La
crisis seguirá su curso
SERPAL
Bolpress, 12/03/05
Bolivia
atraviesa una de sus cíclicas tensiones que amenazan gravemente la
estabilidad política y social del país. El presidente boliviano logró
un triunfo parcial en el parlamento boliviano, tras jugar la carta de
su renuncia condicionada. Era una carta ganadora, porque casi todos
los sectores reconocen que la salida de Carlos Mesa del palacio de
gobierno en La Paz, significaría -como bien dice el refrán- saltar
de la olla para caer en el fuego.
Los
personajes políticos que siguen en la línea de sucesión
presidencial, son conocidos y rechazados por una gran mayoría de la
población, y se sabe que tienen vínculos estrechos con las
multinacionales y con los grandes grupos económicos. Entre ellos el
presidente del Parlamento, Hormando Vaca Diez, hombre del ex
presidente Sánchez de Lozada que controla las bancadas parlamentarias
del MIR, ( Mov. Izquierda Revolucionaria ), del MNR ( Mov.
Nacionalista Revolucionario y de NFR (Nueva Fuerza Republicana ),
denominaciones que nada tienen que ver con sus posiciones, sus prácticas
y sus objetivos, y que están estrechamente vinculadas con las
devastadoras experiencias neoliberales.
Mesa
condicionó el retiro de su renuncia a que todos los partidos
terminaran lo que calificó de oposición rígida, y a que cesaran los
bloqueos de carreteras y las huelgas que afectan a una parte
importante del país. Pero finalmente, en el acuerdo logró incluir un
cierto consenso con sus propio criterio en torno a la Ley de
Hidrocarburos, verdadero nudo gordiano de la crisis, y tras el cual
hay posiciones claramente enfrentadas.
Las
grandes transnacionales del petróleo y seguramente también gobiernos
de algunos países europeos y el de Estados Unidos presionaron con
fuerza a Carlos Mesa para que atenúe las condiciones y las cargas
tributarias de las corporaciones que tienen a su cargo la extracción
de las gigantescas reservas de hidrocarburos que posee Bolivia y su
distribución. Los movimientos sociales, las federaciones campesinas,
la Central Obrera Boliviana y el principal partido de la oposición,
exigen formas de control estatal y la aplicación de unas regalías
del 50 % para su país.
Mesa
se decanta
El
plan de Mesa se manifiesta en una legislación favorable a la
explotación de los recursos energéticos por parte de compañías
extranjeras, mientras buena parte de los 8,5 millones de bolivianos (
65 por ciento de los cuales son pobres ) no pueden costearse el
servicio de gas natural a pesar de ser los verdaderos propietarios de
ese recurso que está bajo la tierra que pisan.
El
presidente que hasta ahora navegaba en zig-zag por el mar de las
crisis continuas, parece haber puesto el rumbo que las transnacionales
y la oligarquía política y social boliviana esperaban.
Fue
por esta cuestión, fundamentalmente, que hace un año fue derrocado
Gonzalo Sánchez de Lozada por revueltas populares que costaron
decenas de muertos y cientos de heridos. El ex presidente pretendió
llevar adelante el proyecto de salida del gas boliviano por un puerto
chileno con destino al norte de México y al estado norteamericano de
California.
Amplios
sectores sociales reaccionaron y consideraron que la medida
significaba la entrega de los recursos naturales más importantes que
tiene el país. Se generó entonces una gran movilización de rechazo
que tuvo como respuesta represión policial y militar. La protesta se
convirtió entonces en rebelión y Sánchez de Losada terminó huyendo
a Estados Unidos. Carlos Mesa parece haber aprendido de esa
experiencia reciente y cuando comenzó la nueva crisis anticipó que
él renunciaría antes que ordenar una represión.
El
pasado sábado las juntas vecinales de la ciudad de El Alto,
decidieron radicalizar su protesta y amenazaron con entrar en La Paz
para cerrar el Parlamento al que consideran poco representativo y
permeable a sobornos y presiones.
Por
su parte, Evo Morales, diputado y dirigente del Movimiento al
Socialismo, la primera fuerza política en la oposición, manifestaba
su desaliento por la tarea parlamentaria, y denunciaba que dirigentes
indígenas habían sido comprados y que esas condiciones impedían
resoluciones democráticas y representativas.
Morales
anunció que volvía a promover la movilización en las calles y en
las carreteras de sus partidarios campesinos. Esta conjunción de
protestas se convertía entonces en una seria amenaza para la
estabilidad del gobierno.
Mesa
no dudó entonces, en jugar la carta de su renuncia que anunció el
domingo por la cadena de radio y televisión.
A
partir de allí se iniciaron negociaciones que terminaron el martes,
cuando el Parlamento, sin debate alguno y por mano alzada, rechazó
por unanimidad su renuncia. Mesa consiguió también que las
desacreditadas fuerzas políticas tradicionales respaldaran sus
posiciones sobre una ley de hidrocarburos que respetara lo que llaman
“seguridad juíridica” de las empresas extranjeras. Pero dos
partidos, el MAS de Evo Morales y el Movimiento indígena Pachakutic,
expresaron su rechazo y exigieron el cobro del 50% de las regalías
burlado por la Cámara de Diputados.
Denuncian
además, que el proyecto de ley no respeta el resultado del referéndum
vinculante realizado hace pocos meses por convocatoria del propio
gobierno de Mesa. Allí se expresó en términos contundentes la
defensa de la soberanía nacional en los recursos energéticos por una
amplia mayoría de los votantes.
La
historia vuelve a repetirse
Mesa,
que fue vicepresidente con el derrocado Gonzalo Sánchez de Lozada,
intenta por otros medios, sacar adelante un marco jurídico que
facilite las cosas a las transnacionales. Argumenta que eso beneficiará
a Bolivia. Pero hay muchos bolivianos que no lo creen así. Y tienen
motivos porque llevan muchos años a sus espaldas con engaños y
despojos sistemáticos.
Esta
etapa la ganó Mesa, e indirectamente quienes defienden los intereses
de las grandes corporaciones transnacionales. Cierto es que tuvo que
hacer concesiones, como la convocatoria de la reclamada Asamblea
Constituyente, y autorizar formas de autonomía para varios
departamentos hasta ahora gobernados desde La Paz, pero ya veremos en
que queda todo eso.
Mientras
tanto, intenta sumar los votos necesarios para que la Ley de
Hidrocarburos salga adelante tal como él lo pretende: con una carga
impositiva y regalías por debajo de lo que reclaman amplios sectores
y movimientos sociales bolivianos.
La
oposición, queda centrada en el MAS de Evo Morales, en el movimiento
indígena de Felipe Quispe, en la COB, Central Obrera Boliviana y
especialmente en la superpoblada ciudad de El Alto, próxima a La Paz,
donde decenas de miles de habitantes están organizados en Juntas
Vecinales bajo el liderazgo de Abel Mamani.
Aquí
hay una fuerte defensa de la soberanía sobre los hidrocarburos, pero
además, una clara exigencia de que se rescinda el contrato con la
empresa proveedora de los servicios de agua potable, propiedad de
Suez, la multinacional de matriz francesa.
Los
dirigentes opositores no tienen un proyecto común
La
ventaja para el presidente Mesa, es que todos estos movimientos
sociales no están coordinados entre sí, por más que ante la
coyuntura hayan establecido una alianza. Están separados por políticas
sectarias y antiguos personalismos. No hay un proyecto común ni la
intención de alcanzarlo.
Eso
lo sabe el presidente y quizás por eso se esfuerza en que la protesta
no se generalice. El sabe que es mas fácil que la gente en la calle
encuentre de forma natural sus puntos de coincidencia y actúe en
consecuencia, a que los dirigentes se pongan de acuerdo para coordinar
la oposición.
Audaz,
Mesa convocó a movilizarse a “los partidarios del orden” en
respaldo a su gobierno, consiguiendo que varios miles de ciudadanos se
expresaran en la Plaza Murillo de La Paz y en otras ciudades contra
los bloqueos. Entre los asistentes prevalecían funcionarios, y gentes
de los sectores de clase media.
Lo
último: nueva ruptura
Un
nuevo intento de diálogo entre el presidente Mesa y los opositores (
Evo Morales, Jaime Solares y otros dirigentes sociales ) quedó
cortado tras varias horas de discusión. El dirigente del MAS al
retirarse de la reunión expresó: "Hay intransigencia en el
Ejecutivo, que demuestra una actitud servil para con las
transnacionales del petróleo. No estamos pidiendo confiscación de
las empresas, es importante tener socios, pero ese socio debe aportar
50% de lo que gana con los hidrocarburos bolivianos. Pero el
Presidente no quiere atender ese pedido".
Añadió
Evo Morales que lo que solicitaban era una reivindicación del pueblo.
“No es posible que Mesa no acepte 50% de regalías del negocio energético.
Son 750 millones año que se recaudarían, actualmente sólo se
consigue 150 millones de dólares. Dijo finalmente que ante la
intransigencia del gobierno, el movimiento campesino seguirá luchando
para el que el gas sea el futuro de los bolivianos.
Las
próximas horas, los próximos días, la crisis seguirá su curso y
resulta difícil prever un punto de encuentro que detenga las diversas
formas de confrontación política y social, que nuevamente se
trasladan a las calles, a las plazas y a las rutas.
Esa
es en síntesis la situación de la renovada crisis boliviana. En
primer plano, el destino de las reservas de hidrocarburos, una de las
más importantes del continente americano. Pero detrás, ancestrales
problemas, postergaciones, marginación y olvido de amplios sectores
de la población, en especial campesinos e indígenas que en Bolivia
constituyen uno de los porcentajes mas altos de América Latina.
Una
vez más podemos decir que este “acuerdo” es nuevamente una salida
en falso. No cierra viejas heridas ni contempla los intereses y los
deseos mayoritarios de los bolivianos.
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