China
aprueba su primera ley de propiedad
Por
Rafael Poch
Corresponsal en Pekín
La Vanguardia, 17/03/07
La nueva ley de
propiedad china dará más seguridad patrimonial a los propietarios,
pero representa más un prudente y pragmático equilibrio que un histórico
hito. En China la ley aun cuenta muy poco. No es que la China
“comunista” haya consagrado la propiedad privada, porque eso
ocurrió hace la friolera de 27 años La propiedad privada ya contaba
con amplias seguridades en un país en el que quien manda es el
estado, y donde el sector privado responde de por lo menos el 65% del
PIB.
Tras trece años de
debate, siete lecturas innumerables enmiendas de 47 organismos y hasta
de 11.500 ciudadanos, la ley de la propiedad se ha aprobado en China.
¿Cual es la novedad? Desde luego, no que la “China comunista”
haya consagrado la propiedad privada, porque eso ocurrió hace la
friolera de 27 años y porque China no es “comunista”. Hace más
de un cuarto de siglo, que es una “economía de mercado” -muy
libre y controlada por el estado- con propiedad privada, un escenario
de desigualdades, de millonarios (el principal mercado asiático de
“Ferrari”), un país consolidado de propietarios en el que el
sector privado responde del 65% del PIB.
La propiedad privada
ya existía desde hace años, e incluso estaba recogida por la
Constitución. Ahora lo estará por ley. Ese es el segundo espejismo,
porque la Constitución pinta muy poco y porque China no es un estado
de derecho, regido por la ley, sino otra cosa. El valor de las leyes
es relativo aquí. Con ley o sin ella, quien manda es el estado. Y la
propiedad no está en absoluto amenazada. De ahí la general
indiferencia, más allá de círculos académicos y empresariales
chinos minoritarios, y de los medios de comunicación occidentales,
hacia esta ley. ¿Es entonces algo “simbólico”, que evidencia la
voluntad de los dirigentes de “profundizar” la reforma de
mercado?. No exactamente; el momento chino se caracteriza más bien
por la corrección de los excesos de 27 años de capitalismo salvaje.
En la conferencia de
prensa anual del primer ministro Wen Jiabao, que cerró ayer la sesión
de la Asamblea Nacional Popular, casi dos horas de preguntas y
respuestas, se habló de todo; del Dalai Lama, de los campesinos, las
finanzas, la administración de las enormes reservas de divisas
(“los cambios no afectarán al dólar”, dijo Wen), de Japón, de
Hong Kong, y de Taiwán. De todo menos de la ley de la propiedad. El
primer ministro ni siquiera la mencionó. Eso no quiere decir que sea
intrascendente.
Más que una victoria
de la nueva burguesía china, lo que la ley retrata es un equilibrio
moderado. De entrada no es una “ley de propiedad privada”, sino
una “ley de propiedad”, de todas las propiedades. El campo, ese
60% de la población, que se rige por una fórmula entre colectiva y
familiar, ni pública, ni privada, muy china y muy adecuada a las
características del país, se mantiene fuera de la compra-venta.
La minoría de ricos
nerviosa por el nuevo discurso social, quería más seguridades,
patrimoniales, de herencia, de legitimidad, y las ha recibido. Sus
adversarios que descafeinaron el proyecto de ley, también han
recibido lo suyo.
Detrás del proyecto
asomaba un pulso entre diferentes sectores e intereses sociales, que
las autoridades han resuelto mediante un sabio equilibrio. La ley es
un cajón de sastre, que incluye de todo, desde la defensa universal
de la propiedad, incluida la estatal y los patrimonios privados, hasta
la penalización de “privatizaciones” ilegítimas.
¿Un paso hacia el
“socialismo”?, ¿hacia el “capitalismo”?. “No somos un país
“ismo”, somos “Zhong Guo”, China, el “país del centro”,
dice el Profesor Wen Tiejun. En cualquier caso, sean cuales sean los
titulares en Occidente, China sigue su propio curso y las
preocupaciones de Wen Jiabao van por otro lado.
El Primer ministro
resumió ayer cuatro grupos de “problemas”, “tensiones
estructurales” y defectos del sistema chino, que es el arte de
gobernar uno de los países más complicados del mundo basado en sus
propias recetas y guiones para desesperación de los guardianes de la
“línea correcta”. Problemas, dijo Wen, de; inestabilidad,
desequilibrio, descoordinación e insostenibilidad.
“Lo inestable es
que China tiene una excesiva tasa de crecimiento de inversiones, una
desmesurada extensión de crédito, exceso de liquidez monetaria, y un
comercio exterior y unos pagos internacionales impropios”. El
desarrollo desequilibrado se constata entre ciudad y campo, entre
diferentes regiones, y entre “expansión económica y progreso
social”. La descoordinación se manifiesta entre industrias
primarias, secundarias y terciarias, entre inversión y consumo, y en
que, “el crecimiento de China depende demasiado del comercio
exterior y de las inversiones”, que pueden derrumbarse como un
castillo de naipes a la menor “crisis global”. “Y lo
insostenible es que hemos fallado en los asuntos relacionados con
ahorro de energía, reducción de emisiones y protección
medioambiental”. Al lado de eso, la ley de propiedad parece pura
calderilla.
Por lo demás, lo
admirable del sistema chino es que su presupuesto básico es un
reconocimiento de su profunda imperfección. Que, aunque su Asamblea
Nacional Popular sea un foro con poca discusión y enormemente
tedioso, de discursos soporíferos, mucha pérdida de tiempo y poca
discusión real, el sistema coloca cada año en el centro de las
resoluciones precocinadas por el partido, los principales y más
candentes problemas del país: corrupción, contaminación, riesgo
financiero, desigualdad, propiedad y un largo etcétera, todo ello
determinado por la búsqueda de la estabilidad, la famosa “armonía”,
piedra angular del desarrollo. Y sin embargo…
Toda esa genialidad
china se viene abajo, cuando se constata lo ocurrido esta misma semana
en Zhushan, provincia de Hunan, a 1300 kilómetros al sur de Pekín:
20.000 manifestantes furiosos, coches y autobuses incendiados, miles
de antidisturbios para aplacarlos, un muerto, sesenta heridos, decenas
de detenidos en una protesta por el aumento del precio del autobús.
Una subida del 80%,
de un día para otro, con la compañía de transportes apostando
matones en los autobuses para que la gente pagase y la policía de
parte de los matones.
Un país en el que,
para dirimir un asunto tan nimio, el pacifico y honrado ciudadano
tiene que enloquecer e incendiar autobuses y el chiringuito de la
policía, es un país con serios problemas de representación, con una
peligrosa falta de canales de comunicación entre poder y pueblo, un
país de caciquismo y de corrupción amparada y enquistada en el
poder.
En un contexto así,
la propiedad privada solo puede ser, como decía un clásico, un robo,
y precisamente por eso, no le han levantado un altar, sino que la han
dejado en unas prudentes medias tintas chinas.
China
aprueba la ley que reconoce por primera vez la propiedad privada
Dicha
ley llevaba debatiéndose más de 13 años
La
Vanguardia, 16/03/2007
Pekín. (EFECOM).- La
Asamblea Nacional Popular (ANP, Legislativo) aprobó hoy por un amplio
margen la ley más discutida de su historia, que reconoce por primera
vez la propiedad privada y equipara su protección a la de la pública
y la colectiva.
En la última jornada
de la sesión anual de la ANP, que se celebra en Pekín desde el
pasado 5 de marzo, sus 2.888 integrantes dieron el visto bueno a la
Ley sobre la Propiedad por 2.799 votos a favor, 37 abstenciones, y 52
en contra. Además de la histórica ley, que llevaba 13 años debatiéndose,
los diputados aprobaron la nueva ley de impuesto unificado, que sube
las tasas que deben pagar las compañías extranjeras y las equipara a
las chinas (25 por ciento), y el presupuesto para 2007, que establece
un incremento del 17,8 por ciento para el gasto militar. “Es un
avance para proteger que los bienes legales no son invadidos. Asegura
que todos los bienes son iguales, sin importar si son estatales,
privados o colectivos”, apuntó a Efe sobre la ley de propiedad Wu
Qing, directora del Centro de Desarrollo para las Mujeres Rurales.
Entre sus 247 artículos
especificados en 40 páginas, la ley establece que “todo tipo de
propiedad, desde la estatal a la colectiva, individual o de otro tipo,
está protegida por la ley y nadie puede atentar contra ella”.
Según la versión
oficial, pretende, por un lado, proteger al sector privado, que aporta
ya cerca de la mitad de la riqueza nacional, y por el otro acabar con
las frecuentes y protestadas expropiaciones en el medio rural,
convertidas en un peligroso factor de inestabilidad para el país.
En el campo chino, la
propiedad de la tierra es colectiva y el Estado la cede a los
campesinos en régimen de usufructo durante periodos de hasta setenta
años. Este sistema se sigue manteniendo con la nueva reglamentación
pues, a juicio del Gobierno, el medio rural no está todavía
preparado para la privatización de la tierra debido a la falta de un
sistema extendido de seguridad social. Aunque la tierra podrá ser
requisada “por interés público”, dice el nuevo texto, “se
pagarán indemnizaciones por la tierra, subsidios para el realojo,
compensaciones por los enseres y cosechas”. La cuantía, precisa,
será decidida en función del desarrollo económico de cada región,
aunque se restringirá “la transformación de tierra para la
agricultura en tierra para el desarrollo”, a fin de frenar los
excesos de las corruptas autoridades locales.
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