Evo Morales, el
guardián de Palacio
Por Gabriel Tabera
Soliz
Econoticiasbolivia, 12/05/04
La Paz.- El aroma del
poder y un grupo de ambiciosos intelectuales de clase media le han
cambiado la cara al otrora radical e insurgente Movimiento al
Socialismo (MAS) del cocalero Evo Morales, que ha enterrado la lucha
social para salvar al presidente Carlos Mesa y las elecciones del
2007.
El cocalero
presidenciable es muy popular en el exterior, se codea con
intelectuales y es elogiado por los parlamentarios europeos que buscan
una barniz progresista. Ha cosechado algunos amigos en el exterior,
aunque ha perdido muchos en Bolivia.
De él, ya no hablan
mal los empresarios ni los militares, menos los gobernantes. Los
grandes medios de comunicación alaban su mesura, su racionalidad y su
flamante apego al orden institucional. Sólo las clases bajas, los
sindicatos y las organizaciones sociales y populares de base lo
cuestionan y lo llaman traidor y vendido al neoliberalismo.
En el extranjero tiene
fama de héroe. Muchos, inescrupulosos o poco informados, creen que ha
sido el conductor y líder de la insurrección popular de octubre. Evo
sonríe, da conferencias y recibe sin inmutarse el aplauso de una
platea, que no conoce o no recuerda, que el cocalero andaba de viaje
cuando los pobres enfrentaban la metralla y el genocidio.
Pocos se acuerdan que
el cocalero no aceptaba ni la huelga ni el bloqueo de caminos
decretadas por la Central Obrera Boliviana (COB) para derrocar a
Gonzalo Sánchez de Lozada. "Viene el golpe militar",
"viene el autogolpe", decía en octubre del 2003 para hacer
retroceder y desanimar a los obreros, campesinos y vecinos que se habían
levantando para nacionalizar el gas y el petróleo, que se habían
rebelado para acabar con el neoliberalismo.
Hoy, cuando la rebelión
de los pobres ha vuelto a ponerse de pie y apunta al gobierno del
neoliberal Carlos Mesa, que es el fiel continuador de la política de
Sánchez de Lozada, del FMI , de las transnacionales y de la Embajada
de Estados Unidos, el cocalero convertido en fiel amigo del hombre de
Palacio, repite el libreto y acusa a los sindicalistas de propiciar el
golpe faccioso y hacerle el juego a la Embajada de Estados Unidos y a
los militares fascistas.
Penoso papel. El gran
ausente de la rebelión de octubre acusando a los hombres y mujeres,
que enfrentaron la bala y la metralla del Ejército hace seis meses,
de ser hoy aliados de los militares "carapintadas" en la
tarea de aplastar la democracia y las ilusiones del pueblo.
Pero no sólo predica
contra la movilización de las masas, sino que trabaja abiertamente
para su fracaso al instruir a todos los sindicalistas del MAS para que
boicoteen la lucha de la COB, para que socaven y destruyan a la actual
dirección sindical de los obreros, no importa cómo y a qué precio.
Aplica a la dirección de la COB la misma receta que los gobiernos
neoliberales y la Embajada de Estados Unidos le enrostraban casi
siempre que organizaba bloqueos y marchas de cocaleros. "Es un
paramilitar", dice del líder de la COB, Jaime Solares, el que
ayer era acusado de ser un instrumento de los narcotraficantes.
Evo está irreconocible
y habla, incluso, en contra de la nacionalización del gas y el petróleo,
la consigna que mueve y une a los pobres de Bolivia. Según James
Petras, uno de los mayores intelectuales revolucionarios de la
actualidad, hay un abismo entre el MAS de la heroica resistencia
cocalera y el MAS de hoy.
"El MAS empezó
entre los cocaleros, pero cuando llegan al Parlamento se suben al tren
muchos profesionales de clase media acomodada. Estuve con uno de los
hermanos Peredo reunido con otros 40 progresistas con ideas críticas
al neoliberalismo, a favor de un mayor manejo estatal, pero no eran
gente realmente combativa. Hablar del MAS ahora, un partido electoral,
policlasista, con mucha influencia de los parlamentarios vinculados
con la clase media, con lo que era el MAS al comienzo, es un error,
como sucede con el PT del Brasil", dice Petras en un reportaje
publicado en la revista La Maza por el periodista argentino Mario Hernández.
Al Evo y al MAS de hoy
sólo les interesan las elecciones y sentarse en la silla presidencial
para armar un socialismo de papel, respetando a las transnacionales y
a los empresarios nacionales que explotan sin misericordia la mano de
obra asalariada.
"Mi propuesta es
construir el socialismo en Bolivia, claro que respetando a los
empresarios honestos, responsables. Estamos en un proceso de
transformación profunda en el que debe aplicarse la economía mixta.
En todo caso mi propuesta de socialismo es respetando la propiedad
privada", le dijo hace poco al periódico argentino de Página
12.
Y su objetivo inmediato
es ganar por lo menos 200 municipios, más del 50% de los gobiernos
locales, en las elecciones municipales de fin de año, lo que, según
calcula, le daría grandes chances para llegar a la Presidencia en las
elecciones del 2007.
Pero este extremado
electoralismo podría, por el contrario, sepultar a Evo y al MAS, según
la visión de Petras.
"Más allá de
Evo, uno de sus principales ideólogos, el senador Filemón Escobar,
minero hace 30 años, tiene una visión electoralista. Habla de la
lucha de masas pero, según me dijo en una reunión que participamos
junto con los cocaleros, subordinada a una visión estratégica puesta
en las elecciones del 2007. Así toda la lucha está condicionada para
mantener el sistema a cualquier costo confiando en las elecciones. Por
eso pactaron con Mesa".
"Creo que esta
visión es sumamente surrealista, sobre todo en Bolivia. Planificar a
tres años la participación electoral mientras cada año hay por lo
menos un levantamiento y alguna intervención militar, no tiene mucho
realismo. Está muy influido por el camino de Lula, en un sentido muy
negativo. Han tomado un camino equivocado", agrega Petras.
En el último año, Evo
ha perdido mucho en los sectores sociales y en los sectores combativos
de la clase media, desilusionados por el accionar del líder cocalero
al que habían apoyado en las elecciones nacionales del 2002, cuando
logró la segunda mayoría, muy cerca de la primera.
En las marchas y en los
ampliados sindicales muchos hablan mal de él y muy pocos se atreven a
defenderlo de frente, a defender su política conciliadora y
electorera.
Su desgaste es evidente
y no se necesita leer en la sagrada hoja de coca para saber que, si
sigue boicoteando la lucha de los pobres que pugnan por acabar con el
neoliberalismo y nacionalizar el gas y el petróleo, Evo no tendrá el
suficiente apoyo popular para cristalizar su sueño dorado: ganar las
elecciones y sentarse en la silla presidencial. El electorero trabaja
para su propia derrota electoral.
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