¿Hacia
la reunificación de China?
Por
Immanuel Wallerstein
La Jornada, México, 26/02/05
Traducción: Ramón Vera Herrera
El
15 de enero de 2005, representantes del gobierno de China y de las
autoridades en Taiwán sostuvieron una reunión en Macao, que fue
descrita como "histórica". Concordaron en que, por vez
primera desde 1949, habría vuelos directos de China continental a
Taiwán. Ciertamente, este acuerdo sólo tendría duración de tres
semanas, a contar del 29 de enero. Y es cierto que tales vuelos
estaban restringidos: pudieron efectuarlos únicamente las personas
domiciliadas en Taiwán que se hallaban temporalmente en el
continente, para que retornaran a ver a sus familias durante el Año
Nuevo chino. ¿Qué personas eran éstas a quienes se dio permiso de
tomar los vuelos? Eran residentes taiwaneses que hacen negocios en
China continental. Hay entre 700 mil y un millón de ellos, y su número
crece de manera constante. Dado el reciente intercambio de áspera retórica
entre Pekín y Taipei, resulta bastante inesperado el acuerdo y sienta
un precedente importante.
Para
evaluar su importancia, se debe apreciar el contexto histórico.
Hablamos de la continuidad de la civilización china por más de 5 mil
años. Pero si uno mira con detalle la historia de China, hubo una
serie de imperios que duraron cierto tiempo, casi siempre seguidos por
periodos en que la autoridad central se desmoronó. La historia política
de China ha sido un intento continuo por mantener o restaurar la
unidad del país.
En
el siglo XIX, el imperio chino sufría la agresión de las potencias
imperialistas extranjeras. El debilitamiento del poder imperial hizo
posible la revolución china de 1911, que terminó la dinastía
imperial. Pero a partir de 1911, China fue acosada por los
regionalismos y la guerra civil, hasta que finalmente en 1949 el
Partido Comunista y su ejército entraron en Shangai y proclamaron la
República Popular China. La unidad estaba restaurada, o casi.
Lo
que ocurrió, como sabemos, es que el gobierno previo, aquel de Chiang
Kai-Shek y el partido Kuomintang, se replegó con parte de su ejército
a la isla de Taiwán y continuó argumentando, con el respaldo del
gobierno de Estados Unidos, que éste era el gobierno de China.
Entonces, el mundo tuvo que escoger entre dos demandantes alternos:
ambos decían ser el legítimo gobierno de la "única
China", aquella del continente o la de Taiwán. Dado que la
diferencia clave entre ambos gobiernos era política, el resto del
mundo escogió -en gran medida- según su posición en el conflicto de
guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Esto
significó que el gobierno de Taiwán mantuvo durante mucho tiempo el
asiento reservado a China en Naciones Unidas.
Sin
embargo, poco a poco varios países cambiaron su postura y el número
de naciones que reconocía a Pekín creció consistentemente. En julio
de 1971, Henry Kissinger hizo una visita secreta a Pekín, para
preparar una ulterior visita del presidente Richard Nixon. En octubre
de aquel año, la resolución anual encaminada a reconocer al gobierno
chino de Pekín como el legítimo ocupante de un asiento en Naciones
Unidas fue finalmente adoptada por su Asamblea General. En febrero de
1972, Nixon llegó a Pekín y se reunió con Mao Tse Tung. Al final
del encuentro, el 28 de febrero de 1972, Estados Unidos y China
firmaron el Comunicado de Shangai en donde se declara que
"Estados Unidos reconoce que todos los chinos a ambos lados del
estrecho de Taiwán sostienen que existe una sola China y que Taiwán
es parte de ella. El gobierno de Estados Unidos no impugna dicha
posición".
En
1979, Estados Unidos y el gobierno de Pekín establecieron relaciones
diplomáticas. Estados Unidos cortó tales relaciones con el gobierno
de Taiwán y abrogó el pacto de defensa Estados Unidos-China. Pero,
por supuesto, se mantuvo el gobierno de Taiwán. Aquí comenzó a
evolucionar la disputa. Originalmente, en 1949, la disputa era
exclusivamente en términos de política y guerra fría. Pero en los
80, comenzó a cobrar fuerza el grupo de Taiwán que mantenía la idea
de una independencia taiwanesa. Había ahora un segundo aspecto,
bastante diferente del primero. Conforme el asunto de la guerra fría
se debilitó (y en los 90 desapareció en gran medida), el asunto de
la secesión pasó a primer plano.
China
hace un llamado a la reintegración de Taiwán dentro del contexto político
del país. Los que en Taiwán se resisten invocan dos razones
diferentes, su descontento con la naturaleza del sistema político de
la República Popular China y la creencia en el derecho del los
taiwaneses a separarse. Por supuesto, China -como casi todos los países
del mundo que enfrentan el dilema de múltiples grupos étnicos dentro
de sus fronteras- rechaza con firmeza la secesión. Actualmente hay
posturas semejantes en Canadá, España, Francia, Rusia, Georgia,
Turquía, Sudán, Sri Lanka e Indonesia, entre otros.
También
se desarrolló otro cambio importante en la situación de las
relaciones de China y Taiwán. A partir de los 60, Taiwán creció en
fuerza económica y riqueza. Se convirtió en un locus importante de
acumulación de capital. Sin embargo, a partir de los 80, el cambio en
las políticas económicas de la República Popular China también la
condujo a un crecimiento en riqueza y fuerza económica. Llegó el
punto en que la prosperidad de Taiwán se vio amenazada por la
competencia de la China continental. Una consecuencia de esto fue que
los hombres de negocios con sede en Taiwán ansiaron mudar algunas de
sus inversiones económicas al continente. Esto suma casi un millón
de residentes taiwaneses que hoy trabajan en China continental. En el
largo plazo, este grupo tiene todas las de ganar con más vínculos
económicos entre el continente y Taiwán. Y esto puede requerir vínculos
políticos más cercanos. Por primera vez podemos estar ante el hecho
de que un poderoso grupo político de Taiwán se interese activamente
en la reunificación.
Existe
otro factor en juego. La cambiante escena geopolítica: la decadencia
del poder estadunidense en todo el mundo y la creciente fuerza geopolítica
de China. Esto no puede sino agitar un mayor nacionalismo chino entre
los residentes taiwaneses y el deseo, surgido de intereses propios, de
fluir con la marea geopolítica.
¿Es
esto suficiente para lograr una reunificación en el futuro cercano?
Depende de varias cosas: del grado en que se asiente de Estados Unidos
el aislacionismo; de qué tanto mejoren las relaciones políticas
entre Japón y China; de que se den pasos serios hacia la reunificación
coreana. Todo esto puede inclinar la atmósfera política de manera
importante, y cambiar la dinámica de las relaciones China-Taiwán. Si
en 10 o 20 años se conforma un bloque regional en Asia oriental,
serio, entre China, Corea y Japón, Taiwán no querrá quedarse fuera.
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