Argentina
El pago al FMI
La
capitulación de Kirchner
Editorial de Socialismo
o Barbarie, periódico, 12/03/04
“Hace poco más de un mes los siete países más poderosos
de la Tierra enviaron a la Argentina un mensaje claro: o negociaba con
los acreedores privados o el directorio del FMI no volvería a aprobar
una revisión del acuerdo vigente, de tres años. Al convocar a los
acreedores mucho antes de lo que pretendía, quedó claro que la
Argentina tuvo que cumplir esa exigencia. Además, también se
comprometió a firmar un cronograma tentativo de negociaciones, que se
encuentra en la carta de intención elevada al FMI.
"Finalizado
el cataclismo económico que empezó en diciembre de 2001, terminada
la incertidumbre política y reemplazado el gobierno de transición
por uno elegido en las urnas, el G-7 exigió y logró ponerle una
fecha, aunque sólo sea tentativa,
al final del default.
"Si, como muchos sospechan, Kirchner quería prorrogar
indefinidamente la cesación en los pagos, ayer se vio obligado a
cambiar de estrategia”
(La Naciòn, diario de Buenos Aires, 11/03/04).
Kirchner pagó. Después de un minué de días y días,
idas, vueltas y revueltas, de gesticulaciones por doquier, el gobierno
terminó pagando el martes 9, 3100 millones de dólares de las
reservas.
Las piruetas del gobierno confunden a muchos. Seguro que
entre los trabajadores y los sectores populares hay muchos aún
confundidos. Intentaremos explicar por qué el gobierno pagó y
cuáles son las consecuencias de este pago. Esto es, pasar un
verdadero balance de los acontecimientos de estos últimos días,
tal como hacen los diarios oligárquicos como “La Nación”, pero
que no llega a las grandes masas, ni siquiera a la vanguardia.
El retorno de la
hipoteca
El pago del gobierno tiene un significado político
que va más allá de los 3100 millones de dólares. Significan toda
una definición: categóricamente, el gobierno ha entrado en el túnel
cuya salida es acabar con el default y recomenzar el pago íntegro de
la deuda a los acreedores.
Este hecho es de inmensa importancia porque significa que,
como una ley de hierro, más del 3% del PBI reservado este año
a hacer frente a las “obligaciones internacionales” se destinará
en el 2005 y el 2006 al pago de la deuda, tanto a los organismos públicos
como a los acreedores privados.
¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, una mayor
transferencia anual de recursos al exterior que no se podrán aplicar
en inversiones en el país, en el desarrollo de su mercado interno, de
su base productiva, en la liquidación del principal flagelo que
afecta a los trabajadores hace ya años: el desempleo estructural.
Esto es, retornará a pleno el condicionante
permanente al desarrollo del país de los últimos 30 años, que
significa el inmenso giro anual de recursos líquidos al exterior.
Dice en este sentido un analista: “Metáforas (...) aparte, la
alternativa es simple: si el gobierno cede a las exigencias del FMI y
los acreedores privados, ninguno de los graves problemas económicos
y sociales que convulsionan al país podrán resolverse y muy
probablemente siquiera paliarse. Es incluso dudoso que, en el
hipotético caso de que obtenga todo lo que se propone ante los
acreedores, el margen de acción resultante sea el que necesite para
sacar al país de la crisis. Algunas proyecciones razonables muestran
claramente que aun mejorando mucho las actuales metas de refinanciación
(...) la economía tiene para al menos una década de recomposición”
(2).
A esto se le debe sumar la transferencia anual de las
ganancias de las privatizadas, cuyo máximo exponente es la Repsol
(amiga de Kirchner), que el año pasado ganó la friolera de... 2500
millones de dólares. O que el resto de las industrias (alimenticias,
automotrices, etc.) en manos de capitales imperialistas seguirán
girando sus ganancias al exterior, así como también las principales
empresas agroindustriales (sojeras y aceiteras). El retorno a pleno
de la expoliación del país por parte del imperialismo significa
que los discursos del gobierno se estrellarán contra la pared de las
duras restricciones de la redoblada subordinación al imperialismo.
Este es el “capitalismo nacional” que defiende Kirchner; no hay
ningún otro.
Donde mueren las
palabras
Pero hay algo más de fondo. Es necesario explicar el
porqué de este curso del gobierno.
Para obtener esta respuesta, la pregunta correcta es ¿en qué
clases sociales se apoya verdaderamente el gobierno para
gobernar? En la gran patronal nacional y extranjera, en el
imperialismo y en las clases medias. Esto es, el gobierno –a
pesar de su retórica– no tiene otra “base orgánica” que ésta,
heredada (aunque parcialmente reconfigurada a partir de la devaluación
de Duhalde) de los 90. Ahí es donde mueren las palabras y se imponen
los hechos.
Esto es lo que explica que, a pesar de los deseos de un D’
Elía o incluso Felipe Solá, no
se haya jugado a movilizar a las masas populares alrededor de su
“enfrentamiento” con el FMI. Lógicamente, tenía el temor de
desatar una verdadera movilización antiimperialista que terminara
yendo más allá de sus “piruetas”. Esta es la explicación del rotundo
fracaso de la movilización del 1º de marzo.
Hace medio siglo, los gobiernos “nacionalistas
burgueses” de América Latina (Perón en nuestro país, pero
también Getulio Vargas en Brasil, Paz Estenssoro en Bolivia, Velazco
Alvarado en Perú) no cuestionaron la propiedad privada. Pero
intentaron tener una cierta capacidad de acción independiente
del imperialismo. Realizaron esto movilizando a las masas populares
y estatizando empresas y recursos de manera tal de tener en sus
manos, de manera directa, instrumentos económicos y políticos en los
cuales apoyarse para gobernar. También, aprovecharon las reales
contradicciones entre un imperialismo en retirada, el inglés, y uno
en ascenso, el yanqui, para hacer su juego.
Éste no es para nada el caso de Kirchner.
Sus roces y negociaciones con el imperialismo sólo tienen un
fundamento político: este gobierno utiliza el hecho de que es
producto (indirecto) de un gran ascenso popular, el “argentinazo”,
para “chantajear”, para establecer una negociación en mejores términos
con el imperialismo, que le dé un mayor margen de maniobra interno.
Pero hace esto como agente de ese mismo imperialismo y de
los grandes capitales (3). Esta es la pura y dura realidad, a
pesar de aquellos que, como Hebe Bonafini, ven en Kirchner la
encarnación de un renovado “antiimperialismo”. Los límites
orgánicos, de clase, del gobierno, su base real y
material de apoyo, son los que explican que cuando, finalmente, el
G-7 y el FMI le ponen los puntos, el gobierno se quede sin espacio
y no pueda hacer más que capitular.
Porque cuando se trata de un gobierno agente de los grandes
capitalistas y el imperialismo, por más margen de maniobra político
que busque, a la hora de la verdad no puede ir contra sus propios
amos. Si realmente quisiera romper, o incluso esbozar un curso
relativamente independiente real, debería tomar una serie de medidas
que no ha tomado (ni va a tomar). Por ejemplo, reestatizar (aun para
el estado burgués) las empresas privatizadas, de modo de tener “caja
propia” para poder gobernar. O poner en las calles a decenas de
miles de trabajadores y sectores populares. Este es el caso de Chávez
en Venezuela que aun siendo un gobierno burgués y que mantiene el
capitalismo en es país (porque no acabo con las propiedad privada),
moviliza masas inmensas en su apoyo y tiene en sus manos la segunda
empresa petrolera del mundo: PDVSA, que factura anualmente 50.000
millones de dólares. ¿Qué tiene Kirchner directamente en sus manos?
Lo más importante que puede mostrar –por fuera del instituciones
represivas del estado y del aparato del PJ– es el apoyo de la
gelatinosa “opinión pública”.
¿La “Semana
Santa” de Kirchner?
Esto no quiere decir que Kirchner no va a seguir negociando
“duramente”; eso va a seguir porque es parte de las
características políticas de su gobierno. Dentro del marco de su carácter,
buscará conseguir el mayor margen posible en la negociación,
porque se trata de evitar una desestabilización prematura que abra
nuevamente la caja de Pandora. Es decir, el “recomienzo” del
proceso del argentinazo, “adormecido” pero no cerrado. El
propio imperialismo es conciente de esa situación, y eso explica que
tampoco el FMI y el G-7 estén dispuestos a dejarlo completamente sin
red. La propia Anne Krueger negocia y otorga algunas cosas. Hacia
fines de mes el FMI le restituirá la mayoría de los fondos girados
el martes pasado. Pero esto no invalida lo anterior.
Por otra parte, el precedente que sienta este pago significa
que desde los sectores de la vanguardia obrera y popular podemos y
debemos recuperar la bandera de la deuda que el gobierno intentó
apropiarse, confundiendo a la población.
Porque Kirchner es un gobierno proimperialista, continuador
no en las formas, pero sí en lo esencial, del modelo de los 90 –no
ha tomado ninguna medida estructural seria que lo cuestione–, y que
busca la manera de seguir garantizando los pagos de la deuda. El pago
del martes 9 reafirma ese rumbo. Por eso, éste es el momento de redoblar
la denuncia acerca de su verdadero carácter. En un sugerente artículo
en Le Monde Diplomatique, un periodista muy cercando al
gobierno, Carlos Gabetta, plantea que la negociación de Kirchner por
el pago de la deuda “se puede convertir en la Semana Santa del
gobierno”. Esto es, en el momento en que, como pasó con Alfonsín,
el conjunto de las masas empezó a sacar la conclusión
acerca de la verdadera naturaleza antipopular del gobierno.
“El problema de la deuda externa, del mismo modo que ‘el
problema militar’ durante la gestión de Alfonsín, es hoy el
principal de los numerosos problemas que enfrenta el país, el punto
de partida para reconstruir o el insalvable escollo ante el que acabarán
estrellándose todos los esfuerzos e ilusiones. En el plano político,
se trata del asunto sobre el que la ciudadanía se forjara una imagen
definitiva sobre su líder (...) la Semana Santa de Kirchner está a
la vuelta de la esquina. Puede ser un momento preciso, como el día de
este mes de marzo en que debe girar al FMI parte importante de las
reservas con o sin la aprobación de su estrategia de pago por el
organismo o, más probablemente, un largo vía crucis en el que deberá
optar a cada paso por la resignación o la firmeza. La sociedad lo
estará observando, esta vez no en Plaza de Mayo, sino a lo largo del
camino” (4).
Aunque la comparación es exagerada –en Semana Santa del 87
había 500.000 personas en las calles y Alfonsín ya llevaba tres años
de gobierno–, el paralelo no es descabellado. Alfonsín dijo “la
casa está en orden”, pero poco a poco se fue haciendo claro que había
capitulado a los carapintadas. Kirchner dijo que no negociará “con
el hambre del pueblo”, pero, como dice La Nación, “la
verdadera victoria de Kirchner es que ha comenzado a sacar al país
del default”. Precisamente en esto precisamente consiste la
capitulación de Kirchner.
Por una oposición
de clase al gobierno
Se impone una conclusión. Hay que llevar a los trabajadores
y sectores populares el verdadero balance de estos últimos
acontecimientos. Hay que redoblar los pasos en la construcción de una
oposición política clasista al gobierno de Kirchner, que vaya
preparando el camino para que se procese la experiencia de las masas
con el gobierno y su posible deterioro.
En lo inmediato, hay que iniciar una campaña de agitación
política y de clarificación acerca del verdadero significado del
pago de Kirchner. Tenemos que aprovechar este hecho para explicar a
los trabajadores por qué dijimos desde que asumió el 25 de mayo
pasado, cuando nos movilizamos el MAS junto con el FTC y otras
corrientes, que no se podía tener “ninguna confianza en Kirchner”.
Hoy, esto se empieza a confirmar.
Notas:
(1) La Nación, 11-03-04.
(2) Carlos Gabetta, Le Monde Diplomatique, marzo 2004,
p. 3.
(3) El propio Roger Noriega (secretario del gobierno de Bush
para América Latina) dice lo siguiente: “El presidente Bush se
encontró con Kirchner en enero. Su credibilidad en Kirchner es muy
alta y el presidente Kirchner reconoce que su credibilidad en Bush es
igual”. En ese sentido, es mucho más parecido a Lula que
a Chávez. Lo que lo distingue del primero es que, más allá de
las obvias diferencias entre los países– Lula no es producto de un
ascenso de la lucha de clases en Brasil (en todo caso, es reflejo del
ascenso de los 80), mientras que Kirchner es un gobierno peronista que
tiene que vérselas con el proceso de crisis y lucha más profundo en
30 años.
(4) Artículo de Le Monde Diplomatique ya citado, p.
3.
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