Rebelión Boliviana
Problemas y esperanzas
Por Tom
Lewis (*)
Econoticiasbolivia, 19/05/04
Tom Lewis, activista e intelectual de avanzada, muestra las falencias y
debilidades de la lucha revolucionaria en Bolivia. Cohesionar a los
sectores rebeldes, rebasar a los dirigentes progubernamentales y unir
la lucha por el gas con la lucha por el socialismo son las tareas
urgentes de hoy, dice al palpar en pleno Altiplano el poderoso ascenso
de masas.
Aunque la huelga general indefinida de la Central Obrera Boliviana (COB)
salió débil, no se puede dudar ahora de su capacidad movilizadora.
La acción de la COB ha servido como referente político para lanzar
una nueva campaña de presión sobre el gobierno del Presidente Carlos
Mesa. Durante las dos semanas y media de la convocación cobista, el
paisaje nacional ha sido entrecruzado por marchas, manifestaciones, y
bloqueos expresando todo tipo de reivindicaciones. El gobierno de Mesa
se siente hoy más agobiado que nunca.
Estos hechos reflejan la esperanza, la cólera, y la determinación con
que luchan en contra del neoliberalismo los trabajadores y
trabajadoras bolivianos del campo y de la ciudad. A la vez, los mismos
hechos reflejan importantes problemas políticos que afligen a los
movimientos sociales, incluso al movimiento sindical, en la coyuntura
actual.
Existen tres grandes desafíos que el proceso boliviano tendrá que
enfrentar y solucionar para poder acabar con el neoliberalismo-es
decir, con el capitalismo.
Primero, es necesario que las bases de los sindicatos y de los
movimientos sociales que no han apoyado a la COB rompan con los
partidos políticos institucionales. Romper con el MNR y los otros
partidos neoliberales (UCS, ADN, NFR, MIR) debería ser fácil, pero
todavía hay líderes sindicales y movimientistas que dicen que se
debe y se puede dialogar con el gobierno. En sectores como los
gremiales y los transportistas, los partidos neoliberales imponen
abiertamente una política pactista desde arriba.
Lo que es evidente a cualquiera que tenga ojos, sin embargo, es que el
gobierno no está dispuesto a negociar el fin del neoliberalismo.
Igual de obvio es que el gobierno no va a cumplir con muchos de los
"acuerdos" sectoriales que aparentemente ha logrado.
Sin la nacionalización del gas y el rechazo al pago de la deuda externa,
el Estado no tendrá el dinero con qué cumplir. Lo más evidente de
todo es que la continuación del sistema económico-social vigente no
va a mejorar para nada las vidas de los trabajadores y trabajadoras
bolivianos. Después de casi veinte años de miseria neoliberal, las
bases que protagonizan los conflictos actuales tendrán que conformar
sus propias estrategias desde abajo. Si algunos líderes sindicales y
movimientistas de hoy prefieren seguir sirviendo a los amos instalados
en el gobierno y en los partidos políticos, y si estos líderes no
quieren acompañar a las bases en la lucha por el desmantelamiento del
sistema neoliberal, las bases deben desalojar a sus "líderes"
y dejarlos atrás.
Más difícil de lograr que la ruptura con los partidos oficialmente
neoliberales será una ruptura de las bases con el MAS. Pero la triste
realidad es que el MAS juega hoy el papel de vil traidor en el drama
político boliviano. Hace tiempo que Evo Morales escogió la vía
electoralista para su llegada al poder. Abandonó cualquier pretensión
de ser socialista-mucho menos un socialista revolucionario-y ahora
apuesta todo en ganar las municipales al fin de año. A partir de esa
presumida victoria, se lanzará a las presidenciales de 2007. Es por
eso que Evo no quiere apoyar a ningún conflicto social que pudiera
arriesgar la viabilidad y la supervivencia de las instituciones políticas
del Estado vigente.
Siempre habrá corrientes reformistas, y claro que Evo tiene el derecho
(si no la razón) de seguir ese camino. Lo que no se puede aceptar hoy
es su rol como impulsor de sindicatos paralelos, de rupturas dentro de
la difícilmente lograda unidad entre sectores campesinos y
trabajadores, y de diálogos con Mesa sobre cómo dividir y conquistar
a las protestas de las bases. Más adepto que el gobierno en estas
tareas sucias, Evo se ha acomodado a Mesa para silenciar la voz de una
población que se ha mostrado en numerosas ocasiones dispuesta a
sublevarse contra el neoliberalismo y su Estado burgués.
Lamentablemente, el camino hacia el fin del neoliberalismo no pasa
solamente por el rechazo a los partidos de la derecha sino también
por una ruptura de las bases con la dirección masista.
El segundo desafío que enfrenta el proceso boliviano es el de unir a las
fuerzas de los sectores rebeldes. El problema de la unidad en la lucha
tiene dos vertientes: uno es sectorial, y el otro es nacional. El
problema sectorial se hizo patente en los días inmediatamente
anteriores al primero de mayo. Por separado, el gobierno logró una
tregua con tres sectores independientes: el Movimiento Sin Tierra, los
universitarios, y los mineros jubilados. Uno puede imaginarse cuán
diferente hubiera sido el arranque de la huelga cobista si estos
sectores hubieran tenido una perspectiva política más amplia y unas
reivindicaciones sociales más generales. Recientemente, los maestros
y las maestras señalaron el camino cuando inicialmente fracasó la
maniobra Mesa-Morales de anunciar la derogación del decreto de
descentralización 27457. Declararon los maestros-aunque luego
cedieron a la presión gubernamental-que el objetivo era no sólo
eliminar el 27457 sino también el decreto 21060, que da inicio al neoliberalismo. Tenían
razón en sospechar que la posibilidad de reiniciar el proceso 27457
se mantendría viva mientras rige 21060 como ley suprema del país.
El sectarismo con que luchan los distintos grupos rebeldes se debe a la
percepción de que realmente no existe una alternativa global al
neoliberalismo. Si la verdad es que no existe tal alternativa, lógicamente
uno no puede hacer otra cosa que buscar y luchar por condiciones más
favorables dentro de los (inhumanos) límites del sistema neoliberal.
En vez de "Un otro mundo es posible," la consigna del
reformismo es, en efecto, "Otra manera de robar es posible."
Volveré a este tema al final de esta reflexión.
La cuestión de los indígenas será decisiva para cualquier unidad entre
las distintas bases rebeldes destinadas a triunfar sobre el
neoliberalismo. Todo el mundo reconoce la necesidad de una alianza
obrero-campesino, pero hasta el momento no ha progresado más allá de
una alianza desde arriba entre Jaime Solares y Felipe Quispe. La
marcha de los campesinos a La Paz del 3 de mayo para celebrar un
cabildo, donde finalmente decidieron posponer su adhesión a la huelga
general cobista, era bien ilustrativa. Ningún contingente de la COB
acompañó a los campesinos, y ninguna delegación de la COB los
recibió al entrar en la ciudad. La idea aquí es que sólo a través
de multiplicar y acumular las acciones en común sería posible
construir la confianza y la solidaridad a nivel de las bases. Uno de
los más importantes resultados de la experiencia de luchar juntos en
el octubre insurreccional, por ejemplo, fue precisamente el comienzo
de la toma de conciencia por parte de las bases de que los trabajador@s campesinos y
los trabajador@s urbanos realmente-materialmente-tienen fuertes
intereses en común.
Para confirmar y consolidar la confianza entre los trabajadores del campo
y de la ciudad, será preciso el apoyo de éstos al derecho de la
autodeterminación de aquéllos. Hay algunos que argumentan, con
cierto interés, que la cuestión "¿o clase o nación?" ya
se ha resuelto "orgánicamente" por la altísima
representación de personas de herencia indígena dentro de la clase
obrera boliviana. Pero la historia de las varias traiciones de los
dirigentes obreros a las ambiciones autonomistas e independistas de
los indígenas todavía constituye un gran obstáculo a la firme
unidad de lo que es hoy en día la nueva clase trabajadora
boliviana-una clase cuyo rostro se perfila en forma condensada
precisamente por la demografía de El Alto (1).
Los siglos de opresión, los decenios de discriminación, el racismo
feroz que todavía caracteriza a la sociedad boliviana-estas
realidades justifican que se reconozca el derecho de la
autodeterminación para los 37 grupos indígenas del Estado boliviano.
Sin duda algunos preguntarán: "¿y cómo se puede lograr una
unidad más solidaria si los indígenas se separan de nosotros?"
Lenin nos da una respuesta posible a esta pregunta tan importante. En el
contexto de la demanda de independencia para Polonia durante la
primera guerra mundial, Lenin indicó que la unidad política de los
trabadores rusos y polacos pasaba por el apoyo de los trabajadores
rusos a la autodeterminación de los trabajadores polacos. Si no la
apoyaran, los trabajadores rusos se verían efectivamente convertidos
en "verdugos de otros pueblos," por ser cómplices de la política
burguesa de negar este derecho a las naciones oprimidas. En ese
sentido, el apoyo de los trabajadores en una nación opresora al
derecho de la autodeterminación de una nación oprimida tiene dos
consecuencias positivas: (1) ganar la confianza de los trabajadores en
la nación oprimida, y (2) debilitar los lazos ideológicos que atan a
los trabajadores en la nación opresor a su propia clase dirigente.
Lenin insistía en que el derecho de la autodeterminación es un derecho
político que no significaba otra cosa que el derecho a la sucesión.
Por otro lado, Lenin argumentaba que los socialistas miembros de la
población polaca tenían que afirmar que, sin la unidad internacional
de la clase trabajadora, ni los trabajadores rusos ni los trabajadores
polacos podrían triunfar sobre el imperialismo capitalista. Los
socialistas, es decir, al mismo tiempo en que defendían el derecho de
la autodeterminación, buscarían la máxima unidad posible entre las
distintas naciones y etnias.
Sugirió Lenin entonces: "La situación es, efectivamente, bien
desconcertante, pero existe una salida donde todos los participantes
pueden mantenerse fiel al internacionalismo: los social-demócratas
rusos [y alemanes-después del anexo de Polonia] al reivindicar el
derecho incondicional de los polacos a la secesión; y los social-demócratas
polacos al trabajar por la unidad de la lucha proletaria en los países
pequeños y grandes. . . ."
Así que, en la coyuntura actual, los trabajador@s bolivianos no-indígenas
deben afirmar la justicia de la demanda de que los trabajador@s
bolivianos indígenas decidan su propio estatus político, inclusive
hasta la secesión y la independencia. Y los socialistas dentro de la
clase trabajadora indígena-tanto los del campo como los de la
ciudad-deben argumentar que la unión de las varias nacionalidades de
la clase trabajadora boliviana en una misma entidad política
contribuiría a crear una sociedad mucha más fuerte y solidaria en el
futuro (2).
El tercer desafío es el de proponer un rumbo claro para el proceso
boliviano-y ganar a la mayoría del pueblo boliviano a seguir este
rumbo. En estos momentos, es la COB que-más que cualquier otra
organización social-está intentando desempeñar este papel.
Actualmente lidera la lucha por la nacionalización del gas y contra
el 21060. Por supuesto, es muy probable que la dirección de la COB no
piense que se pueda ganar la abrogación del 21060 en un futuro
inmediato, y, como lo hizo ayer, decida ir a las negociaciones sin que
el 21060 sea parte de la agenda. Pero en cuanto al tema del gas, la
COB sí cree que es posible ganar la nacionalización, con o sin referéndum,
y que la COB debe y puede jugar un rol central en el proceso de
ganarla.
Lo que hace falta en la coyuntura boliviana actual es un movimiento de
masas basado en la lucha por el socialismo como alternativa explícita
al neoliberalismo. Plantear la nacionalización del gas, o demandar más
presupuesto para la universidad, o frenar la devolución del sistema
de salud pública a los departamentos-todo esto representa pasos
importantísimos. La realidad, sin embargo, es que nada de esto está
asegurado mientras el neoliberalismo continúe como el marco dentro
del cual se desarrolla la actividad socio-económica del país. Si es
que se aumenta el dinero para los estudiantes este año, se lo pueden
quitar el año que viene. En seis meses pueden decidir reabrir el
proceso de pasar a los departamentos, y luego al sector privado, el
sistema de salud pública. Y, con una clase política corrupta
instalada en el Congreso, y con la todopoderosa presencia del FMI
presionándola, las petroleras pueden seguir controlando el gas a
pesar de la nacionalización.
La nacionalización es parte de la respuesta al neoliberalismo. Pero el
componente más importante de una alternativa al neoliberalismo es el
autogobierno y la autodeterminación de todos los trabajador@s
bolivianos-es decir, su control sobre la riqueza natural y social del
país. Este poder verdaderamente democrático se llama el socialismo:
un socialismo creado y sostenido desde abajo, y no un llamado
"socialismo" otorgado y manejado desde arriba por políticos
profesionales del Estado. Se puede derribar gobiernos neoliberales
desde hoy hasta la eternidad. Pero hasta que un movimiento de masas
logre reemplazar el neoliberalismo por el socialismo, nunca saldrá el
pueblo boliviano del yugo del capitalismo y del imperialismo.
Es necesario construir una organización revolucionaria en Bolivia por
tres razones. Primero, una organización de este género puede luchar
ideológicamente para que se debata ampliamente y abiertamente el
socialismo como alternativa social. Si es cierto que varios de los
sectores sociales bolivianos tienen una conciencia
"anticapitalista," no todos la tienen. Además, para
desmantelar el capitalismo en Bolivia de una vez por todas, es preciso
que la conciencia "anticapitalista" se desarrolle hacia una
conciencia de clase que dé impulso a un movimiento por el socialismo.
Una organización revolucionaria es indispensable para canalizar una
lucha ideológica capaz de convencer a la gente sencilla y trabajadora
que realmente existe una alternativa positiva al capitalismo.
La segunda razón es que hace falta una organización que se dedique a
forjar la unidad entre los distintos sectores rebeldes y que se
preocupe más que nada por los intereses de la clase trabajadora en su
conjunto. Esto significa que tal organización no sólo defendería
los intereses económicos de todos los trabajadores, sin sectarismos,
sino también avanzaría en los intereses políticos y culturales que
tiene la clase trabajadora en crear una sociedad sin opresión
nacional y sin opresión sexual. En este momento la COB trata en parte
de cumplir con esta función, y puede contribuir fuertemente a
semejante proyecto. Pero la historia enseña que hay limitaciones en
el sindicalismo, incluso en el sindicalismo revolucionario. En algunos
momentos los dirigentes sindicales movilizan a sus bases; en otros,
las desmovilizan en función de acuerdos firmados por ellos con los
patrones o los gobernantes. Además, aún los sindicatos
revolucionarios tienen dificultades en proyectar una alternativa
coherente al capitalismo; después de todo, el sindicato es un
organismo de mediación entre el capital y el trabajo. Estas
consideraciones explican por qué la lucha antineoliberal requiere no
sólo la presencia de sindicatos combativos, como la COB o la CSUTCB,
sino también la actuación de una organización (o organizaciones)
política(s) plenamente dedicadas a un proyecto de socialismo
revolucionario.
Finalmente, es el ritmo de los acontecimientos mismos que aboga por la
necesidad de construir una organización revolucionaria. Aunque empezó
lentamente en septiembre, la rebelión de octubre de 2003 regaló a
los sindicatos, los movimientos sociales, y el pueblo insurrecto
esencialmente una semana para derrumbar el neoliberalismo-es decir, no
sólo para pasar de un gobierno neoliberal a otro, sino para avanzar
de una sociedad controlada por las trasnacionales y sus lacayos
nacionales hacia una sociedad planeada y dirigida por la gente
sencilla y trabajadora del país. Pero Evo Morales y el MAS, junto con
los gonistas y la embajada norteamericana, determinaron otro desenlace
que mantenía intactas las condiciones de acumulación capitalista e
imperialista. Lo que faltaba era precisamente una organización que
tuviera la implantación social, la fuerza organizativa, la
experiencia en la lucha, y la confianza política necesarias para
oponerse a los neoliberales y a sus aliados reformistas-una organización
que pudiera haber planteado el socialismo como alternativa a una nueva
edición del neoliberalismo.
Hay algunos que argumentan que una organización socialista
revolucionaria no es necesaria en Bolivia porque los movimientos
sociales ya representan suficiente organización y suficiente fuerza
para derrotar al neoliberalismo. Pero no lo hicieron en octubre;
aceptaron a un gobierno continuista. Y ni siquiera plantearon el
desmantelamiento del capitalismo. La realidad es que todavía hay
pocas voces en los movimientos sociales que reivindican la vía
revolucionaria, y el socialismo desde abajo, como alternativa al
neoliberalismo.
Hay otros que argumentan que las condiciones objetivas todavía no han
madurado lo suficiente para dar lugar a una organización socialista
revolucionaria en Bolivia. Al contrario, semejantes condiciones
objetivas sobran. Además, este tipo de organización no se construye
de la noche a la mañana -tampoco se construye durante una semana
primaveral de ardiente combate. Así que el factor decisivo ahora es
el factor subjetivo. No es una falacia voluntarista decir que hay que
empezar a construir esta alternativa ahora.
¿Dónde empezar? Con los militantes de base más activos en la rebelión
de octubre-con los trabajadores y trabajadoras que gozan del respeto y
la confianza de sus compañeros y compañeras en el lugar de trabajo,
en los movimientos sociales, y en los barrios. Estos trabajadores del
campo y de la ciudad-regulares, eventuales, desocupados, sin tierra,
sin techo-deben reunirse en cabildos y en ampliados a todos los
niveles para debatir las lecciones de octubre, las limitaciones del
reformismo, y el significado que ellos quieren impartir al
"socialismo revolucionario." A partir de esa amplia discusión
anticapitalista, es posible llegar a unos acuerdos fundamentales que
darán vida a una gran lucha ideológica y política por el socialismo
revolucionario. Surgirá así una organización que esté a la altura
de los grandes acontecimientos y los enormes desafíos que enfrenta la
gente sencilla y trabajadora de Bolivia.
Notas:
(*)Tom Lewis es miembro de la redacción de International Socialist
Review, una publicación bimensual de la International Socialist
Organization, con sede en Chicago, Illinois. También es catedrático
de literaturas y culturas hispánicas, y de estudios internacionales,
en la Universidad de Iowa (EEUU). Su libro en colaboración con Oscar
Olivera sobre la guerra del agua saldrá en inglés de South End Press
en noviembre de 2004 bajo el título, ¡Cochabamba!.
1) Ver Roberto Sáenz, 'Crítica del romanticismo
"anticapitalista,"' Socialismo o barbarie, número 16 (marzo
de 2004). http://www.mas.org.ar/
2)
Ver Tom Lewis, 'Marxism and Nationalism, Part 1,' International
Socialist Review, No. 13 (August-September 2000), and ´Marxism and
Nationalism, Part 2,' International Socialist Review , No. 14 (October-November
2000).
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