Los movimientos de
trabajadores desocupados y su problemática
El FTC: una experiencia que
busca ser distinta
Por Roberto Sáenz
(Socialismo o Barbarie –revista–, marzo
de 2003)
Se trata de una experiencia
riquísima, probablemente una de las más dinámicas -en esta coyuntura-
de los movimientos de trabajadores desocupados. Sin embargo hay que ser
conscientes que cuando se trata de una organización "de masas"
que agrupa a miles de compañeros, como es el caso del FTC (Frente de
Trabajadores Desocupados), las presiones
y situaciones contradictorias son inmensas.
Hay que partir de la
definición de qué es el FTC para ir desde allí a los problemas de su
orientación. ¿Adónde quiere llegar el FTC? ¿Qué batallas políticas
están planteadas en su seno? La respuesta a estas cuestiones es
doblemente importante. Es que estamos transitando un momento del
argentinazo en que la burguesía está haciendo el intento de aislar
a los movimientos piqueteros del resto de la clase trabajadora. Y,
lamentablemente, la orientación de la mayoría de las direcciones de
estos movimientos le está haciendo el juego a esa tentativa. Por el
contrario, hoy de lo que se trata perentoriamente es de ir a un escalón
superior tanto reivindicativo como político, que efectivice la unidad
de clase de los desocupados con los trabajadores ocupados, Y, desde
esa unidad, dirigirse al resto de la sociedad explotada y oprimida.
¿Qué es el FTC?
Debemos partir de
interrogarnos acerca de la experiencia que se está transitando y de qué
tipo de organización se está construyendo. Ésta no es una cuestión
menor y hasta ahora desde ninguna de las corrientes del movimiento de
trabajadores desocupados se ha trabajado para responderla, ya que en
su mayoría soslayan o esconden la cuestión. Lo que no ocurre solamente
en el ámbito de trabajadores desocupados, sino que igual sayo le cabe a
las experiencias de ocupaciones de fábricas y otras.
Creemos que la definición
más precisa debe tener en cuenta "dos caras": desde el punto
de vista político y desde el punto de vista reivindicativo. Dos caras
que no son sólo complementarias, sino también contradictorias.
Desde el punto de vista
"político" el FTC es un movimiento de trabajadores desocupados
de lucha, en la medida que la pelea es el medio de acción principal
para obtener sus reivindicaciones. Esto no está de más decirlo
porque hay organizaciones que tienen otros medios principales para obtener
sus cosas: las negociaciones permanentes con la patronal (el caso de las
viejas burocracias), el ámbito parlamentario, el ámbito directamente de
subordinación institucional a la negociación con el Estado (los consejos
consultivos de la CCC y CTA, las ONGs), etc.
Esa experiencia de lucha,
común a la mayoría de los movimientos, es riquísima: es un aporte al
conjunto del movimiento de los trabajadores el que un sector de ellos se
plante y haya desarrollado un aprendizaje y una experiencia de pelea de
enorme importancia ante el eventual desarrollo de una mayor polarización
de la lucha de clases. De más está remarcar la importancia que tiene
para cualquier organización de la izquierda el ser parte y aprender de
esta experiencia de lucha militante.
Al mismo tiempo, es un
movimiento "reivindicativo" en la medida en que agrupa a sus
integrantes -por lo menos de manera inicial- alrededor de un ámbito donde
poder satisfacer sus necesidades más inmediatas: responder al problema
del hambre que amenaza a millones de trabajadores.
Sin embargo, el carácter
de lucha o combativo no agota y no podría agotar el carácter del FTC.
Es al mismo tiempo que esto un movimiento político o tiende a serlo:
el FTC adquiere elementos de un programa que van mucho más allá
de lo reivindicativo y de la mera lucha. Se define como anticapitalista:
esto es, apunta a un cambio radical de la sociedad, y esto solo se
puede hacer mediante la lucha política. Por ejemplo, participa de
movilizaciones que no tienen objetivos reivindicativos inmediatos, sino
directamente políticos.
Sin embargo, en su
construcción efectiva, el FTC es todavía más reivindicativo-político
que político-reivindicativo, que es lo que está planteado lograr. No
es una diferencia menor: es necesaria una "tensión", un
"inclinar la vara" para que se transforme verdaderamente (sin
perder su carácter reivindicativo de lucha) en un movimiento político
revolucionario.
Una
"cooperativa" de reparto y micro producción
Al mismo tiempo, el FTC
tienen necesariamente otra cara, dadas las constricciones a
las que está sometida: es también una "cooperativa de distribución"
de lo obtenido mediante la lucha. Y de producción en pequeña escala de
micro emprendimientos.
Esta cara hace a las limitaciones
materiales del movimiento. Porque, lamentablemente, los trabajadores
sin trabajo y sin fuerzas productivas considerables en sus manos están
desposeídos de la palanca esencial para la transformación social.
Esta
"cooperativa" de distribución y pequeña producción que es el
FTC, para nosotros –a diferencia de la Aníbal Verón o el MTL- no es
una virtud: es producto de la necesidad. Lo que hay de virtud acá
es el hecho riquísimo de la reconstrucción de los vínculos solidarios,
de la jerarquización de la mujer, etc. Pero esta construcción de
"solidaridades" no debe confundir. En lo que atañe al debate
estratégico en la vanguardia hoy, el FTC no puede estar por la utopía
reaccionaria de la construcción de relaciones sociales
"paralelas", de "economías alternativas" que se
piense que puedan significar bases materiales para la emancipación de los
trabajadores, mientras se deja las principales palancas de las fuerzas
productivas en manos de los capitalistas.
Esta realidad del FTC lleva
directamente a otra cuestión: en el marco de las constricciones señaladas,
¿cuáles pueden ser los mejores criterios para repartir lo poco que se
obtiene con la lucha?
Como decíamos, esta cuestión
es una de las más soslayadas en el debate de la izquierda y los
movimientos. En general, nadie da cuenta de las contradicciones que
atraviesan las experiencias que estamos recorriendo bajo la presión de la
aguda necesidad: la "distribución de la miseria" en el caso
de los movimientos de trabajadores desocupados, el inevitable
"imperio de la ley del valor" en el caso de las ocupaciones de fábrica.
La resultante del soslayar estos problemas se "resuelve",
muchas veces, por la vía de criterios burocráticos y de aparato.
Para esta discusión
tenemos algunos parámetros en nuestra tradición. Desde otro lugar y
enfrentando otros problemas, Karl Marx dejó criterios en lo que hace a
esta discusión, y en las experiencias de la Revolución Rusa o la de España,
se tendieron a plantear problemas similares.
Porque en la cuestión del
desarrollo de una perspectiva de transformación social y de otras
practicas de los movimientos de trabajadores, estuvo siempre presente el
problema de la presión de la necesidad y de los problemas que sobre
esta base se dan de "lucha de todos contra todos", de
"vuelta al viejo caos", cuando incluso en el caso de un
gobierno de los trabajadores no le quede más remedio que dedicarse a
administrar la miseria.
La "cooperativa"
que es el FTC en su práctica cotidiana lo que logra es colocar a una
escala superior la inevitable "pelea de todos contra todos".
La saca del compañero individual, pero la lleva al nivel de la relación
entre asamblea y asamblea.
Difícilmente podría ser
de otra manera, en las condiciones de un movimiento que -hasta ahora- no
ha logrado obtener mas que planes Trabajar, alimentos y ha puesto en
marcha una serie de huertas y comedores populares. Por esto mismo se debe
aspirar a más: a puestos de trabajo genuinos
Los criterios en
relación al reparto de lo obtenido han marcado de hecho los distintos
periodos por los que ha pasado el FTC. Un primer momento, más "político",
casi sin planes ni bolsas ni nada para repartir. Y un segundo momento de
"masificación", muy progresivo pero que –al mismo tiempo-
introdujo profundas contradicciones. La masificación del FTC le ha
dado una fuerza que no tenía, una potencialidad que le permite comenzar a
pelear por una correcta orientación de "unidad de clase" entre
los trabajadores.
Pero al mismo tiempo, se
incorporan elementos ideológicos "luchistas",
"piqueteros", en cierta manera despolitizantes y no de clase, no
solidarios. Criterios que se resumen en algo así como "el que no se
moviliza no come".
El éxito de la masificación
incorpora el peligro de seguir creciendo por la "vía regia" de
los planes, lo que multiplica problemas como producto inevitable de las
tensiones acumuladas, de las sordas peleas apolíticas por el reparto. Esta
distorsión "luchista" del movimiento puede dar lugar al
desarrollo de los peores rasgos del mismo: a cierto "clientelismo
burocrático" donde el compañero no participa de lucha o de la
movilización con una cuota incrementada de conciencia en su cabeza,
sino simplemente forzado por las circunstancias. Estos es un grave
error que tiende a educar en un sentido equivocado a los compañeros.
Por último, hay un tercer
período en el que se está entrando ahora: el del giro en la orientación
del FTC, transformado ya "en un movimiento de masas" y buscando
realmente aportar a un salto en calidad en el argentinazo, elevándose
realmente a la, durísima lucha política por "trabajo genuino",
por lograr progresos en la unidad de clase y por funcionar con un criterio
más político, más de clase, menos "piquetero" en su
actividad, que ponga a los trabajadores en mejores condiciones para poder
apropiarse de las fuerzas productivas del trabajo social.
Pequeña propiedad vs.
expropiación de los principales medios de producción
Hemos mencionado los
problemas de la orientación "luchista". Nos interesa ahora
polemizar con las orientaciones que embellecen la puesta en marcha de
micro emprendimientos.
Somos críticos de aquellos
que promueven la pequeña propiedad como salida frente a la crisis
del capitalismo. En muchos casos los movimientos desarrollan panaderías,
huertas, confección de calzado, etc., pero creemos que esto debe ser
visto como producto de la necesidad., que no debe ser transformado
en estrategia
La "Aníbal Verón"
es la que más consecuentemente ha teorizado esta posición. Pero
esto se hace extensivo a los "emprendimientos productivos" que
defiende el MTL, o a la aspiración de Luis Zamora de llenar el país de
"pequeños productores" (1).
Tomamos la cita de un
debate entre miembros del MTD y el intelectual británico John Holloway:
"Hay un debate muy grande (...) una de las cuestiones que más
discutimos es lo que llaman ‘trabajo genuino’. Así le llaman a las
posibilidades que se han abierto a partir de que el gobernador de la
provincia (Neuquén) ha hecho acuerdos con las petroleras para que
incorporen algunos nuevos puestos. La propuesta de estos movimientos es la
reconstrucción de los sindicatos, la apertura de nuevas fuentes de
trabajo, la inversión en obras publicas. Nosotros lo que planteamos es
que se trata de tener ‘trabajo digno’, y esto es incompatible con la
explotación, con el sometimiento del trabajo al patrón, con el robo que
esto implica, con el control de los horarios. Es un debate muy rico que
está abierto. Y que nos ha hecho a nosotros avanzar en la idea del
‘trabajo autónomo’, es decir, el de quienes nos decidimos a trabajar
por nuestra propia cuenta" (2).
El FTC debe plantear una
estrategia opuesta: la perspectiva del trabajo productivo genuino, la
perspectiva de la propiedad social de los grandes medios de producción,
expropiándoselos al capitalismo. Porque lo que propone el compañero
del MTD (bajo el eufemismo de trabajo "digno") significa aceptar
un paso atrás, un retroceso en relación a las relaciones sociales
y al desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo. Se necesita lo
contrario: dar un paso adelante, construir nuevas relaciones
sociales sin explotación y opresión mediante la apropiación -por
parte de la clase trabajadora unificada- de las principales fuerzas
productivas del trabajo social, y mediante el desarrollo de tales fuerzas
productivas.
Y esto pasa por entender
que no hay "trabajo digno" que valga por fuera de la expropiación
de las principales fuerzas productivas. "Trabajo genuino" es
verdadero trabajo productivo que apunte a desarrollar estas mismas
fuerzas, y no aceptar la producción de zapatillas de manera
"improductiva", "autoexplotándonos" en pequeños
talleres, mientras les dejamos a los grandes burgueses la explotación
del trabajo productivo en las grandes fábricas.
Con el agravante de que se
crea una nueva separación y aislamiento entre los trabajadores
"dignos", que se han "elevado" a esa comprensión, y
todo el resto de la clase trabajadora, que no está en condiciones de
renunciar al "indigno" trabajo asalariado en las empresas
capitalistas.
La práctica del
movimiento como base material para su politización
Un "movimiento de
masas" no tiene las mismas leyes de politización que un
partido de propaganda o de vanguardia. Sus leyes son otras: incluye
elementos como los pañuelos, cierta simbología, las banderas, los
cantitos y sobre todo su práctica cotidiana: esto es lo que sienta
las bases materiales de la politización. La politización que se produce
al calor de una practica limitada es entonces también limitada. No
se puede politizar sólo con cursos a un movimiento de masas (aunque,
obviamente, éstos son fundamentales): nunca se podrá llegar a todos. Y
sobre todo no se puede politizar a un movimiento –menos en su sentido
clasista y anticapitalista como se pretende en relación al FTC- sobre la
base estrecha y no de clase de la pelea sólo por los planes Trabajar, por
la bolsa de comida y por el reclamo al Estado.
En este sentido, el giro
efectivo hacia la pelea por trabajo genuino, hacia el diálogo con los
trabajadores ocupados y la unidad de clase, hacia proyectarse políticamente
hacia el resto de la sociedad, el desarrollo de una actividad cotidiana en
este sentido, es la condición material que sienta las únicas bases
posibles para dar un paso adelante en la efectiva politización del
movimiento.
En esto podemos seguir un
análisis de León Trotsky que, aunque referido a un tema diferente, sirve
para el problema que estamos señalando: la importancia de determinadas
en el desarrollo ulterior de la conciencia social y política, cuando se
trata de un movimiento de masas.
"La ceremonia
religiosa esclaviza a todos los trabajadores, incluso de poca o ninguna
creencia religiosa, en tres grandes momentos de la vida del hombre:
nacimiento, enlace y muerte (...) ¿Cómo podemos combatirlos? La
superstición (...) debe, por supuesto, ser atacada por medio de una crítica
racional y una actitud realista y atea frente a la naturaleza y sus
fuerzas. Pero la cuestión de una propaganda científica y critica no
agota el problema (...) Los argumentos sólo funcionan a nivel del
pensamiento. Las ceremonias espectaculares, en cambio, actúan sobre los
sentidos y la imaginación (...) De ahí que en los círculos comunistas
haya surgido la necesidad de reemplazar las viejas prácticas por nuevas
formas, por nuevos símbolos(...) la creación de nuevas formas de
vida" (3).
Un giro en la orientación
del FTC
Las condiciones objetivas y
subjetivas están maduras para dar un giro en la orientación del
FTC. La pelea por las bolsas de comida y los planes no puede ser más
la actividad central de los movimientos de trabajadores desocupados. Por
esta perspectiva van a un estallido. sería quedarse por detrás de las
necesidades y de las posibilidades. Porque hay un cambio real en la
economía: como producto de la devaluación, la acumulación del capital
se tiende a organizar de una manera distinta y esto hace que haya
cierta reapertura de fuentes de trabajo. Esto no quiere decir que
vayamos a una recuperación global de la economía, pero es un hecho el
restablecimiento de algunas ramas de la producción. Hay ofertas de
trabajo concretas. Esto es lo que el FTC debe aprovechar para levantar
la puntería en sus reivindicaciones, para dar pasos efectivos en
concretar elementos de unidad de clase.
El FTC debe tomar
cotidianamente en sus manos la lucha por trabajo genuino: debe abrir un
sendero en este terreno. Esto es lo que se necesita para
responder -en esta coyuntura- a los crecientes ataques de la burguesía a
los movimientos: con unidad de clase y no con vanguardismo, como hacen
otras organizaciones del resto del Bloque Piquetero. Pero también por una
necesidad estratégica: la necesidad de la unidad de la clase
trabajadora argentina, la necesidad de llevar el fermento revolucionario y
de lucha de los movimientos hacia los ocupados para lograr una síntesis
superior, de unificación de toda la clase trabajadora.
Porque las consecuencias de
la división entre trabajadores ocupados y desocupados tiene graves
antecedentes históricos. La revolución de 1848 en Francia fue derrotada
porque esta unidad de clase no se logró, y porque las corrientes
de izquierda de aquella época no vieron la necesidad de esta unidad.
Sobre esa experiencia decía
Arthur Rosenberg: "Así como la unidad de los obreros y los
campesinos no es evidente y automática por sí misma, sino que debe
ponerse en práctica, por el contrario, a través de una laboriosa unidad
política, así la armonía entre los obreros de la ciudad no es tampoco
una realidad natural garantizada de una buena vez. Cuando crece la
desocupación, se produce una divergencia de consenso y de intereses entre
los obreros de las fábricas y los que están fuera de ellas. El partido
socialista democrático francés tenía una unión seria con los obreros
de las industrias, a causa de las actividades de Louis Blanc, pero dejó
escapar a los desocupados; ¡y realmente la democracia socialista oficial
no tuvo la culpa de que los obreros de las fábricas nacionales libraran,
después, la batalla de junio contra el capitalismo!" (4). Esto es, por
falta de unidad de clase, los trabajadores desocupados libraron solos la
batalla revolucionaria de junio del ’48 en París...y fueron aplastados.
Movimiento y partidos
Desde el punto de vista de
los partidos, el FTC también contiene un cierto frente único de
corrientes políticas revolucionarias o de cuadros de determinadas
corrientes políticas.
La relación entre el FTC y
estos partidos es compleja, pero no tan conflictiva como parecería a
primera vista. A diferencia de otras experiencias (como el Polo Obrero, y
ni que hablar del Movimiento Teresa Vive) el FTC nació realmente desde
abajo y no desde arriba. Esto quiere decir que en este caso no es una
"colateral" (de las que no estamos -en general- en contra) ni
una construcción de aparato, sino que se trata de una organización
independiente genuina que tiene, en gran medida, su propia dirección y
sus propios organismos.
Sin embargo, al mismo
tiempo, se halla en estrecha relación con los partidos o corrientes políticas
que actúan en su seno, y que –a nuestro entender- para el FTC esta
relación es de "vida o muerte" para su propio desarrollo.
Esto desde dos ángulos: los partidos o grupos políticos militamos e
influenciamos desde el interior del FTC. Y también –en cierto modo-
desde su dirección. Esto es: militamos, dirigimos e influenciamos
tratando de contrapesar las tendencias más despolitizantes en la
construcción del FTC. Esto hace que la relación entre el FTC y sus
corrientes políticas sea muy estrecha.
Esta construcción nos
parece, en relación a las "populistas" y las "aparatistas",
más sana, más "socialista". Las populistas están
caracterizadas por la demagogia anti partido y por la estrechez a de sus
perspectivas. La construcción de aparatos no puede zafar del mecanismo
anti socialista de que el compañero entra al Polo Obrero o al Teresa
Vive y no sabe que en realidad está entrando "sin
conciencia" alguna al PO o al MST.
Esta articulación del FTC
y los partidos es –entonces- una expresión creativa y original del
argentinazo y un humilde aporte a la experiencia y teoría de los
problemas de organización de los trabajadores.
Notas
(1) Como es sabido, la
discusión acerca de la propiedad privada, las cooperativas y la
expropiación de los medios de producción en su conjunto, ha jalonado la
historia del movimiento obrero desde sus inicios. Parte de este debate ha
sido la polémica de Marx con Proudhon, lo mismo que las discusiones que
jalonaron los congresos de la 1° Internacional.
(2) "La hipótesis
891". MTD de Solano y Colectivo Situaciones. Ediciones de Mano en
Mano, 2002, p. 247.
(3) León Trotsky,
"Problemas de la vida cotidiana", p. 48.
(4) Arthur Rosenberg,
"Democracia y Socialismo", Cuadernos de Pasado y Presente, 1981,
p. 142.
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