Kirguizistán,
Turkmenistán, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán
Las conflictivas
dictaduras centroasiáticas de la ex Unión Soviética
Por
Mónica G. Prieto
Diario El Mundo, Madrid, 14/05/05
Las
tres revoluciones pacíficas que, en apenas 18 meses, han acabado con
los regímenes dictatoriales de Georgia, Ucrania y Kirguizistán
amenazan con hacer saltar por los aires los Gobiernos de las vecinas
repúblicas centroasiáticas, apoyados por Moscú tras la desintegración
de la Unión Soviética y caracterizados por la corrupción, la
falta de libertades civiles y el silenciamiento de la oposición.
Con la excepción de
las repúblicas bálticas (Letonia, Estonia y Lituania), la democracia
es sólo una apariencia en la Comunidad de Estados Independientes, el
organismo heredero de la Unión Soviética. Tras la desintegración de
la URSS, las promesas reformistas que auparon a sus líderes al poder
se tradujeron en medidas destinadas a reforzar a sus mandatarios. Si
bien la ola de revoluciones populares que sacude el área es
susceptible de exportarse a cualquier punto de la CEI, la facilidad
con la que ha caído el régimen de Askar Akayev en Kirguizistán hace
que los déspotas que dirigen las vecinas repúblicas ex soviéticas
de Asia Central teman por su futuro.
Con más de 60 millones
de habitantes, las cinco repúblicas del Turkistán, nombre
histórico que recibía esta región, atraen el interés de Rusia y
Estados Unidos. Sus recursos naturales —petróleo y gas
natural—, su población mayoritariamente musulmana y su
proximidad a Afganistán, primer productor de opio del mundo y foco de
tensión militar, hacen de Asia Central un lugar de máximo interés
estratégico para Washington y Moscú, que apoyan a sus dictaduras
para obtener a cambio prestaciones como energía o bases militares.
Sin embargo, ni EEUU ni Rusia han exigido a sus interlocutores una
democratización que dé libertades a sus poblaciones, que les
permita elegir limpiamente a sus líderes y mejorar un nivel de vida
por lo general paupérrimo, lo que hace pensar que la revolución
popular que acabó con el déspota en Kirguizistán se repita en estos
otros países.
Uzbekistán
El país más poblado
del Turkistán, con 26 millones de habitantes, es dirigido desde 1989
por el presidente Islam Karimov, de 67 años, quien dirige la
república con mano de hierro desde la caída de la URSS amparado
en la lucha contra el enemigo islamista, algo que le ha valido las
simpatías de Estados Unidos desde el 11 de Septiembre. Efectivamente,
en su territorio son fuertes tanto el partido islamista Hizb i Tahrir,
que pretende imponer un califato en Asia central, como el Movimiento
Islámico de Uzbekistán, responsable de una ola de atentados entre
1999 y 2001.
Las organizaciones de
Derechos Humanos han criticado duramente al régimen de Karimov, quien
recientemente denunció la acción "subversiva" de las ONG
que "violan las leyes uzbecas con el único propósito de lanzar
ideas extremistas en el país". Los presos políticos se
cuentan a miles y, según Naciones Unidas, el uso de la tortura es
una práctica habitual en sus prisiones. Se teme que el régimen de
Tashkent esté colaborando con la CIA a la hora de recibir e
interrogar presos en su territorio y se sabe que recibe millones de dólares
en concepto de ayuda para sus Fuerzas de Seguridad por parte de
Washington. Tras el 11-S, EEUU obtuvo permiso para abrir una base
militar en Janabad que facilitaría sus misiones en Afganistán.
El régimen de Karimov
mantiene conflictos fronterizos con Tayikistán y Kirguizistán
—incluso minó las fronteras de su país con ambas repúblicas para
impedir incursiones armadas como las de Hizb i Tahrir entre 1999 y
2001— y controla férreamente los medios de comunicación para
evitar disidencias. Con la oposición encarcelada o en el exilio, los
movimientos radicales islamistas se están imponiendo entre su población
como alternativa a su corrupto régimen.
Kirguizistán
La última de las
revoluciones populares en la ex Unión Soviética ha acabado con el
que se consideraba uno de los regímenes más liberales de la zona, si
bien la política del presidente Askar Akayev, en el poder
desde 1990, pasó progresivamente de la moderación y la democracia al
nepotismo. Elegido por sufragio universal directo por primera vez en
1991, tras la desintegración de la URSS, fue confirmado en su cargo
en los años 1995 y 2000, si bien los observadores internacionales
criticaron la limpieza de los procesos electorales en el país. En sus
primeros años de Presidencia, Akayev —de 61 años y científico de
formación— se caracterizó por lanzar unas reformas consideradas en
su día inéditas y atrevidas: abrió el país a la inversión
extranjera, fue el primero en abandonar el rublo como moneda nacional
y también fue el primero en decretar la propiedad privada de la
tierra, un paso que ni siquiera ha dado Rusia hoy en día. Todo ello
le convirtió en el líder más reformista de las repúblicas
centroasiáticas ex soviéticas, si bien la mitad de su pueblo vive
por debajo del límite de la pobreza.
A medida que pasó el
tiempo, el fracaso de sus reformas y la radicalización de su política
aumentó el descontento popular. El estancamiento económico,
la supresión de libertades políticas y la corrupción rampante
finalmente convirtieron su régimen en otra dictadura más. Tras ser
reelegido para un tercer mandato de cinco años en 2000, Akayev
prometió no volver a presentarse. Tres años después impuso una
reforma constitucional que ampliaba su poder y le dotaba de inmunidad
a sí mismo y a varios de sus familiares, por lo que se extendió
el rumor de que trataba de eternizarse en su puesto. En las últimas y
cuestionadísimas elecciones legislativas, las mismas que detonaron la
rebelión popular, la mayor parte de los escaños los obtuvo su
formación política, que incluía a dos de sus hijos. Lo más
sorprendente de la revolución kirguiz ha sido sin duda la rapidez con
la que ha caído el poder establecido, habida cuenta de la
heterogeneidad de una oposición -en buena parte encarcelada- y la
división social y étnica de la república.
Tayikistán
Es considerada la
república más inestable de Asia Central a causa de la guerra
civil que, entre 1992 y 1997, se cobró más de 50.000 muertos, aunque
los observadores descartan que su población, hastiada de violencia,
emprenda un movimiento popular en contra de su presidente, Emomali
Rajmonov, como los vividos en Ucrania, Georgia o Kirguizistán.
Elegido presidente en 1994 y reelegigo posteriormente en comicios
descalificados por la comunidad internacional, Rajmonov ha
radicalizado progresivamente su régimen hasta el autoritarismo. En
2003, celebró un referéndum que prolongaba su mandato de cinco a
siete años y le permitía postularse a presidente en dos elecciones más,
lo cual le permitirá seguir en el poder hasta 2020. Su régimen ha
acallado a la oposición, actualmente muy dividida y poco partidaria
de arriesgarse.
Rusia tiene una
importante presencia militar y grandes intereses en el país. Las
últimas elecciones parlamentarias, celebradas el mismo día que las
kirguizas, dieron la victoria al Partido Popular Democrático, la
formación de Rajmonov, con el 80% de votos. La ausencia de oposición
ha reforzado a los partidos islamistas.
Turkmenistán
Considerado uno de los
más represivos de la zona, el régimen dirigido por Saparmurat
Nizayov es habitualmente criticado por Moscú y Washington, pero
los intereses económicos rusos en sus reservas naturales y la
dependencia del gas turkmeno por parte de Ucrania facilitan el
continuismo de la situación. Nizayov, de 65 años, accedió al poder
en 1991, tras la desintegración de la URSS, y desde entonces, sus
usos dictatoriales le mantienen aislado de la comunidad internacional.
Ha desarrollado un desaforado culto a su personalidad que le ha
llevado a autodenominarse Turkmenbashi, o padre de todos los
turkmenos. En 1999 logró ser nombrado presidente vitalicio.
Oficialmente no
existe oposición política en Turkmenistán, no hay libertad de
prensa y sólo existen grupos de la fracturada oposicion en el exilio.
Pese a sus reservas de gas natural, la pobreza es creciente y afecta
casi a la mitad de la población. La ausencia de un delfín de Nizayov
es considerado un factor de inestabilidad.
Kazajistán
Se le considera el
país con mayor nivel de vida de la zona gracias a sus ingentes
reservas naturales, pero los modos autoritarios definen al régimen
kazajo e incluso se han agravado en los últimos años. La corrupción
y la eliminación de la disidencia caracterizan el Gobierno
dirigido por el presidente Nursultán Nazarbayev, en el poder
desde 1989. Todos los procesos electorales que le mantienen en el
cargo desde hace más de una década han sido cuestionados por
Occidente, y muchos de los procesos contra sus opositores son tachados
de políticos por las organizaciones internacionales.
La disidencia es apenas
visible en el país, ya que Nazarbayev persigue y clausura sistemáticamente
las sedes de los grupos políticos ajenos a su ideario. Sin
embargo, las vastas reservas petrolíferas del país han creado una
elite economica interesada en el poder.
La experiencia de las
repúblicas vecinas sacudidas por revoluciones populares y el temor a
que se consolide la amenaza islamista —el grupo Hibz i Tahrir también
actúa en su zona— ha llevado a Nazarbayev a introducir reformas
constitucionales para combatir posibles rebeliones. En concreto,
el pasado 21 de febrero Nazarbayev promulgó una ley "sobre el
extremismo" para hacer frente a un eventual movimiento social.
Como en el caso de Kirguizistán, el presidente está preparando a su
hija, Dari Ga, soprano y empresaria de medios de comunicación que
dirige un partido político, para su relevo.
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