Sobre las condiciones
de las clases trabajadoras
Por
Robert Weil
Monthly
Review, junio 2006
Rebelión, 21/09/06
Traducido para Rebelión
por Sebastián Risau
Introducción
Este
artículo está basado mayormente en una serie de reuniones con
trabajadores, campesinos, organizadores y activistas de izquierda en
las que participé durante el verano de 2004, junto a Alex Day y a
otro estudiante de Asuntos Chinos. Es parte de un artículo más largo
que será públicado como un informe especial por el Instituto
Oakland. Las reuniones tuvieron lugar principalmente en Beijing y sus
alrededores, así como en la provincia Jilin en el noreste y en las
ciudades de Zhengzhou y Kaifeng en la provincia de Henan, en el centro
de China. Los testimonios revelan de forma muy completa los efectos de
las transformaciones masivas que han ocurrido en las tres décadas que
siguieron a la muerte de Mao Tse Tung, como el desmantelamiento de las
políticas socialistas revolucionarias ejecutadas bajo su liderazgo y
la vuelta a la “vía capitalista”, que dejan a las clases
trabajadoras en una situación cada vez más precaria. Se está
produciendo una creciente polarización, en una sociedad que estaba
entre las más igualitarias, entre los ricos en el tope y las cada vez
más pobladas filas de trabajadores y campesinos cuyas condiciones de
vida empeoran día a día. Un ejemplo de esto es la lista mundial de
multimillonarios de 2006 de la revista Fortune, que incluye a siete en
China y uno en Hong Kong. Aunque su fortuna es pequeña comparada con
la de sus pares en EE.UU y otras partes, representan la emergencia de
un capitalismo chino plenamente desarrollado. La corrupción rampante
une a las autoridades del partido y del estado y a los directores de
las empresas con los nuevos empresarios privados, en una red de
alianzas que está enriqueciendo a una floreciente clase capitalista
mientras que las clases trabajadoras son explotadas en formas que no
se veían desde hace más de medio siglo.
Los
trabajadores con los que hablamos son algunos de las decenas de
millones que han sido despedidos de sus antiguos empleos en las
empresas estatales (que llegaron a ser los pilares de la economía)
perdiendo así todas las formas de seguridad social que eran parte de
sus unidades de trabajo: alojamiento, educación, sistemas de salud y
pensiones, entre otras cosas. A medida que estas empresas estatales
han sido convertidas en corporaciones cuyo único objetivo es la
ganancia, ya sea vendiéndolas directamente a inversores privados o
semiprivatizadas por administradores y autoridades del partido y el
Estado, la corrupción se ha vuelto algo corriente.
Los
campesinos con los que nos encontramos estaban haciendo grandes
esfuerzos para lidiar con los efectos a largo plazo de la disolución
forzada de las comunas rurales y el sistema de responsabilidad
familiar, en el que cada familia recibe, mediante un contrato con el
poblado, una parcela de tierra para cultivar. Con la apertura del país
al mercado global, la venta de tierras por parte de funcionarios
locales a constructores sin una compensación adecuada a los
pobladores, y la rampante devastación de las áreas rurales, esta política
ha dejado a cientos de millones de personas luchando para encontrar
alguna forma de ganarse la vida, y simultáneamente les ha quitado el
soporte social colectivo con el que contaban. Más de 100 millones de
ellos han pasado a formar parte de la masiva migración a las ciudades
buscando trabajo en la construcción, en las fábricas dedicadas a la
exportación, o incluso en los trabajos más sucios y peligrosos; en
los que carecen de los derechos más básicos. Para muchos migrantes
las condiciones de vida se están deteriorando rápidamente a medida
que se asientan de forma semipermanente en las ciudades, y a medida
que envejecen y los problemas de salud aumentan.
Pero
las clases trabajadoras chinas no han permanecido pasivas frente al
deterioro de su condición y a la pérdida de los derechos adquiridos
a lo largo de décadas mediante luchas y sacrificios en la revolución
socialista. Hoy en día, los trabajadores, campesinos y migrantes en
China organizan manifestaciones que se cuentan entre las mayores del
mundo, involucrando a veces a decenas de miles de personas, lo que
resulta en violentos choques con las autoridades. Hasta el ministro de
seguridad pública publicó cifras admitiendo que los “incidentes
masivos, o manifestaciones y tumultos” ascendieron a 74000 en 2004,
contra apenas 10000 una década atrás y 58000 en 2003 (New York
Times, 24 de agosto de 2005). La creciente inestabilidad social
representa para los principales líderes del Partido y del Estado una
amenaza que se va profundizando, y ya ha ocasionado cambios de políticas
destinados a prevenir disturbios aún mayores. Pero incluso se está
fragmentando la denominada “nueva clase media”, compuesta por
profesionales y empresarios y por el rápidamente creciente ejército
de graduados universitarios, muchos de los cuales prosperaron en el
boom económico de las últimas décadas. Pero incluso los costos de
la educación, que durante el gobierno de Mao era virtualmente gratis
hasta la universidad, se están volviendo prohibitivos, especialmente
para las clases trabajadoras. A los que se han graduado recientemente
se les hace cada vez más difícil conseguir un empleo. Pero incluso
los que mejor están se ven afectados por las tensiones del mercado.
Para millones de personas las ventajas que ha traído aparejadas el
crecimiento económico (especialmente el mayor acceso a bienes de
consumo y la creciente movilidad y las oportunidades de trabajo) están
siendo socavadas por la cada vez mayor brecha de clases y por la
creciente inseguridad. Como resultado de esto China está entrando en
un período de fuerte lucha de clases e incertezas políticas que no
se resolverá fácilmente. El camino a seguir para las clases
trabajadores será muy difícil, y el resurgimiento de la izquierda,
aunque muy significativo, se encuentra todavía en un estado muy
preliminar. Este ensayo explora estas complejidades y posibilidades.
En general he omitido los nombres de individuos y organizaciones, para
protegerlos.
Conflicto
y unidad
Superficialmente
al menos, parecería que la convergencia de las condiciones en las que
se encuentran los trabajadores urbanos, migrantes y campesinos (e
incluso muchos miembros de la nueva clase media) debería servir como
base para una amplia unidad en la lucha contra aquellos que los
explotan a través de las reformas capitalistas de mercado y la
apertura de China a las fuerzas económicas globales. Pero, como
ocurre en situaciones similares en Estados Unidos y en otras partes
del mundo, la unificación de las clases trabajadoras es más fácil
de concebir en la teoría que de realizar en la práctica. Los viejos
prejuicios tardan en morir, especialmente la baja estima que muchos
chinos urbanos tienen por el campesinado, a lo que se suman las nuevas
formas de competición originadas por la masiva migración desde las
áreas rurales a las ciudades, y la manipulación de los que detentan
el poder, que usan el probado método de “dividir y conquistar”
para volver a cada grupo contra los otros.
Como
ejemplo de esto, un activista con el que hablamos respondió, al
preguntársele si los trabajadores de Beijing sienten que los
migrantes les están quitando sus trabajos, “Sí, especialmente los
que han sido despedidos sienten un poco eso.” Muchos de ellos miran
con cierto desprecio a los migrantes. Durante la limpieza que se
realizó luego de una gran tormenta, algunos trabajadores urbanos
comentaron: “Esta es la clase de trabajo que los migrantes vienen a
hacer, ya que en donde viven nunca ven dinero.” Como confirmando
esta imagen, el New York Times (3 de abril 2006) públicó un
artículo sobre los migrantes de Beijing que hurgan en el basurero
municipal, uno de los cuales estaba trabajando para pagar los 10000
yuans (1250 dólares) de la cuota de la escuela secundaria de una de
sus hijas y 1000 yuans (125 dólares) para la escuela primaria de otra
hija. Sin embargo, el sentimiento es mutuo, ya que los migrantes, a su
vez, dicen cosas similares, como “Ese trabajador merece que lo
despidan.”
Siguiendo
un patrón desgraciadamente muy parecido a lo que ocurre en Estados
Unidos (donde además de la condicion de migrante se suman a la
amalgama las cuestiones de raza y etnicidad) los intentos del gobierno
de ayudar a los inmigrantes a recuperar un buen salario y otros
derechos que les corresponden son vistos por algunos trabajadores como
favoritismo. Los medios se aprovechan de estas divisiones y fomentan
las malas relaciones entre los diferentes grupos, diciendo que los
proletarios urbanos sólo quieren tomar los empleos ofrecidos por
extranjeros, pero a la vez diciendo que los migrantes están
dispuestos a trabajar por “nada” y que están tratando de que los
trabajadores despedidos los imiten, lo que crea resentimiento. Sin
embargo, es la creciente brecha entre los salarios urbanos y rurales
(en este momento 3,3 a 1, “mayor que su análogo en los Estados
Unidos, y una de las más grandes del mundo”) lo que hace posible
tal manipulación (New York Times, 12 de abril de 2006).
Lo
acentuado de estas divisiones se hizo evidente en 2001 con la
experiencia de los trabajadores de una fábrica de equipos de
transmisión en la provincia de Zhengzhou, donde ocurrieron serios
incidentes. En el momento en que la empresa estaba siendo vendida y
dividida, la policía detuvo a los manifestantes durante la noche y
entró a la fábrica a sacar las maquinas, como ladrones. También
trajeron campesinos para cargar los equipos, pagándoles 50 yuans (6 dólares)
diarios. Todo esto dio lugar a una larga lucha. Para evitar, al menos
parcialmente, la reacción del público al hecho de que la ciudad
usara a la policía para hacer el trabajo sucio, se contrató a
campesinos para trabajar de matones y estos, munidos de cascos, usaron
armas para apalear a los trabajadores. Como ocurrió en otras partes
de la provincia de Zhengzhou, unos treinta camiones transportaron a
cerca de quinientos matones campesinos. Un activista contó que cuando
el 24 de julio de 2001 los trabajadores hicieron sonar la campana,
“todo el mundo salió”, lo que condujo a una batalla de cuatro
horas entre campesinos y trabajadores. Estos últimos acabaron ganando
ese día, ya que aparecieron unos 40000 trabajadores de otras fábricas
para ayudar. Ocho trabajadores fueron arrestados y acusados de
destruir propiedad, pero consiguieron ayuda legal y de esa manera los
capitalistas fueron derrotados una vez más. En palabras de un
trabajador, refiriéndose a los derechos que tenían en la apoca
anterior a la reforma, se cumplieron “nuestras leyes, las leyes de
Mao”. “Había tanta gente que el gobierno tuvo miedo.”
La
intensidad de la respuesta popular hizo que el gobierno se detuviera
por un tiempo, pero bajo la presión de los capitalistas los arrestos
de trabajadores se reanudaron, realizados esta vez por la policía de
seguridad pública, para evitar los juicios. Hubo una pelea con los
campesinos que duró diez días. Se usaron campesinos para obligar a
los trabajadores a salir de la fábrica, y rápidamente se vendió
todo, despidiendo así a 5600 personas. Luego se desmantelaron todos
los edificios, incluyendo las viviendas de los trabajadores, y se dio
la tierra a un constructor privado, quien construyo una tienda y
viviendas exclusivas. Ahora, sin trabajo ni vivienda, los trabajadores
tienen miedo de continuar la lucha. A veces son los mismos policías
quienes hacen el papel de matones, sacándose los uniformes y actuando
más bien como una pandilla al servicio de los propietarios
capitalistas, llegando incluso a usar cuchillos. En una fábrica de
alfarería un grupo golpeó a un líder de los trabajadores hasta
matarlo, pero las autoridades no hicieron nada, y luego ignoraron las
demandas.
De
esta manera, la policía y otras agencias gubernamentales no sólo
atacan directamente y reprimen a los que trabajan en las empresas del
Estado sino que también enfrentan entre sí a los diversos segmentos
de la clase trabajadora. A pesar de lo necesario de la unidad, estas
experiencias hacen muy difícil la superación de los prejuicios y
divisiones existentes. Como dijo un trabajador activista de la
mencionada fábrica equipamiento eléctrico: “Los campesinos y los
trabajadores deberían ser una gran familia. Tuvimos que luchar contra
ellos, pero deberíamos trabajar juntos.” Los que están del otro
lado actúan en defensa de sus intereses de corto plazo. En la fábrica,
hasta el jefe de policía dijo que no quiso hacer lo que hizo, pero
que estaba bajo una intensa presión. Un trabajador le dijo que era
“como un perro”. A lo que él respondió: “Si, pero si no te
muerdo me desollan.” A estas divisiones se suma el reemplazo de las
empresas estatales por emprendimientos privados. Las nuevas fábricas
que están siendo construidas en la región reclutan su personal
mayormente en el campo, pagando salarios muy bajos sin darles ningún
tipo de alojamiento o beneficios. Para peor, como dijo un trabajador,
a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos un obrero despedido de
una empresa estatal no puede ni siquiera conseguir un trabajo en el área
de servicios, ya que se prefiere a los campesinos por ser más baratos
y más fáciles de controlar. En consecuencia, a pesar del deseo de
trabajar juntos estas condiciones conducen inevitablemente a la
aparición de resentimientos entre los distintos segmentos de la clase
obrera.
A
pesar de estas divisiones y conflictos, se están realizando grandes
esfuerzos para alcanzar mayores niveles de unidad entre sectores más
amplios de los trabajadores urbanos y reforzar los lazos entre ellos y
los campesinos, tanto los que se quedan en sus granjas como los que
migran a la ciudad. Las manifestaciones realizadas fuera de varias fábricas
de Zhengzhou (textiles, papeleras y de equipamiento eléctrico) así
como la huelga de 13000 taxistas en esa ciudad, en 1997, muestran que
decenas de miles de trabajadores de muchas empresas y sectores y otros
miembros de la comunidad han dado su apoyo a los que se oponen a las
privatizaciones, la perdida de empleos y beneficios, y mayores
impuestos. Sin embargo, el patrón más común en toda China es que
los trabajadores de las diversas fábricas deban enfrentarse solos a
sus empleadores y a los funcionarios del gobierno asociados con ellos.
Es frecuente que estas confrontaciones, que incluyen acciones como
acostarse sobre las vías del tren, bloquear rutas o rodear y ocupar
oficinas u otras formas de interrumpir el normal funcionamiento de la
ciudad, acaben con pequeños pagos excepcionales a los trabajadores
afectados, de muy poca utilidad para el largo plazo, pero suficientes
para aplacar las demandas inmediatas. En un intento de ir más allá
de estas formas de lucha relativamente aisladas, que en la mayoría de
los casos han resultado inadecuadas para detener el proceso de
privatización, desempleo y pérdida de beneficios sociales, los
trabajadores de diversas empresas de Zhengzhou han comenzado a unirse.
Los trabajadores de Kaifeng, donde han cerrado la mayor parte de las
empresas estatales dejando 100000 desempleados, también han visto la
necesidad de unirse para conseguir sus objetivos. Pero hace muy poco
que los trabajadores de diferentes fábricas, tanto los que ya han
perdido sus empleos como los pocos que actualmente continúan
empleados, han comenzado a juntarse, organizando reuniones con los
representantes de cada empresa, y organizando protestas conjuntas
llevando gente de todas las fábricas. Los activistas con los que
hablamos estaban planeando para este año una gran manifestación en
la ciudad con trabajadores de todas las fábricas.
Pero
las perspectivas para esta clase de acciones conjuntas son inciertas.
Todavía subsisten muchas divisiones dentro del proletariado urbano
(económicas, generacionales e incluso políticas) donde algunos
apoyan las “reformas” y otros abrazan la perspectiva socialista.
Pero hasta uno de los parques de la ciudad de Zhengzhou que visitamos,
en medio de un distrito obrero, está dividido en grupos de
trabajadores y jubilados de derecha y de izquierda, con los primeros
dominando ciertas áreas, especialmente durante el día, y los últimos
más presentes en otras partes, particularmente de noche. Cuando
paramos brevemente para hablar con algunos de los muchos que concurren
todos los días para relajarse, pudimos ver que los debates llegan a
caldearse bastante, llegando a haber veladas amenazas. Lo mismo ocurre
con las perspectivas de unidad entre trabajadores y campesinos, donde
los migrantes hacen el papel de intermediarios. Hay un deseo de
unirse, pero las diferencias en sus condiciones y en el tratamiento
dado por el gobierno, atentan contra la unificación a un nivel más
alto.
Las
reformas han hecho que las suertes de los obreros y los campesinos se
inviertan parcialmente. La gente con la que hablamos, tanto en las
ciudades como en el campo, declaró que, en agudo contraste con lo que
ocurría en la era socialista de Mao, algunos campesinos se encuentran
hoy mejor que muchos trabajadores urbanos. Puede que aún sean pobres
y deban luchar por su supervivencia (y las familias campesinas más
pobres son quienes peor están de toda la sociedad), pero al menos
tienen un trozo de tierra donde pueden plantar algo para comer. Hasta
el migrante más pobre puede volver a su aldea si las cosas se le
ponen muy difíciles en la ciudad. Sin embargo a los trabajadores
urbanos no especializados, especialmente a los que han sido
despedidos, ya no les queda nada. Han sido una vez más reducidos a la
clásica condición del proletario, privados de todo acceso a los
medios de producción, y abandonados a su suerte para literalmente
morir de hambre. Si tienen padres enfermos o incluso hijos cuyas
cuotas escolares deben pagar, su situación puede volverse
desesperada. Sólo la situación de los obreros especializados o
aquellos capaces de montar algún tipo de pequeño emprendimiento
pueden compararse con la de los campesinos con su tierra.
Una
consecuencia de esto es que se hace difícil alcanzar la unidad en las
acciones de estas dos clases. Es frecuente que simultáneamente se
lleven a cabo manifestaciones y protestas en las ciudades y en el
campo que las rodea. Hasta durante el corto tiempo que estuvimos allí
ocurrieron eventos paralelos, en Zhengzhou y Kaifeng y sus
alrededores. En esta última ciudad veinte trabajadores eran
arrestados en una fábrica y mientras tanto ese mismo día se llevaba
a cabo una manifestación de campesinos (alzándose y haciendo
“cosas malas”, según un trabajador) en el condado vecino, donde
se dañaron edificios públicos y se bloquearon autopistas porque
mediante engaños se les había sacado tierra para construir una ruta.
Pero no había ninguna conexión entre estos dos eventos virtualmente
simultáneos, y todavía no había habido ninguna manifestación
conjunta de obreros y campesinos.
Además,
hay diferencias hasta en la forma en que el Estado reacciona frente a
las manifestaciones realizadas por estas dos clases. Las autoridades
locales reprimen a los trabajadores urbanos de forma particularmente
violenta porque sus luchas son más visibles para el público, causan
incidentes en los centros urbanos de poder, y son un desafío directo
al corazón mismo de las reformas: la privatización de las empresas y
la formación de la nueva clase capitalista. Según un trabajador, él
y otros como él están muy enojados, y necesitan “unirse y ‘
rebelarse’, pero, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos,
se supone que no pueden decir nada sobre su situación.” A pesar de
eso, “no tienen miedo de morir, ya que no tienen nada”, y por eso
seguirán luchando.
A
lo largo del país están aumentando las protestas obreras a gran
escala, obteniendo a veces pequeñas victorias, pero resultando
frecuentemente en el arresto y encarcelamientode sus líderes. En
comparación, mientras que el mejoramiento de las condiciones de vida
en el campo es actualmente una prioridad oficial del gobierno, la
represión de las protestas campesinas puede ser aún más brutal ya
que son mayormente invisibles, a menos que las acciones se realicen a
una escala tal que suscite la atención del público. Como en el caso
de la matanza de 20 aldeanos en diciembre de 2005 en Dongzhou, en la
provincia de Guangodong por protestar contra la insuficiente
compensación por las tierras usadas para construir una central eléctrica.
A pesar de la existencia de estas divisiones y barreras, hay una
sensación de que, a medida que crece el malestar de los campesinos y
sus condiciones convergen con las de los trabajadores urbanos, y a
medida que los migrantes envejecen y su situación se va deteriorando,
las clases trabajadoras en la ciudad y en el campo podrían pronto
encontrar formas de unirse. Los activistas que ayudan en la organización
de las clases trabajadoras están tratando de generar una movida hacia
la unificación, pero el proceso es largo y dificultoso, y recién
ahora la brecha ha comenzado a cerrarse.
La
vuelta de la izquierda
La
posibilidad de lograr mayores niveles de unificación se ve favorecida
por la presencia entre campesinos, migrantes y obreros urbanos de
individuos con profunda experiencia en la lucha por el socialismo y
con conocimientos del pensamiento marxista-leninista-maoista. Como lo
expresó un antiguo miembro de la Guardia Roja, la comprensión de la
“lucha entre las dos líneas”, como una clara demarcación entre
el socialismo de la revolución y el capitalismo actual, está
emergiendo directamente, y principalmente, de las clases trabajadoras,
y no sólo de los intelectuales. En particular, toma la forma de una
lucha contra la corrupción, no sólo en el estrecho sentido de
oponerse a los sobornos y a las estafas financieras, que es una parte
de la lucha, sino más bien como un intento de impedir que la alianza
entre funcionarios estatales y del partido con administradores y
empresarios transformen los medios de producción en propiedad privada
de los nuevos capitalistas, y que se vuelva atrás con los logros
socialistas alcanzados por los trabajadores y campesinos en el período
revolucionario. Son los activistas quienes mantienen viva la teoría y
el espíritu de la revolución, especialmente en Zhengzhou y en otros
lugares que fueron centros del movimiento Comunista a principios de
los años 20. En esa ciudad, una torre similar a una doble pagoda se
eleva sobre la principal intersección del centro de la ciudad,
construida en 1971 para conmemorar a los más de cien trabajadores
muertos en una huelga general del ferrocarril Beijing-Hankou, liderada
por los comunistas, que fue salvajemente reprimida por el líder
militar de la región. El legado de Mao, que también allí se
mantiene vivo actualmente, y el muy alto nivel de conciencia
proletaria conducen a la lucha de las dos líneas.
Uno
de los aspectos más notables que surgieron en las discusiones con los
trabajadores de esa ciudad fue el “sentimiento de posesión” que
sentían con respecto a las fábricas en las que habían trabajado. A
pesar de que existían limitaciones en la propiedad social y en los
derechos a la participación en las empresas estatales (que se
revelaron inadecuadas como salvaguardias frente a las expropiaciones
de la reforma de Deng), no hay duda de que en las clases trabajadoras
había un fuerte sentimiento de que las fábricas eran, en algún
sentido muy básico, “suyas”. Como lo explicó uno de ellos, la fábrica
de equipos de transmisión eléctrica fue “construida con el sudor
de los trabajadores”, y no querían que cayera en manos de
capitalistas. Le pertenecía a toda la nación, y era parte de la
acumulación económica colectiva de la clase trabajadora en su
conjunto. Durante el gobierno de Mao, los obreros también tenían
algo de control sobre las fábricas, y podían “aportar ideas y ser
escuchados.” Esto alcanzó su pico durante la Revolución Cultural.
En aquel momento, ellos “eran los líderes, la clase obrera se
representaba a sí misma”, pero ahora nadie los escucha, no tienen
poder. Una y otra vez los trabajadores declararon sentirse desposeídos
como consecuencia del robo efectivo de su propiedad colectiva,
conseguida a lo largo de una vida de trabajo. También dijeron
sentirse privados de todos los derechos participatorios de los que
gozaban antes. Poniendo todo esto en un contexto más teórico, un
obrero de Zhengzhou explico que el sistema actual de “capital burocrático”
es un problema político, y no especialmente económico; un análisis
que podría haber salido directamente del ¿Que hacer? de
Lenin. “Parece económico a primera vista, pero en realidad es una
lucha entre capitalismo y socialismo”, básicamente una cuestión
política. Según él, China “no es como Estados Unidos, donde nunca
hubo socialismo. Los trabajadores más viejos comprenden este contexto
histórico. La mayoría vivieron el período de Mao y la Revolución
Cultural. Experimentaron el pensamiento de Mao Tse Tung, y su generación
quiere devolver a China a la ‘vía de Mao’. Es parte de una lucha
internacional para proteger el camino socialista.”
A
este trabajador le gustaría que en Occidente se conociesen mejor la
lucha de la clase trabajadora china y el por que de la importancia de
la vuelta a la vía socialista. Tiene la esperanza de que los
trabajadores en China vuelvan lentamente hacia esta vía, en cuyo caso
lograran eventualmente la victoria. Pero también advirtió que si el
actual movimiento no alcanza pronto un mayor nivel de desarrollo, los
trabajadores más jóvenes lo verán apenas como una lucha económica
por “mejores condiciones”. Este es el legado del período de
reformas antisocialistas, y de los dichos de Deng Xiaoping, como
“enriquecerse es glorioso.” Estos dichos arruinan la comprensión
de los trabajadores más jóvenes. “La mayoría de ellos tienen
hasta miedo de reunirse y discutir de esta manera”; esto fue
manifestado más de una vez por los trabajadores más viejos.
En
parte es por esta razón que aquellos que aún se dedican a la lucha
por el socialismo han encontrado otras maneras de transmitir su
conciencia y su experiencia: usando formas culturales, y no sólo económicas
y políticas, para mantener vivo el legado de la revolución y pasarlo
a las nuevas generaciones. En una esquina del parque que visitamos
dentro del distrito obrero en Zhengzhou, los trabajadores y sus
familias se reúnen cada noche para entonar las viejas canciones
revolucionarias. La noche de un día laborable que estuvimos allí,
cien personas o más (desde viejos jubilados hasta adolescentes e
incluso niños) tomaron parte cantando animadamente acompañados por
un grupo de músicos, dirigidos por un dinámico director. Se nos dijo
que durante los fines de semana es frecuente que haya “muchísima
mas gente», llegando casi al millar de personas. Como lo expresó uno
de los trabajadores que nos llevó a ese parque: “El sentido político
de estos cantos es mostrar nuestra oposición al Partido Comunista (a
lo que se ha convertido) y usar a Mao para enfrentarlo y despertar
conciencias.”
El
mismo espíritu histórico permea también las luchas prácticas en la
ciudad. Cuando comenzó la huelga de la papelera en 2000, que aún
sirve de “modelo” a las resistencias a las privatizaciones en esta
área, los obreros usaron métodos de la Revolución Cultural, según
un activista, sacando a los administradores, tomando la fábrica,
evitando que las máquinas fueran retiradas, y estableciendo el
control obrero. Después de muchas vueltas, parte de la fábrica
continúa en manos de los trabajadores, pero está aún está luchando
para sobrevivir, no sólo en la economía de mercado sino también
contra los intentos del gobierno de debilitarla económicamente. Como
explicó su líder, después de estar en prisión, esta forma
especifica de lucha fue adoptada “porque los principios de la Comuna
de París vivirán por siempre”. En la huelga de la fábrica de
equipamiento eléctrico pudo verse una similar perspectiva histórica
de izquierda, ya que no de los eslóganes era “los trabajadores
quieren producir y vivir”, pero también se colgó un cartel que decía
“Defendamos continuamente el pensamiento de Mao Tse-Tung”. Otras
acciones de los trabajadores adoptan formas aún más abiertamente políticas.
El
mismo año de la toma de la papelera comenzó la celebración del
aniversario de la muerte de Mao. En el 2001 esto reunió a decenas de
miles de trabajadores (con 10000 policías rodeándolos) y hubo una
gran huelga y enfrentamientos. Hoy en día los trabajadores tienen
prohibido siquiera ir al pequeño parque donde se encuentra la última
estatua de Mao en la ciudad durante las fechas de su nacimiento y de
su muerte. Pero ellos van de todos modos, y se enfrentan a la policía.
Fue allí que, el 9 de septiembre de 2004 un activista obrero, Zhang
Zhengyao, distribuyo un panfleto
en el que acusaba al Partido Comunista y al gobierno de abandonar los
intereses de la clase de trabajadora y participar de la corrupción
generalizada. El panfleto también denunciaba la restauración del
capitalismo en China y llamaba a volver a la “vía socialista” de
Mao. Tanto él como su coautor, Zhang Ruquan, fueron arrestados después
de que la policía allanara sus apartamentos. Su caso pronto se
transformó en una cause célèbre en China, e izquierdistas de
todo el país viajaron hasta Zhengzhou para protestar fuera de la
dependencia donde se realizó el juicio a puertas cerradas, en
diciembre de 2004, donde fueron condenados a tres años de prisión. A
estos trabajadores, junto a Ge Liying y Wang Zhanqing, quienes
ayudaron en la escritura e impresión del panfleto, se los conoce como
los “4 de Zhengzhou”.
Un
petitorio por su liberación, iniciado en Estados Unidos y dirigido al
presidente Hu Jintao y dirigido al Primer Ministro Wen Jiabao, atrajo
más de doscientas firmas, mitad de dentro y mitad de fuera de China.
Esto fue una muestra de apoyo sin precedentes a los trabajadores de
izquierda, debido especialmente a los riesgos potenciales para los que
firmaron, que unió a los intelectuales y activistas chinos con sus
pares de otros países. Aunque el gobierno no respondió directamente
el petitorio, Zhang Ruquan fue luego liberado, supuestamente por
cuestiones de salud. Algunos activistas creen que en parte esto fue el
resultado de la presión generada por el petitorio y otras actividades
solidarias relacionadas, como la publicación en sitios Web de
izquierda de extensos análisis e informaciones relacionadas con el
caso.
Los
4 de Zhengzhou representan la negativa de los trabajadores de aceptar
pasivamente las nuevas condiciones que les imponen el partido y el
estado, así como la persistencia de la ideología de izquierda y el
activismo entre sus filas, y el creciente apoyo que están recibiendo
de toda la sociedad, e incluso del exterior. Pero este caso también
reveló tanto las divisiones como la renovada fuerza de la izquierda
china. Fueron principalmente los jóvenes de la izquierda quienes
tomaron la iniciativa al firmar el petitorio y usar la Internet para
darle amplia difusión, criticando a la vez a aquellos de entre sus
mayores y mentores que, al menos al principio, se resistían a firmar.
Para la nueva generación, la solidaridad con los trabajadores que
adoptaron públicamente una postura de izquierda era más importante
que seguir correctísimamente la línea. Para los izquierdistas más
viejos, las divisiones del pasado y las luchas sobre ideología y política
frecuentemente bloqueaban el camino hacia una acción común. En su
caso, resulta más difícil dejar de lado los conflictos históricos
para enfrentar las nuevas condiciones del presente.
Estas
diferentes actitudes reflejan un análisis ampliamente aceptado de los
tres principales agrupamientos de la izquierda china: (1) la
“vieja” izquierda que se compone principalmente de aquellos que
ascendieron desde las filas del Partido y del Estado quienes, después
de haber inicialmente apoyado al menos parte de las reformas de Deng
Xiaoping, se pasaron a la oposición cuando el carácter capitalista
de aquellas políticas se hizo cada vez más evidente; (2) “Maoístas”
que han seguido firmes en su apoyo a las políticas de la era
revolucionaria del socialismo chino de Mao, y tiene su base popular
principalmente entre los trabajadores y los campesinos; y (3) la
“nueva” izquierda que, como su contraparte occidental
(especialmente en los años 60), tiende a estar compuesta por las
generaciones jóvenes, principalmente centradas en las universidades y
en las nuevas ONG, que están abiertas a un amplio rango de tendencias
marxistas, y también en general a tendencias sociológicas y
socialdemócratas, pero con frecuencia también pueden estar más
dispuestas a alinearse con los seguidores de Mao que los miembros de
la “vieja” izquierda. Sin embargo, las líneas entre estos tres
grupos no son de ninguna manera rígidas ni mutuamente exclusivas.
Pueden encontrarse partidarios de la “vieja” izquierda a lo largo
de toda la sociedad, dentro y fuera del gobierno, mientras que muchos
“maoístas” e incluso gente de la “nueva” izquierda trabajan
dentro del Partido y del Estado. Los paralelismos con similares
categorizaciones de la izquierda occidental, especialmente en lo que
se refiere a la “nueva” izquierda, no deberían exagerarse ya que
cada grupo tiene características específicamente chinas que reflejan
la historia de las luchas en ese país. En 2001 un antiguo jefe de la
Guardia Roja de Zhengzhou, que estuvo preso muchos años desde que
comenzaron las reformas y que sigue siendo activista, organizó una
reunión muy fuera de lo común entre cuatro tendencias políticas
diferentes en Beidahe, la ciudad de playa donde los principales líderes
se reúnen cada año para planear sus estrategias. Si bien no pudieron
ponerse de acuerdo en oponerse a todas las reformas, sí estuvieron de
acuerdo en criticar a Deng Xiaoping por el grado de recapitalización
que llevó a cabo.
Mas
recientemente, un foro de altos cuadros de varios institutos,
universidades y agencias importantes se reunió para hacer un análisis
marxista de la situación actual. El presidente de la Universidad de
Beijing abrió la sesión. Se esperaba poder convertir esto en una
reunión periódica. El antiguo miembro del partido que estuvo detrás
de la organización de esta reunión explico que esta no podría haber
tenido lugar sin al menos algún apoyo de las altas esferas. En
Zhengzhou, un foro similar de gente de izquierda y “liberales” (término
que en la China actual suele incluir gente más radical que sus análogos
occidentales) se llevó a cabo durante toda la década pasada,
reuniendo a personas de opiniones muy diversas. Tienen en común un
fuerte sentimiento de que la dirección en la que marchan la sociedad
china y las políticas oficiales no es sustentable. Así, a pesar de
sus diferentes formaciones y enfoques, hay muchos que pueden ser
incluidos en las tres categorías (“viejo”, “maoísta” y
“nuevo”), dentro y fuera de los organismos e instituciones del
partido y del estado, y no sólo sus ideas sino también sus foros y
reuniones se solapan, interpenetran y se influencian los unos a los
otros, atrayendo incluso a quienes no comparten sus ideologías. Entre
las nuevas ONGs hay algunas con una fuerte base de izquierda que están
trabajando en cuestiones tan prácticas como el establecimiento de
escuelas en las aldeas rurales más pobres y promover una sociedad más
manejada por los trabajadores y campesinos que lo que proponen las
organizaciones más convencionales. Este retorno de la izquierda
refleja la creciente fuerza en las clases trabajadoras de la lucha
popular, lo que ha hecho imposible evitar enfrentar la crisis social
en China y la amenaza de que se profundice si no hay un cambio radical
de las políticas actuales. Esto reabre, por más lejano que pueda
parecer hoy, la posibilidad de una renovación del socialismo
revolucionario de la época de Mao.
Un
ejemplo sorprendente de esta nueva apertura de la izquierda es una
carta, llamada “Nuestras ideas y opiniones sobre el paisaje político
actual”,
dirigida a Hu Jintao por un grupo de “miembros veteranos del PCC,
cuadros, personal militar e intelectuales” en octubre de 2004.
Aunque en un tono más respetuoso que el volante de los 4 de
Zhengzhou, y dando algo de crédito a las reformas por sus logros económicos,
trata en forma muy parecida los mismos temas que aquel y, con sus
llamadas a una acción correctiva y a un retorno a la vía socialista
para salir del “camino capitalista”, es igual de militante en su
crítica de la situación actual. No es claro que haya habido alguna
relación directa entre los dos. Pero gente de izquierda en China
siguió juntando firmas en apoyo de los 4 de Zhengzhou, y el
entusiasmo con el que la “nueva” izquierda abrazó su causa y la
defensa de tales actividades “maoístas” está abriendo más
espacio para que miembros de la “vieja” izquierda reafirmen sus
antiguas críticas, como ocurrió en la carta a Hu. La disposición de
los veteranos de las antiguas luchas revolucionarias a manifestarse
tan abiertamente contra las actuales políticas del partido es una
medida del nuevo clima que está emergiendo. Todavía en 1999 nuestras
conversaciones con antiguos miembros de la izquierda mostraban lo
moderados que estos sentían que debían ser, frente a la atmósfera
reformista dominante. Ahora es claro que muchos de aquellos antiguos líderes
y otras personas en posiciones similares se sienten “liberados” y
pueden emitir sus opiniones más abiertamente. Entonces no es sólo en
teoría que el pasado continúa informando al presente, y que las
acciones de una parte de la izquierda impactan en la otra, sino también
en la práctica.
En
unos pocos casos, pequeño en número pero a veces bastante grande en
su influencia, las formas socialistas de organización de la era de
Mao continúan siendo implementadas hoy, aunque necesariamente en
forma modificada, para responder a las nuevas condiciones de la economía
de mercado. Así, incluso hoy en día cerca del 1 por ciento de las
aldeas rurales, o sea varios miles (los números varían dependiendo
de quien haga la medición y cuales sean los criterios) nunca han
abandonado completamente la colectivización de la época de las
comunas. Incluso las pocas que implementaron las reformas de Deng han
vuelto a la producción colectivizada, transformándose en un modelo
para otros que buscan alternativas para la economía rural. El ejemplo
más destacado de conservación de las metas y los métodos de la era
socialista, Nanjiecun (“aldea de la calle sur”), una ciudad “maoísta”
de la provincia de Henan a una hora de Zhengzhou, que comenzó a
recolectivizarse hace 15 o 20 años, continúa funcionando bajo la
forma de comuna para todos sus miembros, proveyendo alojamiento, salud
y educación gratis, e incluso pagando la universidad de sus jóvenes.
También defiende los principios igualitarios de la era socialista,
como que los administradores no reciban más salario que un obrero
calificado. También está dedicado a las metas políticas de Mao,
cuyas fotos y frases, junto con imágenes de otros líderes
revolucionarios (incluyendo a Marx, Engels, Lenin y Stalin) son
mostradas claramente en toda la ciudad. Aquí, complejos
habitacionales de edificios, con departamentos amplios y luminosos
proporcionados a cada familia miembro, están rodeados por impecables
avenidas, paseos y jardines. La ciudad tiene una atractiva escuela y
un centro para el cuidado de niños. Un ambiente así es algo
virtualmente único en China (excepto por los nuevos condominios para
los ricos de las ciudades) y contrasta marcadamente con el ambiente
rural más típico que se encuentra más allá de sus puertas y
paredes.
Pero
incluso con tales éxitos, hay muchas contradicciones en las prácticas
de Nanjiecun, ya que se financia mediante inversiones extranjeras y
usa a los campesinos de las áreas aledañas (alojados en viviendas
decentes pero decididamente menos confortables) como la principal
fuerza de trabajo en sus “emprendimientos urbanos”, que están
totalmente integrados en la nueva economía capitalista.
Recientemente, según activistas de Zhengzhou, incluyendo dos que nos
acompañaron en una vista a la ciudad, esta ha sufrido serias
dificultades financieras, debido principalmente a una sobreexpansión
hacia áreas de producción nuevas con las que no estaban
familiarizados. Pero a pesar de estas limitaciones, inevitables en una
situación en la que se encuentran rodeados por un mar de capitalismo
y deben competir en la economía de mercado para sobrevivir, sirve
como un punto focal para aquellos que todavía creen que otro camino
es posible para la China rural. Las delegaciones llegan diariamente
desde todo el país (a veces ómnibus repletos de campesinos y
obreros) para estudiar como se ha continuado la práctica de la
producción y distribución colectivizadas. También ha recibido la
bendición, y mediante eso la protección, de las autoridades
provinciales de Henan. La carta abierta de los veteranos de la
izquierda dirigida a Hu Jintao ponía a Nanjiecun como modelo de lo
que todavía hoy se necesita en las áreas rurales. Pero incluso donde
el legado de la época de Mao no es tan destacado, sus experiencias y
conceptos siguen siendo la base contra la cual las condiciones del
presente siguen siendo analizadas y comparadas.
Un
importante desarrollo que se vio en el verano de 2004 fue un nuevo
movimiento para formar cooperativas de agricultores, en un esfuerzo
para mejorar el aislamiento y la inseguridad de las granjas familiares
frente al mercado global. El objetivo principal de estas cooperativas
es conseguir construir economías de escala en el mercado (a través
de compras colectivas de fertilizante, por ejemplo, o logrando mayor
poder en la negociación de precios por sus cosechas), así como
ofrecer a sus miembros apoyo financiero y seguridad. Estos esfuerzos
significan un apartamiento significativo de las políticas
individualistas del salvese-quien-pueda del período reformista,
incluso si no pueden todavía resolver todos los terribles aspectos de
la situación que enfrenta el campesinado como un todo. Aunque las
cooperativas no son una vuelta a las comunas, y representan como mucho
una especie de semicolectivización, estas se basan no sólo en la
experiencia de antiguos movimientos cooperativos de antes de la
revolución sino también en conceptos de la época de Mao, de la cual
los miembros suelen conocer bastante. Por eso, no es inusual encontrar
gente como el responsable de una cooperativa que visitamos, cerca de
Siping, en la provincia nororiental de Jili, quien nos hizo un
detallado análisis comparativo de las clases urbanas y rurales y su
situación hoy en día, o como el joven miembro que se embarcó en una
larga y profunda discusión desde un punto de vista socialista de la
situación del país, no sólo interna, sino también en relación con
el resto del mundo. Las clases trabajadoras chinas no sólo tienen
mucho para enseñarle a los intelectuales urbanos acerca del mundo
real del trabajo y la explotación, sino que además tienen más
experiencia en la implementaron del socialismo en la práctica. Y en
muchos caos su comprensión y aplicación de los principios básicos
del Marxismo-Leninismo y el Pensamiento de Mao Tse Tung están más
desarrollados que en algunos de los jóvenes miembros de la izquierda
con más educación.
Al
mismo tiempo, la rápida polarización de la sociedad está
desplazando a muchos de la nueva clase media, sin importar su ocupación
o posición especificas, hacia condiciones más parecidas a las que
enfrentan los obreros y campesinos, llevando a una creciente base para
la unidad entre ellos, y ayudando a crear una base masiva para un
renacimiento de la izquierda. El sistema capitalista los devora y a la
vez genera grupos de alienados cada vez más amplios. Hoy en día,
incluso muchos cuadros del Partido Comunista que estaban en antiguas
empresas estatales han sido despedidos, después de haber ayudado a
venderlas a inversores privados. No son retenidos por los nuevos dueños
capitalistas, una condición que un obrero describió como “quemar
el puente que se acaba de cruzar”. En consecuencia, muchos de ellos
se encuentran ahora desempleados y entienden mejor de que se trata la
“mercantilización”; eso los “concientiza”.
Estas
nuevas tomas de conciencia, que resultan de las cambiantes condiciones
de sus vidas, son comunes. Escuchamos más de una historia de aquellos
que inicialmente habían abrazado las reformas Dengistas (como un
universitario progresista con el que hablamos en Beijing) que ahora
están volviendo a Mao e incluso reexaminando la misma Revolución
Cultural. En algunos casos, esto resulta directamente de haber
“aprendido de las masas”. Este es el caso de un estudiante de las
áreas rurales, destacado pero previamente bastante conservador, cuya
“conversión” se produjo porque, cuando visitaba a los campesinos,
nunca escuchó una crítica a Mao, pero si muchas Deng, lo que lo
obligó a reexaminar sus propias actitudes hacia el pasado. Pero este
tipo de reevaluaciones tiene raíces mucho más profundas que las
simples experiencias personales. Para muchos, también dentro de la
elite intelectual, las diversas tendencias ideológicas que han
florecido desde el comienzo de la era reformista (desde la
fundamentación de la mercantilización y las privatizaciones con
características propias chinas brindadas por los propagandistas del
estado y del partido, hasta los conceptos liberales occidentales
usados principalmente por universitarios y ONG), están demostrando
ser inadecuadas para explicar lo que está pasando en la China de hoy.
Como
lo expresaron tanto un antiguo Guardia Rojo como un joven intelectual
activista en conversaciones separadas, aquellos que inicialmente
estuvieron a favor de las reformas, y ahora se esfuerzan en tratar de
entender lo que está pasando, “tienen que volver a la lucha de las
dos líneas y a la Revolución Cultural para lidiar con el
presente”, porque ya han probado otros enfoques y estos no ofrecen
ninguna explicación.
Mientras
que hace apenas unos pocos años los problemas que aquejaban a la
sociedad china parecían ser muy específicos y por ende todavía
relativamente fáciles de “solucionar” (por ejemplo mediante una
campaña anticorrupción), hoy en día hay una creciente sensación de
que en realidad estos son inherentes al sistema e intratables,
requiriendo una transformación mucho más fundamental que no puede
ser llevada a cabo por el capitalismo ni por el mercado global, y que
el estado y el partido, con su constitución actual, no serán capaces
de resolver. Como resultado de esto, la crítica que hizo Mao de la vía
capitalista, durante la Revolución Cultural, vuelve a parecer
relevante hoy en día, porque estas ideas, expresadas durante los últimos
años de su vida, continúan ofreciendo un análisis profundo del
sistema actual que llega a las raíces de sus crecientes
contradicciones, y apunta soluciones más profundas que los simples
intentos de mejoras. En consecuencia, muchos tema que eran tabú entre
los intelectuales están dejando de serlo.
Incluso
la Revolución Cultural, que todavía es anatema para la mayoría de
los universitarios y para otros miembros de la élite (se nos dijo que
cualquier insinuación de una actitud positiva hacia ella conduce al
aislamiento y a una carrera arruinada), se está transformando
nuevamente en un tema de discusión y reexaminación. Esto es
especialmente cierto entre los jóvenes miembros de la izquierda que
están haciendo sus propias investigaciones históricas, desenterrando
materiales que hace tiempo habían sido dejados de lado, llevando a
cabo entrevistas con personas que estuvieron activas durante ese período,
publicando sus hallazgos en la Web, y desafiando también de otras
maneras la línea oficial del partido sobre los eventos de esa época.
Hay
otros signos muy significativos de este creciente renacimiento de la
izquierda y de sus extendidos lazos con la luchas de la clase
trabajadoras. En 1999 hicimos una visita en Qinghua a estudiantes de
la Universidad de Beijing (que suele ser llamada el MIT de China) que
estaban tomando parte en un pequeño grupo de estudio marxista, uno de
los pocos que recientemente habían aparecido, especialmente en las
universidades más importantes. Yo comenté en ese momento que, para
ser efectivos, tenían que encontrar una manera de salir de sus campus
y conectarse con las clases trabajadoras, algo que el movimiento
estudiantil de Tiananmen en 1989 no había conseguido hacer. En esa
lucha, por más que al final muchos trabajadores de Beijing se les
unieron (y que por su parte llevaron la peor parte de la violencia y
represión asesinas que le pusieron fin), la brecha entre los
estudiantes y las clases trabajadoras básicamente no pudo cerrarse.
Por
ejemplo en Changchun, en el noreste, donde tuvo lugar una versión más
pequeña del mismo movimiento, los trabajadores de la gran fábrica
First Auto se negaron a unirse a los estudiantes universitarios que
protestaban, una amarga experiencia que dejó a estos últimos
expuestos a una represión muy dura, y los condujo a reevaluar su
aislamiento de las clases trabajadoras. Al final, como ha ocurrido tan
frecuentemente en la historia de China, fue básicamente un ejército
compuesto en su mayoría de campesinos de las provincias más lejanas
el que se envío para aplastar al movimiento de Tiananmen, luego de
que los regimientos estacionados en Beijing se negaran a hacerlo. Pero
las lecciones de esa época no fueron desaprovechadas por la actual
generación de jóvenes de izquierda, y el cambio que se vio en el
verano de 2004 no podría haber sido más dramático. Hoy, los
estudiantes activistas están saliendo de los campus universitarios en
grandes números para establecer contacto con las clases trabajadoras,
estudiar sus condiciones, ofrecerles apoyo legal y material, y para
informar en las universidades lo que está ocurriendo en las fábricas
y en las granjas.
Un
veterano de la Guardia Roja de la Revolución Cultural nos explicó
cuan grande ha sido el cambio en la relación entre estudiantes y
trabajadores. Ya en 2000 los estudiantes de un grupo de estudio
marxista de la Universidad de Beijing (la más importante institución
educativa del país) comenzaron visitar fábricas de esa ciudad. Desde
el 2001 hasta ahora, grupos de estudiantes de la Universidad Qinghua
lo han hecho cada año. En 2004 cerca de ochenta estudiantes llegaron
a Zhengzhou desde otro importante campus universitario en Beijing. Las
autoridades temen estos contactos cada vez más frecuentes, y están
tratando de desalentarlos. Contrastando con los viajes gratis en tren
y otros incentivos que se ofrecían a los estudiantes que querían
desplazarse por el país durante la Revolución Cultural, el gobierno
actual trata de detener este flujo, negándose incluso a venderles
boletos a las delegaciones estudiantiles, o negándoles el derecho de
bajarse en Zhengzhou. Pero aun así siguen llegando. Van a las fábricas,
y algunos incluso han vivido en ellas durante los primeros momentos de
la lucha en esa ciudad, para ayudar a detener el cierre de las fábricas.
Después de haber comenzado en Zhengzhou, este movimiento se difundió
hacia el noreste y hacia otras partes del país. También se extiende
a las áreas rurales, donde los estudiantes van a las aldeas para
llevar a cabo actividades similares, llevando materiales,
estableciendo contactos, ofreciendo asistencia legal, y en general
rompiendo el aislamiento que sienten muchos activistas campesinos.
Actualmente se ha formado una organización llamada “Hijos de los
Campesinos” (que a pesar de su nombre incluye también a muchas
“hijas”) en la Universidad de Beijing y muchas otras instituciones
de educación superior, específicamente para este propósito. Un
activista de la izquierda con quien nos encontramos en 1999, que en
ese momento parecía virtualmente sólo en la investigación de las
condiciones de la clase trabajadora, nos explicó que para 2004 los
estudiantes estaban ya muy motivados, y ya no necesitaban el liderazgo
de personas como él. Ahora son ellos quienes toman la iniciativa.
Este
movimiento es a la vez conducido y facilitado por los cambios en la
composición y las condiciones del propio cuerpo de estudiantes
universitarios. Habiéndose triplicado el número de ingresantes desde
1999, un número cada vez mayor de estudiantes vienen de familias de
las clases trabajadoras y para muchos de ellos es más difícil que
nunca financiar su educación y conseguir un empleo después de
graduarse. Esto resulta en una creciente base social común que
contribuye a la empatía y la unidad entre muchos estudiantes
universitarios y los obreros y campesinos. Las universidades chinas
hoy en día han perdido un poco su carácter de feudo de los
privilegiados y tienen un carácter más masivo que durante los
primeros años de las reformas cuando, como reacción a la Revolución
Cultural, Deng Xiaoping hacía hincapié en ser “experto” en vez
de “rojo”, e impuso una vuelta a requisitos de entrada más
restrictivos. Como consecuencia de esto, estudiantes de izquierda están
ahora tratando de cerrar la brecha entre los intelectuales de la elite
y aquellos que luchan en las fábricas y las granjas, quienes ahora
suelen ser sus propios parientes o al menos miembros de su misma clase
social. En algunos aspectos entonces, la situación actual de China se
parece mucho a los primeros días de la Revolución Rusa, cuando Lenin
llevó a los estudiantes marxistas a los barrios fabriles para
conectarse con los obreros. Por supuesto, la diferencia crucial es que
ahora no sólo muchos de los estudiantes vienen de familias de obreros
y campesinos, sino también que los jóvenes chinos de izquierda,
mientras buscan como establecer una nueva relación con las clases
trabajadoras, pueden apoyarse en cincuenta años de experiencia
revolucionaria socialista bajo el liderazgo de Mao. Los conceptos, políticas
y relaciones de esa época no pueden, y no deberían, ser aplicados
sin modificaciones a la situación actual, que es muy diferente. Pero
siguen siendo un vasto reservorio de ideas y prácticas
revolucionarias en los que la izquierda puede inspirarse al confrontar
las condiciones de las clases trabajadoras frente a las reformas
capitalistas y el estado actual de la mercantilización mundial. Lejos
de ser nuevas, las ideas de izquierda están firmemente arraigadas
entre los obreros y los campesinos.
De
todos modos, exagerar estas tendencias seria un serio error. La
izquierda china, como fuerza reconocible, es aún pequeña,
marginalizada y dividida (como las propias clases trabajadoras) en
muchos grupos y facciones. Como ocurre con la izquierda en todo el
mundo, ha tenido que hacer frente al derrumbe del mundo que alguna vez
conoció, y está ahora tratando de encontrar nuevos caminos, sin un
conjunto de conceptos unificador alrededor del cual organizarse y
movilizar a las clases trabajadoras. En gran medida son ahora los
obreros y los campesinos quienes están al mando, llevando a cabo
luchas que a veces son enormes. Aunque estas a veces son lideradas por
gente de izquierda de sus filas, hasta ahora no hay casi ningún
movimiento organizado dentro de la izquierda en general. Las nuevas
ideologías competidoras, incluyendo los conceptos reformistas
liberales y social democráticos, también representan un desafío
para la izquierda. Tal como ha ocurrido en Estados Unidos, incluso el
termino “clase” se usa menos hoy en día, y en vez de eso se habla
de “grupos sociales débiles” en el mercado, mientras que el
concepto de explotación se hace menos explícito. Estas tendencias se
ven reforzadas por el estilo de vida de muchos profesionales, sin
importar sus preferencias políticas. Algunos intelectuales, incluidos
aquellos que se consideran de izquierda, están ganando mucho dinero
en las ciudades y en la práctica no tienen casi lazos con las clases
trabajadoras, cuyas condiciones pueden parecerles cada vez más
remotas, comparadas con sus propias experiencias.
Para
aquellos que sí intentan asumir posiciones públicas o trasladar sus
ideas a la acción, la supresión es frecuente, aunque esta no está
necesariamente enfocada en la izquierda o la derecha. Más bien, que
el gobierno actúe o no, depende más de cuan lejos uno se aparte del
marco de referencia aceptado. Incluso un organizador migrante, que está
a favor de las reformas y es partidario de la privatización de la
tierra para convertir a los campesinos en “ciudadanos”, fue
detenido por tratar de llevar a cabo una reunión en Beijing para
promover los “derechos humanos”. Los intentos organizados de
acabar con el régimen unipartidista marcan una línea que no se puede
cruzar, y cualquier cosa que parezca atentar contra el monopolio del
Estado sobre todas las áreas de la actividad pública puede rápidamente
causar problemas, independientemente de su contenido político
especifico.
Sin
embargo, la izquierda es vista por las autoridades como una amenaza
especial, ya que tiene el poder de dar una forma más organizada a la
rápidamente creciente lucha de la clase trabajadora. En este sentido,
es típica la clausura del sitio Web y las listas de discusión de los
Trabajadores Chinos. A diferencia de la mayor parte de los otros foros
similares, este era “el primer sitio web en China manejado por gente
de la izquierda, que permitía a los obreros y campesinos hablar de
sus luchas para defender el socialismo en la China actual”. En él
los intelectuales, incluidos los que pertenecen a las propias clases
trabajadoras, podían “participar en discusiones con trabajadores
acerca de los asuntos de los trabajadores.” (Stephen Philion, “Una
entrevista a Yan Yuanzhang,” MRZine, http://mrzine.monthlyreview.org/philion130306.html).
Esta conexión entre intelectuales y trabajadores representa una
amenaza especial para los líderes del partido y del estado porque,
como lo explicó uno de los miembros del colectivo editorial en
Beijing del sitio web, “el gobierno no está haciendo socialismo.”
Es sobre esta base que “los trabajadores hacen la diferencia entre
el Partido Comunista del período maoísta y el de la actualidad.”
Desde el punto de vista de las clases trabajadoras es crucial hacer
que sus voces sean escuchadas. “Este es el tipo de cosas que una
democracia socialista desearía, que los trabajadores que tengan el
tipo de democracia que el capitalismo no puede proporcionarles.”
Pero, en vez de eso, el sitio web fue cerrado, mediante la imposición
de una matrícula exorbitante, que los miembros de las clases
trabajadoras no pueden pagar.
Entre
los trabajadores y los campesinos, los intelectuales en general, y
también dentro de la nueva clase media, hay una amplia exigencia de
transparencia en los sistemas políticos y económicos, y también del
derecho a tener mayor participación en las decisiones que los
afectan. Aunque la democracia electoral al estilo de EE.UU. no tiene
todavía un atractivo extendido, mucha gente está empezando a hablar
bastante abiertamente de derechos democráticos. Para algunos la
principal meta es la libertad de expresión, mientras que para otros
es la existencia de partidos de oposición. Muchos trabajadores ya
hablan de que “el sistema de partido único no funciona.” Se están
llevando a cabo foros, incluso dentro del partido, buscando formas de
tener más espacio para el debate abierto, y las ONG de la “sociedad
civil” que están surgiendo cubren un amplio rango de temas, como
los derechos de la mujer y el medio ambiente.
Hay
en consecuencia un extendido deseo de mayor democracia que el gobierno
sabe que no puede simplemente reprimir. Más bien está tratando de
enfrentar este desafío introduciendo cambios graduales. Pero las políticas
oficiales de reformas en esta área, como las elecciones de
autoridades municipales, a pesar de ser una democratización
superficial, son frecuentemente recibidas con escepticismo por las
clases trabajadoras, ya que en su mayoría estas son usadas para
justificar los nombramientos hechos desde arriba en el partido. En
esta, como en muchas otras áreas, los recuerdos del período
socialista, y especialmente la participación de los obreros y los
campesinos en la administración de fábricas, granjas e incluso
universidades y gobiernos locales durante la Revolución Cultural,
siguen sirviendo como punto de referencia, y contrastan marcadamente
con el despojamiento de todos esos derechos en la China de hoy. Como
lo expresó un trabajador: “las reformas democráticas, en la forma
que han sido implementadas hasta ahora, ponen la revolución de Mao
cabeza abajo y ponen la vida de los trabajadores patas arriba; son una
especie de venganza y represalia contra la clase trabajadora.”
En
consecuencia, la clave para una aproximación aceptable a la reforma
política será, una vez mas, encontrar la forma de reunir los
conceptos de izquierda de control obrero y campesino con la democracia
participativa que es ahora parte de la agenda progresista. Esta búsqueda
ya ha comenzado. En la carta de 2004 dirigida a Hu Jintao por los
veteranos de la Revolución una de las principales demandas era la
reanimación de las luchas populares masivas, como un medio de
controlar los abusos de poder y de dar a las clases trabajadoras un
papel directo en el funcionamiento del partido y del estado, como
parte de un sistema democrático. Sin embargo, las barreras para
construir un movimiento unido y llevar a cabo estos cambios
revolucionarios son hoy tan formidables en China como en cualquier
otro lado. A pesar del legado que han recibido, los obreros y
campesinos más viejos temen que, si no se alcanza pronto un nuevo
nivel en la lucha por el socialismo, los recuerdos de la época de la
Revolución acabarán muriendo, y las jóvenes generaciones sólo
conocerán y perseguirán el deseo de hacerse ricos y formar parte de
la cultura del consumo. En ese caso habría que empezar todo de nuevo,
de la nada, cuando finalmente surja la necesidad de un cambio
fundamental, si esto ocurriera.
Pero
los chinos tienen la ventaja de que ya lo han hecho antes. Por más
lejana que esta perspectiva pueda parecer, China todavía tiene la
posibilidad de una vía rápida hacia una renovada revolución
socialista, un evento que volvería a sacudir al mundo. Pero este es,
sin duda, apenas uno de los muchos escenarios posibles para lo que
ocurrirá en China en un futuro cercano. La complejidad y polarización
de su estructura de clases están impulsando a la sociedad china en
direcciones contrarias, dando la posibilidad de una amplia gama de
resultados.
Esto
se evidencia en la evolución más reciente, tanto de las condiciones
de las clases trabajadoras como de la respuesta del partido y del
estado a los nuevos desafíos. Con el objeto de prevenir nuevos
disturbios en las áreas rurales, los dos líderes supremos, Hu Jintao
y Wen Jiabao, han introducido una serie de cambios en la política
rural que han tenido efectos bastante espectaculares. Estos cambios
incluyen la eliminación del impuesto agrario de los campesinos, así
como la mayoría de las tasas locales (muchas de ellas ilegales) que
eran una de las principales fuentes de protestas. También hay planes
de mayores inversiones en las áreas rurales, incluyendo las fábricas
en ciudades y aldeas pequeñas, y especialmente en educación, salud y
cuidado del medio ambiente. Estas medidas, junto a los precios más
favorables de los bienes agrícolas, han aliviado significativamente
la presión sobre muchas familias campesinas. Incluso se habla
oficialmente de Nuevas Ciudades Socialistas, aunque hasta ahora el
significado de este termino no está claro, y puede ser simplemente un
intento de poner una etiqueta más de izquierda a las políticas
agrarias ya introducidas. Pero todavía está por verse cual será la
profundidad de las reformas dentro de las reformas, debido sobre todo
a la tradición de falta de implementación a nivel local (lo que históricamente
es un factor endémico a nivel gubernamental) y a la desenfrenada
venta de tierras para diversos proyectos por parte de funcionarios
frecuentemente corruptos, lo que continúa siendo la regla en muchas
áreas. Sin embargo, uno de sus efectos ya es muy claro. En una
sorprendente inversión de lo que ocurría hace unos tres años, en
las zonas exportadoras de las regiones costeras se está sintiendo una
creciente falta de obreros, a medida que los migrantes vuelven a sus
ciudades en grandes números, en parte para beneficiarse de la mejora
de las condiciones allí, y también como rechazo a la salvaje
explotación de las fábricas costeras. Esta migración inversa es un
reflejo de la evolución de la conciencia, resistencia y
autoorganización de los migrantes, muchos de los cuales son ahora
curtidos veteranos, que ya no aceptaran las condiciones que los atraían
cuando eran más jóvenes. Pero incluso el flujo de jóvenes
trabajadores migrantes, y especialmente mujeres pobres que eran
preferidas por las fábricas y sufrían la mayor explotación, está
comenzando a detenerse.
Si
bien esto ha tenido el efecto positivo de forzar a las industrias
exportadoras a aumentar los salarios y los beneficios en un esfuerzo
para continuar atrayendo una fuerza de trabajo suficientemente grande,
también hay signos de que algunos empresas se están “corriendo
hacia el fondo”, desplazando sus fábricas hacia países de costo
laboral aún más bajo, como Vietnam, India y Bangladesh. En
consecuencia, no hay una solución simple para revisar el sistema
actual, ya que cada acción genera contradicciones adicionales, debido
a la naturaleza del mercado capitalista mundial al que China se
encuentra cada vez más atada. Aunque el mercado interno está
creciendo, cualquier caída de la competitividad global y la
desaceleración económica resultante (el gran miedo de los líderes
chinos) no sólo minaría la capacidad de llevar a cabo las revisiones
de política que Hu y Wen están intentando, incluyendo el nuevo énfasis
en la “igualdad social”, sino que también traería la amenaza de
disturbios a gran escala.
La
incapacidad de la mercantilización capitalista para resolver esas
contradicciones continúa dando nueva fuerza a la izquierda. Un
sorprendente ejemplo de esta creciente influencia fue evidente en
marzo de 2006,
(P)or
primera vez en quizás una década, el Congreso Popular Nacional, la
legislatura manejada por el Partido Comunista, se consumió con un
debate ideológico sobre socialismo y capitalismo, que muchos asumían
que había sido enterrado por la larga racha de rápido crecimiento
económico de China.
La
controversia ha obligado al gobierno a archivar un proyecto de ley
para proteger el derecho de propiedad, que se había esperado que
pasaría sin problemas, y resaltó la renacida influencia de un pequeño
pero expresivo grupo de académicos y consejeros políticos de
tendencia socialista. Estos pensadores de izquierda de la vieja
escuela han usado la creciente brecha en la distribución de ingresos
para expresar sus dudas acerca de lo que ellos ven como una búsqueda
desenfrenada de riqueza privada y de desarrollo económico guiado por
el mercado…Los que restaron importancia a este ataque considerándolo
una reminiscencia de épocas ya pasadas subestimaron el continuo
atractivo de las ideas socialistas en su país, donde la manifiesta
desigualdad entre los ricos y los pobres, la corrupción generalizada,
los abusos contra los trabajadores y las quitas de tierra son
recordatorios diarios de lo mucho que China se ha apartado de su
ideología oficial. (New York Times, 12 de Marzo de 2006)
Por
más que alguna forma de la ley de propiedad acabara siendo aprobada
en el largo plazo, las propuestas de “permitirle al mercado jugar un
amplio papel en educación y salud” y los pedidos aún más
radicales de privatización de la tierra han sido rechazados, al menos
por ahora.
Incluso
los líderes supremos se han sentido obligados a moverse, al menos
superficialmente, en dirección al socialismo, que sigue siendo la
base teórica del gobierno y del Partido Comunista, a pesar de sus prácticas
capitalistas.
Desde
su llegada al poder en 2002 el presidente Hu ha intentado también
establecer sus credenciales de izquierda ensalzando el marxismo,
elogiando a Mao y estimulando investigaciones para hacer que la
frecuentemente ignorada ideología socialista oficial sea más
relevante para el presente. (New York Times, 12 de Marzo de
2006)
Incluso
los métodos de la apoca de Mao han sido revividos, en un intento de
restaurar la menguante legitimidad del partido, al que la mayoría
considera profundamente corrupto.
A
la manera de una empresa gigante preocupada por su desorden
organizacional y su desprestigiada imagen pública, el Partido
Comunista Chino está tratando de transformarse en una maquina moderna
y eficiente. Pero para eso ha elegido una de sus más antiguas
herramientas políticas: una campaña ideológica al estilo maoísta,
con sus necesarios grupos de estudio y todo.
Desde
hace ya más de 14 meses se les ha ordenado a los 70 millones de
miembros del partido que lean discursos de Mao y Deng Xiaoping, así
como el abrumador tratado de más de 17000 palabras que es la
constitución del partido. Las reuniones obligatorias incluyen
sesiones donde los cuadros del partido deben hacer su autocrítica y
también criticar a todos los demás. (New York Times, 9 de marzo de
2006).
Si
bien algunos la consideran un serio intento de hacer una reforma y
otros son muy cínicos al respecto, la campaña puede no ser tan
importante por su impacto directo como por su reconocimiento de que el
partido se ha apartado demasiado de su función de “servir a la
gente”, como exigía Mao, y aún más de sus metas revolucionarias
originales. Pocos esperan que Hu y Wen lideren un renacimiento de la
revolución socialista, o siquiera que se aparten radicalmente de la vía
capitalista con la que el estado y el partido han estado comprometidos
por treinta años, y con la cual las fuerzas económicas están ahora
tan fuertemente ligadas. Pero la promoción oficial de los conceptos
socialistas y el estudio de Mao no pueden sino abrir más espacio para
un renacimiento de la izquierda que permita lidiar con la creciente
crisis. Revirtiendo una cierta tendencia hacia la insularidad y el
aislamiento de los foros globales recientes, hay hoy un conocimiento
cada vez mayor de las luchas de las fuerzas de izquierda en todo el
mundo y una mayor conexión con ellas (a pesar de los intentos del
gobierno de limitarla) gracias a las nuevas redes de comunicación y
organización globales, que se extienden rápidamente.
El
deterioro de las condiciones de las clases trabajadoras está empujándolas
rápidamente en una dirección más radical y militante. No sólo
dentro de las filas de los obreros y campesinos sino también entre
los muchos intelectuales e incluso entre algunos miembros de la nueva
clase media, hay una creciente y profunda comprensión de que el
capitalismo global no ofrece respuestas para sus situaciones, y que el
socialismo revolucionario que construyeron durante el gobierno de Mao
ofrece hoy al menos el esbozo de otro camino posible. En las fábricas
y en las granjas, los obreros y campesinos no sólo están resistiendo
las nuevas formas de explotación capitalista, sino que tiene
recuerdos de otro mundo que ya saben que es posible. Dada la
experiencia de sus vidas durante el período socialista antes de las
reformas, son conscientes de que existen alternativas viables a la
descontrolada devastación del capitalismo global.
A
pesar de este legado, una vuelta simplista al pasado no es ni posible
ni deseable. Demasiado ha cambiado y demasiados genios han sido
liberados como para simplemente hacerlos volver a todos a sus lámparas.
Las fallas y errores del pasado, así como los éxitos y victorias,
tendrán que ser reexaminados y deberán encontrarse nuevas formas de
superar las limitaciones del primer período del socialismo, en China
como en otras partes. No es fácil predecir que dirección tomaran las
luchas en el próximo período. Pero, a medida que avanzan, las clases
trabajadoras chinas pueden también mirar hacia atrás a medida que
encuentren nuevamente su propio camino hacia una nueva sociedad
socialista, un camino que combine sus luchas históricas y actuales
con los movimientos globales de hoy en día, y que produzca una vez más
una transformación revolucionaria.
.- Sebastián Risau es
miembro de Rebelión. Esta traducción se puede reporducir
libremente a condición de mencionar al autor, al traductor y la
fuente.
.- Texto en español del
panfleto en: http://ecuador.indymedia.org/es/2005/01/7794.shtml
.- Texto en español de la
carta en: http://colombia.indymedia.org/news/2006/05/41995.php
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