Tensión
en las zonas rurales: en 2004 se produjeron 74.000 protestas. La cifra
representa un aumento exponencial respecto de las 10.000 ocurridas
hace una década. Pekín se vio obligado a crear una policía
antimotines
El
gobierno chino, en alerta por el creciente descontento social
Por Howard W. French
International
Herald Tribune
La
Nación, 25/08/05
Traducción
Luis Hugo Pressenda
Shanghai.
En China se percibe en el aire una creciente intranquilidad después
de protestas cada vez más audaces que durante meses se han extendido
por la zona rural.
Los
motivos van desde la desenfrenada contaminación industrial, que
recuerda la conmoción provocada en los 60 por el mal de Minamata,
hasta los generalizados desalojos y confiscaciones de tierras por
parte de gobiernos locales corruptos que trabajan con inversores y
planificadores urbanísticos cada vez más poderosos. Y los ciudadanos
chinos parecen haber comenzado a hartarse.
Cada
semana hay noticias de por lo menos uno o dos incidentes con miles de
aldeanos en batallas campales con la policía o de sangrientas
represiones en las que la policía lanza gas lacrimógeno o apalea
manifestantes. Y, según datos oficiales, cientos de esos incidentes
escapan a la atención pública.
Nadie
está dispuesto a pronosticar que ése sea el comienzo de la
desintegración de un Estado autoritario que, en los últimos veinte años,
logró en gran medida una paz social y un aplazamiento de la demanda
de cambios políticos merced al crecimiento económico vertiginoso.
Pero
la reacción de las autoridades chinas, una mezcla de alarma y
aparente trastorno, es un claro indicio de que en las altas esferas
del poder se toma con la máxima seriedad lo que se está gestando aquí,
sea lo que fuere.
La
semana pasada, por ejemplo, el gobierno anunció la creación de
brigadas policiales antimotines en 36 ciudades, para sofocar tumultos
y contrarrestar lo que las autoridades definen como la amenaza del
terrorismo. Salvo incidentes no muy frecuentes con separatistas Uighur,
en el oeste del país, el terrorismo es algo inaudito en China.
Según
la evidencia, parecería que a las autoridades les preocupa más lo
que el ministro de Seguridad Pública, Zhou Yongkang, comentó a la
agencia noticiosa Reuters el mes pasado: que en 2004 se produjeron
74.000 incidentes masivos o manifestaciones de protesta y tumultos, en
comparación con los 58.000 registrados en 2003 y con los tan sólo
10.000 ocurridos hace diez años.
Otras
señales de la creciente preocupación sobre esa tensión social son
igualmente elocuentes. Esta semana, el Liberation Army Daily (Diario
del Ejército de Liberación) publicó un habitual aviso de las
fuerzas armadas que advertía a los soldados que serían
"severamente castigados" por participar de petitorios o de
manifestaciones. La declaración pareció haber sido impulsada por un
serie de recientes protestas de veteranos de guerra por sus beneficios
de pensión frente a una oficina del Ejército de Liberación Popular,
en Pekín.
La
noticia de la creación de las brigadas policiales antimotines
coincidió con una orden cursada a los comisarios de toda la nación
para que se reunieran personalmente con los delegados de los
"peticionantes" que planteaban quejan sobre diversas
cuestiones. Esa orden pareció ser un intento por cortar de raíz el
descontento localizado antes de que pudiera transformarse en una
protesta acompañada de tumultos y agitación.
Toda
la campaña aparentemente comenzó con un fuerte editorial periodístico
publicado hace poco en The People´s Daily (El diario del pueblo), órgano
oficial del Partido Comunista, titulado "Mantener la estabilidad
para acelerar el desarrollo".
También
en la ciudad
El
comentario advertía a los ciudadanos que obedecieran la ley y
afirmaba que las amenazas contra el orden social no serían toleradas.
En
las últimas dos semanas, las manifestaciones de protesta llegaron
hasta Shanghai, una ciudad presentada como modelo, que figura entre
las más controladas por la policía en todo el país y donde los
reclamos populares son relativamente raros.
Ultimamente
pudieron oírse día tras día las airadas quejas de los ciudadanos en
las calles céntricas de Shanghai, particularmente frente al elegante
centro de exposiciones donde deliberaba el gobierno municipal.
En
una de las protestas, habitantes de mediana edad invocaron consignas
rebeldes de su juventud durante la Revolución Cultural, mientras
denunciaban los desalojos para dar paso a prominentes inversores y
planificadores urbanísticos; exigían un resarcimiento justo.
Otro
día, en el mismo lugar, un grupo separado de residentes de más edad
aún, también enojados por los desalojos, corearon el nombre del
secretario del Partido Comunista de la ciudad, exclamando: "¡Abajo
Chen Liangyu!"
Cerca
de allí, una mujer con sus hijos, a quienes no había podido
matricular en las escuelas locales, mostraba un cartel con una audaz
frase que decía: "¿Por qué debemos soportar las consecuencias
de la mala administración y la ineptitud del gobierno?".
A
media cuadra, empleados de hoteles se congregaron para protestar
contra su despido por parte de quienes, según ellos, eran maleantes a
sueldo que privilegiaban la contratación de mano de obra más barata
proveniente de la zona rural. Mientras tanto, los taxistas, resentidos
por el considerable aumento de la nafta, han estado analizando la
posibilidad de una huelga para el 1° del mes próximo.
Aunque
Pekín se concentra en la necesidad de establecer un mayor control
policial y de contar con gobiernos locales más responsables, muchos
chinos mencionan la corrupción oficial como la mayor causa de sus
penurias.
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