2001 - 2003
El Argentinazo, dos años después
Por Pablo Rieznik
Prensa Obrera
(periódico del Partido Obrero) - 11/12/2003
Que el movimiento piquetero, en las
vísperas del segundo aniversario de la rebelión popular de diciembre de
2001, se encuentre en el centro del escenario y del debate nacional es,
por sí mismo, un testimonio irrefutable de la vigencia y actualidad del
Argentinazo. Las jornadas históricas del 19 y 20 de diciembre son las
hijas revolucionarias del movimiento piquetero, forjado en una década de
puebladas, de marchas, de cortes de ruta, de huelgas generales y de luchas
que recorrieron los confines de todo el país. Fueron las Asambleas
Nacionales Piqueteras de ese mismo año 2001 las que levantaron la
consigna Fuera De la Rúa y Cavallo. Los piquetes, retomando una
tradición histórica, se transformaron en una suerte de marca nacional.
Así, no fue el Argentinazo el que parió a la Argentina piquetera sino
que que fue esta última la que parió la insurgencia del pueblo, cuando
la clase media porteña se sumó, con sus cacerolas y en masa, a las
calles, a las plazas y a los centros de poder.
La vigencia del movimiento piquetero, al
que la burguesía trató y trata por todos los medios de echar atrás, es,
entonces, la actualidad del propio Argentinazo. ¿No es notable que en el
medio de una furibunda campaña para aislar a los piqueteros, la clase
media haya salido la semana pasada a hacer un piquete masivo frente a la
comisaría del barrio porteño de Villa Urquiza, acusada de complicidad
con los recientes asaltos a restaurantes? Cuando más crece la campaña a
favor de la "seguridad" en las "calles" más se
apropian las masas, que son el objetivo de esa misma campaña, de los
"métodos piqueteros".
Es un dato objetivo, más allá de la
batalla por manipular la subjetividad popular. La pedagogía del piquete
se ha convertido en una escuela nacional. No hay reclamo que no acabe en
la calle, en el escrache, en la acción directa. No olvidemos que De la
Rúa preparó su propio derrumbe cuando perdió su batalla por separar a
los "saqueadores" de la pequeña burguesía, apelando al estado
de sitio que acabó "metiéndose en el culo". Es la misma
batalla que perdió Duhalde cuando fracasó la provocación criminal de
Puente Pueyrredón.
Gobierno Kirchner, centroizquierda e
izquierda
Dos años después, sorteada la
"transición", comienza su gestión definitiva el régimen que
es la contracara del "que se vayan todos".
Como parte de este operativo político ha
subido al poder la izquierda del régimen. La clase capitalista no fue
desplazada del poder, sus diversas fracciones se reacomodaron y los
"progresistas" aparecen como su mascarón de proa. El Presidente
y su elegante señora esposa no vacilan en asociarse a la generación de
los desaparecidos en busca de una cosecha política entre las llamadas
organizaciones de derechos humanos que, a su manera, se han transformado
en una correa de transmisión del propio poder (Hebe de Bonafini ha
invitado a su "Marcha de la Resistencia" a Evo Morales, una
suerte de émulo de Kirchner del Altiplano que acaba de declarar su apoyo
al presidente Mesa y a su gabinete patronal-"neoliberal"
heredero del gobierno Sánchez de Losada).
La centroizquierda y la izquierda que la
apaña (si tenemos en cuenta que la integra una parte entera de la
denominada Izquierda Unida), que usaron de parapeto a De la Rúa, parecen
hoy consumar su objetivo. Chacho Alvarez ha vuelto como mentor intelectual
de su resurgimiento para señalar que "Kirchner ha tomado en sus
manos el 100% de nuestra agenda" (Clarín), y los detritus
devaluados del Frepaso se han reciclado en los puestos oficiales en
búsqueda de una nueva oportunidad.
¿Y por qué no? Lo esencial es que el
programa no ya de Kirchner, sino de la pata centroizquierdista que se
integró a su gobierno, pretende por enésima vez un capitalismo
"honesto" y "nacional" adaptado a la era de la "globa
lización". Pero la "burguesía nacional" que Kirchner
quiere reconstituir reclama "sueldos" de planes Jefes y Jefas
para reactivar la producción y hasta una relación privilegiada con el
imperialismo norteamericano, más allá del Alca. Es, por lo tanto, un
callejón sin salida. Con Lula, el programa de asociación con el
imperialismo y de salvataje de los intereses sociales que sostuvieron el
"neoliberalismo" alcanzó en estos dos años una dimensión
continental. El gobierno del PT se presentó sin disimulo como el programa
del "anti-argentinazo". La "popularidad" de la
izquierda ha quedado como el último cartucho para desarmar políticamente
las tendencias revolucionarias que anidan en las masas latinoamericanas.
Piqueteros, ¡carajo!
Parafraseando a un nacionalista de
izquierda de la década del ‘60, el movimiento piquetero se ha
transformado en el "hecho maldito del país burgués". Su fuerza
se vincula a una lucha histórica, pero deriva y se alimenta de la
incapacidad de los representantes "centroizquierdistas" de la
burguesía por dar una salida al empantanamiento del orden social
capitalista. Se revela en el hecho de que el Estado y las instituciones
cuya autoridad Duhalde y Kirchner vinieron a reestablecer, se desangran en
una lucha de clanes y capillas que está minando la capacidad de acción
del aparato represivo, que es el núcleo duro de la dominación
capitalista, cualquiera sea su signo.
Mediante Duhalde y Kirchner, la burguesía
logró retomar la iniciativa política al imponer una salida electoral.
Todos los "analistas económicos" coinciden en señalar la
ventaja del repunte de los precios internacionales de las exportaciones
argentinas (soja y petróleo), que hicieron las delicias de los pulpos
(que pasaron del menemismo al kirchnerismo con el mismo entusiasmo) y
permitieron retomar los pagos al FMI, el pacto con Bush y los subsidios
tanto a la burguesía argentina pesificada como a los bancos.
Pero no es lo que importa decisivamente.
Con la colaboración del progresismo y la izquierda, se impulsa un intento
por echar políticamente atrás al movimiento piquetero y armar inclusive
una base propia en su interior. Son maniobras de corto alcance, cuando
ninguna reivindicación fundamental de los trabajadores y el pueblo ha
sido satisfecha y el "ajuste" se descarga inclusive sobre las
bases de la burocracia sindical más adicta (Ate, docentes).
El porvenir del movimiento piquetero está
indisolublemente vinculado a esta nueva experiencia política por superar
a la izquierda del propio sistema. No se trata de un cambio en el
"modo de hacer política", ni de los "métodos de
representación", ni de la "honestidad del funcionario
público" que deje intacto el contenido social del régimen. Se trata
sí de plantear la confiscación de los responsables de la miseria popular
(la banca y el gran capital), de un plan de reconstrucción productiva y
social en manos de los trabajadores, de un gobierno de sus organizaciones.
Un programa que requiere la independencia política de la clase obrera, un
agrupamiento propio, una lucha estratégica... una organización de
partido. Una tarea que progresará de manos de la propia lucha y de la
descomposición inevitable del poder oficial, atrapado en su propio
laberinto que no es otro que la inevitable descomposición capitalista.
Por eso convocamos a sumarnos al movimiento
piquetero que llama a ganar la Plaza de Mayo este 20 de diciembre, para
reclamar "Fuera el pacto Kirchner FMI, por otro 19 y 20, por el
gobierno de los trabajadores y el pueblo". El "fantasma"
del Argentinazo, que está vivito y coleando.
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