El cambiante papel geopolítico de
Asia oriental
Por Immanuel Wallerstein
Globalización - Revista Mensual de
Economía, Sociedad y Cultura, Agosto 2004
Asia oriental aloja a tres países
-China, Corea y Japón- con prolongadas y emparentadas herencias
culturales. Hasta el siglo XIX, si bien estos países estaban al tanto
de la existencia del mundo europeo, el oriente de Asia era una parte
del orbe lejana y no muy interesante ni importante.
En el siglo XIX el resto del mundo distante,
organizado como una forma de economía capitalista mundial, irrumpió
en Asia oriental e incorporó a la región en sus redes económicas y
políticas. Desde el punto de vista del estrato dominante y de los países
de ese sistema mundial, Asia oriental era simplemente una zona más
que debía transformarse en una región de producción del sector
secundario dentro del eje de la división del trabajo de la economía
del planeta.
Huelga decir que los asiáticos
orientales no estaban contentos con este papel subordinado. Japón
comenzó desde temprano a tratar de revertir esta situación con la
Restauración Meiji. Buscó aprender habilidades y crear las
instituciones internas necesarias que le permitieran transformar su
papel en la división mundial del trabajo en la que se encontraba.
China empezó un poco más tarde, primero con la revolución de 1911 y
posteriormente con la Larga Marcha del Partido Comunista Chino. El
intento coreano se vio postergado debido a la colonización japonesa
de Corea, y comenzó después de 1945.
Al concluir la Segunda Guerra
Mundial los tres países aún jugaban un papel secundario en el mundo
moderno. Estados Unidos se había convertido en un poder hegemónico
en el sistema mundial. Tenía una imponente ventaja económica y era
el principal poder militar del mundo. Su único rival peligroso, en lo
militar y lo ideológico, era la Unión Soviética.
Para conservar la paz, algo
conveniente a ambas potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética
llegaron a un acuerdo tácito, metafóricamente llamado Yalta.
Decidieron dividir al mundo en dos segmentos y acordaron mantener
intactas las fronteras de esas dos zonas. Posteriormente decidieron
separar sus caminos económicos (de manera que la Unión Soviética se
retirara de manera autónoma de los intercambios de la economía
mundial).
También acordaron enfrascarse en
una batalla retórica, pero rigurosamente no violenta, llamada guerra
fría. La función de esta retórica no era cambiar el estatus geopolítico,
sino más bien preservarlo, y permitir que cada una de las partes
conservara a sus aliados y satélites bajo control.
En cuatro ocasiones fue puesto a
prueba el acuerdo de Yalta -con el bloqueo de Berlín, la guerra en
Corea, el diferendo de Quemoy-Matsu y la crisis de los misiles con
Cuba-, cada una de las cuales concluyó con una tregua tan pronto se
llegó a la línea de combate. El acuerdo de Yalta parecía marchar
bien cuando de pronto surgieron problemas. Dos acontecimientos mayores
deshicieron el tratado y, por tanto, la hegemonía de Estados Unidos.
El primero fue un notable ascenso
económico de Europa occidental y Japón. A mediados de los 60,
Estados Unidos había perdido su ventaja económica sobre las empresas
productivas de estas dos regiones, la cuales no sólo eran capaces de
competir con Estados Unidos en sus antiguos mercados, sino también en
el mercado interno estadunidense y el resto del mundo. Europa
occidental y Japón ya no dependían económicamente de la buena
voluntad de Washington, se habían convertido en rivales económicos
muy importantes, lo cual podía provocar que también aspiraran a su
autonomía económica.
El segundo cambio fue la negativa
de algunas naciones importantes en lo que dio en llamarse el tercer
mundo, o el Sur, de aceptar el statu quo establecido en los acuerdos
de Yalta.
El primero fue China, donde los
comunistas, desafiando a Stalin, entraron a Shangai y establecieron su
mandato. Pero no fue el único país en rebelarse. Cuba, Egipto,
Argelia y, sobre todo, Vietnam desafiaron el orden mundial dominado
por Estados Unidos. Al hacerlo no tenían realmente el apoyo de la Unión
Soviética, que normalmente limitaba su influencia a la retórica y
aportar un poco de dinero. Vietnam, un pequeño país, no sólo fue
capaz de resistirse a Estados Unidos, sino de vencerlo en una guerra,
en una hazaña que transformó todo el sistema internacional.
Fue en este punto, a principios de
los 70, que pudo observarse el comienzo de la lenta pero inexorable
decadencia de Estados Unidos, el fin de su verdadera hegemonía. La
historia que continuó los siguientes 30 años, de 1970 a 2000, fue el
intento de Estados Unidos de detener la pérdida de su poder dentro
del sistema mundial. Para Asia oriental fue un periodo de enorme
crecimiento económico, comenzando con Japón, al que siguieron los
llamados cuatro dragones (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y
Singapur), y después China.
El ataque del 11 de septiembre dio
a los neoconservadores de la administración de George W. Bush la
legitimidad que este régimen necesitaba para llevar a cabo su
programa unilateral de intervencionismo militar, que culminó con la
invasión a Irak de 2003. Esta acción se ha convertido en un fiasco
de las más grandes dimensiones para Estados Unidos en los niveles
diplomático, político, económico e incluso militar.
La intención de los
neoconservadores era reforzar la posición estadunidense y restaurar
su hegemonía, pero el resultado obtenido es exactamente el opuesto.
Se ha acelerado la autonomía política de Europa, así como la
proliferación nuclear, más notablemente en Corea del Norte e Irán.
Además se ha dañado profundamente la credibilidad política y moral
de Estados Unidos.
Desde el punto de vista geopolítico,
podemos esperar que durante los próximos 20 años emerjan tanto
Europa como Asia oriental en la escena mundial como actores
independientes de Estados Unidos. ¿Cómo será en el caso de Asia? La
cooperación y coordinación económica entre las tres naciones es el
menor de sus problemas. Ya son un centro de acumulación de capital y
es de esperar que se fortalezcan más en los próximos años.
Trabajando juntas, estas naciones probablemente se conviertan en un
motor principal de la economía mundial. Tienen todo que ganar con la
integración económica y muy poco que perder. Probablemente avancen
en ese sentido con mucha decisión.
Las principales dificultades son
políticas. Los tres países tienen rencores históricos entre sí que
aún pesan mucho en sus relaciones. Corea todavía recuerda la
colonización de Japón. China tiene muy presente cuando Japón ocupó
la mayor parte de su territori,o en los años 30 y 40. El nacionalismo
de Japón aún es impulsado porque durante siglos el país fue
discriminado culturalmente por China y Corea. El segundo gran problema
político es que tanto Corea como China son países divididos, y su
reunificación es un tema urgente y primordial. El tercer gran
problema político es la forma y el poder que conseguiría el ejército
de cada una de esas naciones, en lo que se refiere particularmente al
desarrollo de armas nucleares.
Si Asia oriental ha de jugar un
papel económico, debe resolver sus problemas políticos. Ni China ni
Japón juntos pueden alcanzar todo su potencial económico uno sin el
otro, y yo agregaría que los dos juntos no pueden lograrlo sin Corea.
Esto implica que una negociación política de importancia debe darse
en Asia oriental, del mismo tipo que la ocurrida en Europa occidental
durante la última mitad de siglo. Allí es, desde luego, donde yace
la incertidumbre.
Una vez que los tres países dejen
atrás sus rencores históricos (lo cual no es una idea imposible),
cuando Corea y China encuentren una fórmula que permita la
reunificación política de sus países, y cuando hayan tomado
decisiones claras sobre su poderío militar, que quizá los lleven a
una colaboración entre sus ejércitos, Asia occidental será una
fuerza formidable en la política mundial del siglo XXI.
Así, esas naciones tendrán
delante tres decisiones políticas fundamentales: 1) La forma en que
se relacionan con Estados Unidos, 2) su relación con los países de
su región (específicamente el sur, sureste y suroeste asiático), y
3) la posición que adoptarán en la disputa Norte-Sur en las próximas
décadas. Hay que hacer notar que ésos son exactamente los temas que
Europa enfrentará en los próximos años (si bien en un perímetro
geográfico diferente).
Durante los pasados 50 años las
contiendas y los debates sobre el sistema mundial se han visto
definidos y constreñidos por Estados Unidos (y su caído seudo
oponente, la Unión Soviética). En los próximos 50 años nos
encontraremos en un mundo verdaderamente multipolar. También
estaremos en la transición de un sistema de economía mundial
capitalista hacia otro aún no decidido ni definido. Asia oriental será
parte central de ese proceso, pero no estará sola.
(*) Director del centro de Estudios
Fernand Braudel de la Universidad Bringhamton
Traducción: Gabriela Fonseca
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