El caso más reciente de éxito neoliberal
Por
Martin Hart–Landsberg (*)
Monthly
Review, abril 2006
Enviado por Correspondencia de Prensa, 07/05/06
El fracaso del capitalismo para proporcionar
desarrollo no se debe a una falta de dinamismo: en la realidad, lo
opuesto es la verdad. Al intensificar el desarrollo y la aplicación
de nueva producción y relacionamiento de intercambio dentro y entre
países, este dinamismo provoca rápidas alteraciones en las fortunas
económicas de los países, creando un grupo de "vencedores"
constantemente en mutación (y retroceso) y un (cada vez mayor) grupo
de "perdedores", disfrazando la conexión entre los dos.
Incluso el Extremo Oriente ha estado sujeto a las inestabilidades de
la dinámica capitalista, tal como lo demuestra la crisis asiática de
1997–98 que devastó antiguos "actores estrellas" como
Corea del Sur, Indonesia, Tailandia y Malasia. Después de
distanciarse rápidamente de esos países (y de sus anteriores halagos
a su crecimiento), la mayor parte de los neoliberales pasó a abrazar
ansiosamente al nuevo campeón: la China.
De acuerdo con información convencional, China
se tornó el mayor receptor de inversión directa extranjera (IDE) del
Tercer Mundo, el mayor exportador de manufacturas y la economía de
crecimiento más rápido, en gran parte porque su gobierno adoptó una
estrategia de crecimiento basada el privilegio de la empresa privada y
las fuerzas del mercado internacional. En respuesta a esta nueva
estrategia, la IDE líquida en China creció de US$ 3,5 mil millones
en 1990 para US$ 60,6 mil millones en 2004. Las filiales de las
manufactureras extranjeras ahora representan aproximadamente un tercio
del total de ventas de los productos manufacturados de China. Ellas
también producen el 55% de las exportaciones del país y un
porcentaje significativamente más elevado de sus exportaciones de
tecnología superior. Como consecuencia de estas tendencias, la relación
de las exportaciones respecto al PIB del país, ascendió firmemente,
del 16% en 1990, al 36% en 2003. Así, el crecimiento de China se tornó
cada vez más dependiente de la actividad exportadora organizada por
las corporaciones transnacionales.
La inversión extranjera, en verdad, transformó
a China en una plataforma exportadora en crecimiento rápido, con
alguna capacidad de producción interna significativa. Al mismo
tiempo, muchas de las limitaciones de esta estrategia de crecimiento
son visibles en China. Ejemplo: la actividad de exportación dominada
por lo extranjero, poco hace para apoyar el desarrollo de la producción
nacionalmente integrada o de las redes de oferta tecnológica. Además,
como el Estado Chino continúa perdiendo su capacidad de planificación
y su capacidad de dirección, y los recursos del país son cada vez más
incorporados en redes extranjeras con la finalidad de satisfacer el
mercado externo, el potencial de desarrollo autónomo del país está
siendo perdido.
El crecimiento de China enriqueció a un grupo
relativamente pequeño, aunque numéricamente significativo, de chinos
con ingresos elevados, los cuales disfrutan de oportunidades de
consumo amplio. Sin embargo, estas ganancias fueron en gran parte
sustentadas por la explotación de la gran mayoría del pueblo
trabajador de China. Ejemplo: como consecuencia de las políticas
liberales, las empresas del Estado despidieron a 30 millones de
trabajadores a lo largo del período entre 1998–2004. Con las tasas
de desempleo en dos dígitos, pocos de estos antiguos trabajadores del
Estado fueron capaces de encontrar otro empleo adecuado. De hecho,
21,8 millones de ellos dependen actualmente de la "pensión vital
media" del gobierno para su sobrevivencia. En junio 2005, esa
pensión era aproximadamente de US$ 19 por mes; en comparación, el
ingreso medio mensual de un trabajador urbano era aproximadamente de
US$ 165.
En cuanto a la nueva producción dominada por lo
extranjero generó nuevas oportunidades de empleo, la mayor parte de
los puestos de trabajo son extremadamente mal pagos. Un consultor del
U.S. Bureau of Labor Statistics, estimó que los trabajadores fabriles
chinos gana, como promedio, 64 centávos de dólar por hora (incluidos
los beneficios sociales). En Guangdong, donde son producidas
aproximadamente un tercio de las exportaciones de China, los salarios
base en la industria manufacturera fueron congelados durante la última
década. Además de ello, pocos, si es que alguno, de estos
trabajadores tiene acceso a vivienda barata, servicios de salud,
jubilaciones o educación.
La transformación económica de China no sólo
ocurrió con latos costos para el pueblo trabajador chino, sino también
intensificó (así como benefició) las contradicciones del desarrollo
capitalista en otros países, incluyendo los del Extremo Oriente.
Ejemplo: los éxitos exportadores de China en los mercados
capitalistas avanzados, en particular el de Estados Unidos, expulsaron
para afuera a otros productores del Extremo Oriente de aquellos
mercados. Por necesidad, ellos reorientaron su actividad exportadora
hacia la producción de piezas y componentes para uso de las
corporaciones transnacionales volcadas a la exportación que operan en
China. Así, todo el Extremo Oriente está siento tejido en conjunto
en un régimen de acumulación regional que traspone muchas fronteras
y de esa forma reestructura la actividad y los recursos nacionales
lejos de las necesidades internas. La actividad y los recursos, a la
inversa, están organizados para servir a los mercados de exportación
fuera de la región bajo la dirección de las corporaciones
transnacionales, cuyos intereses están sobre todo en la reducción
del costo, sin importarles las consecuencias sociales o ambientales.
El mucho más lento crecimiento pos–crisis de
los países del Extremo Oriente, y las presiones aumentadas por la
competitividad que están aplastando los padrones de vida en toda la
región, proporcionan una prueba fuerte que esta nueva composición de
las relaciones económicas regionales es incapaz de promover un
proceso estable de desarrollo a largo plazo. Mientras tanto, la
explosión de exportaciones de China, también aceleró el vaciamiento
industrial de las economías japonesa y norteamericana, así como el
insustentable déficit comercial estadounidense.
En algún punto, los desequilibrios (económicos
y políticos) generados por este proceso de acumulación se volverán
demasiado grandes, y deberá tener correcciones. En la medida que en
que la lógica de competición capitalista continúe sin ser
desafiada, se puede esperar que los gobiernos administren los procesos
de ajuste con políticas que, probablemente, empeorarán las
condiciones de vida de los trabajadores, tanto los del Tercer Mundo
como lo de los países capitalistas desarrollados. También se puede
esperar que los abogados del neoliberalismo, abracen este proceso de
ajuste como recurso para "descubrir" a su próximo modelo de
éxito, cuya experiencia será entonces citada como la prueba de las
fuerzas del mercado.
(*) Martin Hart–Landsberg, profesor de ciencias
económicas en el Lewis & Clark College de Portland, Oregon. Autor de
cinco libros, entre ellos: China and Socialism: Market Reforms and
Class Struggle (Monthly Review Press, 2005) e Development, Crisis, and
Class Struggle: Learning from Japan and East Asia (St. Martin Press,
2000), ambos escritos con Paul Burkett. El
texto que publicamos es parte de un trabajo más amplio titulado,
Neoliberalismo: mitos y realidad. Puede leerse completo en portugués
en el sitio de Resistir: http://resistir.info/
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