la gendarmería sigue dentro del Hospital
Francés, etc.
El triunfo electoral del gobierno y el amplio
consenso burgués alrededor de avanzar en la “institucionalización”
del país van a ser utilizados contra las luchas obreras y la
vanguardia. Los luchadores obreros y la izquierda independiente,
tienen que estar preparados.
Pero lo anterior debe combinarse con una enorme tarea
que está pendiente. La elección en general y la de la izquierda en
particular (que tratamos en artículo aparte) indican que sigue sin
ser resuelto el desafío de que amplios sectores de trabajadores den
pasos hacia su independencia política como clase, a intervenir en
los “asuntos generales” y comprometerse con sus propias banderas.
Para esto se debe resolver una contradicción histórica
de la clase obrera argentina: su enorme combatividad y tradición
de organización sindical, combinadas con un también enorme atraso
político. La izquierda revolucionaria, que ha venido sumando un
creciente peso en las luchas y conquistado representaciones sindicales
arrancándoselas a la burocracia; la izquierda socialista que ha
tenido una votación minoritaria, de vanguardia, pero no inexistente, debe
comprometerse con la puesta en pie de un gran Movimiento Político de
los Trabajadores que ayude a dar este paso histórico a nuestra clase.
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