Pasado,
presente y futuro de China
¿De
semicolonia a potencia mundial?
Por
James Petras
La Haine, marzo 2006
Traducido para La Haine por Marina Trillo
Introducción
El
consenso general es que China está surgiendo como la próxima gran
superpotencia económica. A pesar de la creciente consciencia de
graves problemas ecológicos y del reconocimiento ocasional de las
crecientes desigualdades sociales, muchos escritores prevén que China
(y últimamente India) serán las próximas potencias mundiales,
desafiando y superando a Japón, Europa y Estados Unidos.
Este
ensayo plantea serias cuestiones metodológicas, conceptuales, históricas
y empíricas acerca de la noción de China como próxima superpotencia
mundial. Sin negar el tremendo aumento de exportaciones, inversiones y
crecimiento, este trabajo se centra en una pregunta más básica: ¿Cuál
es el carácter de las principales unidades de análisis responsables
de esta expansión, y como lo proyectan en el futuro?.
Esta
no es una cuestión semántica, sino de método y claridad conceptual,
sin los cuales no podemos entender exactamente quiénes son los
‘agentes’ de crecimiento y transformación. Ello requiere que
vayamos más allá de etiquetas nacionales simplistas para identificar
el carácter sociopolítico de las unidades económicas que actúan
dentro de China y en particular las más dinámicas de estas unidades
en términos de su futuro poder.
La
segunda sección del trabajo proporcionará un análisis histórico
esquemático de las ‘etapas’ del desarrollo Chino, fijándose en
las continuidades, rupturas, transiciones y proyecciones durante el último
medio siglo. El propósito es identificar el ascenso, caída y
resurgimiento de las clases sociales y el proyecto político económico
en el cual están inmersas.
La
tercera sección se centrará en el comportamiento de la economía política
China, tanto en su crecimiento como en las contradicciones explícitas
e inherentes.
La
cuarta sección versará acerca del impacto de la cada vez más
profunda liberalización de la estructura económica y de clases, en
particular el papel del capital extranjero. Esta sección tratará
específicamente acerca de las implicaciones a largo plazo de la toma
del control de empresas Chinas por bancos y corporaciones
multinacionales.
La
quinta sección tocará los desafíos y amenazas externas, políticas,
económicas y militares, que China afronta, así como los dilemas, que
son causa y consecuencia de la inserción de China en el sistema
capitalista mundial.
La
sección final proporciona una visión general de la futura
trayectoria del desarrollo de China. Esta sección estará dirigida a
las consecuencias políticas y económicas de las compras acumulativas
por el capital extranjero de los sectores más dinámicos de la economía.
Examinará si el estado está enganchando capital extranjero al motor
de crecimiento Chino o si el estado Chino se verá cada vez más
partido en feudos sectoriales y regionales por parte de capitales
imperiales en competición. Esto a su vez nos llevará a plantearnos
la pregunta de si las clases capitalistas nacionales e internacionales
de China se convertirán en protagonistas de un imperio competidor
emergente, socios y competidores de potencias imperiales existentes o
si sucumbirán y se convertirán en sátrapas de EEUU, Japón y
Europa.
Fundamentalmente
la viabilidad del capitalismo Chino no descansa sólo en sus tasas de
crecimiento y capacidad para generar puestos de trabajo, sino también
en las relaciones sociales de producción, circulación y reproducción.
La feroz explotación de la mano de obra, el desplazamiento masivo de
campesinos, el despido de millones de obreros industriales
especializados / semiespecializados de empresas estatales y firmas
quebradas y su propensión creciente a involucrarse en la acción
directa pronostica la aparición de lucha de clases a gran escala
abocando a la nueva clase multimillonaria de capitalistas extranjeros
y domésticos y su ‘estado protector’ contra los cientos de
millones de obreros y campesinos desposeídos y alienados. La lucha de
clases, su magnitud, intensidad y curso político probarán la
sostenibilidad del modelo de crecimiento Chino de ‘explotación máxima’
bajo control autocrático.
Concluiremos
mirando las fuerzas gemelas de crecientes tomas de posesión por parte
del capital extranjero y la intensificación de la lucha de clases,
según se cruzan para modificar o transformar la sociedad y la economía
Chinas.
Aclaración
metodológica y conceptual
En
cualquier tentativa para evaluar y analizar la economía China es
esencial determinar a que nos referimos al escribir sobre “China”.
La respuesta más obvia se decanta por la frontera geográfica que
demarca el país de otros países, y la naturaleza del régimen político.
Pero un debate sobre “China” requiere que vayamos más allá de
esta designación elemental, para el examen del principio de
actividades económicas y la propiedad de los sectores dinámicos de
la economía. “Hecho en China” no significa necesariamente que los
Chinos sean los dueños. En tanto que el marco político-territorial
-legal contiene unidades económicas no Chinas dedicadas al comercio,
producción distribución, financiación, e investigación y
desarrollo a gran escala y largo plazo, incumbe al analista establecer
la distinción entre el comportamiento de unidades y actores económicos
“Chinos” y “no Chinos”. Agruparlos simplemente como
“China” oscurece comportamientos diferenciales y consecuencias
divergentes a medio y largo plazo. Además es importante delinear las
tendencias dinámicas entre unidades económicas Chinas y no Chinas
para determinar cuales de ellas predominarán finalmente.
Más
allá de las importantes diferencias cuantitativas de la propiedad
entre unidades Chinas y no Chinas, está la cuestión de si las
unidades no Chinas están ‘enganchadas’ a una estrategia de
crecimiento dirigida por Chinos o viceversa. Casi todos los académicos,
periodistas, asesores y funcionarios de las instituciones financieras
internacionales (IFI) agrupan los actores e instituciones económicas
chinas y no chinas al calcular las exportaciones, inversiones,
producción, financiación, importaciones etc. Además por lo general
pasan por alto el hecho de que las unidades no chinas están creciendo
más rápido, aumentando su cuota de exportaciones (e importaciones),
beneficios, pagos de derechos y control de nuevos sectores de
crecimiento de la economía.
Esto
es particularmente cierto desde que China se unió a la Organización
Mundial de Comercio, y ahondó y amplió su estrategia de liberalización.
El crecimiento de empresas en manos extranjeras significa que las
inversiones, comercio, exportaciones, financiación, ubicación, y
decisiones son efectuadas en función de las necesidades globales de
las multinacionales y son respaldadas por sus estados imperiales –
fuera del marco de la entidad legal denominada “China”. Según
aumenta la presencia de corporaciones multinacionales no Chinas, así
lo hace su nivel de influencia sobre los sectores de crecimiento dinámico
de la economía; a la inversa, disminuye el nivel de influencia del
estado Chino en la economía. Incluso lo que es más importante,
considerando la estrecha relación entre sectores de crecimiento
estratégicos y el estado, es probable que la creciente presencia de
multinacionales cambie la naturaleza del estado, haciéndolo menos
"Chino" y más a tono y conforme con las políticas de las
corporaciones multinacionales de propiedad extranjera.
Ni
que decir tiene que éste es un proceso a medio o largo plazo que
depende de varios factores que van más allá de la dinámica de
expansión del capital. Por ejemplo, la intensificación de conflictos
de clase y nacionales, o las amenazas y confrontaciones militares económicas
exteriores podrían debilitar o incluso minar la expansión dinámica
y el control de las corporaciones multinacionales extranjeras. En
cualquier caso el método para medir el comportamiento del crecimiento
de China requiere que se tenga en cuenta el factor políticamente
sensible de lo Chino frente a lo no Chino.
Es
probable que el resultado devalúe o disminuya el comportamiento de
China. Por otra parte si concebimos a las corporaciones
multinacionales como extensiones de las potencias imperiales
principales (EEUU, Unión Europea y Japón), como puestos avanzados
dinámicos o enclaves del imperio empotrados en la economía China,
deberíamos considerar su expansión como parte del crecimiento del
imperio. En otras palabras, la “China” política-legal crece
cuando las potencias imperiales se expanden – como es evidente
durante el último cuarto de siglo y probablemente lo será en las próximas
varias décadas. Esto sugiere que los argumentos de que el poder Chino
desafíe a EEUU, Unión Europea y Japón están basados en una premisa
falsa, a saber, que lo que es “Chino” es analíticamente y
objetivamente distinto del principio de unidades económicas
estadounidenses y de otros países imperiales, que operan en China. La
asunción del crecimiento del poder Chino está basada en la idea de
que las unidades económicas de propiedad China y bajo su control en
sectores estratégicos de las finanzas, manufactura y exportación están
creciendo más rápido que las corporaciones multinacionales con base
en el imperio y las empresas de inversión internacionales. Según
demostraremos seguidamente, los datos no apoyan tal asunción.
Otra
presunción cuestionable es la noción de que la inversión extranjera
y las corporaciones multinacionales están siendo subordinadas o
enganchadas por el estado Chino para servir a objetivos estratégicos
Chinos al igual que EEUU utilizó la inversión británica en los
ferrocarriles para expandir el capitalismo estadounidense. Hay varios
problemas con este argumento. En primer lugar, el estado Chino, sus
políticas y líderes no están anclados en el tiempo: La inversión
extranjera inicial ha llevado a la entrada acelerada en una amplia
gama de sectores, ambas causa y consecuencia de la creciente
liberalización. Las élites gobernantes Chinas han mudado con el paso
del tiempo de socios dominantes a copropietarios o accionistas
minoritarios de las últimas empresas de inversión. La noción de
‘enganchar’ a inversores extranjeros para servir la estrategia de
desarrollo China pierde importancia a medida que las corporaciones
multinacionales copan los altos cargos de varios sectores o al menos
dirigen la gestión de empresas clave. Cuando el estado Chino invierte
en infraestructura (ferrocarriles, puertos, transporte aéreo etcétera)
las multinacionales aumentan su papel en los sectores dinámicos del
mercado.
La
estrategia China del siglo XXI invierte la estrategia estadounidense
del XIX respecto a la inversión extranjera – los sectores
lucrativos de crecimiento pasan al capital extranjero, mientras la
tesorería China financia la infraestructura de alto coste, a largo
plazo, gran escala, de bajo retorno. El segundo problema general en
cuanto a la noción del comportamiento del crecimiento Chino es el área
geográfica sumamente limitada y la población activa que ello
implica. Casi se podría hablar de “Dos Chinas” – la región
costera y la interior. La verdad del asunto es que la rejilla 3 James
Petras – La Haine productiva de China está sumamente limitada a sus
regiones portuarias, con vínculos a enclaves mineros del interior.
Considerando la carencia de integración económica nacional y el alto
nivel de integración (comercio e inversión) con potencias imperiales
externas (Japón, EEUU y Unión Europea) es problemático referirse a
China como una economía nacional. Este es en particular el caso
cuando las zonas económicas costeras concentran casi todas las
empresas de propiedad o de dirección extranjera. En términos analíticos
lo que se denomina crecimiento Chino son más bien zonas de expansión
dentro de las que operan enclaves de propiedad extranjera. En términos
geográficos el crecimiento Chino está profundamente circunscrito;
dentro de estas zonas circunscritas, las empresas más dinámicas no
son Chinas. Los ingresos y los gastos estatales refuerzan la
naturaleza “zonal” y de enclave de lo que es efectivamente
“China”. En el mejor de los casos la China interior sirve como
fuente de mano de obra barata, una parte en disminución de alimentos
y materias primas, del mismo modo que la mano de obra extranjera y las
neocolonias sirven a las potencias imperiales.
El
tercer problema con el examen del comportamiento económico de China
como entidad indiferenciada es la cuestión del proceso específico de
clase de acumulación y distribución. Todo el proceso de acumulación,
reproducción, concentración y distribución está dirigido, es
propiedad de y beneficia a una clase sumamente limitada de
capitalistas extranjeros y domésticos y directores estatales y sus
extensas redes familiares. Las extremas y crecientes injusticias de
clase en poder, riqueza, propiedad, acceso al crédito estatal,
contratos, licencias, incentivos y concesiones territoriales están
totalmente mistificadas con las referencias a que “China”
invierte, crece…etc. Aunque las clases dirigentes extranjera y doméstica
compiten por subvenciones oficiales, concesiones y cuotas de mercado,
comparten al menos dos características esenciales: Un apoyo común
para aumentar la cuota de renta nacional del capital; y la oposición
común a cualquier esfuerzo de la clase obrera para organizarse,
protestar o mejorar las condiciones laborales y de vida.
Conceptualmente esto requiere que desechemos la noción indiferenciada
de “China” y nos concentremos en los actores de clase que actúan
en nombre de China, pero que diseñan o demandan políticas de
desarrollo compatibles con sus intereses de clase. De lo contrario la
presunción es que la población colectiva encarnada en la noción de
‘China’ está de alguna manera implicada en las decisiones económicas
esenciales o que aquellos que toman las decisiones, “representan”
de algún modo los intereses de los trabajadores, desempleados y
campesinos Chinos y no las instituciones controladas por clase en las
que están empotrados. Una cuestión metodológica igualmente
importante proviene de la medición del nivel de vida en China. La
mayor parte de los analistas equiparan el nivel de vida a los ingresos
monetarios y concluyen que ha habido un aumento enorme del nivel de
vida, una “histórica” reducción masiva de la pobreza y una
mejora de las oportunidades. Éstas son inferencias muy cuestionables
por varios motivos esenciales. La medición del nivel de vida implica
mucho más que un examen de los ingresos monetarios, sobre todo en
economías en transición del socialismo al capitalismo de libre
mercado. La eliminación de la educación gratuita, sanidad,
vacaciones pagadas y pensiones en la transición señala un declive
del nivel de vida y debería resultar en una deducción importante de
los ingresos monetarios.
En
segundo lugar el desplazamiento capitalista de millones de campesinos,
artesanos y otros con ingresos suplementarios en especies (comida,
utensilios etcétera) significa otra deducción en los ingresos
monetarios. En tercer lugar el aumento del coste de vida (alquileres,
energía, electricidad, agua, etc.) debe ser descontado de los
ingresos monetarios. En cuarto lugar, el estrés y el abuso físico a
causa de la intensificada explotación de la mano de obra en las fábricas
de exportación aumentan la probabilidad de invalidez física,
accidentes de trabajo y muertes, el empeoramiento de las condiciones
laborales supone una merma adicional del nivel de vida. Las múltiples
cargas tributarias añadidas a los campesinos por funcionarios locales
explotadores, las demoras y evitación de pagos por parte de
propietarios privados, la erradicación de vecindarios y alojamientos
de trabajadores para beneficiar a especuladores de bienes inmuebles
todos han empeorado el nivel de vida. Aunque el consumo personal ha
aumentado – de modo muy desigual en tiempo y lugar – el empleo, la
tenencia de tierra, los precios y la inseguridad en la jubilación son
determinantes negativos de las condiciones de vida. Si las
estimaciones del nivel de vida de las masas son deformadas al alza en
cuanto a los ingresos monetarios, éstas son subestimadas en lo que
respecta a la nueva clase de capitalistas millonarios y
multimillonarios y su progenie.
Las
formas de ingresos monetarios son mediciones importantes aunque
parciales de su nivel de vida. Su acceso a la mejor atención
sanitaria privada extranjera y doméstica, instituciones educativas
privadas elitistas extranjeras y domésticas, acceso directo
privilegiado y fácil a los que diseñan la política del gobierno,
acumulación de un conglomerado de bienes materiales (productivos y
financieros), sus extendidos privilegios familiares, capacidad para
heredar riqueza establecida, sus vacaciones lujosas, mansiones, automóviles…por
mencionar sólo algunos de sus activos no monetarios, significan que
las mediciones monetarias de ingresos subestiman el nivel de vida de
la clase capitalista. De cualquier modo, el nivel de vida relativo de
las masas Chinas, como parte de los bienes y servicios totales y
calidad de vida ha disminuido precipitosamente. Este es el caso sobre
todo si examinamos la ‘ecología’ del alojamiento y trabajo y su
impacto desigual sobre las clases. Los científicos y todos los
observadores han escrito y han hablado del enorme aumento de la
contaminación del aire, agua y tierra generadas por la expansión no
regulada de compañías capitalistas privadas y estatales. Lo que la
mayor parte de los observadores dejan de notar sin embargo es que la
enfermedad y las muertes se acumulan de manera aplastante entre los
trabajadores, campesinos y clases asalariadas mal pagadas quienes están
más expuestos a la contaminación en su lugar de trabajo, en sus
movimientos por las ciudades, en su dependencia de las instalaciones
de agua públicas y en la ubicación de sus viviendas. Las clases
dirigentes y altas viven en lugares menos contaminados, beben agua
embotellada, tienen chalets en el campo y en la costa para escapar del
aire contaminado, tienen coches con aire acondicionado, casas, clubes
de campo y están situadas lejos de las muy contaminadas minas, fábricas,
cloacas, vertederos de basura e incineradoras.
El
advenimiento del capitalismo ha con seguridad aumentado las
enfermedades respiratorias y las enfermedades infantiles sobre todo en
zonas industriales de “crecimiento alto”. El empobrecimiento ecológico
es un factor importante en la reducción del nivel de vida porque
afecta negativamente a la calidad de vida. Dadas las enormes y
crecientes desigualdades, las peores mediciones del nivel de vida son
aquellas, que se basan en la ‘renta per cápita’ (renta dividida
por población). Por los motivos mencionados anteriormente, los
ingresos monetarios son una medición casi inútil o muy limitada. La
renta per cápita oscurece las desigualdades mastodónticas entre el 5
% del tope y el 75 % del fondo de la población. El ‘promedio’ es
un artefacto estadístico engañoso que oscurece los verdaderos
niveles de renta de la inmensa mayoría. Sería más apropiado
promediar con decimales los ingresos monetarios, menos los gastos de
servicios sociales (sanidad, educación y pensiones, alquileres, energía,
viajes e impuestos). Además, para convertir el resto de ingresos
monetarios en una medida del nivel de vida, tendríamos que
contrapesar ganancias en compras de bienes de consumo con las pérdidas
en aire fresco, tiempo libre, seguridad en el trabajo, alojamiento
casi gratuito, vacaciones pagadas, condiciones laborales benignas y
separaciones familiares. La medición de ingresos monetarios y nivel
de vida es mucho más compleja que lo que sostienen los economistas más
ortodoxos. Si ampliamos nuestro examen del nivel de vida a lo que es
preciso denominar las patologías sociales, el argumento a favor del
aumento del nivel de vida es aún más dudoso.
La
decadencia de la moralidad pública en la transición al capitalismo
es universalmente reconocida. China figura entre los peores países
del mundo en términos de corrupción de funcionarios públicos, por
lo general pero no exclusivamente en lo que respecta a transacciones
con el sector privado. En términos del valor monetario de la corrupción
y del delito administrativo, China seguramente está al nivel más
alto de las grandes empresas estadounidenses como World Com, Enron y
las corporaciones estadounidenses de ahorro y préstamo. Decenas de
miles de millones de dólares son transferidos al extranjero
ilegalmente (lavados) por las élites Chinas, con la compra de bienes
inmuebles en EEUU, Canadá e Inglaterra, acciones, obligaciones y
bonos del tesoro así como con la financiación de costosa educación
y asistencia médica para la progenie y familia.
La
corrupción impregna la vida económica y pública China hasta niveles
de funcionarios urbanos locales – reforzando los privilegios de
clase y creando otros nuevos. Aunque existía corrupción durante el
período comunista, fue a una escala y de un alcance mucho menor que
los actuales, como la mayor parte de los Chinos constatan y
comprueban. La corrupción tiene enormes consecuencias de clase:
Realzando el poder, la propiedad y los privilegios de la riqueza;
aumentando los impuestos a los campesinos, deteriorando los servicios
públicos y eliminando las inversiones públicas que benefician a la
clase obrera urbana. Igualmente importante ha sido el aumento masivo
de los delitos, incluidas las drogas, prostitución, esclavitud
sexual, y fraude y asaltos públicos ilegales contra manifestantes
deprivados de tierra, empleos, pensiones y casas. El crecimiento geométrico
los delitos en la calle, oficina y estado y la consiguiente
inseguridad, pérdida de propiedad, ingresos y vida, es producto de la
nueva moral del capital de “hacerse rico”, que socava las virtudes
cívicas del bien colectivo que prevalecían en el período anterior,
incluso aunque fueran con frecuencia violadas en la práctica. Vivir
con corrupción generalizada, delitos y autoridad arbitraria guiada
por motivos de lucro personal a expensas del público es ciertamente
una medición del declive del nivel de vida. Estas consideraciones
metodológicas guiarán nuestro examen de la transición de la economía
China al capitalismo del siglo XXI.
Etapas
de Desarrollo Chino: De Semi-Colonia a Revolución
Los
cambios históricos acontecen en marcos de tiempo desiguales: Procesos
relativamente lentos que implican cambios a pequeña escala y
contradicciones que surgen gradualmente van seguidos de revoluciones rápidas
y abruptas. China es ilustrativa de esta proposición. Durante el
pasado medio siglo China ha pasado por dos importantes revoluciones y
dos “regímenes de transición” que han transformado las
relaciones de propiedad, la estructura de clases y la naturaleza del
poder estatal. Cada revolución política ha puesto en movimiento una
reorganización de la economía y ha cambiado la naturaleza de la
lucha de clases, guiada por una nueva configuración del poder
sociopolítico. Cada etapa del desarrollo procede del período
anterior, aportando al nuevo régimen políticoeconómico algunas de
las prácticas, valores y clases del viejo. Además la transición del
socialismo al capitalismo, en particular, las altas tasas de
crecimiento y muchos de los atractivos para inversores privados
extranjeros y domésticos fueron producto de inversiones básicas
humanas y de capital emprendidas bajo el régimen socialista. Cada régimen
políticoeconómico contiene las semillas de su propia destrucción y
las agencias sociales para la aparición del nuevo régimen.
Primera
Etapa: De Colonia y Neocolonia a Régimen Revolucionario Socialista
La
revolución socialista china (RSC) (1949) creó las condiciones políticas
y económicas más básicas para cualquier desarrollo económico
sostenido y consecuente. El movimiento revolucionario desempeñó un
papel fundamental en la derrota militar del colonialismo japonés,
terminó con los enclaves europeos y las concesiones costeras en el
curso de la creación de la soberanía nacional. La RSC derrotó a los
caudillos militares provinciales y locales y a sus aliados en el
Kuomintang creando así un estado unitario. Terminó con la inflación
(que estaba) por las nubes, la monumental corrupción y el pillaje de
la tesorería pública y del sistema financiero, sentando la base para
una moneda estable, una disciplina fiscal y una economía operativa
capaces de reconstruir la economía devastada por la guerra. Repelió
las amenazas estadounidenses a sus fronteras durante la invasión
estadounidense de Corea del Norte. Dentro del marco de un estado
nacional soberano, libre del intrusivo tutelaje imperial, la RSC
organizó enormes proyectos de infraestructura (carreteras, puertos,
aeropuertos, ferrocarriles, irrigación, medidas para controlar las
inundaciones, agua y líneas eléctricas) que estimularon altas tasas
de crecimiento económico en industria, comercio y agricultura,
terminando con décadas de hambruna masiva bajo dominación imperial
Occidental y Oriental. La RSC efectuó varias reformas estratégicas
que proporcionaron la base para el crecimiento a largo plazo: Inauguró
la alfabetización pública masiva y una campaña sanitaria a todos
los niveles de la sociedad – creando una mano de obra formada,
saludable, e incluyendo a millones de ingenieros, científicos y muy
expertos operadores de máquinas / herramientas. De igual importancia
es que convirtió a una masa de campesinos rurales en experta,
productiva y disciplinada mano de obra urbana industrial, mejorando el
nivel de vida en el curso de la creación de una compleja división
del trabajo. Las industrias de producción de acero y carbón y el
sector de bienes de equipo crearon la base para industrias ligeras y
artículos de consumo baratos. En el campo, las fragmentadas e
improductivas mini parcelas agrícolas fueron consolidadas llevando a
mayor mecanización y facilitando la provisión de asistencia social a
cooperativas y más tarde a unidades colectivistas más grandes.
Sin
estos profundos cambios estructurales, nunca habrían sido posibles la
construcción nacional y la aparición de la economía productiva. El
proceso de desarrollo no fue un proceso totalmente lineal y estable:
Los objetivos excesivamente ambiciosos, que sobrestimaron la capacidad
organizativa y técnica del régimen como el Gran Salto Adelante
(1957-58) llevaron a reveses temporales que tuvieron consecuencias
negativas importantes sobre todo en el campo. De igual importancia, el
nuevo sistema y régimen, a pesar de los radicales cambios en las
relaciones de propiedad, estructura de clases y las nuevas normas
igualitarias, contenía muchas de las semillas de la pasada sociedad
‘comercial-feudal-jerárquica-colonial’, que lo precedió. Cuadros
del partido actuando en nombre del estado transfirieron el sobrante
rural extraído de las cooperativas de campesinos al gobierno central
dedicado a la rápida industrialización urbana, usando la misma
mezcla de coacción y persuasión que los “recaudadores de
impuestos” del pasado semifeudal, aún cuando los fines perseguidos
fueran totalmente diferentes. La estructura organizativa centralizada
vertical del régimen en la búsqueda de objetivos igualitarios
reflejaba las rupturas y continuidades con el pasado, la combinación
de “feudalismo” y socialismo. Durante casi una década después de
la revolución, un número sustancial de empresas capitalistas siguió
funcionando bajo la tutela del régimen Comunista. Tras la
nacionalización, muchos de los líderes comerciales, o huyeron del país
o fueron incorporados a los ministerios de economía, planificación o
industria. Algunos de estos remanentes capitalistas o sus parientes
hicieron más tarde una reaparición con la reversión al capitalismo
y el renacimiento de la empresa privada. Más allá de la incorporación
individual o de clase de capitalistas en el sector público, los
nuevos directores de empresa adoptaron lo que consideraron “métodos
de producción modernos” – a saber, líneas de fabricación en
serie, métodos de producción Tayloristas, crecimiento
desequilibrado, priorizando la industria pesada y los objetivos de
producción sobre la agricultura y el consumo.
La
influencia del modelo soviético de desarrollo económico desempeñó
un importante papel en la definición del crecimiento y estrategias de
acumulación, y las prioridades y métodos del desarrollo económico.
Consumo social - las asignaciones de inversión para sanidad pública,
transporte y educación tomaron mucha mayor precedencia sobre el
consumo individual basado en bienes de calidad, incluida la
vestimenta, alojamiento, ocio, alimento y enseres. Las tensiones entre
los métodos y organización capitalistas feudales soviéticos que
favorecen el control vertical y las prioridades de definición pública
entraron cada vez más en conflicto con las demandas masivas de mayor
participación popular, solidaridad horizontal y consumo personal. Los
conflictos latentes y abiertos sobre participación entre la élite
del Partido y las masas tuvieron lugar dentro de un consenso general
acerca del tazón de arroz de hierro (empleo garantizado), educación
pública y sanidad gratuitas y universales, ‘acción afirmativa’
(promoción de individuos de origen campesino o trabajador) y
propiedad pública de los medios de producción. Las excepciones
principales entre las masas a este consenso existieron en el campo
entre campesinos que cultivaban pequeñas parcelas privadas para
autoconsumo, trueque o venta ocasional, y entre un estrato limitado de
vendedores urbanos.
La
excepción más influyente al consenso socialista en la élite se
produjo en un estrato importante de líderes del partido, ideólogos y
seguidores que abogaron por un mayor papel del “mercado”, mayor
autonomía de empresa e introducción de reformas de mercado. El
conflicto de clases abierto entre estas fuerzas condujo finalmente a
la “Revolución Cultural” (1966- 1974), que buscó poner
definitivamente la revolución en la vía de profundizar la
perspectiva socialista. Paradójicamente el resultado de la Revolución
Cultural debilitó seriamente los movimientos de masas y condujo al
ascenso de lo que más tarde se convirtió en “capitalist roaders”
()
bajo el mando de Deng Tsiao Peng.
La
Revolución Cultural, en el inicio, desafió la extracción
“feudal” del excedente rural, la jerarquía y el abuso de
autoridad de estilo soviético y la organización “Taylorista” del
trabajo. La lucha reafirmó la primacía del papel de los trabajadores
en la sociedad impidiendo así cualquier apertura hacia el mercado,
posponiendo al menos durante 20 años cualquier liberalización. Las
movilizaciones urbanas, sobre todo de la generación joven, estaban
encaminadas a terminar con el abuso de poder de las autoridades públicas
y profesionales que monopolizaban los organismos públicos de educación,
sanidad, ciencia y cultura a fin de ponerles en línea con las normas
igualitarias. Los enormes excesos y la conversión de la lucha ideológica
/ de clases en un conflicto de la elite burocrática controlado desde
arriba, y la falta de una dirección positiva de la movilización de
masas llevó al agotamiento y desilusión de los movimientos de masas.
El
consiguiente predominio de los ‘capitalist roaders’ a finales de
los años 1970 no fue tanto el resultado de una decisiva victoria político-militar
como fue un subproducto de la muerte y disolución de los movimientos
de masas bajo el liderazgo de un Mao Tse Tung envejecido y de lo que
vino a denominarse ‘la Banda de los Cuatro’.
Etapa
II: Del Comunismo al Capitalismo de Estado 1970-1989
El
comunismo ecléctico del período (1949-78), y la muerte de las
fuerzas renovadoras de la Revolución Cultural (1966-73) reforzaron a
la élite burocrática favorable a la apertura del mercado, reforzó
los remanentes capitalistas empotrados en el régimen, y lo que es más
importante abrió sitio para el avance de economistas, científicos,
ingenieros y otros cuadros del partido educados o influenciados por
los últimos experimentos soviéticos con empresas basadas en el lucro
y el cálculo. De igual importancia fue el giro la derecha de la política
exterior de Mao aceptando a Washington (Nixon y Kissinger) y
recibiendo a dictadores y a líderes derechistas, anticomunistas desde
Pinochet en Chile, a Marcos en Filipinas y Savimbi en Angola, que abrió
a todo el partido a una reevaluación de su política internacional y
la posición central del mercado capitalista mundial. Esta reevaluación,
por su parte, reforzó la nueva generación emergente de profesionales
y cuadros que llegaron a la madurez en el período postrevolucionario.
Su pensamiento se formó en acusada reacción al empuje
plebeyo-igualitario de la Revolución Cultural y en particular por sus
excesos y su tentativa de circunvenir problemas objetivos ‘creando
hechos’ y por su ataque frontal contra científicos, expertos y académicos.
La
nueva configuración de poder estaba integrada por tecnócratas, líderes
Comunistas de orientación mercadista, aspirantes a empresarios
privados, ideólogos políticos de una nueva clase capitalista y
sectores de la vieja burguesía restituida a la respetabilidad.
Desarrollaron una estrategia de liberalización por etapas. Esta nueva
élite del poder procuró evitar un ataque frontal contra el sistema
de asistencia social y contra la propiedad colectiva. En vez de ello
adoptaron una serie de medidas escalonadas de liberalización durante
los años 1980. Sustituyeron la privatización de facto de la tierra
mediante el desmontaje de las granjas colectivas, incluso de las
exitosas, e impusieron un sistema de ‘arrendamiento familiar’,
alentando el comercio privado, la acumulación individual y la
concentración gradual de tierra. Altos Oficiales del Partido y del
Estado y cuadros del Partido, como agentes de las transferencias
estatales de propiedad al sector privado, contratos, licencias de
importación, permisos de uso de tierra, créditos, préstamos e
incentivos, se enriquecieron y pronto se convirtieron en capitalistas
por derecho propio. Estas regalías fueron distribuidas por
funcionarios estatales a la nueva clase de capitalistas a un precio:
La corrupción fue el eslabón entre el aparato colectivista liberal y
los capitalistas, desdibujando a menudo la línea entre propiedad pública
y privada especialmente porque un alto porcentaje de la nueva clase
capitalista era progenie o parientes de funcionarios estatales.
“El
capitalismo Estatal” se convirtió en el régimen de transición
entre socialismo y capitalismo neoliberal. El papel más importante de
este régimen de transición fue crear el marco óptimo para la
acumulación rápida de capital privado y riqueza. Esto implicó la
imposición de un brutal régimen de control de los trabajadores,
represión de las demandas de los trabajadores y la explotación
ilegal de los trabajadores por el capital. El control total de los
trabajadores permitió que el régimen privatizara y cerrara numerosas
empresas, se dedicara al pillaje masivo de recursos y la creación de
una nueva clase de ricos millonarios en una década. La liberalización
económica animó el crecimiento de dos tendencias de oposición: Una
oposición estudiantil prooccidental / imperialista liberal democrática
inclinada a tomar el “camino ruso” y una oposición de base
trabajadora que exigía democracia en nombre de defender la herencia
del pleno empleo, derechos sindicales, el ‘tazón de hierro’ y
otras medidas de bienestar socavadas por los capitalistas estatales de
tendencias liberales. El alzamiento de la plaza de Tiananmen (1989)
estuvo dominado por los estudiantes-liberales; en Shanghai y otros
sitios predominaba la oposición trabajadora-socialista.
Ambas
oposiciones fueron derrotadas, reforzando el aparato estatal y el
avance de la liberalización en los años 1990 hasta principios del
2000. El régimen ‘capitalista estatal’ intentó montar dos
caballos, seguir con un sector estatal fuerte que nutría a una
privilegiada y corrupta élite oficial y una apertura de mercado para
negocios comerciales, agrícolas y privados e inversores para
‘complementar’ al sector estatal. El sector estatista,
inicialmente el grupo dominante, insistió en que los bancos públicos
siguieran favoreciendo los préstamos a compañías estatales,
mientras las facciones liberales y otros funcionarios estatales
presionaban en pro de mayores empréstitos públicos para firmas
privadas y áreas más amplias para la inversión privada.
Hacia
finales de los años 1980 y en los años 1990, la relación interna de
fuerzas, dio un cambio inexorable hacia los sectores de
‘liberalización’ de la élite dirigente estatal, cuando el sector
privado ganó ímpetu y aumentaron las concesiones del estado.
En
otras palabras, el ‘capitalismo estatal’ se convirtió en caldo de
cultivo para el capitalismo privado.
El
capitalismo estatal como “régimen de transición” al capitalismo
liberal combina las formas externas del socialismo (predominio de
empresas estatales y planificación estatal) mientras que la dinámica
interna se moviliza hacia relaciones capitalistas (arrendamiento de
tierra, estrategia de exportación, apertura a inversiones
extranjeras, y privatizaciones). Lo que es más importante, una nueva
“ideología” promoviendo el enriquecimiento individual sirvió
como justificación y estímulo para la nueva clase emergente de
capitalistas. El acelerado crecimiento, aunque desequilibrado y de
concentración de ingresos, durante los años 1980 fue asegurado por
las fundaciones básicas para el desarrollo construidas durante el período
Comunista precedente. El recién surgido régimen capitalista se
benefició de la clase obrera industrial urbana saludable, entrenada y
experta, de las industrias básicas (acero, carbón, maquinaria
pesada) e industrias ligeras (textiles, zapatos y actividades
relacionadas) que sirvieron como puntos de despegue para la estrategia
de exportación. La infraestructura básica (ferrocarriles, puertos,
aeropuertos y transportes) y un estado ordenado, estable y unificado
capaz de defender la soberanía nacional construido bajo el régimen
Comunista fueron condiciones esenciales para el despegue capitalista.
El
elemento clave dentro de la formación capitalista estatal que facilitó
el movimiento de alejamiento del comunismo y hacia la transformación
de China en un estado capitalista liberal fue la resocialización de
toda la élite de estrategas políticos y asesores: A saber, la adopción
incondicional de criterios, métodos, motivaciones y estructuras
organizativas capitalistas. Durante los años 1980, una generación
entera de niños de la élite capitalista estatal fue educada por
economistas liberales occidentales tanto en China como en el
extranjero. Les enseñaron modelos económicos de mercado, la
equiparación de ‘modernización’ con liberalización capitalista,
el papel positivo de las corporaciones multinacionales e inversión
extranjera. Les indujeron a creer que eficacia equivalía a
rentabilidad y privatización, que la desigualdad era resultado del
‘mérito’ (o su carencia). La letanía entera de virtudes
capitalistas fue casi universalmente e incuestionablemente aceptada
por la élite culta – y puesta en práctica – porque ello le
proporcionaba justificación e incentivo para sus propias ambiciones
de clase. La progenie de la élite capitalista-estatal se convirtió
en la agencia política y económica para la transformación del
capitalismo estatal a su variante liberal. La nueva clase emergente de
capitalistas liberalizantes se benefició educacionalmente y en términos
de oportunidades económicas de la privilegiada posición de sus
familias en el aparato estatal. También se beneficiaron de sus
contactos políticos con funcionarios del sector en lo referente a
manipular la privatización de la propiedad estatal, basada en gran
parte en la corrupción, transferencias ilegales, timos, fijación de
precios a la baja y otros mecanismos políticos.
La
transición del estado al capitalismo liberal se basó en una especie
de ‘acumulación primitiva’ o pillaje de recursos públicos, como
fuerza motriz de la reproducción capitalista ampliada en la fase
capitalista liberal subsiguiente. La élite capitalista estatal
justificó la apertura hacia la liberalización como medio para
“desarrollar las fuerzas de producción como preludio al
socialismo”. La aparición de una poderosa e influyente case
capitalista multimillonaria disminuyó la credibilidad de este
eslogan.
El
trabajo preliminar principal para la transición liberal realizada por
el estado capitalista fue la abolición de todas las restricciones
sobre las formas más salvajes de explotación capitalista de la mano
de obra y el abaratamiento de los costes de producción, creando una
masa de 400 a 500 millones de trabajadores rurales y urbanos
desplazados disponibles para emplearse mal pagados en factorías,
construcción y servicio doméstico. Hacia 2005 China tenía las
peores desigualdades de cualquier país asiático – a gran distancia
de comienzos de los años 1970 cuando era uno de los países más
igualitarios.
Transición
del Capitalismo Estatal al Capitalismo Liberal
La
creciente presencia de capitalistas Chinos en todos los sectores de la
economía, su alta concentración en los sectores de crecimiento dinámico
fue causa y consecuencia de su mayor presencia política directa e
indirectamente en las altas esferas del sistema político. El
resultado fue el ahondamiento de la liberalización: El
desmantelamiento acelerado de barreras comerciales, leyes laborales
protectoras, destrozo del campo, masificación del ejército de
reserva de desempleados y su casi incuestionable orientación hacia la
estrategia del mercado de exportación. Esto llevó al surgimiento de
una clase de multimillonarios –‘super ricos’- comparable a los más
ricos de los ricos en los países imperiales, y a las mayores
desigualdades del mundo entre el 1% del tope de la estructura de
clases y el 50% del fondo de la misma. Las ‘víctimas de la Revolución
Cultural’ se convirtieron en verdugos de una de las restauraciones
capitalistas más duras de la historia moderna (quizás sobrepasada
por la rusa y la de algunas de las Repúblicas de Europa del Este y
ex-soviéticas) si medimos las pérdidas sociales y la extraordinaria
masa de ganancias, rentas y coma de posesión de tierras que ocurren
bajo la élite liberal ascendente.
El
grupo predominante, al menos de principios a mediados del período del
régimen liberal, fue el de los capitalistas nacionales Chinos, aunque
pronto en una apuesta sustancial fue asumido por los Chinos
extranjeros de Hong Kong, Taiwán y otros sitios. El avance del
capitalismo privado nacional tomó dos rutas: O bien a través de la
toma de fábricas estatales privatizadas o mediante inversiones en
nuevas empresas o servicios. En casi todos los casos la corrupción de
funcionarios estatales desempeñó un papel principal para
“lubricar” el proceso, además de los “talentos
empresariales”, el conocimiento del mercado y el comportamiento
innovador de la nueva clase. Beneficiarios de la privatización –
los nuevos dueños – fueron en parte antiguos funcionarios Estatales
del Partido que simplemente cambiaron el control elitista por la
propiedad capitalista y gente de negocios privada aspirante con
estrechos lazos con las autoridades locales, provinciales o estatales.
Igualmente la nueva burguesía de empresa privada enormemente
beneficiada con los contratos estatales, concesiones de tierra,
exoneraciones fiscales, mano de obra barata controlada por el estado y
(sobre todo al principio) mercados casi oligopólicos. En ambos casos
la liberalización estuvo tanto dirigida por el estado como orientada
por el mercado. El estado intervencionista siguió siendo un factor
clave, pero su papel cambió dramáticamente de ser inversor directo a
ser promotor de la inversión privada. Las reglas restrictivas de las
actividades del mercado fueron reemplazadas por nuevas normas (o al
menos prácticas), que dieron a los capitalistas sitios de tierra,
incentivos para inversión y protección de los derechos de propiedad.
A lo largo de los años 1990 y en el nuevo milenio, la constante fue
la creciente proporción de producción, exportaciones e inversión de
beneficios controladas por capitalistas privados. Lo que comenzó a
principios de los años 1980, como una ‘apertura de mercado’, se
convirtió en torrentes en las dos décadas siguientes. A mediados de
la primera década del siglo XXI, el capital privado contaba con el 75
% de la producción no agrícola. En gran parte, el crecimiento del
capitalismo privado fue resultado del cierre de las fábricas
estatales o su liquidación y la vasta infusión de capital privado
tanto local como extranjero.
La
rápida reproducción del capital privado en el ámbito nacional se
derivó de la expansión de la producción de bienes de consumo tanto
duraderos como no duraderos, basados en la demanda cerrada y la poca
competencia del principio; la propiedad, los bienes inmuebles y el
boom de la construcción convirtieron a “empresarios” bien
conectados en multimillonarios. Las compras de compañías estatales
también condujeron a la ascensión de una nueva burguesía
industrial. A tuertas o a derechas, timos, mercados cautivos y sobre
todo lo demás un mercado no regulado para expoliar la mano de obra
barata, los capitalistas emergentes se catapultaron en menos de una década,
de negociantes a pequeña escala a magnates con múltiples mansiones,
condominios de millones de dólares, Mercedes, amantes y cuentas
bancarias en el extranjero. Dados los altos niveles iniciales de
explotación de los trabajadores, los cientos de millones de
trabajadores y campesinos en el paro y la alta concentración de
riqueza en el diez por ciento del tope, la demanda doméstica estuvo
relativamente constreñida. El régimen y la nueva clase dirigente
capitalista miraron hacia el mercado de exportación como un mecanismo
para retener los privilegios de clase y encontrar una salida lucrativa
para la creciente producción. Considerando que la ubicación de los
mercados estaba en el extranjero, era lógico y provechoso desarrollar
las regiones costeras de China más cercanas a los puertos y forzar a
los obreros a que se trasladaran del interior a los sitios de producción.
Los mercados de exportación determinaron los sitios de producción y
éstos determinaron la dirección de la masiva migración interna. Los
sitios de producción costeros, puertos, centro comercial y bancario
se convirtieron en semillero de la ideología neoliberal engendrada
por los centros académicos y de investigación. Las ciudades costeras
también fueron centros para las mayores transacciones económicas
entre funcionarios estatales y la nueva gran burguesía, y entre ésta
y los inversores extranjeros que buscaban “socios estratégicos” y
entrar en el mercado Chino. Todos los centros costeros urbanos
principales se convirtieron en centros de las formas más rancias de
especulación de bienes inmuebles y tratos de tierra corruptos, que
acompañaron a la construcción de apartamentos de lujo, centros
comerciales de calidad, boutiques, hoteles de cinco estrellas y
rascacielos con altos alquileres para oficinas– para proporcionar
espacio de trabajo y satisfacer los caprichos y el consumo conspicuo
de los nuevos multimillonarios burgueses y los primeros
multimilmillonarios.
Millones
de obreros de la construcción, mineros, servidores domésticos y
trabajadores de cadena de montaje trabajaron en las condiciones más
abominables: Las jornadas más largas, las peores condiciones de
seguridad, la paga más baja y las peores condiciones sanitarias de
trabajo y las peor reguladas de Asia produjeron márgenes de
beneficios enormes, servicios domésticos privados e instalaciones físicas
dentro de las cuales los nuevos ricos se hicieron más ricos y el
consumo conspicuo se convirtió en un ritual diario. Nunca en la
historia China o en realidad en la historia de capitalismo se acumuló
tanta riqueza privada, en un tiempo tan corto, explotando a tantos
obreros con tan pocos derechos y beneficios. Yuxtapuesta sobre la
concentración geográfica de producción y distribución estaba la
concentración de clase de riqueza, consumo y poder político. La noción
de “Dos Chinas” tomó un sentido totalmente nuevo (ya no refiriéndose
a la distinción estadounidense entre China y Taiwán): Se refería a
la China de las regiones costeras dominadas por la nueva gran burguesía
y la China del interior integrada por cientos de millones de
anteriores campesinos en paro que proporcionaba mano de obra barata,
productos alimenticios, materias primas y productos terminados a las
áreas costeras para procesamiento, acabamiento, exportación
y…lucro.
Capital
Extranjero: Las Primeras Cabezas de playa
En
paralelo al crecimiento de una elite burguesa China, los grandes
inversores extranjeros establecieron cabezas de playa industriales, y
enclaves en sectores clave, como el transporte y otros sectores de
crecimiento. Las corporaciones multinacionales principales
subcontrataron con fabricantes Chinos locales en todos los sectores de
exportación importantes (ropa, zapatos y juguetes) o invirtieron
directamente en estos sectores.
El
punto decisivo llegó con la entrada de China en la Organización
Mundial del Comercio: La política a gran escala y largo plazo de
cierres de fábricas estatales continuó y fue acompañada por
privatizaciones y transferencia de propiedad a capitalistas privados
nacionales o extranjeros. La entrada en la OMC cambió decisivamente
el equilibrio entre capital privado y capital estatal, y el predominio
ideológico del primero.
El
capital privado superó al capital estatal en el valor del producto,
exportaciones y ofertas de empleo. Las grandes firmas privadas
comenzaron a recibir un porcentaje creciente de préstamos de bancos
estatales, donde en el pasado estaban excluidas o restringidas. Bajo
la cobertura y protección de tratamiento igual para capital
extranjero y nacional, las multinacionales de Japón, EEUU, Hong Kong,
Taiwan y Unión Europea aceleraron su entrada, extendiéndose a la
mayor parte de los sectores de la economía desde cremas faciales a
campos de golf, desde fábricas a empresas de alta tecnología. Prácticamente
nada estaba ‘fuera de los límites’.
Los
“estatistas burocráticos” dedicados a acciones de retaguardia
pensaron en reducir el ritmo de privatización por medio de demoras
reguladoras y no implementación de decisiones políticas. Algunas de
estas objeciones estuvieron basadas en creencias políticas, otras
como medio de obtener rentabilidades. Al final, sin embargo, los
estatistas estaban claramente en retirada.
El
alto crecimiento significó la expansión de conglomerados bajo
propiedad de multimillonarios y capitalistas de base familiar extensa
entrelazada con millonarios Chinos extranjeros y casas de inversión
Occidentales.
El
modelo capitalista estatal basado en una triple alianza de capital
estatal, capital privado nacional e inversión extranjera, fue
reemplazado por una nueva coalición dual de capital nacional y
extranjero. A mediados de la primera década del siglo XXI, la burguesía
nacional había alcanzado la cúspide del poder – superando al
capital estatal y sin que su dominio fuera todavía desafiado por las
multinacionales extranjeras en ascenso. El malestar de los
trabajadores se extendía en progresión geométrica, pero lo mismo
sucedía con los sistemas de represión, policía especial y fuerzas
paramilitares. Los recursos de mano de obra barata disminuían, pero
la afluencia del campo compensaba el alto relevo de la mano de obra.
La competencia se intensificó pero la financiación extranjera crecía
y las oportunidades de alianzas estratégicas aumentaron. La oposición
a la penetración de capital extranjero estaba todavía limitada a
sectores burocráticos. La mayoría de los capitalistas Chinos
prefirieron subcontratar y formar sociedades con capital extranjero.
La mayor parte de los titulados universitarios velaban por hacer
carrera en los monopolios nacionales privados y en las multinacionales
extranjeras. Optaban menos por una carrera vinculada al estado. Las
quiebras entre firmas de tamaño pequeño y medio proliferaron a
medida que la competencia se intensificó y los márgenes de beneficio
disminuyeron, pero nuevos monopolios y más grandes ocuparon su lugar.
China
no era sólo el ‘paraíso’ del capitalista Chino – fue un imán
para capitalistas e inversores de todo el mundo: Todos querían entrar
en el acto de explotación sin restricciones de la mano de obra y en
el mercado de 200 millones de consumidores de clase media, 10 millones
de millonarios y miles de multimillonarios súper-ricos.
El
Futuro: La Transición del Liberalismo al Neoliberalismo – ¿Eclipse
de la Burguesía Nacional?
Las
tendencias presentes - mitad de la primera década del siglo XXI -
delimitan una clara trayectoria hacia una profundización de la
expansión capitalista, sobre todo capitalista extranjera, (excluyendo
una crisis principal en el sistema de comercio global, una revolución
social en China, una recesión grave en EEUU o una confrontación
militar sino-estadounidense). La inversión extranjera y las
multinacionales extranjeras crecen a ritmo rápido, yendo más allá
de sus cabezas de playa iniciales como accionistas minoritarios en
firmas escogidas. Desde el presente a la próxima década, las
multinacionales y los bancos de inversión extranjeros comprarán
acciones y ampliarán su control en la producción, distribución,
transporte, telecomunicaciones, bienes inmuebles y sector de servicios
en todas las lucrativas economías costeras. Este proceso se realiza a
través de tres rutas: mediante inversiones directas en nuevas
empresas; la aproximación más común es implicarse en empresas
conjuntas con un socio estratégico; la tercera ruta es comprar
acciones de empresas ya existentes. En todos los casos hay una
tendencia inequívoca de las multinacionales para ampliar su
influencia e inversiones durante tiempo, tomando finalmente el control
de los puestos de dirección estratégicos. Este proceso no es
uniforme, en particular donde hay conflictos con la dirección China,
interferencia política y pérdidas económicas prolongadas, en cuyo
caso las multinacionales se retiran.
A
medida que suben los costes de mano de obra, de alquiler y de
‘arranque’ en las principales ciudades y a medida que una burguesía
relativamente próspera y una pequeña burguesía surjan en el
‘interior’, las multinacionales extenderán sus operaciones hacia
‘el centro’ Chino. A pesar del bajo nivel de vida de la gran masa
de trabajadores, campesinos y desempleados, hay en el interior un
mercado interno de 100-200 millones de consumidores activos. El cambio
histórico de la inversión extranjera y las multinacionales es hacia
la captura de una parte sustancial y finalmente de la mayoría del
mercado doméstico aún cuando China siga sirviendo de plataforma de
montaje y exportación para firmas de propiedad extranjera. Las
multinacionales han lanzado una ofensiva económica multi-direccional
para: 1. capturar el control del sistema bancario y financiero 2.
dominar los sectores altos y medios del mercado de bienes de consumo
doméstico 3. penetrar en el sector de telecomunicaciones, y 4. ganar
participación en los mercados cultural, de entretenimiento,
publicidad y comercial.
Por
medio del sistema bancario, el capital extranjero conseguirá acceder
a enormes sumas de ahorros internos, control del crédito a grandes,
medianas y pequeñas empresas y lo que es más importante, podrá
financiar inversiones de las multinacionales con ahorros Chinos. Los
bancos principales de China ya están vendiendo participaciones a
inversores extranjeros y varios importantes bancos multinacionales han
comprado bancos locales. A finales de 2006, cuando se levanten las
restricciones contra la propiedad extranjera, la toma de control
extranjera del sector bancario se va a acelerar. Hacia el principio de
la segunda década de este siglo, los bancos extranjeros probablemente
tendrán el control de las palancas financieras de la economía China.
Desde ahí, con el suplemento estratégico de préstamos, crédito,
refinanciación e inversión, el capital extranjero estará en posición
de penetrar las industrias punteras del país. Los inversores
extranjeros están orientados a copar el mercado de consumo existente
– no a crear un mercado de masas, que implicaría rentas crecientes,
y/o redistribución de la renta hacia cientos de millones con poder
adquisitivo sumamente limitado. La tendencia es apuntar al sector más
alto del mercado - la nueva burguesía y la más abundante y creciente
pequeña burguesía. Los cosméticos, moda de marca registrada, el
transporte y la electrónica ya están penetrando en el mercado. Es
probable que sigan versiones más baratas de los mismos productos,
consiguiendo participación en el mercado de masas entre trabajadores
en activo y asalariados de las regiones interiores y costeras.
En
breve, puede esperarse que los inversores extranjeros usen los nuevos
tratados comerciales mundiales para penetrar en los sectores Chinos de
comunicaciones y servicios, sobre todo los de los medios de comunicación,
entretenimiento, publicidad y mercadotecnia, especialmente las
principales salidas de venta al público.
La
estrategia de toma gradual de los años 1990 y los cinco primeros años
del nuevo siglo ganará ímpetu en la década siguiente. La propuesta
en dos etapas de compra de firmas nacionales y acumulación de
acciones e influencia continua será sustituida por compras sin
reservas e inversiones directas en nuevas firmas monopolísticas.
Las
firmas Chinas todavía predominarán en los sectores muy competitivos
que emplean de mano de obra intensiva. Sin embargo estarán sujetas a
un mayor ajuste de beneficios por las multinacionales subcontratistas
y sujetas a altas tasas de quiebra, abriendo la vía hacia mayor
concentración de la propiedad.
Comienza
ya a surgir una “división del trabajo” entre capitalistas
extranjeros y Chinos. Las multinacionales controlarán la
mercadotecnia, financiación, diseño, tecnología, I+D, objetivos de
producción y ventas extranjeras. Sus socios Chinos estarán a cargo
de las relaciones con el gobierno (facilitación de contactos, pago de
“comisiones” o sobornos, etc.), relaciones con los trabajadores,
contratación de trabajadores (pero no necesariamente contratación o
despido del personal de nivel medio y alto, promociones y
sobresueldos), relaciones públicas e ingeniería. En algún punto,
con mayor probabilidad en la segunda década de este siglo, el poder
acumulativo resultante del crecimiento dinámico del poder de las
multinacionales en las finanzas, producción, influencia política y
exportaciones causará un ‘Gran Salto hacia Adelante’. En la
cuarta gran transformación, China dará el salto del liberalismo al
neoliberalismo. La economía “China” perderá su “identidad
nacional” y se convertirá en un puesto territorial avanzado para
bancos controlados y dirigidos por extranjeros y corporaciones
multinacionales. La penetración cuantitativa conducirá al cambio
cualitativo de los altos dirigentes de la economía y de las esferas
de la elite de la clase gobernante. La puja de China por convertirse
en una “potencia mundial” será subvertida. En vez de ello, China
se convertirá en un gigantesco delegado de las potencias imperiales,
que competirán cada vez más por el dominio, usando diferentes
sectores de la élite política, militar, estudiantil y demás. El
punto en el cual China se transformará de retoño de potencia mundial
en delegado de los estados imperiales depende de cuando las
multinacionales se hagan con los medios clave de producción, finanzas
y comercio y cuando se exprese este poder económico dentro del estado
Chino. Hay una relación simbiótica entre la creciente presencia de
multinacionales y la conversión del estado Chino en un promotor de
las políticas de “libre mercado”, cada uno reforzando al otro. El
Gran Salto de China hacia un puesto de avanzadilla industrial del
imperio se consumará cuando la parte de ganancias cambie de la
burguesía nacional al capital extranjero, un proceso que se aceleró
en la primera década del siglo XXI.
El
papel líder de las burguesías de China en la transformación
capitalista está basado en dos factores: Regulación burocrática y
antiimperialismo residual de los funcionarios políticos. Algunos
funcionarios públicos socavan, retrasan y añaden costes a la entrada
de multinacionales. Otro impedimento son los errores de cálculo en la
inversión que los inversores extranjeros hacen en términos de
“compañeros estratégicos” corruptos o incompetentes. La burguesía
China es la más fuerte en las industrias intensivas que emplean más
mano de obra usando el ejército de reserva masiva de parados rurales.
Cuando esta “reserva” se agote y los trabajadores urbanizados
exijan salarios más altos, disminuirán las ventajas comparativas de
la burguesía nacional sobre el capital extranjero. Aunque la burguesía
nacional seguramente exigirá mayor represión del malestar laboral,
se verá pillada entre el incremento de presiones de los trabajadores
y la mayor competencia de las multinacionales. Las perspectivas para
el ‘avance’ de la burguesía nacional residirán en la concentración
(monopolización), ir ‘al extranjero’ en búsqueda de nuevos
sitios baratos de explotación, o mejorar su tecnología y organización
interna. Lo más probable es que los capitalistas Chinos globales a
gran escala procurarán encontrar un modus vivendi con las
multinacionales predominantes, sacrificando el poder global por una
parte relativamente disminuida del mercado Chino y un puñado de
operaciones extranjeras en los mercados y enclaves de recursos más
pobres africanos asiáticos y latinoamericanos.
La
historia y la lógica del desarrollo a gran escala y a largo plazo
confirman la idea de que cada régimen social precedente contiene los
agentes transformadores del régimen siguiente. Al igual que la “élite
colectivista” (los “capitalist roaders”) transformó a China
desde una economía socialista en una economía capitalista estatal
(“socialismo de mercado”) lo mismo hicieron el funcionariado político
y la burguesía emergente, sentaron la base preliminar para el ascenso
del capitalismo liberal. Finalmente el capital extranjero se ha
convertido en una fuerza dinámica dentro del marco liberal, ahondando
su control de empresas y bancos y expandiéndose por todos los
sectores de la economía. Acompañando a esta transformación no
violenta de China de un estado capitalista liberal a un estado
capitalista neoliberal, está la cada vez más creciente resistencia
masiva a las más brutales condiciones explotadoras del mundo, la más
arbitraria captura de tierras, las condiciones laborales más
peligrosas que haya en ningún sitio, las mayores desigualdades entre
el 1 % del tope y el 50 % del fondo. Además de la explotación brutal
de la burguesía China está su laissez faire respecto a las políticas
de importación agrícola que arruinan a millones de campesinos y los
conducen a la desesperación. A mediados de la primera década del
siglo XXI la importación masiva de algodón estadounidense altamente
subvencionado, arroz y otros cereales ha devastado sectores del campo.
El aumento de la competición tanto del capital privado nacional como
del extranjero ha puesto en movimiento a cerca de 100.000
manifestaciones de masas congregando a millones de trabajadores y
campesinos que protestaron por tiroteos arbitrarios, cierre de
plantas, robo de pensiones, capturas arbitrarias de propiedad sin
compensación.
La
Intensificación de la Crisis Social: La Vuelta de la Lucha de Clases
Entre
2001 y 2004, las principales protestas sociales pasaron de 4.000 a
72.000 al año, y en 2005 aumentaron a 91.000. A pesar de la formación
de unidades especiales de policía militar por todo el país, la marea
de protesta social, sobre todo en el campo amenazó con desestabilizar
al régimen. Los líderes Chinos respondieron anunciando una serie de
nuevos programas. En el marzo de 2006, en la sesión anual del
Congreso Nacional del Pueblo, el Primer Ministro Wen Jiabao prometió
construir “un nuevo campo socialista”, describiéndolo como una
“tarea histórica principal”. Wen prometió que el gobierno gastaría
5,2 mil millones de dólares a mayores en escuelas rurales,
hospitales, subvenciones para cosechas y otros programas – un
aumento del 15 % respecto al año anterior. Una encuesta de la
Organización Mundial de la Salud para medir la equidad en el
tratamiento médico situó a China en el puesto 187 entre 191 países.
Las políticas neoliberales del régimen estaban recolectando el
torbellino de protesta rural masiva contra las arbitrarias capturas de
tierra por parte de explotadores rapaces y funcionarios corruptos.
Para atajar las protestas Du Ying, Viceministro de la poderosa Comisión
de Reforma y Desarrollo Nacional de China, propuso ‘reformas’
basadas en “mecanismos de mercado” para proporcionar
“compensaciones justas” por las tierras capturadas para uso
comercial. Más de 133.000 hectáreas de tierras de labranza chinas
son recalificadas para uso no agrícola cada año dejando a
aproximadamente 1 millón de labradores sin tierra que cultivar. La
propuesta de “nuevo campo socialista” del mando incluía impuestos
más bajos y poner fin a las extorsiones de pagos hechas por
funcionarios locales corruptos. Para financiar estas reformas sociales
el mando anunció bajar la tasa de crecimiento al 8 % y un plan para
reasignar el gasto al objeto de animar el crecimiento del mercado de
consumo doméstico. Estas medidas, sin embargo, son demasiado pequeñas
y demasiado tardías. En primer lugar los grupos que se verían
afectados negativamente por estas reformas son la misma gente por la
que se pidió poner en práctica los cambios – una propuesta muy
dudosa. En segundo lugar los gastos adicionales de unos cuantos miles
de millones de dólares tendrán un efecto mínimo sobre 800 millones
de pobres rurales. La extensión de las políticas de libre mercado en
el campo, sobre todo en el contexto del llamado sistema de
arrendamiento, seguirá concentrando la propiedad de la tierra y
aumentando el número de parados rurales. Los agricultores ricos, dueños
del transporte, intermediarios comerciales y prestamistas informales,
en alianza con especuladores de tierra urbanos, tienen control total
sobre el poder político y ciertamente se asegurarán de que poca -si
es que llega alguna- de la nueva financiación rural llegue a las
multitudes más necesitadas. La política del régimen para promover
el consumo doméstico requiere un incisivo aumento del salario mínimo
y la regulación de los muy sesgados ratios entre salarios y
beneficios, lo que no forma parte de la agenda neoliberal. Dado que la
mayor parte de fabricantes se dedican al mercado de exportación, toda
la estructura de producción tendría que ser ajustada a la demanda
potencial del mercado local – que es un proceso costoso que tampoco
está actualmente en pantalla para la nueva clase capitalista. Un
aumento sustancial del mercado de consumo doméstico significa
salarios más altos y productos a precios asequibles, afectando ambos
a las ganancias de los nuevos capitalistas que tienen vínculos más
estrechos con el mando. El dilema del poder es que para poder contener
el creciente descontento social con ajustes estructurales progresistas
el régimen tendría que ser transformado, tendría que subir al poder
una nueva configuración de poder social y tendrían que ponerse en práctica
restricciones a la política ‘no proteccionista’ para inversores
extranjeros.
Hay
claros signos de que la rápida toma privada nacional y extranjera de
sectores estratégicos de la economía ha generado una acentuada
oposición incluso dentro del Partido. Ha habido una acusada disputa
ideológica en el Congreso Nacional del Pueblo (marzo de 2006) sobre
una nueva ley protectora de la propiedad privada. Dos bandos de crítica
surgieron en el debate: Unos sostenían que la protección de la
propiedad protegería a los millonarios y multimillonarios que robaron
activos públicos o a los funcionarios que aceptaron sobornos; los
otros afirmaban que la ley de propiedad borraría el equilibrio entre
propiedad estatal y privada, a favor de ésta. Aunque el debate es
importante para destacar como las tomas de control extranjeras de
China y la rápida privatización han provocado vocal oposición
intelectual y pública, no es probable que ello tenga implicaciones
serias. Todo el mando del régimen está vinculado a las poderosas élites
del creciente sector privado que se han convertido en la fuerza motriz
esencial del crecimiento. El traslapo social, familiar y económico
entre el mando político y las élites económicas privadas y el
modelo neoliberal dominante impide cualquier reforma seria. La lucha
de clases probablemente se hará más profunda.
Los
viejos nexos paternalistas comunistas y estatales capitalistas entre
directores y trabajadores, líderes de granjas colectivas y campesinos
han sido rotos. Las protestas descentralizadas espontáneas
resultantes de la primera ola de explotación liberal de sobre todo
trabajadores rurales probablemente serán reemplazadas por los nuevos
trabajadores urbanizados, enfadados por los grotescos contrastes de
clase entre un estilo de vida de la clase dirigente de consumo
conspicuo y poder arbitrario y un creciente ejército de trabajadores
urbanos desempleados empobrecidos, campesinos desplazados y obreros
explotados. La centralización del capital en grandes fábricas en
ubicaciones urbanas concentradas facilita la organización, el
intercambio de ideas, el compartir experiencias, el recuerdo del
empleo garantizado y más seguro sin grandes distingos de clases.
Los
recuerdos pasados, la penetración de la ideología de los
trabajadores convergiendo con urbanizados masificados y concentración
de trabajadores sumamente explotados es probable que genere un nuevo
tipo de revolución cultural, con un contenido claramente
antiimperialista y de clase. Hay una relación inversa entre la
ascensión y el declive relativo de la burguesía nacional y el
declive y la ascensión de la nueva clase obrera según el enfoque
cambie de una ‘ética consumista’ a una lucha por la dignidad de
clase y liberación de los miles de problemas y tribulaciones
impuestos por la clase dirigente. La futura burguesía dirigente
extranjera carecerá de los lazos culturales de la burguesía
nacional, del ‘aspecto nacional’, del discurso mesiánico de
‘potencia mundial’ para ofuscar a los trabajadores; las relaciones
capital-Trabajador girarán totalmente alrededor del nexo en efectivo.
Las relaciones sociales basadas en el pillaje extranjero despertarán
de nuevo los nexos tanto de clase como nacionales y se extenderán
hacia fuera hacia los intelectuales, estudiantes, comerciantes,
campesinos amenazados por la acumulación dinámica del capital
extranjero – poniendo en movimiento una nueva lucha revolucionaria
en las próximas décadas.
.- N. de T.: El término
maoísta “capitalist roader” denota a personas o grupos de la
izquierda política que muestran una marcada tendencia a
inclinarse a la presión de las fuerzas burguesas y como
consecuencia intentan desviar la revolución hacia una dirección
capitalista, es decir hacia el “camino capitalista”.
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