Nueva
ley no afecta en nada el poder de las petroleras
Redacción
de Econoticiasbolivia
La
Paz, 15/04/04
La nueva Ley de Hidrocarburos, propuesta por el
presidente Carlos Mesa, está hecha a medida de las petroleras
extranjeras, al garantizarles la continuidad de todos su privilegios,
entregarles el control absoluto y la propiedad de todas las reservas
de gas y petróleo de Bolivia y modificar parcialmente los tributos
pero sin obligarles a entregar más dinero al Estado.
El
proyecto de Ley, presentado ayer por el nuevo ministro de
Hidrocarburos, Xavier Nogales, establece que se respetará todos y
cada uno de los más de 80 contratos que las petroleras tienen
suscritos con el Estado y que les permite disponer libremente de toda
las reservas y la producción hidrocarburífera dentro y fuera del país.
"Vamos
a respetar los contratos para no ahuyentar la inversión
extranjera", dijo Nogales al justificar esta decisión
gubernamental que va a contramano de lo que exigían las
organizaciones y movimientos sociales y populares, que insisten en la
idea de que los bolivianos nacionalicen esta lucrativa industria y
recuperen el control y la propiedad sobre el gas y el petróleo,
perdida al calor de las reformas neoliberales.
Otra
demanda popular que no encuentra eco en la propuesta gubernamental es
la referida a que las petroleras tributen mucho más al Estado. Así,
de aprobarse la propuesta de ley de Mesa, y las modificaciones
tributarias incorporadas en ella, las petroleras que ya operan en
Bolivia no pagarán mucho más de lo que aportan ahora, por lo menos
en el corto y mediano plazo, aunque formalmente las autoridades
presentan estos cambios impositivos de otra manera, intentando
confundir a la población y desinflar las protestas sociales.
Sustitución
de impuestos
Según
el ministro Nogales, las petroleras extranjeras paulatinamente pagarán
más impuestos hasta llegar a un 50% de contribución, con la creación
del Impuesto Complementario a los Hidrocarburos (ICH).
"Hasta
el 2007 se aplicará el 10% del ICH que sumado al 18% por regalías
(la actual contribución de las petroleras) suman el 28 por ciento de
tributos. A partir de 2008 se cobrará el 12% y se llegará
progresivamente al 32% el 2011, que sumado al 18% de regalías resulta
el 50% de impuestos", dijo.
Sin
embargo, otra es la realidad. El Impuesto Complementario a los
Hidrocarburos sólo sustituye al Surtax, que era el Impuesto a las
ganancias extraordinarias de las empresas y que es eliminado en la
nueva ley. Este tributo era de difícil cobro, por lo que ahora el ICH,
que puede ser descontado del pago sobre las utilidades, sólo
garantiza que las petroleras paguen por adelantado el impuesto a las
utilidades, explicó el economista Carlos Villegas, director del Post
Grado de la Universidad estatal de La Paz.
"Las
empresas no pagarán mucho más que antes", dijo al explicar,
además, que para aplicarse el nuevo impuesto se necesitaría que la
producción de las petroleras aumente en proporciones gigantescas en
los próximos años, lo que es muy poco probable. Sólo en ese caso,
las petroleras tendrían que pagar algo más en tributos, aunque su
incidencia sería mínima para el fisco, algo inaceptable sin embargo
para las transnacionales que han convertido a Bolivia en su hacienda.
"En
los hechos no se ha cambiado nada. El impuesto Complementario es un
engaño (....) No hay un aporte nuevo de las transnacionales",
complementó el especialista petrolero Enrique Mariaca, presidente del
Comité de Defensa del Patrimonio Nacional, y que junto a otros
expertos evaluó el proyecto gubernamental en un seminario realizado
ayer en La Paz.
Contratos
onerosos
Según
Mariaca, la única forma para que Bolivia recupere el control y
propiedad de sus más de 54 trillones de pies cúbicos de gas, una de
las más importantes de Sudamérica, radica en anular los contratos
que tienen las petroleras extranjeras con el Estado y volver a "refundar"
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la ex empresa
estatal del petróleo que concentraba más del 85% de la exploración
y producción de hidrocarburos y el 100% de la refinación,
comercialización, exportación y distribución de carburantes.
"La
única salida para recuperar el gas y el petróleo es la nacionalización
de toda la industria", agregó Carlos Arze, el especialista del
Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).
Dominio
petrolero
Según
Arze, el nuevo proyecto gubernamental está ratificando que las
petroleras extranjeras son las que controlan la política hidrocarburífera
del país y tienen en sus manos casi todas cartas para definir los
temas de exportación e industrialización, según sus necesidades y
proyecciones, incluso sometiendo a su voluntad al propio Estado.
Este
sería el caso, por ejemplo, de la exportación de cuatro millones de
metros cúbicos diarios de gas que Repsol/Ypf y Petrobras proyectan
llevar hacia la Argentina desde mediados de año, lo que posibilitará
que estas empresas logren aumentar sus beneficios en el vecino país,
al presionar a las autoridades argentinas para que den vía libre al
aumento interno de precios.
Este
proyecto también posibilitaría reanudar el suministro del energético
a Chile, lo que ha exacerbado aún más la oposición interna en
Bolivia a esta venta. Pese a ello, y a los escasos beneficios
monetarios que reportará esta operación a Bolivia, la exportación
ha sido aprobada por el gobierno de Mesa, que paradójicamente ha
desarrollado en los últimos seis meses una intensa campaña
antichilena, exigiendo una salida al mar perdida en la guerra del Pacífico
hace 125 años.
Así,
bajo la presión de las petroleras, el presidente boliviano se ve en
el penoso trance de romper sus promesas de no exportar gas sin
realizar antes un referéndum y a favorecer indirectamente a Chile.
"Lo
que se ve en este negocio es que los países sólo son fichas que
manejan las grandes empresas", agregó Arze.
Los
informes oficiales del gobierno boliviano establecen que las
transnacionales, que han tomado el control de los ricos yacimientos de
petróleo y gas en Bolivia, tienen los costos de producción más
bajos del mundo, al haber recibido sin mayores inversiones los
gigantescos pozos y campos desarrollados por el Estado, pagar
impuestos casi simbólicos y vender su producción en el mercado
interno y de exportación al precio internacional. Todo ello
ratificado y refrendado por el nuevo proyecto de ley.
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