Bases del “milagro” K
Carestía, esclavitud laboral y desocupación
Por Juan Luis Rojo
Socialismo o
Barbarie, periódico, 02/04/04
Al gobierno le gusta hablar del “milagro
económico” que estaría viviendo el país. Alardea con las
cifras de crecimiento del PBI, que el año pasado alcanzaron casi el
9%, y que para este año rondarían un 6 ó 7%. También hace
propaganda del incremento de la producción industrial y de la
recuperación de algunas ramas. Se congratula del “boom” que se
vive en el sector agrícola y con el crecimiento del superávit
comercial (saldo entre exportaciones e importaciones) (1).
Pero lo que el gobierno no dice
es sobre qué pilares se asienta es supuesto “milagro” que tiende
a hacer natural estas condiciones de miseria o penuria en las que
viven los trabajadores. Muy sencillo: sobre la carestía de la
vida, la esclavitud laboral y la continuidad de una desocupación de
masas. Estas son las bases sobre las que se apoyan los
“milagros” económicos del gobierno. A la continuidad de la
esclavitud laboral y la masiva desocupación heredada de la década
del 90 Kirchner agrega algo de cosecha estrictamente propia: el
fenomenal mecanismo confiscatorio que significa el constante
aumento de los precios (mientras los salarios permanecen planchados),
y que últimamente han configurado una verdadera ola de aumentos.
La
escalada de los precios
En los últimas semanas se ha vivido una fenomenal escalada de los
precios. En los lugares de trabajo todos hablan de esto, aunque los
compañeros no terminen de unir esta realidad con la responsabilidad
política que le cabe al gobierno.
Los
cigarrillos aumentaron el 25%. Le siguieron el pan, la carne, la
leche, los taxis y remises. También ha habido aumento en el gas y la
electricidad para las industrias, pero esto ya lo están trasladando a
los precios. Lavagna defiende la necesidad de imponer un brutal
aumento al GNC, que ya regiría a partir del mes que viene. Y están
latentes los aumentos de las tarifas de luz, gas, agua y teléfono
domiciliario, comprometidos con el FMI.
La Nación dice: “La carne, los
cigarrillos y los taxis son los rubros que encabezan esta nueva ola
de aumentos, aunque distintas organizaciones de consumidores
denunciaron que (...) también se produjeron subas en gaseosas, pan y
algunos lácteos (...) En gaseosas, los aumentos llegan al 15% (...)
Los frigoríficos aglutinados en Cicra (una de las cámaras del
sector) ya adelantaron que el precio de la carne todavía no
encontró su techo. Según Cicra, en los últimos tres meses la
carne aumentó un 3,5%, aunque la asociación de carnicerías reconoció
que las subas llegaron hasta el 16%” (2).
Todo esto no es algo improvisado. Desde que se fijaron las pautas
para el presupuesto de este año en el acuerdo con el FMI, el gobierno
había estimado –como mínimo- un aumento del 10% en los precios de
este año. Esto sorprendió incluso a los especialistas, debido
que el año pasado la inflación había sido muy baja (alrededor del
3%) y –en principio– no se veían razones para semejante aumento.
Pero la cuestión es clara: desde la devaluación instrumentada por el
gobierno de Duhalde (40% de inflación en el 2002), y defendida a capa
y espada por Kirchner y Lavagna, se puso en marcha el aumento de los
precios y el deterioro del salario real.
Esto, que no fue compensado por los limitados y desiguales
aumentos salariales de $250 decretados por el gobierno para el sector
privado, se configuró como uno de los mecanismos por excelencia
que garantizan una enorme desvalorización del salario y parte
importante del actual “milagro” de la recuperación de la economía
y las ganancias empresarias (3). Kirchner y Lavagana planificaron
“científicamente” el uso de este mecanismo de explotación.
Por eso los precios están aumentando como lo sentimos día a día en
nuestros bolsillos.
Por supuesto, esto no va acompañado de los respectivos aumentos
de salario. Así, mientras continúa el congelamiento salarial
de estatales, docentes y jubilados, el gobierno repite que “no tiene
previsto” más aumentos tampoco en el sector privado. Y, además,
son decenas de miles los compañeros ocupados que no han visto un peso
de las famosas sumas decretadas por el gobierno. El deterioro se puede
medir estadísticamente. En los años 2002 y 2003, el salario nominal
promedio aumentó un 20,4%, mientras que la canasta básica lo hizo en
un 55%, y la de mera subsistencia (productos de primerísima
necesidad) un 75%.
Este es el trasfondo de la importante serie de conflictos que están
en curso a nivel nacional, desde los compañeros docentes de la Unter
en Río Negro, los de estatales y bancarios de la Capital, hasta los pequeños
y grandes conflictos obreros en el Gran Buenos Aires, que se han
ido desarrollando de manera creciente.
Así, la primer condición del “milagro” económico que pretende
exhibir Kirchner es a la vez uno de los motores más importantes
de la actual extensión de las luchas obreras y del posible comienzo
de la experiencia de los sectores populares con el gobierno.
Esclavitud
laboral
“Nos hacen trabajar 24 horas seguidas.
Hay compañeras mujeres entre nosotros, pero ni baño de mujeres hay.
Siendo un frigorífico, ni agua caliente hay, por lo que no hay manera
de higienizarse ni sacarse de las manos y los brazos la grasa que uno
va acumulando al realizar el trabajo. Nos han descontado de nuestros
salarios sumas para pagar a nuevos compañeros que incorporó la
patronal, con el argumento de que como no seríamos ‘buenos
trabajadores’ se ven obligados a contratar personal”.
Así nos cuenta un trabajador las condiciones laborales en el frigorífico
Tango, de Gral. Pacheco (zona norte del Gran Buenos Aires). Es a esto
a lo que Kirchner hace la vista gorda. Pero no se trata sólo
del Tango o sólo del gremio de la carne. En infinidad de sectores de
la industria, del comercio y los servicios ocurre lo mismo. Incluso en
grandes fábricas, donde hay un núcleo de compañeros efectivos que
trabajan en condiciones algo mejores, hay también un sinnúmero de
contratados y tercerizados bajo condiciones de esclavitud y sin unidad
con los compañeros efectivos.
La reciente derogación de la Ley Banelco en nada ha cambiado esta
realidad. Como ya hemos dicho, ha sido una trampa solo para legitimar
el núcleo de las reformas laborales de la década del ’90, que han
garantizado condiciones de explotación de los trabajadores sin
antecedentes en las décadas anteriores.
Parte de esto es el hecho que la mayoría de los puestos de
trabajo “genuinos” creados en el actual periodo de reactivación
son puestos precarios, esto es, sin estabilidad laboral. Porque
el abaratamiento del salario y el crecimiento del empleo precario son
la marca de origen de la recuperación económica de Kirchner, apoyada
en un nuevo salto en la explotación de la clase trabajadora.
Las propias estadísticas oficiales dan cuenta de una tendencia que se ha
venido desarrollando a lo largo de la década pasada y la actual. Subió
del 48.8% al 53.1% la proporción de trabajadores en situación de
“alta vulnerabilidad” laboral, o sea, trabajando en condiciones
precarias. O el hecho de que más del 40% de los trabajadores
ocupados están lisa y llanamente en negro, por fuera de todo
convenio o contrato laboral formal con la empresa que los emplea, que
los puede despedir a gusto e imponerles condiciones de trabajo
similares a las del siglo XIX.
Esta es la Argentina “milagrosa” que nos quieren vender. Esta
realidad es la que el gobierno tuvo cuidado de no tocar cuando la
derogación trucha de la ley Banelco, manteniendo en lo esencial la
flexibilización laboral impuesta por Menem. Ésa es la segunda
condición del “milagro”.
Desocupación
de masas
Desde que el capitalismo es capitalismo, los trabajadores desempleados
fueron utilizados por los capitalistas para bajar los salarios de los
ocupados y someternos a peores condiciones de trabajo. A esto Marx lo
llamaba “ejército industrial de reserva”. Esto es, una
masa de trabajadores desocupados y listos para “entrar en acción”
cuando los capitalistas los requirieran.
Durante las décadas posteriores a 1945, la burguesía no puedo contar
con esta herramienta de explotación: la desocupación no llegaba ni
al 5% y los patrones se quejaban de que “no conseguían
obreros”...
En la década del ’90 esto cambio radicalmente: a partir de 1992 la
desocupación y la subocupación pegaron un salto fenomenal,
alcanzando la friolera de casi el 40% de la población activa del país
(en condiciones de trabajar). Kirchner no ha cambiado esto
cualitativamente ni pretende hacerlo. Porque este mecanismo
infernal del desempleo de masas le permite a la patronal la
“ventaja comparativa” (en el mercado internacional) de que
Argentina está en el ranking de uno de los países de salarios más
bajos (medidos en dólares) de una mano de obra bastante calificada
culturalmente. Que además está mayormente sumida en condiciones de
desprotección laboral casi africanas.
En el 2003 se habrían creado unos 375.000 puestos de trabajo (según las
propias estadísticas oficiales) de los cuales el 67% se trata de trabajadores
precarios o eventuales (o sea, no efectivos). Esto ha sido
producto de la reactivación de la economía, luego de 5 años de
depresión y derrumbe económico. Sin embargo, los economistas
reconocen que incluso creciendo un 6% durante 10 años recién se
llegaría a niveles de empleo y pobreza de 1998 (La Nación,
26/03/04).
Sobre una población activa de casi 14 millones de personas, los índices
de desempleo siguen alcanzando al 19.7% de las personas en condiciones
de trabajar, y los de subocupación son incluso más altos. Esto es,
entre 4 y 5 millones de personas. Si el gobierno puede mostrar índices
más bajos es simplemente porque hace trampa: computa como
“ocupados” a los millones de compañeros que reciben los planes
Jefas y Jefes de hogar. Pero mayoría de estos prácticamente no
realizan ningún trabajo, o en el mejor de los casos se trata de
trabajo completamente improductivo.
Por esto, es una mentira total cuando el gobierno habla de que su intención
es crear “trabajo genuino”, llamando así a los
microemprendimientos que hacen los movimientos de desocupados por
necesidad, pero que no aportan realmente al desarrollo de la
productividad ni de las fuerzas productivas (4).
En realidad, esto es puro maquillaje K: su verdadero objetivo es
simplemente tender una malla de contención social para los sectores más
pobres, mientras que garantiza las relaciones laborales que desde los
90 vienen posibilitando los salarios de miseria, las condiciones de
esclavitud del trabajo y la profunda división de los trabajadores
entre ocupados y desocupados. Porque como ha reconocido descaradamente
el propio Lavagna: “el capitalismo es así: plin...caja. Las
empresas no invierten si no hay rentabilidad”. Este es el
“capitalismo serio” que quiere el gobierno. La desocupación de
masas es la tercera condición del “milagro” kirchnerista.
Notas:
1.
Aunque, convenientemente, esconde informaciones como la siguiente:
“Pese a que el índice de pobreza registró en la ultima medición
oficial (...) un alivio de la situación, alrededor de 11.074.000
personas, que habitan en los 28 conglomerados urbanos más grandes del
país, son pobres. Y de ellas, 4.749.000 son indigentes, lo que
significa que sus ingresos no les alcanzan para procurarse los
alimentos básicos (...) el panorama sigue mostrándose dramático
(...) aun con un crecimiento del 6%
real anual del producto, serian necesarios 9 años para volver
a los niveles de pobreza de 1998” (La Nación, 26/03/04).
2.
La Nación, 31/03/04.
3.
En el marxismo se considera que la ganancia de los capitalistas surge del
trabajo no pagado a los trabajadores. Solo se les paga lo que
necesitan para subsistir y reproducirse (y ni eso muchas veces) y no
por todo el valor que producen en la jornada de trabajo. Esto se logra
mediante dos mecanismos. Al primero, extendiendo la jornada laboral más
y más, aumentando el ritmo del trabajo o bajando los salarios, se le
llama aumento del “plusvalor absoluto”. Es lo que más se ha
desarrollado en estos últimos años de catástrofe económica, crisis
y ausencia de inversiones de los capitalistas. El otro mecanismo de
explotación es lo que se llama aumento del “plusvalor relativo”.
Esto es, el aumento de la explotación de los trabajadores que se
logra por la incorporación de máquinas, nueva tecnología o
reorganización del trabajo. Por ejemplo, la “polivalencia
funcional” consagrada en tantos convenios en los ‘90, que impuso
que los compañeros realicen varios trabajos a la vez.
4. Esto es, son emprendimientos “marginales” que
trabajan por debajo de los niveles de producción (por hora) del
promedio de toda la economía. Sólo sirven para la subsistencia y
autoexplotación de los compañeros. Y sobre todo, para mantener a la
clase trabajadora en una situación de debilidad y división, una de
las condiciones principales para garantizar una alta tasa de
explotación favorable a los capitalistas.
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