Reimaginar la desobediencia civil
La India radiante y la India verdadera
Por Arundhati Roy (*)
Texto leído por su autora el 6 de abril en la Aligarh
Muslim University, India
Traducción Tania Molina Ramírez, La Jornada, México,
30/05/04
Voz imprescindible del movimiento por la justicia global,
La famosa escritora india Arundhati Roy presenta un lienzo de los dos
países que conviven en la India. En las siguientes líneas desfilan
el terrorismo de Estado, las violencias étnica y religiosa atizadas
desde el poder, los abusos policiales, la revisión de la historia
para favorecer a los poderosos, la exclusión de millones, el hambre.
Escrito antes de los recientes comicios en aquel país, en este texto
Roy rechaza la vía electoral como solución de fondo de esta situación,
aunque no lo hace como un quisquilloso clasemediero que considera que
"todos los políticos son corrruptos", sino que, a su
entender, "las batallas deben ser libradas estratégicamente
desde posiciones de fuerza, no de debilidad". Con todo, tras la
derrota de la derecha, la autora escribió en The Guardian que los
resultados electorales fueron una derrota para el comunalismo y las
reformas neoliberales . "Celebramos porque una oscuridad ya pasó.
¿O no?" (La Jornada, 03/05/04)
Recientemente, un joven amigo me contaba de su vida en
Cachemira. Acerca del pantano de venalidad política y oportunismo, de
la insensible brutalidad de las fuerzas de seguridad, de las osmóticas
e incipientes fronteras de una sociedad saturada de violencia, donde
los militares, la policía, los agentes de inteligencia, los
servidores públicos, los hombres de negocios y hasta los periodistas
se encuentran y, gradualmente, después de un tiempo, se convierten el
uno en el otro. Habló acerca de tener que vivir con matanzas sin fin,
cada vez más "desapariciones", cuchicheos, miedo, rumores,
la insana inconexión entre lo que realmente está pasando, lo que los
cachemir saben que está pasando, y lo que al resto se nos dice que
está pasando. Dijo: "Cachemira fue un negocio. Ahora es un
hospital psiquiátrico".
Mientras más pienso en este comentario, más me parece
una descripción apropiada para toda la India. Sí, Cachemira y el
noreste son alas separadas que albergan a los sectores más peligrosos
del manicomio. Pero en la región central, el cisma entre el
conocimiento y la información, entre lo que sabemos y lo que nos
dicen, entre lo que es desconocido y lo que es aseverado, entre lo que
es escondido y lo que es revelado, entre los hechos y las conjeturas,
entre el mundo "real" y el mundo virtual, también se ha
convertido en un lugar de especulación sin fín y una locura
potencial. Es un venenoso brebaje que se bate y se hierve a fuego
lento y se usa para los más feos y destructivos propósitos políticos.
Cada vez que hay un llamado ataque terrorista, el
gobierno se apura a intervenir, entusiasmado en asignar culpas, tras
poca o ninguna investigación. El incendio del tren expreso Sabarmati,
en Godhra, el 13 de diciembre de 2001, el ataque al edificio del
parlamento, o la masacre de los sikhs perpetrada por los llamados
terroristas en Chittisinghpura, en marzo de 2000, son unos cuantos
publicitados ejemplos. (Los llamados terroristas, que después fueron
asesinados por las fuerzas de seguridad, resultaron ser inocentes
aldeanos. Más tarde, el gobierno estatal admitió que sus muestras de
sangre sometidas a un examen de ADN eran falsas.) En cada uno de estos
casos, la evidencia que eventualmente salió a la luz pública planteó
preguntas realmente inquietantes, así que inmediatamente fue
congelada. Tomemos el caso de Godhra: en cuanto sucedió, el ministro
del Interior anunció que era un complot del ISI [Servicios de
Inteligencia de Pakistán, N de la T]. El VHP [Vishwa Hindu Parishad.
La organización integrista Consejo Mundial Hindú, N de la T] dice
que fue obra de una muchedumbre musulmana que arrojó bombas de
gasolina. Las preguntas serias permanecen sin respuesta. Las
conjeturas no tienen fin. Todos creen en lo que quieren creer, pero el
incidente es usado cínica y sistemáticamente para despertar un
frenesí comunal.
De criminal a terrorista
El gobierno estadunidense usó las mentiras y la
desinformación generada en torno al 11 de septiembre para invadir no
sólo un país, sino dos -y sólo Dios sabe qué más nos espera.
El gobierno de la India usa la misma estrategia, no
contra otros países, sino contra su propia gente.
Durante la última década, el número de personas
asesinadas por las fuerzas de seguridad asciende a miles. En
Cachemira, en una situación que raya en una guerra, unas 80 mil
personas han sido asesinadas desde 1989. Miles simplemente han
"desaparecido". Según los registros de la Asociación de
Padres de Personas Desaparecidas, más de 3 mil personas fueron
asesinadas en 2003, de las cuales 463 eran soldados. En esta era de
hipernacionalismo, si las personas asesinadas son etiquetadas como
bandidos, terroristas, insurgentes o extremistas, sus asesinos pueden
pavonearse de ser cruzados a favor de los intereses nacionales y no
tienen que rendir cuentas a nadie. Aunque fuese verdad (que seguro no
lo es) que todos los asesinados eran bandidos, terroristas,
insurgentes o extremistas, esto simplemente nos confirmaría que hay
algo terriblemente mal con una sociedad que lleva a tanta gente a
recurrir a medidas tan desesperadas.
La proclividad del Estado indio a hostigar y aterrorizar
a personas se institucionalizó, se consagró, con la promulgación de
la Ley de Prevención del Terrorismo (POTA, por sus siglas en inglés),
que se promulgó en 10 estados. Una somera lectura de la POTA les dirá
que es draconiana y ubicua. Es una versátil ley que podría aplicarse
a cualquiera -desde un agente de Al-Qaeda sorprendido con explosivos
hasta un adivasi tocando la flauta bajo un árbol neem, o tú o yo. Lo
genial de la POTA es que puede ser lo que el gobierno quiera que sea.
Vivimos bajo la indulgencia de aquellos que nos gobiernan. En Tamil
Nadu, la POTA se ha usado para ahogar la crítica al gobierno estatal.
En el este, en Uttar Pradesh, se usa para frenar a aquellos que se
atreven a protestar contra la alienación de su tierra y por su
derecho a un sustento. En Gujarat y Mumbai, se usa casi exclusivamente
contra los musulmanes. En Gujarat, tras el pogrom [genocidio]
efectuado con ayuda estatal en 2002, en el cual se calcula que 2 mil
musulmanes fueron asesinados y 150 mil sacados de sus hogares, 287
personas fueron acusadas bajo la POTA. De éstos, ¡286 eran
musulmanes y uno era sikh! La POTA permite que las confesiones extraídas
bajo custodia policiaca se admitan como evidencia judicial.
En marzo de 2004, fui miembro de un tribunal del pueblo
sobre la POTA. Durante dos días escuchamos estremecedores testimonios
sobre lo que acontece en nuestra maravillosa democracia. Les aseguro
que en nuestras estaciones de policías hay de todo: desde personas
que son obligadas a tomarse su orina, a ser desnudadas, humilladas, a
recibir choques eléctricos, a ser quemados con colillas de cigarros,
a que les introduzcan barras de fierro en el ano, hasta golpeados y
pateados hasta morir.
En el país, cientos de personas acusadas bajo la POTA,
incluyendo algunos niños pequeños, han sido encarcelados y
mantenidos en prisión sin derecho a fianza, y esperan juicios en
cortes especiales de la POTA que no están abiertos al escrutinio público.
La mayoría de los acusados bajo la POTA son culpables de uno o dos crímenes.
O son pobres -la mayoría dalit y adivasi [las castas inferiores en la
India. N de la T]. O son musulmanes. La POTA invierte el aceptado
dictado de la ley criminal: que una persona es inocente hasta que se
pruebe su culpabilidad. Bajo la POTA no tienes derecho a fianza a
menos de que pruebes que eres inocente -de un crimen del cual no has
sido formalmente acusado. Técnicamente, somos una nación en espera
de ser acusada.
Sería ingenuo imaginar que la POTA es "mal
usada". Al contrario. Se usa por las razones que fue promulgada.
Claro, si las recomendaciones de la Comisión Malimath son puestas en
práctica, la POTA pronto se volverá redundante. La Comisión
Malimath recomienda que en determinados rubros la ley criminal normal
debería de ser alineada con las provisiones de la POTA. Así ya no
habría criminales. Sólo terroristas. Qué genial.
Nos sentimos bien
Hoy, en Jammu y Cachemira y muchos estados del noreste de
la India, la Ley de Poderes Especiales de las Fuerzas Armadas permite
no sólo que los altos oficiales, sino también los oficiales de bajo
rango y los suboficiales del ejército, usen la fuerza (y hasta maten)
a cualquier persona sospechosa de alterar el orden público o de
portar un arma. ¡Bajo la sospecha de! Nadie que viva en la India
puede abrigar alguna ilusión sobre adónde lleva esto. La documentación
de casos de tortura, desapariciones, muertes en custodia, violación y
violación tumultuaria (llevada a cabo por fuerzas de seguridad) es
suficiente para hacer que se te hiele la sangre. El hecho de que, a
pesar de todo esto, la India mantenga la reputación de ser una legítima
democracia entre la comunidad internacional y entre su propia clase
media es un triunfo.
Yuxtapuesta a este indecoroso entusiasmo por reprimir y
eliminar personas, está la apenas escondida renuencia del Estado a
investigar y llevar a juicio los casos sobre los cuales hay bastante
evidencia: la masacre de 3 mil sikhs en Delhi en 1984 y las masacres
de musulmanes en Bombay en 1993 y en Gujarat en 2002 (a la fecha, no
hay una sola condena); el asesinato, hace unos años, de
Chandrashekhar Prasad, ex presidente del sindicato estudiantil de la
Universidad Jawaharlal Nehru; y el asesinato hace 12 años de Shankar
Guha Nyogi de Chattisgarh Mukti Morcha, son sólo unos ejemplos. Los
testimonios de testigos y un montón de evidencia incriminatoria no
son suficientes cuando toda la maquinaria estatal está contra ti.
Mientras tanto, los economistas echan porras desde los
periódicos empresariales y nos informan que la tasa de crecimiento
del PIB es fenomenal, sin precedentes. Las tiendas rebosan de bienes
de consumo. Los almacenes gubernamentales se desbordan de granos.
Fuera de este círculo de luz, los granjeros, cargados de deudas, se
suicidan por cientos. Los informes sobre hambruna y desnutrición
llegan de todo el país. Utsa Patnaik, conocido economista agrícola,
calcula que entre principios de los noventa y 2001 el consumo de
granos cayó a niveles más bajos que durante los años de la Segunda
Guerra Mundial, incluso por debajo de la Hambruna de Bengala, en la
que 3 millones de personas murieron de hambre.
Pero en la India urbana, adonde quiera que vayas,
tiendas, restaurantes, estaciones de tren, aeropuertos, gimnasios,
hospitales, hay monitores de televisión en los cuales las promesas
electorales ya se hicieron realidad [este texto fue escrito antes de
las elecciones celebradas entre el 26 de abril y el 10 de mayo]. Una
India Radiante, Nos Sentimos Bien. Sólo necesitas cerrar los oídos
al nauseabundo crujir de la bota de un policía en las costillas de
alguien, sólo necesitas levantar la vista de la miseria, los barrios
bajos, las harapientas y quebrantadas personas en las calles, y buscar
el amigable monitor de televisión y estarás en aquel otro bello
mundo. El mundo del baile y canto de los permanentes movimientos pélvicos
de Bollywood, de los permanentemente privilegiados, permanentemente
felices indios que ondean la bandera tricolor y Se Sienten Bien. Cada
vez se vuelve más difícil distinguir entre el mundo real y el
virtual. Leyes como la POTA son como botones en la televisión. Las
puedes usar para apagar a los pobres, a los molestos, a los no
queridos.
India S.A. de C.V. está camino a ser propiedad de unas
cuantas empresas y grandes multinacionales. Los directores de estas
compañías controlarán este país, su infraestructura y sus
recursos, y sus medios de comunicación y sus periodistas, pero no le
deberán nada a su pueblo. No rinden cuentas, ni legal, ni social, ni
moral, ni políticamente. Aquellos que dicen que en la India unos
pocos de estos directores son más poderosos que el primer ministro
saben exactamente de qué están hablando. Al votar en estas
elecciones, elegimos al partido político que queremos investir con
los poderes coercitivos y represivos del Estado.
El pasado es impredecible
Hoy, en la India, tenemos que negociar con las peligrosas
contracorrientes del capitalismo neoliberal y el neofascismo comunal.
Mientras que la palabra capitalismo aún no pierde por completo su
brillo, usar la palabra fascismo a menudo causa ofensa. Así que nos
debemos preguntar: ¿usamos la palabra muy a la ligera? ¿Exageramos
nuestra situación, lo que a diario experimentamos califica como
fascismo?.
Cuando un gobierno más o menos abiertamente apoya un
pogrom contra una comunidad minoritaria, en la que hasta 2 mil
personas son brutalmente asesinadas, ¿se trata de fascismo? Cuando
las mujeres de esa comunidad son públicamente violadas y quemadas
vivas, ¿se trata de fascismo? Cuando las autoridades se coluden para
asegurarse de que nadie sea castigado por estos crímenes, ¿se trata
de fascismo? Cuando 150 mil personas son sacadas de sus hogares,
echadas a un ghetto, y económica y socialmente boicoteadas, ¿se
trata de fascismo? Cuando el gremio cultural que maneja los
campamentos de odio en el país le impone respeto y admiración al
primer ministro, al ministro del Interior, al ministro de Leyes, al
ministro de Desinversión, ¿se trata de fascismo? Cuando pintores,
escritores, expertos y cineastas que protestan, sufren abusos,
amenazas, y cuando queman, prohíben y destruyen sus obras, ¿se trata
de fascismo? Cuando un gobierno promulga un decreto que exige la
arbitraria alteración de los libros de texto de historia, ¿se trata
de fascismo? Cuando las muchedumbres atacan y queman archivos de
documentos históricos antiguos, cuando todo político menor se hace
pasar por historiador medieval y arqueólogo profesional, cuando la
meticulosa erudición es descartada al preferir aseveraciones
populistas sin base, ¿se trata de fascismo? Cuando el partido en el
poder y su cuadrilla de intelectuales de siempre consienten el
asesinato, la violación, el incendio provocado y la justicia de las
masas como una respuesta apropiada a un mal histórico verdadero o
percibido que fue cometido hace siglos, ¿se trata de fascismo? Cuando
la clase media y los ricachones hacen una pausa por un momento, tut-tut,
y luego siguen con sus vidas, ¿se trata de fascismo? Cuando el primer
ministro, quien preside sobre todo esto es aclamado como un hombre de
Estado y un visionario, ¿no estamos poniendo los cimientos para un
pleno fascismo?.
En Rusia dicen que el pasado es impredecible. En la
India, a partir de nuestra reciente experiencia con los libros de
texto de historia, sabemos lo cierto que es esto. Ahora a todos los
"seudo-secularistas" no les queda sino esperar que los arqueólogos
que escarban bajo el Babri Masjid no se encuentren las ruinas de un
templo Ram. Pero aunque fuese cierto que hay un templo hindú bajo
cada mezquita en la India, ¿qué hay bajo el templo? Quizá otro
templo hindú dedicado a otro dios. Quizá una stupa [templo] budista.
Probablemente un lugar sagrado adivasi. La historia no comenzó con el
hinduismo savarna, ¿verdad? ¿Qué tan profundo escarbaremos? ¿Qué
tanto tenemos que volcar? ¿Y por qué mientras a los musulmanes -que
son social, cultural y económicamente una parte inalienable de la
India- se les llama forasteros e invasores, y cruelmente se hace de
ellos un blanco, el gobierno está ocupado firmando acuerdos
empresariales y contratos de apoyo al desarrollo con un gobierno que
nos colonizó durante décadas?.
Un fascismo exitoso es un trabajo duro. También lo es
Crear un Buen Clima de Inversión. ¿Funcionan bien juntas? Históricamente,
las empresas no le han rehuido a los fascistas. Empresas como Siemens,
IG, Farben, Bayer, IBM y Ford hicieron negocios con los nazis. Tenemos
el más reciente ejemplo en nuestra propia Confederación de la
Industria de la India (CII), que se rebajó ante el gobierno de
Gujarat tras el pogrom en 2002. Mientras nuestros mercados estén
abiertos, un poco de fascismo hecho en casa no se interpondrá en el
camino de un buen acuerdo comercial.
Es interesante que en la misma época en que Manmohan
Singh, entonces ministro de Finanzas [y que ahora es el nuevo primer
ministro, N de la T], preparaba los mercados de la India para el
neoliberalismo, LK Advani hacía su primer Rath Yatra
[festival-procesión religiosa con carruajes, N de la T], avivando la
pasión comunal y preparándonos para el neofascismo. En diciembre de
1992, desbocadas muchedumbres destruyeron la mezquita Babri Masjid. En
1993, el gobierno del Partido del Congreso, de Maharashtra, firmó un
contrato de adquisición de energía con Enron. Era el primer proyecto
energético privado en la India. El contrato de Enron, aunque haya
resultado desastroso, arrancó la era de la privatización en la
India. Ahora, mientras el Partido del Congreso se queja desde la
banca, el Partido Bharatiya Janata (BJP) le arrebató la batuta de las
manos. El gobierno dirige un extraordinario concierto dual. Mientras
un brazo está ocupado en liquidar a pedazos los bienes de la nación;
la otra, para distraer la atención, organiza un aullador y
desquiciado coro de nacionalismo cultural. La inexorable crueldad de
un proceso alimenta directamente la locura del otro.
La orquesta dual también es un modelo económicamente
viable. Una parte de las enormes ganancias generadas por el
indiscriminado proceso de privatización (y las acumulaciones de
"la India Radiante") financia el vasto ejército de Hindutva
-el Rashtriya Swayamsevak Sangh, el VHP, el Bajrang Dal, y la miríada
de otras caridades y fideicomisos que dirigen escuelas, hospitales y
servicios sociales [Hindutva es una organización de derecha
hinduista, N de la T]. Entre todos estos hay decenas de miles de
shakhas [secciones] alrededor del país. El odio que predican,
combinado con la inmanejable frustración generada por el incesante
empobrecimiento y despojo del proyecto de globalización empresarial,
aviva la violencia de los pobres contra los pobres -la perfecta
cortina de humo para mantener las estructuras de poder intactas y sin
ser cuestionadas.
Ya Basta
Sin embargo, dirigir las frustraciones de las personas
hacia la violencia no siempre es suficiente. Para Crear un Buen Clima
de Negocios, a menudo el Estado necesita intervenir directamente.
En años recientes, la policía ha abierto fuego en
repetidas ocasiones contra personas desarmadas, sobre todo adivasis,
en manifestaciones pacíficas. En Nagarnar, Jharkhand; en Mehndi Kheda,
Madhya Pradesh; en Umergaon, Gujarat; en Rayagara y Chilika, Orissa;
en Muthanga, Kerala. Matan a personas por usurpar tierras forestales,
al igual que cuando tratan de proteger la tierra forestal de las
presas, operaciones mineras, plantas siderúrgicas.
La represión sigue y sigue.
Jambudweep,
Kashipur, Maikanj. En
casi todos los casos de fuego policiaco, aquellos contra quienes abren
fuego, inmediatamente son llamados militantes.
Cuando las víctimas se rehúsan a ser víctimas, les
llaman terroristas y los tratan como tal. La POTA es el antibiótico
de amplio espectro para la enfermedad del disenso. Hay otros, más
específicos, pasos que se toman -fallos de la corte, que en realidad
restringen la libertad de expresión, el derecho a huelga, el derecho
a la vida y a un sustento.
Así que, ¿cómo puede la gente común y corriente
contrarrestar el asalto de un Estado cada vez más violento?.
El espacio de la desobediencia civil no violenta está
atrofiado. Tras luchar durante varios años, varios movimientos de
resistencia no violentos se han topado con una pared y sienten, con
razón, que tienen que cambiar de dirección. Los puntos de vista
sobre cuál debería de ser esa dirección están profundamente
polarizados. Algunos creen que la única avenida que queda es la de la
lucha armada. Dejando de lado Cachemira y el noreste, enormes trechos
de territorio, distritos completos en Jharkhand, Bihar, Uttar Pradesh
y Madhya Pradesh, son controlados por personas con este punto de
vista. Otras comienzan a sentir que deben participar en la política
electoral -entrar en el sistema, negociar desde dentro. Lo que hay que
recordar es que si bien sus métodos son radicalmente distintos, ambos
lados comparten la creencia de que, puesto llanamente, es Suficiente.
Ya Basta [en español, en el original].
No hay debate más crucial en la India en este momento
que éste. Su resultado, para bien o para mal, cambiará la calidad de
vida en este país. Para
todos. Ricos, pobres, rurales, urbanos.
La lucha armada provoca una masiva escalada de violencia
desde el Estado. Hemos visto el pantano al que ha llevado en Cachemira
y en el noreste.
Así que, ¿deberíamos de hacer lo que sugiere nuestro
primer ministro? ¿Renunciar al disenso y entrar a la lucha electoral?
¿Unirnos al espectáculo itinerante? ¿Participar en el estridente
intercambio de insultos sin sentido, que sólo sirve para ocultar lo
que de otra manera es un consenso casi absoluto? No olvidemos que en
todos los asuntos importantes -bombas nucleares, presas gigantes, la
controversia en torno a Babri Masjid, y la privatización- el Partido
del Congreso sembró las semillas y el BJP entró a recoger la
espantosa cosecha.
Esto no significa que el parlamento tenga poca
trascendencia y que las elecciones deban ser ignoradas. Claro que hay
una diferencia entre un partido abiertamente comunal, con tendencias
fascistas, y un partido comunal oportunista. Claro que hay una
diferencia entre una política que, abiertamente, orgullosamente,
predica el odio, y una política que astutamente enfrenta a la gente
entre sí.
Pero el legado de uno ha llevado al horror del otro.
Entre los dos han erosionado cualquier opción real que se supondría
que la democracia parlamentaria proveería. El frenesí, la atmósfera
de parque de atracciones que se crea alrededor de las elecciones, pasa
a primer plano en los medios de comunicación porque todos están
seguros de que, gane quien gane, en esencia, el status quo se mantendrá
sin ser cuestionado. (Tras los apasionados discursos en el parlamento,
repeler a la POTA no parece ser una prioridad en la campaña de ningún
partido. Todos saben que la necesitan, de una u otra manera.) Lo que
sea que digan durante las elecciones o cuando están en la oposición,
ningún gobierno estatal o nacional y ningún partido político
-derecha, izquierda, centro y de lado- ha logrado detener la mano del
neoliberalismo. No habrá ningún cambio radical desde
"dentro".
Personalmente, no creo que entrar en la lucha electoral
sea un camino hacia la política alternativa. No por esa
quisquillosidad clasemediera -"la política es sucia" o
"todos los políticos son corruptos"-, sino porque creo que
las batallas deben ser libradas estratégicamente desde posiciones de
fuerza, no de debilidad.
Los blancos del asalto dual del fascismo comunal y el
neoliberalismo son los pobres y las comunidades minoritarias. Conforme
el neoliberalismo divide a ricos y pobres, a la India Radiante y la
India, se vuelve cada vez más absurdo para cualquiera de los
principales partidos políticos pretender representar los intereses
tanto de los ricos como de los pobres, porque los intereses de unos sólo
pueden ser representados al costo de los de los otros. Mis
"intereses" de acaudalada india (si aspirara a ellos) difícilmente
coincidirían con los intereses de un pobre campesino en Andhra
Pradesh.
Un partido que represente a los pobres será un partido
pobre. Un partido con escasos recursos. Hoy no es posible luchar en
una elección sin recursos. Colocar a un par de conocidos activistas
sociales en el parlamento es interesante, pero no es realmente
significativo políticamente. No es un proceso al que valga la pena
canalizar todas nuestras energías. El carisma individual, las políticas
de personalidades, no pueden lograr cambios radicales.
Sin embargo, ser pobre no es lo mismo que ser débil. La
fortaleza de los pobres no está dentro de los edificios de oficinas y
de las cortes. Esta afuera, en los campos, las montañas, los valles,
las calles de las ciudades y los campos universitarios de este país.
Ahí deben llevarse a cabo las negociaciones. Ahí es donde se debe
librar la batalla.
Hoy, esos espacios han sido cedidos a la derecha india.
Lo que sea que se pueda pensar de su política, nadie puede negar que
están allá fuera, trabajando extremadamente duro. Conforme el Estado
abroga sus responsabilidades y retira recursos de la salud, la educación
y los servicios públicos esenciales, las bases del Sangh Parivar han
puesto manos a la obra. Junto con sus decenas de miles de shakhas que
difunden propaganda mortal, dirigen escuelas, hospitales, clínicas,
servicios de ambulancias, células de manejo de desastres. Comprenden
la impotencia. También comprenden que la gente, y sobre todo la gente
sin poder, tiene necesidades y deseos que no sólo son necesidades prácticas
rutinarias, sino también emocionales, espirituales y recreacionales.
Han diseñado un odioso crisol en el cual el coraje, la frustración y
la indignidad de la vida diaria -y los sueños de un futuro distinto-
pueden ser decantados y dirigidos a un propósito mortal. Mientras
tanto, la izquierda tradicional aún sueña con "tomar el
poder", pero se mantiene extrañamente inflexible, renuente a
afrontar estos tiempos. Se ha sitiado a sí misma y retrocedido a un
lugar intelectual inaccesible, donde se ofrecen argumentos antiguos en
un lenguaje arcaico que pocos pueden comprender.
Los únicos que presentan algo parecido a un reto al
ataque del Sangh Parivar son los movimientos de resistencia de base
esparcidos en el país, que luchan contra el despojo y la violación
de los derechos fundamentales provocado por nuestro modelo de
"desarrollo". Muchos de estos movimientos están aislados y,
a pesar de las incesantes acusaciones de que son "agentes
financiados por el extranjero", trabajan prácticamente sin
dinero o recursos. Son magníficos bomberos. Tienen la espalda contra
la pared. Pero tienen los oídos en el suelo, y están en contacto con
la dura realidad. Si se juntaran, si fueran apoyados y fortalecidos,
podrían crecer a ser una fuerza considerable. Su batalla, cuando sea
librada, tendrá que ser idealista -no rígidamente ideológica.
Recuperar el romance
En un tiempo en el que el oportunismo lo es todo, cuando
parece que la esperanza está perdida, cuando todo se reduce a un cínico
acuerdo comercial, encontremos la valentía para soñar. Para
recuperar el romance. El romance de creer en la justicia, en la
libertad y en la dignidad. Para todos. Debemos hacer una causa común,
y para hacer esto debemos entender cómo funciona esta gran máquina
vieja -para quién trabaja y contra quién trabaja. Quién paga, quién
obtiene ganancias.
Muchos movimientos de resistencia no violenta que luchan
aislados, batallas de un solo asunto, en todo el país, se han dado
cuenta de que su tipo de política, con un interés específico, que
tuvo su momento y su lugar, ya no es suficiente. El hecho de que se
sientan acorralados e inefectivos no es razón suficiente para
abandonar la resistencia no violenta como estrategia. Es, sin embargo,
suficiente para realizar una seria introspección. Necesitamos visión.
Necesitamos asegurarnos de que aquellos de nosotros que decimos que
queremos recuperar la democracia somos igualitarios y democráticos en
nuestros métodos de funcionamiento. Si nuestra lucha va a ser
idealista, no podemos simplemente hacer advertencias acerca de las
injusticias internas que perpetramos unos contra otros, contra las
mujeres, contra los niños.
Por ejemplo, aquellos que luchan contra el comunalismo no
pueden hacerse de la vista gorda ante las injusticias económicas.
Aquellos que luchan contra las presas o los proyectos de desarrollo no
pueden eludir asuntos de comunalismo o de política de castas en sus
propias esferas de influencia -aunque el costo sea no obtener un éxito
de corto plazo en una campaña inmediata. Si nuestras creencias pagan
el precio del oportunismo y la conveniencia, entonces no hay nada que
nos separe de los políticos institucionales. Si queremos justicia,
debe ser justicia y derechos iguales para todos -no sólo para grupos
con intereses especiales, con prejuicios de intereses especiales. Esto
no es negociable.
Hemos permitido que la resistencia no violenta se atrofie
y se convierta en un teatro político para hacernos sentir bien, que,
a lo sumo, es una oportunidad para la foto en los medios, y a lo
menos, simplemente es ignorado.
Necesitamos mirar hacia arriba y discutir urgentemente
estrategias de resistencia, librar batallas reales e infligir daño
real. Recordemos que la Marcha Dandi [la Marcha de la Sal, de 1930] no
fue sólo teatro político fino. Fue un golpe al sostén económico
del Imperio Británico.
Necesitamos redefinir el significado de la política. La
oenegización de las iniciativas de la sociedad civil nos lleva
precisamente en la dirección opuesta. Nos despolitiza. Nos hace
dependientes de la ayuda y las limosnas. Necesitamos reimaginar el
significado de la desobediencia civil.
Quizá necesitemos un parlamento sombra electo fuera de
Lok Sabha [la Cámara Baja], sin cuyo apoyo y afirmación el
parlamento no pueda fácilmente funcionar. Un parlamento sombra que
mantenga un ritmo subterráneo, que comparta la inteligencia y la
información (la cual cada vez es más difícil de encontrar en los
principales medios). Sin miedo, pero sin violencia, debemos inutilizar
las partes que hacen funcionar a esta máquina que nos está
consumiendo.
El tiempo se agota. Ahora mismo, el círculo de violencia
nos está encerrando cada vez más. De cualquier manera, el cambio
vendrá. Puede ser sangriento, o puede ser hermoso. Depende de
nosotros.
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