China
en la globalización - Creciente dominio del mercado chino por las
multinacionales extranjeras
Más
dependencia y menos entusiasmo
Por
Rafael Poch
Corresponsal en Pekín
La Vanguardia, 30/06/06
Mientras en Occidente
se presenta a China como la “próxima potencia tecnológica”, el
80% de su exportación de alta tecnología es obra de multinacionales
afincadas allí, que se llevan el grueso del beneficio y aportan el
90% del valor añadido. Los dirigentes chinos están más preocupados
por la dependencia y moderan sus entusiasmos hacia la panacea de la
”inversión extranjera.
Una delegación española
encabezada por el Secretario de Estado para Telecomunicaciones,
Francisco Ros, con participación de ejecutivos de Telefónica, acaba
de visitar la sede de la empresa china “Huawei” de Shenzhen, la
joya de la corona de las telecomunicaciones chinas. La delegación ha
vuelto deslumbrada.
“Huawei” es un
modelo y ejemplo de los esfuerzos chinos por conquistar posiciones en
la gama alta del comercio internacional. Sus ventas en el extranjero
representan el 58% de sus pedidos, que superaron los 8.000 millones de
dólares el año pasado. Para este año se esperan más de 10.000
millones. Sus instalaciones y centros de investigación son de primera
categoría. Su gestión y marketing son de estilo completamente
americano. De sus 34.000 empleados, casi la mitad se dedica a
investigación y desarrollo. El 90% del personal en la sede de
Shenzhen, en el sur de China, son ingenieros, y solo un 6%
trabajadores de cuello azul. Su reinversión en I+D no es inferior al
10% de sus beneficios.
Algunos productores
chinos han logrado dominar su mercado fuera de China, utilizando la
ventaja de sus bajos costes y el crecimiento de su mercado nacional
para tomar posiciones exteriores, pero se trata de mercados
relativamente pequeños, como el de los pianos (Pearl River),
contenedores para el transporte marítimo (CIMC), o aparatos de
microondas (Galanz), que no están dominados por una multinacional o
una marca dominante, y en los que la innovación no desempeña ningún
papel. En tecnología el panorama es diferente.
”Huawei” es un
vendedor a precios bajos que tiene líneas de producto completas.
Antes sólo estaba presente en África, India y Asia sudoriental.
Ahora empieza a meterse en Europa, pero conquistar el mercado
“central” es muy difícil. A largo plazo, los observadores
especulan con alguna fusión de Huawei con empresas extranjeras
mayores, pues se considera que sólo los muy grandes podrán prosperar
en el mundo de las telecomunicaciones.
“Están en un
proceso intermedio entre la copia de productos a extranjeros y la
aportación de tecnología propia, pero, ¿tendrán capacidad para ese
salto?”, se pregunta un observador español.
El mercado de la
tecnología de punta exige otro tipo de cualidades mucho más
complicadas que las requeridas para hacer y vender pianos o
contenedores. Es necesaria una estrecha interacción entre servicios,
proveedores y clientes, y una capacidad de innovación de la gente que
sale de las universidades. Para dar el salto es necesario mucho más
que la voluntad del gobierno y la consiguiente dotación
presupuestaria para investigación y ciencia. Es necesario mejorar el
sistema educativo, poner a las universidades en contacto con empresas
y mucho más.
El esfuerzo chino por
potenciar la innovación y la alta tecnología es considerable y
meritorio, pero debe ser observado también desde su enorme
contrapunto; el creciente dominio del mercado chino por parte de las
multinacionales extranjeras. A diferencia de Japón, que logró su
despegue comercial a partir de grandes empresas nacionales como
“Sony”, “Panasonic”, “Toyota” y “Cannon”, el despegue
comercial de China está vinculado a empresas multinacionales
extranjeras.
Las estadísticas
muestran que ese entrismo es extraordinario. “Microsoft” ocupa el
95% del mercado chino de sistemas operativos, “Kodak” por lo menos
el 50% del de rollos fotográficos (“Fuji” tiene otro 30%, con la
compañía china “Lekai” con solo un 15%), “Motorola” y
“Nokia” responden del 70% del de teléfonos móviles, y
“Cisco” tiene el 60% del mercado chino de equipos de Internet.
Según cifras del
departamento de Industria y Comercio chino, las multinacionales ocupan
también una tercera parte de la producción en sectores industriales
como el químico, farmacéutico, la maquinaria y la electrónica.
La participación
extranjera en las exportaciones de China (un 57%, según los informes
más fiables) no ha hecho más que aumentar en los últimos 15 años.
El éxito exportador en textil, calzado y electrónica de consumo está
dominado por extranjeros y empresas de Hong Kong, pero es en las
exportaciones de “alta tecnología” donde el protagonismo de las
multinacionales es mayor: por encima del 80% de la exportación china
en esa categoría es obra de empresas extranjeras.
Si la estadística
exportadora tomara como baremo el valor añadido, se comprobaría,
además, que los productos chinos tienen muy poco valor, porque su
dependencia de componentes importados es enorme: en “alta tecnología”,
un criterio que frecuentemente incluye bagatelas como lectores de DVD,
el valor añadido que aportan los chinos se estima en un 10%.
“En el 2004 el
volumen chino de exportación de ordenadores personales fue de 60.000
millones de dólares, la segunda exportación china tras la ropa.
Parece un enorme beneficio, pero no lo es, porque los componentes
clave (pantallas, chips y software) benefician a “Microsoft”,
“Intel”, “AMD”, “Dell” y “HP”, y no a China, que sólo
gana, en componentes simples y ensamblaje, menos de un 5% del
beneficio en todo el proceso de producción”, explica la prestigiosa
revista mensual de Pekín, “Dushu”.
“A pesar de que
China exporta la mayoría de los ordenadores portátiles del mundo, un
mercado de 75.000 millones de dólares, más del 90% del valor total
del portátil ha sido importado a China por multinacionales”,
explicaba en mayo “The Wall Street Journal”.
La supuesta autopista
de dos direcciones de la globalización, de la que China ha obtenido
algunas ventajas, puede ser vista como una vía a la dependencia, un
escenario desgraciadamente muy conocido en los “despegues” del
mundo en desarrollo.
“A lo que nos
enfrentamos es a un sistema global, político y económico, inventado
y dirigido por los países desarrollados”, explica el Profesor Zhang
Miao, del Centro de Investigación de Ingeniería de la Universidad
Qinhua de Pekín. “Aunque formamos parte de ese sistema, no somos
beneficiarios de él, como Europa o Estados Unidos, sino que
sufriremos pérdidas inevitablemente”, dice Zhang.
Cuando se plantean
preguntas en esta línea a los funcionarios chinos, uno siente que
pisa terreno sensible. La razón es que en la cultivación del mito de
la superpotencia tecnológica china, no sólo intervienen intereses de
multinacionales y gobiernos occidentales interesados en la exageración,
sino también intereses chinos, sea de grupos sociales privilegiados
por un estatuto de creciente dependencia, sea por razones de mera
exaltación patriótica. Pasa algo parecido a lo que ocurría en los
ochenta con las armas y capacidades militares de la URSS: todos los
expertos sabían que eran muy inferiores a sus homólogas
occidentales, pero, por diferentes motivos, tanto los halcones de
Washington como los de Moscú, estaban unidos en distorsionar la
realidad poniendo el acento en su superioridad.
Preguntado, el
miercoles, sobre qué hay que hacer para cambiar el actual paradigma
chino en materia de alta tecnología, con ese 80% de la exportación
en manos de extranjeros y una participación china tan pequeña en
valor añadido, el Viceministro chino de la Industria de Información,
Jiang Yaoping, eludió por completo el asunto. “China”, dijo,
“está muy contenta e interesada en que vengan los extranjeros y de
salir al mundo con sus empresas”. Música celestial. Pero la procesión
va por dentro.
Algunos observadores
constatan “indicios de que el papel y la utilidad de la inversión
extranjera están siendo cuestionados”.
Así lo afirma Jan
Borgonjon Presidente de “InterChina Consulting”, una consultora
establecida en China con fuertes vínculos con la empresa española.
Borgonjon apunta que, en los últimos veinte años, el discurso
oficial chino afirmaba simplemente que la inversión extranjera
contribuía a la modernización del país y a la transferencia de
tecnología, en general. Hoy, eso está siendo matizado.
“Los líderes
chinos no quieren que las industrias básicas sean controladas por
inversores extranjeros, lo que ven como una amenaza a la soberanía y
la seguridad de China”, dice. De ahí, los nuevos acentos
“nacionalistas” que se observan en el decimoprimero plan
quinquenal (2006–2010), “con la atención enfocada en el
desarrollo de las empresas chinas mas fuertes, en la “tecnología
independiente” (no transferida) y en las marcas
“independientes”.
La actual reacción
tiene claros límites. No va a haber “un giro de 180 grados”,
avisa Borgonjon, pero “es bastante posible que el mercado no
permanezca tan abierto como antes, y que las compañías extranjeras
tengan que ser más activas y creativas si quieren recibir la “cálida
bienvenida” que tan fácilmente recibían en el pasado”.
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