Presidente
boliviano opta por la confrontación social
«Mano dura»
la opción de Carlos D. Mesa
Por
Sergio Cáceres
Editor
de la revista El Juguete Rabioso, La Paz
Red
Voltaire, 10/03/05
El
presidente de Bolivia, Carlos D. Mesa, ha decidido responder con mano
dura a las diversas protestas sociales. El día de ayer, un bloqueo
protagonizado por choferes en Santa Cruz fue intervenido por
destacamentos policiales que apalearon a los bloqueadores y
destrozaron los vidrios de sus vehículos. Para hoy llamó a la
población a salir a las calles a manifestarse en contra de los
bloqueadores
Atrás
quedó el tímido vicepresidente que se apartó del gobierno de
Gonzalo Sánchez de Lozada después que le preguntaran si estaba
dispuesto a matar. Hoy, el presidente Carlos Mesa ha decidido hacer
frente a las movilizaciones sociales con represión, confrontación
social y criminalización de las protestas.
Esta
apuesta por la mano dura se debe a su imposibilidad de dar respuestas
políticas a las exigencias populares que lo llevaron a la presidencia
en octubre de 2003, una de ellas, la aprobación de una nueva Ley de
Hidrocarburos que eleve el impuesto a las petroleras; mandato popular
que fue refrendado en el referéndum convocado por Mesa en junio de
2004.
Investido
de una nueva “legitimidad”, otorgada por los partidos de derecha
que han pactado entre ellos para dar vía libre en el Parlamento a las
leyes que necesita apobar y por las clases medias que han salido a las
calles a expresarle su apoyo Mesa ya no duda a la hora de emplear la
violencia para acallar las protestas. El día de ayer, un bloqueo
protagonizado por choferes, en la ciudad de Santa Cruz, fue
intervenido por destacamentos policiales que apalearon a los
bloqueadores y destrozaron los vidrios de sus vehículos.
Este
escenario se vive en Bolivia luego de que, el lunes pasado, Carlos
Mesa pusiera a consideración del Congreso boliviano su renuncia como
presidente. En un largo discurso a la nación (emitido el domingo 6),
Mesa explicó que se veía obligado a tomar esa decisión a causa de
las protestas sociales que iban incrementándose en todo el país.
Aprovechó
también para acusar a dirigentes sociales como Evo Morales (diputado
por el MAS) y Abel Mamani (Juntas Vecinales) de crear inestabilidad e
impedirle gobernar. Sin embargo, poco tiempo después se conoció la
veradera razón para que Mesa lanzara su amenaza: su total oposición
a enfrentarse a las empresas petroleras transnacionales que, desde la
privatización dispuesta por Gonzalo Sánchez de Lozada (gestión
1993-1997) gozan de inmejorables ventajas económicas sobre la
explotación del petróleo boliviano.
Gas,
agua, FMI y Suez
La
exigencia por una nueva ley de hidrocarburos que eleve los impuestos a
las transnacionales del petróleo -hasta en un 50 por ciento en regalías-
es una de las principales demandas de la agenda de octubre, resultado
de las movilizaciones del 2003 conocidas también como “La guerra
del gas”, que culminaron con el derrocamiento y huída de Gonzalo Sánchez
de Lozada. Al jurar como presidente, Mesa se comprometió a llevar
adelante esta medida.
Otro
de los conflictos sociales que enfrenta Mesa es el referente a la
gestión del agua por parte de la empresa Aguas del Illimani (filial
de la francesa Suez) en La Paz y El Alto. Luego de una serie de
protestas en la ciudad de El Alto, al tiempo que reconocía que hubo
incumplimiento de contrato, elevación injustificada de precios y
negligencia a la hora de ampliar los servicios hacia los sectores
empobrecidos, el gobierno emitió un decreto para finalizar el
contrato con Aguas del Illimani.
Sin
embargo, el pasado fin de semana Carlos Mesa dio un giro hacia atrás
y en un largo discurso afirmó no estar dispuesto ni a aprobar una ley
que lo enfrente con las petroleras, el FMI y la comunidad
internacional, ni a “patear el trasero” (sic) de Aguas del
Illimani. Contradiciendo el mandato del referéndum que él mismo
instrumentalizó y convirtiendo en papel mojado el decreto sobre la
gestión del agua.
La
palabra del presidente
Estas
“contradicciones” o “ambigüedades” en el accionar de Mesa han
sido parte de su política de gobierno desde que asumió la
presidencia. Contentar a la población en el plano simbólico
(discursos, decretos, referéndum...) y en la práctica seguir con la
política de defensa de las transnacionales.
Ya
en octubre de 2003, al asumir la presidencia dio un discurso en el que
se mostraba abierto a los cambios que la sociedad exigía y comprometiéndose
a llevar adelante la llamada agenda de octubre, que incluye, entre
otras cosas, la nacionalización del gas y la realización de la
Asamblea Constituyente que redefina el país; pero también a ser un
presidente transitorio cuyo mandato debía terminar justamente luego
de la Asamblea que definiría el nuevo rumbo del país.
Pocos
meses después, en el discurso de Año Nuevo (1 de enero de 2004) hizo
un giro discursivo, culpabilizó a las protestas sociales por impedir
el avance económico del país, hizo varias reconsideraciones respecto
al tema de los hidrocarburos y finalmente dejó claro que iba a
gobernar hasta el fin de la gestión heredada a Sánchez de Lozada.
Meses después, con la intención de sellar de una vez el problema de
los hidrocarburos, lanzó un referéndum. Pero el tiro le salió mal
debido a que, para poder legitimar la consulta, se vio obligado a
pactar con el MAS, partido que a cambio de su apoyo exigió la inclusión
de dos preguntas que reivindicaban en parte la agenda de octubre.
Revive
el Estado Mayor del Pueblo
Pese
a los apoyos alcanzados por Mesa, su amenaza de renuncia no le alcanzó
para desarticular el movimiento popular. Por el contrario, el pacto de
Mesa con los partidos de derecha ha conseguido unificar a los
diferentes sectores sociales, y sus demandas, en un solo bloque.
La
Central Obrera Bolivia, la Confederación Síndical Unica de
Trabajadores Campesinos de Bolivia y el MAS, junto a otros 10 sectores
sociales firmaron esta mañana un pacto para exigir la aprobación de
una nueva Ley de hidrocarburos que eleve las regalías petroleras del
18 al 50 por ciento, la realización de una Asamblea Constituyente y
finalizar el contrato con Aguas del Illimani.
Ante
este nuevo escenario, Mesa pretende servirse una vez más de su retórica
que mezcla hábilmente la acusación con la reconciliación. Así, ha
pedido perdón a Evo Morales por haberlo fustigado en su discurso
(aunque no se retracta de sus acusaciones). Morales, que había puesto
la disculpa como una de las condiciones para retornar al diálogo, dejó
claro que, dialogo o no, la ley de hidrocarburos y el gravamen del 50
por ciento en regalías no son negociables.
Paralelamente
a sus llamados a la reconciliación, Mesa ha optado también por
utilizar la confrontación social para deslegitimar y desarticular las
protestas. Con su estrategia de criminalización de las movilizaciones
y el llamado a la ciudadanía a movilizarse en contra de los
bloqueadores, lo que está logrando es polarizar la población. Peor aún,
está reviviendo los sentimientos clasistas y enfrentando a aquellos
que poseen cierta estabilidad económica e intereses que proteger
contra los que no tienen nada. Los que tienen agua contra los que no.
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