El Alto después de octubre:
De ciudad heroica a ciudad
vilipendiada
Rearticulación racista de las
elites oligárquicas y las clases medias
Por Pablo Mamani Ramírez [1]
The Narco News Bulletin, 18/03/05
A un año y cinco meses, después de octubre de
2003, la ciudad de El Alto ha vuelto a ser protagonista de las luchas
sociales (entre enero y marzo de 2005) al exigir la inmediata expulsión
de la transnacional Aguas de Illimani de esta ciudad y La Paz. La
empresa francesa Suez-Lyonnais des Eaux es acusada de incumplir el
contrato de servicios de agua con El Alto (los distritos más
afectados son 8, 7 y 9) porque 200 mil personas (de los 649.958
habitantes que tiene El Alto) no tienen servicio de agua potable y 130
mil no cuentan con servicios de agua y acantarillado, y 68 mil no
tienen agua pese a vivir en zonas donde hay red de agua potable [2].
Pero al hacerlo se ha ganado “paradójicamente” como enemigo al
propio Presidente de la República Carlos Mesa, a quien, sin embargo,
los alteños le han permitido ingresar en la historia de los
presidentes de Bolivia el 17 de octubre de 2003.
El domingo 6 de Marzo, día del XX
aniversario de esta ciudad, Carlos Mesa, en un “giro” espectacular
de su discurso y de su accionar, calificó los actos de protesta de la
ciudad de El Alto como actos de locura. Olvidó rápidamente el
presidente que él también ha sido fruto de un levantamiento indígena-popular
de esta ciudad y las provincias en octubre de 2003. Así, ha
sorprendido cuando ha manifestado que si se pierde juicio con Aguas
del Illimani “este es un carnaval de locos” (Mensaje a la Nación,
marzo 2005). Mediante este manejo discursivo ha dejado entender que la
ciudad de El Alto es una ciudad que bloquea al país pese a tener
altos niveles de pobreza: sin servicios básicos completos de aguas,
educación, salud y asfaltado de calles y avenidas. Terminó su
discurso de 45 minutos anunciando que renunciaba a la Presidencia de
la República por los bloqueos que El Alto protagonizaba y los
anunciados (para la segunda semana de marzo) de Evo Morales en
Cochabamba.
Como no había hecho antes, el
discurso presidencial tiene un tono de voz elevado y con una mirada
casi furiosa donde repite una y otra vez el nombre de Evo Morales
(Diputado y Presidente del Movimiento Al Socialismo, MAS) y Abel
Mamani (Presidente de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto,
Fejuve) para acusarlos de bloqueadores del país. Ambos dirigentes son
considerados como los prototipos del bloqueo al desarrollo. Ahora en
esa relación se observa un detalle muy interesante para el análisis
sociológico. El hecho es lo siguiente. Premeditada o no, afloran
importantes grados de conflicto étnico, de lo que no se excluye el
propio presidente, sino que se convierte en su impulsor. El trato y la
direccionalidad del discurso, pues, se da casi como la de un patrón
de hacienda que grita a sus colonos indios diciéndoles que no le
dejan trabajar o que no trabajan. Una y otra vez levanta la mano o el
dedo para acometer implacablemente su acusación a ambos dirigentes y
al mismo tiempo a los propios movimientos sociales que le han llevado
a la presidencia de la república.
Pablo Ramos (concejal por MAS en La
Paz) después denunciará a los medios de comunicación que la
renuncia presidencial tenía el objetivo explícito de favorecer a las
transnacionales petroleras y a Aguas del Illimani (Jornada, 10/03/05).
Ahora el discurso presidencial, como un hecho curioso y llamativo,
Mesa no lo hizo con la misma vehemencia cuando habló de las élites
cruceñas, que también utilizan el método de los bloqueos. ¿Por qué
no fue justo y trató a uno y otro por igual? Así han aflorado en
Bolivia de manera pública, y de la mano del propio Presidente de la
República, los grados de trato discriminante y humillante que
generalmente hacen ciertos blanco-mestizos (en lo cotidiano o
extraordinario) con sus empleados o “amigos” indios o indígenas.
Aunque Carlos Mesa (el día miércoles 9) se disculpó públicamente
de Evo Morales al decir: “No quería injuriar al diputado
Morales”. Sin embargo, el trato de forma pública criminalizante
estaba dado. No se disculpó de los alteños y ni con Abel Mamani, que
también han manifestado haber sido injuriados por el discurso
presidencial.
En ese sentido, la historia de
presidentes que discusivamente apoyan o sencillamente alaban a los indígenas
o sectores populares se repite nuevamente. Varios casos de este tipo
de hechos nos muestra la historia. Baustista Saavedra, de defensor de
los indios en el sonado juicio o proceso de Mohoza de 1899 (en el
levantamiento indígena de Pablo Zárate Willka) y con el que había
cobrado notoriedad pública hasta lograr ser Presidente de la República,
comete después de 20 años una sangrienta masacre contra los aymaras
de Jesús de Machaca en 1921 (R. Choque, E. Ticona, 1996). Otro caso
similar a éste ocurre con el Cnl. José Manuel Pando, que después de
construir una alianza indígena-militar con Pablo Zarate Willka,
enjuicia al líder indígena para después hacerlo asesinar en las
pampas de la actual provincia Aroma (R. Condarco, 1983).
Carlos Mesa al parecer no esta
lejos de este tipo de hechos. La evidencia real del caso es que después
de que la ciudad de El Alto sufriera las masacres perpetradas por
Gonzalo Sánchez de Lozada, el 12 y el 13 de octubre, Carlos Mesa en
una multitudinaria concentración en la ciudad de El Alto, el 18 de
octubre, prometió justicia a los alteños: “Ni olvido ni venganza,
¡justicia!” (La Prensa, 19/10/03). En marzo El Alto ha recibido un
trato injusto. Al ver este “giro” presidencial, los familiares de
los fallecidos han quedado sorprendidos y profundamente preocupados,
pues después de un año y cinco meses, como un hecho elocuente, acusa
a El Alto, a través de la satanización del Presidente de las Juntas
Vecinales de esta ciudad, Abel Mamani, de ser una ciudad que bloquea
al país. Incluso impulsa, como lo había hecho Sánchez de Lozada,
una imagen de una ciudad irracional y de locura porque, nuevamente, la
califica como ciudad bloqueadora, incluso contra la propia ciudad de
La Paz. Dice: “Abel Mamani, ha decidido radicalizar sus medidas con
un bloqueo total, desde la ciudad de El Alto contra la ciudad de La
Paz” (Ibid, resaltado nuestro).
Entonces, lo notorio del hecho es
que el Presidente de la República, al dar este “giro”
espectacular, para muchos ha “vuelto” a sus cauces o convicciones
ideológicas y a su condición de miembro activo de los grupos
dominantes blanco-mestizos de Bolivia, ha reabierto el conflicto étnico.
Era evidente que desde el 17 de octubre de 2003 Carlos Mesa era un
presidente con bastante respeto por el mundo indígena y popular. Hoy
muchos alteños sienten que el presidente los detesta porque ha
criminalizado sus actos de protesta social. Incluso para muchos alteños
el presidente se ha vuelto agresivo, dominante y atrevido.
Ahora el hecho fundamental de este
“giro” o acto elemental de “giro posicional”, a su condición
natural étnica de discurso y acción dominantes, es que ha
profundizado radicalmente las fronteras y los conflictos étnicos (R.
Stavenhagen: 2001) que vienen produciéndose desde el año 2000 entre
indios o indígenas y los blanco-mestizos en Bolivia, basado en el
hecho de que se han acrecentado peligrosamente los grados de
intolerancia étnica, particularmente de varios blanco-mestizos hacia
los indígenas (urbanos o rurales), observable mediante las relaciones
sociales, dado en el trato poco amigable hacia los indígenas o q’ullas.
Aunque es evidente que desde el otro lado, desde los indígenas, también
hay reacciones de este tipo que lo que hacen finalmente es profundizar
este conflicto. Tal hecho hemos resaltado nosotros en un trabajo
anterior, dada la forma en cómo se han territorializado en diferentes
niveles sociales y espacios geográficos del país las relaciones de
conflicto étnico entre indígenas (los sin tierra, comerciantes,
obreros, profesionales) y los terratenientes, los agroindustriales y
los funcionarios del Estado (P. Mamani, 2004).
Para resaltar nuevamente: el
discurso y la actitud presidencial del día 6 de marzo han entonces
polarizado, o mejor agrietado, aún más estas relaciones de conflicto
entre un bloque básicamente constituido entre lo que es propiamente
lo indígena-popular y otro bloque blanco-mestizo oligárquico [3].
Incluso al interior de los propios alteños, aunque impulsados por
algunos funcionarios de la alcaldía, se extienden peligrosamente
estos grados de conflicto étnico. La ciudad de El Alto tiene
importantes archipiélagos de población blanco-mestiza dentro de un
conjunto de población indígena urbana (aymara, qhiswa) mayoritaria.
El caso evidente de esto último es lo ocurrido el lunes 7 de marzo,
cuando un pequeño grupo de “antibloqueos” apostados frente a la
Fejuve insultó y gritó a los marchistas de condición indígena
urbana [4].
Similar hecho se observó el día
jueves 10, cuando dos grupos se enfrentaron en la Ceja: uno para
criticar la acción de Carlos Mesa y otro para apoyarlo. En ambos
momentos se pudo observar a gente de aspecto típicamente
blanco-mestizo de un lado, y en el otro algo definible como indígenas
(aunque en ambos lados se observaban indígenas urbanos). En Tarija,
Cochabamba, Oruro ese día marcharon principalmente los empresarios,
las clases medias y los empleados públicos.
El propio Defensor del Pueblo,
Waldo Albarracín, se ha manifestado su preocupación (en una
entrevista de televisión) [5] sobre el discurso que estaba manejando
la gente concentrada en la Plaza Murillo en apoyo a Carlos Mesa ese
mismo día. Albarracín hizo notar que allí había un discurso
racista y de mano dura contra los indios y los sectores populares,
catalogados ahora como los bloqueadores. La gente que se ha
concentrado allí es de condición étnica blanco-mestiza y
socialmente ubicada en la clase media, como se pudo demostrar después:
eran empleados públicos y privados [6]. Aunque es importante también
hacer notar que en estos actos han participado algunos sectores
gremiales, como el de Raúl Ríos.
Ahora otro de los hechos
importantes que hay que resaltar es que desde la Plaza Murillo se ha
empezado estigmatizar (E. Goffman, 1986) y a asociar que el color de
la piel morena, o lo pobre, es sinónimo de bloqueo o de protesta
social. La gente comentaba en estos lugares cosas como esto: “Estos
indios tienen todo y siempre, siempre están bloqueando”, auque
muchos de ellos tenían piel morena. Así la piel “blanca” empieza
a ser considerada como tipo referente del trabajo, la honestidad y el
progreso, un hecho muy parecido al discurso de las élites cruceñas,
extendida, ahora, a los sectores dominantes de la zona sur de la
ciudad de La Paz. Otro dato importante para hacer notar estas
relaciones de conflicto étnico es lo ocurrido con el dirigente de la
Central Obrera Departamental de Cochabamba, Alberto Machaca, que el día
lunes 7 de marzo fue sido insultado por un hombre alto, blanco y
delgado, que es un aspecto típicamente de un blanco-mestizo o
militar, que le dijo al dirigente: “Politiqueros de mierda, ¿por qué
no trabajan y dejan trabajar?” [7]. El dirigente es de aspecto
moreno y estatura baja.
Pues de esta manera ha vuelto
renacer con mucha fuerza el darwinismo social en Bolivia, que en el
siglo XIX y XX ha sido ampliamente difundido por intelectuales como
Nicomedes Antelo (1960), Alcides Arguedas y otros. El darwinismo
social buscaba en aquel tiempo el exterminio de lo indios
(particularmente defendido por Antelo) y después se ha convertido en
el fundamento de la dominación étnica. Se consideraba, hoy sucede lo
propio, que el indio es una raza inferior, que sometida a la ley
“universal” de la naturaleza, definida en los más aptos, no tiene
otro camino que extinguirse. Es decir, los más aptos se imponen y los
inaptos deben someterse a los designios de esta ley. En el siglo XIX y
XX ha sido el factor de explicación de la dominación racial. Hoy
bajo esta misma lógica se está tipificando peligrosamente al indio
como el referente de los inadaptados, los irracionales, los locos, los
bloqueadores, que bajo el concepto de Alcides Arguedas (1982) serían
el pueblo enfermo.
El hecho básico de esto es que se
esta empezando a criminalizar su protesta, su identidad, su lengua, su
vestimenta y sus relaciones sociales. El propio Evo Morales ha sido
varias veces increpado o insultado como parte de este hecho. El día
lunes 7 de marzo cuando Morales descendía del Aeropuerto
Internacional de El Alto, cierta gente, definible étnicamente con
corbata y tez blanca, le ha gritado o le dijo: “Evo, no dejas
trabajar”. Otro hecho con similar característica se produjo el miércoles
7 de marzo en Villa Fátima, cuando un “médico” (en estado de
ebriedad) protagonizó un accidente de tránsito: chocó contra un
minibús conducido por un chofer de condición indígena o aymara. El
médico salió, después del hecho, a insultar al conductor del minibús
diciéndole “indio” [8]. Frente a esa situación la gente del
lugar reaccionó contra el “médico” diciendo: “Este médico así
debe tratar a sus pacientes. Por los indios él tiene trabajo”. El
hecho notorio de estos casos es que la gente que apoya a Carlos Mesa
está moviéndose sobre la base de estas lógicas y racionalidades
(definidas en el concepto de paz y tranquilidad) para promover actos
de enfrentamiento con movimientos indígenas y populares, entre ellos
el movimiento urbano-rural de El Alto.
Ahora es importante preguntarse ¿por
qué ciertos blanco-mestizos reaccionan de tal manera? ¿Son
reacciones racistas o simples actos causados por el estrés urbano? Lo
que se evidencia de este conjunto de actos es que están definidos básicamente
desde el lugar de los grupos o sectores de las clases medias y las élites
oligárquicas. Y en ello hay que resaltar varios hechos. En el plexo
de estos grupos o espacios sociales se están creando, aunque ha sido
siempre el espacio de la reproducción de actos de discriminación étnica,
importantes grados de intolerancia racial contra los indígenas y
sectores populares. De forma cotidiana se enseña a los niños a
diferenciarse de los otros, los indios.
En una marcha indígena de los
ayllus de Chuquisaca hacia la plaza 25 de Mayo pudimos observar y
escuchar en el año 2000 este hecho cuando un niño de solo 6 años le
dijo a su madre: “¡Mira los indios!”. La madre, ante esta
exclamación, preocupada le dijo “Cállate”. Los espacios donde se
reproducen estas racionalidades, además de la familia, son el colegio
militar y policial, la escuela y los colegios, las universidades, las
reuniones sociales. Se ha extendido en dichos espacios una especie de
bronca antiindígena, tal vez dada en el hecho de que los indios se
han convertido o se están convirtiendo en el sujeto histórico del país
y de su propia historia. Además, como opina Félix Patzi (2003),
estos grupos tienen una lógica de reproducción consanguínea
bastante cerrada sobre sí misma. No se casan fácilmente con grupos
diferentes a ellos. Por ejemplo, no lo hacen con los comerciantes o
qamiris (adinerados) aymaras de Garita de Lima, Buenos Aires y Uyustus
de la ciudad de La Paz.
El sentido de distinción (P.
Bourdieu, 1991) o culto (N. Elias, 1994) o “pureza racial” son
valores altamente apreciables, pese a que bailan morenada, caporal,
tinku y otros, en el pasado definidos como bailes de indios, porque se
sigue calificando a la cumbia, a el huayño, a la tarkeada, a la moxeñada
y a la zampoñada como la “música del micro (colectivo)”, es
decir, la música de los indios o los cholos.
En cuanto se trata propiamente de
la clase media (empleados públicos, privados, profesionales o técnicos)
este sector se está convirtiendo ahora, y ya ha jugado ese papel, en
una especie de “colchón moral” de las élites. Para algunos las
clases medias suelen tener una posición cómoda al estar entre el
bloque popular o indígena y las oligarquías. Pero en Bolivia, las
clases medias tiene una histórica y clara definición, que es ser ese
nexo o “colchón moral” de las élites. Además tienen una condición
económica cómoda e interrelaciones culturales con ellos. Así,
tienen una definición o posición en las relaciones de dominación étnica.
Son parte de la legitimación de las relaciones racializadas y de la
explotación étnica. Lo cual, sin embargo, no quiere decir que estas
clases medias son homogéneas en su discurso y en su acción. Hay
grupos o círculos de intelectuales y artistas que entran en conflicto
con ellas. Hay varios casos de este tipo de hechos.
Pues bajo aquellas relaciones, la
ciudad del El Alto, y los movimientos sociales indígenas y populares
(los cocaleros, los sin tierra, los aymara, los indígenas del
oriente), que después de ser calificada como una ciudad heroica, o
como sostiene R. Prada (2004), la ciudad que contiene la nación, ha
pasado rápidamente a ser una ciudad vilipendiada o insultada o
agredida. Prada sostiene que en octubre El Alto ha sido factor
fundamental para el despertar de la historia del enclaustramiento marítimo
que sufre Bolivia por parte de Chile. Inviabilizó la exportación del
gas por puertos chilenos, que lo que ha provocado es obstaculizar el
potenciamiento del norte de Chile. El Alto y las provincias del
altiplano y los valles de La Paz y Oruro han articulado un poderoso
movimiento social, algo que no son capaces de hacer, en situaciones
como ésta, las clases medias y las élites. El propio presidente
Carlos Mesa ha utilizado tal hecho como un hecho histórico al
plantear en los foros internacionales y nacionales el derecho de
Bolivia al mar. Ahora ¿por qué se criminaliza la posición de El
Alto y los movimientos sociales, cuando es El Alto es el que dio sus
muertos (más de 60 y 400 heridos) para no potenciar la economía
chilena? ¿Estos grupos se han olvidado rápidamente que El Alto es el
continente de la nación? ¿Las clases medias tienen memoria corta?
Al parecer los grupos oligárquicos
y las clases medias tienen una mentalidad bastante frágil u
olvidadiza, particularmente cuando se trata de esos Otros, los indios.
Ramiro Condarco, estudioso del levantamiento de Zárate Willka,
sostiene que en el triunfo liberal del norte, el de Pando, se ha
tratado de ocultar la participación de los indios. Es como una
presencia incómoda que quita valor a la memoria y el triunfo liberal
de ese entonces.
Así, se puede sostener que las
clases medias y las oligarquías se convierten en mendigos de
conciencia, porque carecen o no tienen conciencia histórica sobre el
país y sus derechos. El ejemplo notable de ello es que Bolivia no ha
perdido sus territorios en las guerras internacionales, un total de
971.924 km2, por bloqueos o porque no trabaja, sino por la
inconsciencia de sus élites y clases medias limosneras. Esto lo
reconoce el propio Presidente de la República. La limosna como
fundamento de la supervivencia: “Una parte de su salario (le pago)
de la limosna internacional que recibo porque extiendo la mano”
(Mensaje a la Nación, marzo 2005).
Cuando una mujer u hombre indígena
extiende en las calles la mano, ellos muestran actitudes de gente
“culta”, “decente” [9], que sabe trabajar y que no tiene
necesidad de extender la mano para pedir limosna. Pues uno puede
entonces entender cuán miserable es la autoimagen que tienen estos
grupos de sí mismos. Así el país no es más que la imagen de estos
actos “cultos”, “decentes”, “racionales”, y al que, sin
embargo, los indígenas le han dado siempre cuerpo y espíritu. Viven
del trabajo ajeno y del sobretrabajo que realizan los indios. Incluso
viven de las tecnologías culturales y los saberes indígenas, porque
exportan al exterior para hacer negocio con ellos. En esa relación es
bastante fácil observar que, cuando estos sectores reclaman trabajar,
lo que en realidad piden es tener más tiempo y condiciones para
explotar y superexplotar al indio, porque el indio trabaja. El indio o
indígena, o también el qulla, para poner un ejemplo real, se
despierta a las 4 o 5 de la mañana para preparar su desayuno e ir a
vender en las frías calles de las ciudades, o en el campo para ir a
trabajar la tierra y cuidar (en las fronteras) el territorio del
Estado. Duerme a las 11 de la noche sin dejar de trabajar antes porque
no tiene empleados/as para comer en la cama o en la mesa.
Aquí es importante recordar lo que
el propio intelectual mestizo Franz Tamayo, en un acto de
reconocimiento de la fuerza moral del indio, sostuvo que el indio no
necesita que alguien se lo trabaje, sino es él mismo el que teje su
propia ropa, produce su comida, construye su casa y de paso trabaja
para el patrón. Lo que Tamayo estaba mostrando es que el indígena es
un ser completo, como todo un ser social, porque no depende de nadie,
sino sólo de él mismo y de sus estructuras comunales y de sus
tecnologías agrícolas o medicinales. El ejemplo notable lo
constituye la construcción de toda una ciudad: El Alto y las laderas
de La Paz. La ciudad de El Alto es producto de un conjunto de trabajo
colectivo organizado por la acción de sus habitantes (al igual que en
las provincias indígenas del país). Las calles, plazas, avenidas,
escuelas, canchas deportivas y aceras han sido construidas, abobe
sobre adobe o ladrillo a ladrillo, por su habitantes. Cada familia ha
aportado su mano de obra y los recursos económicos bajo la lógica de
los turnos y el trabajo vecinal. Esta misma lógica se ha empleado
para instalar agua y luz. Mediante el trabajo de turnos por cuadras o
calles primero se cavan las zanjas de distinta profundidad. Luego
viene la empresa o la alcaldía a solamente instalar y cobrar 445 dólares
americanos (en el caso de Aguas de Illimani) por cada lote. Sucede lo
propio con la instalación de luz. Así los vecinos han construido
toda una ciudad y sus interrelaciones barriales. Aguas de Illimani,
sobre este trabajo invertido, incluso cobra facturas elevadas.
Así el verdadero pueblo enfermo,
como el que ha tratado de mostrar Alcides Arguedas, no es el indio,
sino Bolivia, que sufre de una enfermedad profunda: tiene élites
enfermas. No tiene capacidad para constituirse en el eje de un
proyecto histórico incluyente de la diversidad social. El Estado es
monoétnico y la sociedad multiétnica. No tiene capacidad para leer
la realidad social y la histórica. Simplemente son expertos en
reproducir las lógicas coloniales, mentalidades y prácticas del
pasado con un discurso, sin embargo, de globalización. Por esto
Bolivia no es más que la imagen de estas élites enfermas.
Algunas preguntas para desnudar
este hecho son: ¿cuánto pierde el país por la cultura de la
corrupción incrustada en las relaciones sociales y los malos manejos
de los recursos públicos? ¿Por qué se manejan de forma discrecional
los gastos reservados?. ¿Por qué ciertos sectores “industriales”
piden de forma permanente condonación de deudas al Estado? ¿Por qué
se tolera y se impulsa, al tiempo de defenderla, la dilapidación de
los recursos naturales no renovales (como el gas, o en el pasado el
estaño) en mano de las transnacionales? ¿Por qué Bolivia no puede
producir industria si hay mano de obra barata y materia prima? ¿Por
qué las clases medias siempre estudian profesiones para la
burocracia?, etc., etc.
Estas y otras preguntas desnudan la
realidad de la dominación étnica y la explotación económica que
sufren Bolivia y los pueblos indígenas, que son más del 70% del
total de la población nacional.
Dos proyectos antagónicos
Bolivia entonces es espacio de dos
antagónicos proyectos sociales. Por una parte, mediante la alianza de
Carlos Mesa con los partidos llamados tradicionales (MNR, UCS, MIR,
NFR, ADN), en el Parlamento se recompuso abiertamente el proyecto
neoliberal con profundos rasgos racistas y neocoloniales. Y segundo,
mediante otra alianza entre indígenas y sectores populares, se ha
constituido un bloque indígena-popular (COB, CSUTCB, MAS, MIP y
otros). El primer hecho se da mediante la ratificación de Carlos
Mesa, el 8 de marzo, por el Parlamento como Presidente de la República.
El “golpe mediático” (Pulso, 2005) de Carlos Mesa ha tenido su
efecto hasta ese momento. Ahora, el hecho fundamental de este acto es
la reconstitución de una alianza blanco-mestiza en torno a los
partidos que han cometido las masacres de El Alto en octubre de 2003.
MNR,
UCS, MIR, ADN y NFR, la
megacoalisión en pleno y parte del gobierno de Gonzalo Sánchez de
Lozada, se han convertido ahora en el soporte político y “moral”
del gobierno de Carlos Mesa. Sin duda este es un momento importante
para los intereses de los grupos dominantes, porque el país se les
iba de las manos. Estaban en peligro los intereses acumulados producto
de la administración del Estado y de sus instituciones. También es
un momento importante para Carlos Mesa, porque supo manejar los
medios, aunque según el semanario Pulso “lo malo de los efectos
mediáticos es que se disipan en el éter, sin penetrar en la
realidad” (Pulso, 2005). Los medios de comunicación han jugado para
este “golpe” un papel importante. Varios presentadores de televisión
han expresado abiertamente su opinión (se entiende que tienen que
informar) en el sentido de que “dejen trabajar, el país tiene que
avanzar” [10]. Estos medios de comunicación ¿a qué intereses económicos
particulares o empresariales responden?
La pregunta inmediata, sin embargo,
para penetrar en detalle a dicho acuerdo es: ¿bajo qué condiciones
el MNR firmó del llamado Acuerdo ante la Nación, sino es para
favorecer a Gonzalo Sánchez de Lozada en el juicio de
responsabilidades en su contra? También se puede preguntar: ¿es para
acometer contra los movimientos sociales y la ciudad de El Alto, como
ya lo hizo el gobierno mediante la Resolución Administrativa No. 8 de
solicitar al Fiscal General de la República el procesamiento o
detención de los manifestantes? Además ¿es confiable el cobro
exacto de impuestos y de regalías a las petroleras cuando ya se han
convertido en una especie de voceros de las transnacionales?
Lo evidente del hecho es que se han
recompuesto, aunque por “golpe de efecto”, los grupos de poder,
mediante el Parlamento y el gobierno, para mantener las estructuras de
dominación y los sistemas de gobierno neoliberal. Aunque Carlos Mesa
se ha definido como de centro izquierda, lo evidente es que la lógica
de la transnacionalización de la economía y la política prebendal
siguen siendo el factor determinante del empobrecimiento de la población
y el ahondamiento de los conflictos étnicos en distintos niveles y
espacios de la sociedad.
Como contra parte de aquello, pues,
Bolivia, también es parte de una articulación estratégica y política
de los diferentes movimientos sociales indígenas y populares que
desde la década de los noventa y el año 2000 han irrumpido contra la
privatización de los recursos naturales y discriminación étnica. El
hecho que más resalta de ello es lo ocurrido el 9 de marzo, el pacto
antioligárquico de Evo Morales, presidente de las Seis de Campesinos
del Trópico de Cochabamba y Presidente del MAS, de Felipe Quispe,
Secretario Ejecutivo de la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), de Roman Loyza (CSUTCB
paralela), de Jaime Solares de la Central Obrera Boliviana (COB), de
Roberto de la Cruz (Movimiento 17 de octubre), de Alejo Véliz
(Federación de Trabajadores Campesinos de Cochabamba), etc. Aunque
esta no es una experiencia nueva, porque el 17 de julio de 2001 también
se ha producido el abrazo de hermandad entre Felipe Quispe, Evo
Morales, Dionicio Núñez y Oscar Olivera para cambiar completamente,
en ese momento, el panorama político del país. Bajo este hecho,
pues, al momento existe la tendencia a ampliarse de las movilizaciones
sociales, porque el Chapare es prácticamente un territorio
intransitable. Lo es también Chuquisaca. La Fejuve de El Alto
mantiene su estado de emergencia hasta lograr la definitiva expulsión
de Agua de Illimani. Aunque la alianza antioligárquica nace en torno
al manejo del recurso gas con dos tendencias visibles: una primera que
plantea la nacionalización de los hidrocarburos y una segunda el
cobro de un 50 por ciento de impuestos y regalías.
La característica de los
liderazgos indígenas y populares hasta ese momento, antes del pacto,
era de disputas permanentes entre unos y otros. Los movimientos
sociales así no encontraban un canal de articulación permanente como
factor “geopolítico” de las acciones colectivas para extenderse a
diferentes rincones del país. En este sentido es totalmente nuevo
este hecho, que permite cumplir el sueño de muchos indígenas, o
también llamados campesinos, en el sentido de articular un poderoso
movimiento social indígena-popular. De sostenerse en el tiempo esta
alianza, es previsible, aunque los medios no lo creen así por
considerarlo desgastado, generar un verdadero bloque histórico que
articule diferentes demandas y, lo fundamental, un gran proyecto de
una nueva sociedad y de Estado, con base en un proyecto democrático
pero bajo la hegemonía de lo indígena-popular.
Por de pronto el hecho ha recorrido
el mundo como noticia, en contrapartida al acto de Carlos Mesa, para
crear nuevas expectativas y desafiantes nuevos escenarios políticos.
Pues de esta manera Bolivia es un espacio en la que se esta
configurando un nuevo escenario que es difícil predecirlo, aunque es
claro, tiene profundos conflictos étnicos porque cada vez es más
notorio la confrontación entre los indígenas y los blanco-mestizos.
Este hecho podría llevarnos a un nuevo escenario totalmente
imprevisible para los grupos dominantes blanco-mestizos. O al revés,
contra los pueblos indígenas que sufren una histórica dominación.
Lo real, si embargo, es que los indígenas hasta ahora se han
convertido en actores políticos para colapsar, y crear un terreno frágil
que hace insostenible, la dominación étnica y la explotación económica.
¿Estamos ante una guerra civil?, ¿una revolución indígena o
popular?
Notas:
[1] El autor es sociólogo y aymara
con una maestría en Ciencias Sociales en FLACSO-Ecuador. Actualmente
es docente de la Universidad Pública y Autónoma de El Alto (UPEA) y
miembro de Centro Andino de Estudios Estratégicos, CADES.
[2] Miguel Lora en un artículo
establece estos datos con base en la información del Instituto
Nacional de Estadística (INE) y del ex superintendente de Saneamiento
Básico, Franz Rojas Ortuste. M. Lora, “Nacionalizar el agua” en:
El Juguete Rabioso, Año 5, No. 124, La Paz, 2005.
[3] Aquí hay aclarar que no todos
los blanco-mestizos tienen estas mismas actitudes sino una parte
importante de ellos.
[4] Durante este día se ha
producido una multitudinaria concentración en el peaje de la
autopista para repudiar al gobierno con la presencia además de los
dirigentes del Consejo Nacional de Ayllu y Markas del Qollasuyu (Conamaq),
los tarijeños, los indígenas de Santa Cruz, la UPEA, etc.
[4] Entrevista en canal 9 del día
miércoles 9 de marzo de 2005.
[5] El noticiero de RTP (canal 4)
del día jueves 10 de marzo mostró que en la concentración de este día
en la Plaza Murillo han participado empleados públicos y privados.
Incluso había una tolerancia de 12 a 13 horas dictada por el propio
Ministerio de Trabajo. También asistieron las escuelas, o niños y niñas,
dirigidas por monjas católicas.
[5] Este hecho se mostró en el
canal 9 de La Paz.
[6] La nota fue mostrada por canal
9 el día jueves 10 de marzo.
[7] Marisol de la Cadena aborda
este tema con blanco-mestizos de Cusco (Perú). Estos grupos se
manejan bajo la lógica de la decencia, que significa básicamente
limpieza, habla “correcta” del español y educación, lo que es
acto distintivo frente a los indios. Marisol de la Cadena, “Decencia
y cultura política: Los indigenistas del Cuzco en los años veinte”
en: Revista Andina, Año. 12, No. 1, Cusco, 1994.
[8] Es el caso del canal 9, ATB (de
manera particular), y Red Uno, entre otros.
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