Una
misión de buenos oficios de última hora, en la que intervino Hugo Chávez,
logró capear la crisis del Altiplano
Por Oscar Raúl Cardoso
Clarín, Buenos Aires, 11/06/05
¿Qué
dirían ahora los diplomáticos estadounidenses que, hace una semana,
pedalearon en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA)
un indigerible proyecto de "monitoreo" de las democracias
del continente que, de modo mal disimulado, buscaba como blanco al indócil
gobierno de Venezuela?
Fuentes
diplomáticas seguras, cercanas a la misión bilateral
argentino–brasileña que viajó a Bolivia a pedido del desplazado
Carlos Mesa, aseguraron este viernes a Clarín que el polémico
presidente venezolano Hugo Chávez jugó "un papel importante y
positivo" en la resolución de esta etapa de la crisis
institucional que facilitó la designación del jurista Eduardo Rodríguez
Veltzé como presidente de la vecina nación.
Aunque
la sucesión Mesa–Rodríguez Veltzé es, por el momento al menos,
una suerte de sedante institucional ofrecido a un paciente de una
enfermedad política terminal, lo cierto es que los bolivianos han
vuelto a dar un paso atrás desde el borde mismo del precipicio.
Es
algo que se puede admirar en la problemática historia boliviana: para
ser uno de los pueblos más combativos de la región –nunca duda en
el momento de poner el cuerpo allí donde pone la demanda– siempre
ha logrado esquivar la instancia más destructiva, esto es la de la
guerra civil, una experiencia en la que nunca se sumergió. Quizá
pueda seguir haciéndolo si prosperan otras soluciones de fondo.
Vale
la pena considerar por un instante ese rol de Chávez y lo de la misión
bilateral porque ambos dejan apuntes interesantes. Lo cierto es que el
mismo "proceso constitucional" que elogió ayer el
Departamento de Estado al darle la bienvenida a Rodríguez Veltzé
parece haber sido favorecido por Chávez en una instancia crítica, de
acuerdo con el relato.
Brasilia
y Buenos Aires pusieron en este invierno del descontento boliviano a
dos enviados –Marco Aurelio García, asesor de Lula, y Raúl
Alconada Sempé, ex vicecanciller de Raúl Alfonsín– con escaso
margen de maniobra real en el marasmo que aquejaba a Bolivia.
En
el momento más difícil, el posible despeñarse del país estaba
centrado en los intentos del titular del Senado, Hormando Vaca Díez,
por atenerse de modo estricto a la letra constitucional y heredar la
presidencia que dejaba vacante Mesa.
Esto
era inaceptable, algo que vale la pena explicar. Vaca Díez es un
cuadro personalmente desprestigiado de un partido –el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR)– que ya nada tiene de las características
que declama su nombre. Vaca Díez es además un exponente de la
oligarquía –definición que no es obsoleta en este caso– de Santa
Cruz, una de tres ricas provincias del Oriente boliviano (Pando y Beni
son las otras) que esconden mal un deseo de fuga secesionista con los
recursos naturales, el petróleo y el gas natural entre ellos.
La
ambición de Vaca Díez no conoció límite en esas horas; prometió
desmesurado a diestra y siniestra para ver si su candidatura podía
pasar por el Congreso. A sus "cruceños" les aseguró que
antes de fin de año se realizaría el referendo vinculante sobre la
"autonomía", la palabra mágica detrás de la cual se ve la
pretensión secesionista de las elites orientales.
Por
izquierda aseguraba que con un enigmático decreto avanzaría en la
"nacionalización" del petróleo y del gas, pretensión de
los sectores populares que había resistido hasta poco antes de la
dimisión de Mesa. Ambas propuestas eran otras tantas aberraciones.
Vaca Díez –un hombre que criticaba a Mesa por su falta de voluntad
de reprimir la protesta– no engañaba a nadie. Las autonomías, en
tanto echan sombra sobre la integridad territorial, son esencia misma
de un contrato constitucional. Dejarlas cautivas del referendo es
"extraconstitucionalizar" la cuestión. Por lo demás la
idea de nacionalizar por decreto no resiste siquiera un soplido de
verdad.
Contra
las "roscas"
La
oposición a la rosca partidocrática y económica que ganó las
calles como un frente heterodoxo, rápidamente declaró que la asunción
de Vaca Díez –y aun la posibilidad de que fuese el tercero en el
orden constitucional, el titular de Diputados Mario Cossío–
equivaldría al salto a ese precipicio insondable que estaba a menos
de un micrón de distancia.
La
opción de Rodríguez Veltzé, presidente de la Corte Suprema de
Justicia, creció naturalmente, pero tampoco entusiasmaba a tirios o a
troyanos. Evo Morales, dirigente cocalero y del Movimiento al
Socialismo, principal grupo de la oposición, exigía por entonces
garantías que la misma precariedad de los límites jurídicos del
mandato –cuando el Gobierno pasa a la Corte sólo puede llamar a
elecciones presidenciales– le hubiera impedido conceder a Rodríguez
Veltzé.
Fue
en esas complejas circunstancias en que el venezolano Chávez jugó
su influencia personal con Morales a instancia de lo que sugirieron
los enviados brasileño y argentino. Después de un frenético
intercambio entre celulares y teléfonos fijos, Morales abrió la
puerta a la sucesión.
Obviamente
los graves problemas bolivianos apenas si se han trasladado a otra
dimensión. El futuro de la propiedad del petróleo y el gas está
abierto aún como herida, del mismo modo en que lo están asuntos como
el de las autonomías y el de la marginación política y social de la
mayoría indígena (más del 63% de la población).
Pero
el recambio genera algo de aire en el clima nacional enrarecido y la búsqueda
de condiciones para una Asamblea Constituyente ponen en el horizonte
la idea de una refundación constitucional de una democracia que, así
como está hoy en pie, está agotada. El esfuerzo colectivo que resta
por hacer es gigantesco.
Pero
en este punto, al menos, lo cierto es que fue el accionar de
organizaciones populares el que denunció ese agotamiento, del mismo
modo en que reivindicó su derecho a decidir el camino aun haciendo a
un lado a quienes lo bloquean en la forma de piquetes elitistas como
metáforas. ¿Y la OEA? Bien e inútil como siempre, gracias.
Rodríguez
se verá con Kirchner y Lula la semana que viene
Por
Hinde Pomeraniec, La Paz
Enviada
especial de Clarín, Buenos Aires, 11/06/05
El
designado presidente de Bolivia, Eduardo Rodríguez, verá a los
presidentes de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Luiz Inácio
Lula da Silva, la semana próxima en Asunción, Paraguay, durante una
cumbre del Mercosur. Lo confirmó a Clarín el enviado especial
argentino a Bolivia, Raúl Alconada Sempé, quien ayer por la tarde
regresó al país.
"Rodríguez
viene de la Justicia, no es un político en el sentido partidario ni
tiene mandato electoral. Pero la solución institucional fue
importante y volví con la sensación que, aunque hay problemas
complejísimos la situación está más distendida", dijo.
Alconada
Sempé, radical, y el enviado de Brasil, Marco Aurelio García, asesor
de Lula en asuntos externos, dejaron Bolivia tras un día de gestión
en medio de un clima de alta tensión. Cuando ambos llegaron el jueves
a Santa Cruz, el país era un estallido vivo, donde todo era posible.
Los
observadores, que habían llegado por pedido expreso del ex presidente
Carlos Mesa, hablaron antes de marcharse con Mesa y con Rodríguez.
Ambos les agradecieron la gestión.
"Soy
medianamente optimista. Los reclamos siguen (no se bajó El Alto y el
movimiento social de la Constituyente o la nacionalización de los
hidrocarburos, ni Santa Cruz de su reclamo autonómico) pero todos los
sectores le dieron de hecho un espacio a Rodríguez para que pueda
acomodarse", dijo Alconada.
La
relación de Mesa con la Argentina había sufrido algunos roces
semanas atrás, cuando la Cancillería argentina nombró como enviado,
en una misión en principio secreta y que terminó siendo desprolija
en términos de difusión, a Isaac Rudnik, dirigente de Barrios de Pie
con amplia inserción en los movimientos sociales argentinos y
regionales. También, cuando el Ministerio de Defensa argentino anunció
que estaban listos aviones Hércules que podrían rescatar a la
comunidad argentina en Bolivia.
Mesa
era receloso de aceptar ayuda de países vecinos. Pero luego llegó el
pedido junto a otro a la ONU y no a la OEA. Ocurre que a la cabeza de
esa organización ahora está José María Insulza, con cuyo país,
Chile, Bolivia tiene un largo reclamo por la salida al océano Pacífico.
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