Eduardo
Rodríguez, el reemplazante de Carlos Mesa: Un gobierno con las manos
atadas
El
nuevo presidente se hace cargo de un país atomizado y cargado de
reclamos
Por
Hinde Pomeraniec, La Paz
Enviada
especial de Clarín, Buenos Aires, 11/06/05
Es
el imperio de las siglas esta Bolivia desarticulada, en donde cada uno
de los 9 millones de habitantes tiene su reclamo, su exigencia y su
derecho conculcado. Son miles de sindicatos, movimientos sociales,
organizaciones cívicas y federaciones los que toman las decisiones
que, al menos en los últimos 4 años, han tenido más capacidad de
acción política que los partidos tradicionales, refugiados en sus
bancas y avizorando un futuro oscuro si no logran integrarse con los
nuevos actores de esta realidad.
Eduardo
Rodríguez no ha tenido experiencia política y llega al Palacio
Quemado con las manos atadas a cumplir, al menos en parte, lo que
todavía se llama la "agenda de octubre", una serie de
cuestiones que mineros, campesinos, indígenas y maestros vienen
reclamando desde 2003, cuando regaron con sus muertos las calles de El
Alto, en el final ominoso del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Piden nacionalización del gas y Asamblea Constituyente. Piden, antes
que nada, elecciones generales.
Del
otro lado del mapa, rostros de origen europeo y no indígena exigen
autonomía. Es la voz de la llamada "Media Luna", que
incluye a Santa Cruz y a Tarija, los departamentos más ricos en gas,
y a otros que también aportan al PBI bastante más que el Altiplano
combativo y menos afortunado en recursos naturales.
Rodríguez
tiene que tomar decisiones mientras amenazan seguir paralizando el país
a fuerza de bloqueos. No todo el espectro de los movimientos sociales
tiene la misma paciencia, ni los mismos objetivos. Mientras los que
siguen a Evo Morales buscan tener más asientos en el Parlamento y
llevar al líder de los cocaleros al gobierno, otros como Felipe
Quispe hablan de "gobierno originario" o revolución y
esperan una pronta decisión del flamante mandatario sobre la cuestión
del gas.
Sin
muñeca política, el mayor capital de Rodríguez y su peor defecto
será precisamente su falta de pedigrí en el terreno. Deberá afilar
su discurso en el diálogo con la Bolivia aymara e impaciente, y
buscar tranquilizar a la pujante Santa Cruz, ávida de independencia
económica y agresiva con la nación indígena, a la que acusa del
retardo del país.
El
nuevo presidente deberá tomar decisiones clave para lo que se hace
indispensable además comulgar con un Parlamento que ya mostró las uñas
durante su asunción cuando, perforados por la decepción, los
presidentes del Senado y de Diputados le dieron a entender que no podrá
actuar sin ellos porque, si los movimientos sociales tienen la llave
de la agitación popular, ellos aún conservan la del poder formal.
Lo
designaron tras una violenta jornada que dejó un muerto y la renuncia
a la sucesión de los titulares del Senado y Diputados
Nombran
presidente al jefe de la Corte y llama a comicios. Deberá convocar a
elecciones en los próximos 6 meses
Por
Hinde Pomeraniec, La Paz
Enviada
especial de Clarín, Buenos Aires, 10/06/05
Un
minero muerto, un día agobiante de versiones y tensión, y
acusaciones cruzadas con marchas en todo el país fueron el espejo de
la convulsión en Bolivia ayer, un país que —cuando la mayoría
desesperaba— finalmente terminó encontrando una salida transitoria
al caos. Después de los anuncios de renuncia de la línea sucesoria
del presidente Carlos Mesa —un gesto largamente reclamado por
grandes mayorías—, finalmente asumió como presidente interino el
presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé.
Lo que debería seguir es el llamado inminente a nuevas elecciones
generales.
"Quiero
cumplir un mandato breve con la ayuda del Congreso", dijo hoy el
flamante presidente al asumir el cargo ante el Parlamento, reunido en
Sucre. Rodríguez, un abogado egresado de la Universidad de Harvard,
está obligado, por disposición constitucional, a convocar a
elecciones antes de 6 meses.
Fue
un día tremendo el de ayer, con imágenes contradictorias que
presagiaban una espiral de violencia y caos de alcance incierto.
Finalmente, cuando Bolivia parecía irse a dormir con la pesadilla del
primer muerto de la llamada "nueva guerra del gas", terminó
teniendo junto a esa imagen la de un nuevo mandatario. Nada parecía
anunciarlo.
El
senador Vaca Díez finalmente cayó en su propia trampa. Al decidir
sesionar en Sucre, porque La Paz no daba las suficientes garantías,
convirtió a la capital histórica boliviana en un escenario de
protestas múltiples y en una virtual cárcel para los 157
legisladores que debían tratar la renuncia del presidente Carlos Mesa
y la sucesión presidencial.
Las
miles de personas que se acercaron a la Casa de la Libertad convocados
para evitar que Vaca Díez fuera ungido presidente, se convirtieron en
entusiastas carceleros, al impedirles a diputados y senadores moverse
con libertad y poner en marcha la sesión.
Desde
la mañana, la televisión local mostraba los rostros de diversos
legisladores y nadie podía adivinar en ellos el orgullo de la función
pública, sino más bien un sentimiento de vergüenza, cuando no de pánico.
Luego de prolongarse en varias ocasiones su inicio, la sesión fue
suspendida en el momento en que llegaba la noticia de la muerte de
Carlos Coro Mayta, de 52 años, presidente de una cooperativa minera
de Potosí y víctima de una herida de bala en un hecho tan confuso
como la situación general.
Además
de la muerte de Coro, hubo otros cuatro heridos en Yotala, a unos kilómetros
de Sucre. Los militares que asistieron a la policía en esa zona
aseguran que no utilizaron armas de fuego, de modo que no se
responsabilizan por ese pérdida. Los sindicalistas mineros aseguran
que su muerte ocurrió luego de una provocación de las fuerzas de
seguridad, cuando los manifestantes estaban arriba de un ómnibus, que
se dirigía a Sucre, mientras que desde otros sectores culpan al
propio muerto de su destino.
Presionados
por el fervor popular, en una secuencia que los medios de comunicación
amplificaron hasta el exabrupto, los legisladores debieron abandonar
la Casa de la Libertad y fue entonces cuando por horas se desconoció
el destino de Vaca Díez. El presidente del Congreso debió ocultarse
en el Regimiento 2 de Infantería donde, como recordó algún
memorioso, alguna vez se refugió el ex dictador Luis García Meza,
actualmente condenado y preso por cargos de narcotráfico en una cárcel
de La Paz.
Cuando
todo parecía indicar una nueva noche de incertidumbre, y mientras no
quedaba rincón del país sin huelgas de hambre en protesta por los
deseos de Vaca Díez de llegar al Palacio Quemado, el presidente del
Senado le habló al país y, al mismo tiempo, al presidente
renunciante Carlos Mesa. Vaca acusó a Mesa y a Evo Morales, del MAS,
de ser "los verdaderos culpables del cuadro que hoy vive el país"
y de integrar una suerte de sociedad que participa de "un
proyecto político no democrático".
En
su discurso de renuncia a la posibilidad de asumir como presidente, en
el que el enojo se daba la mano con la frustración, Vaca Díez intentó
devolverle gentilezas a Mesa, quien el martes lo había intimado a dar
un paso al costado —el mismo pedido lo hizo al presidente de
Diputados— para permitir que el presidente de la Corte Suprema se
haga cargo del gobierno, con el objeto de llamar inmediatamente a
elecciones generales.
Vaca
denunció que el gobierno habilitó el ingreso de manifestantes a
Sucre con el solo objeto de perjudicar al Congreso y responsabilizó
por la muerte del minero al presidente Mesa y a Evo Morales, a quienes
instó para que hicieran todo lo necesario para devolver la
tranquilidad general que, según él, ayudaron a quebrar. Vaca Díez
denunció además que la gente que había llegado a Sucre había
recibido dinero por hacerlo.
El
presidente de Diputados, Mario Cossío, habló unos minutos después
de Vaca, y siguió el mismo camino de denuncia. Cossío acusó a Mesa
de fogonear los regionalismos y dijo que renunciaba porque no quería
convertirse en "enterrador de la unidad nacional".Durante
todo el día, y desde todos los departamentos, surgieron voces y
gestos de rechazo a la posibilidad de que Vaca Diez asumiera como
presidente. En la mañana, el Alto mando del Ejército dio una
conferencia de prensa donde anunciaron que respetarían la palabra del
Congreso pero sugerían "escuchar la voz del pueblo".
Como
si faltaran más huelgas, ayer los trabajadores de los aeropuertos
iniciaron un paro exigiendo la nacionalización de los hidrocarburos y
también la renacionalización de tres aeropuertos entregados en
concesión. La extensión de la medida afecta a 37 aeropuertos y
pistas de aterrizaje.
Huelgas
de hambre —piquetes de hambre los llaman— de varias alcaldías,
manifestaciones populares en las calles y expresiones de diferentes
movimientos sociales, así como varias declaraciones del MAS de Evo
Morales, que comenzó la jornada denunciando un plan de la embajada de
EE.UU. de imponer a Vaca Díez como seguidor de las políticas
neoliberales del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada. El líder
del socialismo también denunció la presunta existencia de un complot
de las FF.AA. y el mismo Vaca para asesinarlo a él y a otros
dirigentes , así como había sido muerto el minero de Sucre.
Todo
indica que se asoma una tregua en el delicado panorama político
altiplánico. Un pequeño soplo de aire que tal vez le permita
respirar a una población hastiada de hambre y conflicto. Los reclamos
de nacionalización de los hidrocarburos, el llamado a una asamblea
constituyente y a un referéndum por las autonomías aún siguen sin
embargo en pie.
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