Brasil bajo Lula

 

La trayectoria (y la tragedia) del PT

Por Ricardo Antunes (*)
Folha de Sao Paulo, 11/04/04

Correspondencia de Prensa Nº443, 14/04/04

El más exitoso partido de izquierda de las últimas décadas se asemeja hoy al “New Labour” de la vieja Inglaterra.

El PT parece completar su ciclo y llegar a la mayoría política: nacido en el seno de las luchas sociales, sindicales y de la izquierda al final de los años 70, el joven partido surgía, entonces, tanto del rechazo al “socialismo real” como de la socialdemocracia, sin ir hacia el capitalismo. Su vitalidad resultaba del fuerte vínculo con las fuerzas sociales del trabajo. La década del 80, que tantos consideran las “década perdida”, fue para el mundo del trabajo un período de creación y avance. Bastaría recordar que allí florecieron, además del PT, la CUT y el MST, una plétora de movimientos sociales y sindicales, del campo y las ciudades, que irrumpían desde la base, cuestionando nuestra historia casi prusiana, autocrática, cuyos estratos “de arriba” expresaban un universo burgués al mismo tiempo agresivo y medroso, elitista e insensible.

En los años 90, la década de la desertificación neoliberal, una atormenta se abatió sobre nuestro país. Tuvimos privatización acelerada, informalidad descompensada, desindustrialización avanzada y financiarización desmesurada. Todo conforme a la figurita global. Si Collor fue un bonapartista aventurero, fuente inagotable de irracionalidad, con FHC (Fernando Henrique Cardoso) y su racionalidad acentuada el país descarriló en los trillos del social-liberalismo, eufemismo designado a los que practican el neoliberalismo.

El PT sufrió esa tempestad, oscilando entre la resistencia al desmonte y la adopción de la moderación. Luchaba contra el recetario y el programa neoliberal, pero aumentaba su subordinación a los calendarios electorales, actuando cada vez más en el lecho de la institucionalidad. De partido contra el orden, se fue metaforseando en partido dentro del orden. Las derrotas electorales del 94 y 98 intensificaron su transformismo, mientras que el país también cambiaba. En el apogeo de la fase de la financiarización del capital-dinero, del avance tecno-científico del mundo digital y casi espectral, donde el tiempo y espacio se convulsionan, Brasil vivía una mutación del trabajo que alteraba la polisemia, de la cual la informalidad, precarización y desempleo son expresiones. Ingresamos entonces en la simbiosis entre la era de la informatización y la época de la informatización.

Cuando, finalmente, Lula ganó las elecciones, el país estaba de cabeza caída. Al contrario de la potencia creadora de las luchas sociales de los años 80, el escenario era de estancamiento en medio de tanta destrucción. Su elección fue, por eso, una victoria política tardía. Ni el PT, ni el país eran los mismos. El segundo estaba desertificado mientras que el primero se había desvertebrado.

Por eso, la política que el gobierno del PT viene implementando, desde su primera hora, es en parte expresión de su transformismo y su consecuente adaptación al orden. Pero la intensidad de la subordinación al financismo, a los ideales y a la programática neoliberales, dejaron perplejos hasta sus más ásperos críticos. En tanto el tucanato (tucanos, partidarios del PSDB y FHC) y el PFL (Partido Frente Liberal), transitaron de la sorpresa inicial, a constatar que el PT en el poder es la antípoda del PT en la oposición, llegan a un segundo y actual momento de escarnio y crucifixión. El episodio Waldomiro, era solo lo que faltaba, haciendo que la legendaria revista británica The Economist, recordara que el halo del gobierno del PT estaba como un pastel (The Economist, 21-2-04).

Encantado con el mundo palaciego, actuando como paladín del neoliberalismo, envuelto por las músicas de Zeca Pagodinho, adulado por la manipulación “dudiana”, el gobierno del PT mantiene una política económica que, amplía el desempleo y la informalidad y estanca la producción. Su postura en relación a los transgénicos se doblegó a las transnacionales, y su acción contra la Previdencia Pública (Previsión Social) fue visceral negando todo su pasado, generando catarsis junto a los nuevos operadores de los fondos de pensión, que vislumbran la feliz confluencia del mundo financiero con el sindicalismo de negocios.

Pero en un punto el gobierno Lula se mostró más competente que el de FHC: por primera vez en la historia reciente del país, los trabajadores privados fueron empujados contra los trabajadores públicos. Si no fuere trágico, se podría decir que el partido que el partido que nació (con perdón de la palabra) en la lucha de clases, se convirtió en el partido que incentiva la lucha intraclase. Claro que, para eso, fue necesario repetir la historia anterior de los “procesos y depuraciones”, que llevó al PT dominante a expulsar la coherencia para preservar el servilismo. El más exitoso partido de izquierda de las últimas décadas, que tantas esperanzas provocó en Brasil y en tantas otras partes del mundo, se asemeja hoy al “New Labour” de la vieja Inglaterra.

Francisco de Oliveira recurrió al ornitorrinco para retratar la tragedia brasilera. Oriundo de Australia, el monstruito tiene pico de pato, mezcla de reptil con mamífero. Tan extraño y feo bicho, que la pena sarcástica de Melvilla (vale recordar que es de su zafra la máxima sobre el tucano: bello plumaje y carne mala!!) nos recuerda que, cuando un ornitorrinco empajado apareció por la primera vez en Inglaterra, los estudiosos de las ciencias naturales no consiguieron creer que aquel animal existía en la realidad, afirmando que su pico era artificial. La comparación es casi inevitable: ¿sería, entonces, el ornitorrinco al símil petista del tucano?

(*) Profesor titular de Sociología del Trabajo en la Universidad de Campinas (Unicamp). Coordina la colección Mundo do Trabalho. Es editor de la revista Margen Esquerda, miembro de Latin American Perspectivas (EEUU) y Herramienta (Argentina). Autor entre otras obras de ¿Adiós al Trabajo? Ediciones Herramienta, 1999 y 2003

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