La
República despedazada
Enviado
por
Mario Maestri (*)
Traducción de Socialismo o Barbarie, 10/07/05
La
gravedad de la actual crisis política no se origina en las crecientes
y sólidas evidencias de focos generalizados de corrupción en el
gobierno de Lula da Silva. Ella no se debe a la mera –aunque
grave– apropiación privada de los dineros públicos. La gravedad de
los hechos nace sobre todo de la constitución de una mayoría
parlamentaria estable a través de la compra de apoyo de diputados,
promovida por dirigentes del PT [Partido dos Trabalhadores] y del
gobierno federal.
La
corrupción de legisladores para la constitución de una base
parlamentaria estable es una violación gravísima de la legalidad,
que coloca bajo sospecha toda la gestión presidencial, sobre todo las
medidas estructurales contra los intereses populares y nacionales,
algunas de ellas irreversibles, como el pago incondicional de la deuda
externa, la reforma neoliberal de la Previdência (sistema de retiro),
la Ley de Asociaciones Público-Privado, la Ley de Quiebras; la Ley de
Transgénicos, el recorte de las inversiones públicas y sociales, el
salario mínimo, etc. A este nivel de la cuestión, es irrelevante si
los recursos utilizados en el soborno de parlamentarios tenían origen
privado o público, legal o ilegal.
La
eventual comprobación de la existencia de un mensalão
[literalmente: “gran menualidad” que se pagaba a a los
legisladores para que “votaran bien”], plantea en forma ineludible
la responsabilidad de Lula da Silva por encubrimiento de violación
institucional grave, ya que el portavoz de la misma Presidencia
reconoce que el prsidente fue informado de esos hechos delante de
testigos. En verdad, poco importa que el presidente haya tenido o no
conocimiento anterior, parcial o pleno, de los hechos. Lo determinante
es que después de la denuncia, encubrió, por inacción,
un acto gravísimo promovido por el núcleo central de su partido y de
su gobierno, destinado a apoyar las iniciativas gubernamentales.
¿Golpe
contra quién?
Fue
precisamente la natural y necesaria exigencia de instauración del
proceso de impeachment [juicio al presidente con vistas a su
destitución], en caso de que las denuncias fuesen comprobadas, que
determinó que la dirección petista levantase, en los primero
momentos de la crisis, la extraña denuncia de la existencia de un
movimiento golpista de derecha contra Lula da Silva, promovido por las
“elites”, o por el PSDB-PLF [PSDB: Partido
da Social-Democracia Brasileira – PFL: Partido da Frente Liberal],
o incluso por los mismos Estados Unidos. Esta tesis fue retomada, a
continuación, tímida o incondicionalmente, por intelectuales y políticos
más o menos próximos al PT y al gobierno.
¡Inmediatamente
después de la denuncia de esta supuesta amenaza de golpe
de derecha, fue recordado que, para hacer verosímil esta tesis, hacía
falta un gobierno de izquierda para ser depuesto! O sea, que el gran
capital jamás se levantaría contra Lula, precisamente por ser él
uno de sus más devotos administradores. En los hechos, ¿por qué el
imperialismo y el gran capital lo sacarían de la presidencia? ¿Para
sustituir a Palocci en Hacienda, a Meirelles en el Banco Central, a
Rodrigues en Agricultura, a Furlan en Industria, a Tarso Genro na
Educación? ¿Para retirar a las tropas brasileñas de Haití? ¿Para
perturbar las óptimas relaciones entre Lula y el compañero
Bush?
¿Por
qué el gran capital pondría fin a la sucesión ininterrumpida,
coherente y productiva de acciones en pro de sus intereses emprendida
por un presidente y unos partidos y movimientos con innegable apoyo y
tradiciones populares?
Sería
además la propuesta de un movimiento golpista singularmente inverosímil,
ya que la deposición constitucional de Lula elevaría a la suprema
magistratura a Alencar, un representante de las clases propietarias
ligado política y económicamente sobre todo al mercado interno y,
por lo tanto, un crítico público y contumaz de la política de Lula
de tasas de interés astronómicas, exigida por el capital financiero.
Cheque
en blanco
En
el caso de que la actual crisis constituyese una conspiración urdida
desde el exterior del no gobierno, y no una criatura surgida
desde las entrañas putrefactas de la administración presidencial (a
través de la inesperada defección de Roberto Jefferson, dirigente de
la derecha “fisiológica” ,
al cual Lula otorgó su total confianza al decir que le entregaría
hasta un “cheque en blanco”), entonces el movimiento debería ser
definido como un golpe que buscaría arrastrar al gobierno
hacia la izquierda y, jamás destinado a descolocarlo para una
situación aun más a la derecha.
Los
grandes medios y los partidos conservadores de oposición han
procurado cuidadosamente preservar el status presidencial del
de Lula da Silva, precisamente por ser el actual representante
incontestable del gran capital. Se trata de una protección también
regida por intereses electorales. El PSDB y el PFL mantienen al
presidente al margen de sus ataques contra el gobierno y el PT, pues
desean que Lula permanezca hasta las elecciones del 2006 en el comando
aparente de la nación, crecientemente debilitado e incondicionalmente
atado a las políticas conservadoras. Más de lo que el Diablo abomina
la cruz, el PSDB y el PFL temen un impeachment
que desestabiliza, por un lado, la dominación de capital sobre Brasil
y, por el otro, abra la oportunidad, con la asunción de José Alencar,
de una reorientación del gobierno en sentido desarrollista.
Tal viraje político posiblemente aseguraría la reelección
aclamatoria del actual vicepresidente en 2006, y continuación del
ayuno presidencial del PSDB y del PFL por cuatro años más, en un
escenario político de desenvolvimientos indeterminados.
¿De
dónde nace la actual crisis?
El
hecho de que el gobierno Lula representa los intereses del gran
capital dificulta, por un lado, la comprensión de los ataques
emprendidos contra él por los partidos de la derecha tradicional
solidarios con sus políticas generales; y, por el otro, la paradojal
casi-neutralidad o la defensa abierta del gobierno asumida por algunas
fuerzas de izquierda, que deberían aprovechar la singular oportunidad
abierta por la crisis para organizar una ofensiva general del
movimiento social.
La
crisis del PT y del gobierno Lula no fue un fenómeno inesperado.
Roberto Jefferson, presidente del PTB, partido fisiológico del bloque
de apoyo al gobierno, acorralado por el descubrimiento de la red de
corrupción que comandaba en la administración federal, aprovechó la
ocasión para denunciar públicamente la compra de votos de los
parlamentarios del PL [Partido
Liberal] y el PP [Partido Progressista],
otros dos partidos fisiológicos del bloque de apoyo a Lula. Esto
motivó una inesperada y grave precipitación de la crisis política
latente, vivida por el gobierno en los últimos tiempos.
El
estado de debilidad política del gobierno Lula ya se habían
expresado claramente en los malos resultados del PT en las elecciones
municipales de 2004 y, sobre todo, en las mas reciente derrota sufrida
por el gobierno en la elección de presidente de la Cámara de
Diputados, con la victoria de Severino Cavalcanti, rústico diputado
pernanbucano del PP, que recibió 300 votos, mientras que el refinado
abogado paulista Luiz
Greenhalgh, candidato de la cúpula petista y de Lula, recibió apenas
195. Un derrota presentada por los dirigentes del PT como un mero
tropiezo dentro del fuerte fisiologismo parlamentario.
Fragilidad
económica y política
La
innegable articulación del diputado Severino Cavalcanti
con los intereses fisiológicos de la Cámara –intereses igualmente
contemplados por el candidato del PT y alimentados sistemáticamente
por el gobierno a través de la liberación de partidas para
“enmiendas” parlamentarias del presupuesto entre otras cositas–
hizo que pasasen desapercibidas algunas razones profundas de ese
tropiezo. Una de ellas se evidenció cuando fue rechazada la Medida
Provisoria 232/4, acción comandada por el nuevo presidente de la Cámara,
el 27 de marzo pasado.
La
MP 232/4 pretendía servir de propuesta de reajuste parcial del
descuento de la tabla de Impuesto a la Renta, corroída por la inflación,
para aumentar la tributación general del sector servicios. Al
capitanear el rechazo de la MP, Cavalcanti se hizo eco de una
reivindicación de sectores capitalistas no hegemónicos de Brasil,
golpeados por la incesante hemorragia tributaria a favor del capital
financiero, fortalecida durante el gobierno de Fernando Henrique
Cardoso y profundizada por la administración Lula.
La
actual crisis vivida por el gobierno Lula en general y por el PT en
especial constituye sobre todo el resultado del respeto perruno a los
intereses y exigencias del gran capital financiero y, secundariamente,
exportadores.
Es
una orientación que hiere sistemáticamente, en forma más o menos
profunda, a través de la política de altas tasas de interés, pago
incondicional de la deuda, superávit primario creciente, corte de las
inversiones productivas y sociales, cambio fluctuante [del real],
etc., a las clases trabajadoras y populares, y también a sectores del
capital volcados al mercado interno.
Dictadura
financiera
El
servilismo gubernamental al capital financiero ocasionó una profunda
depresión económica en el 2003 y una retomada del ciclo expansivo en
el 2004, bajo el influjo del crecimiento mundial, pero inferior
a la alcanzada por otros países en situación semejante a la de
Brasil. Actualmente, la continuidad de la política de altas tasas de
interés y de pago incondicional de la deuda, está deprimiendo, por
un lado, la reanudación del ciclo expansivo –como lo testimonia la
caída de las inversiones desde el tercer semestre de 2004– y, por
otro lado, sectores exportadores, debido a la valorización del real,
le están retirando el apoyo al gobierno en las clases propietarias.
Hay
que subrayar, además, que la política económica de Lula no garantizó
una expansión significativa del empleo ni de la capacidad de compra
de los trabajadores, ni siquiera en el breve ciclo económico
virtuoso de 2004. A fines del primer semestre de 2005, la
capacidad media de compra del trabajador había crecido apenas un 2 o
3% en relación al año anterior, y se mantenía de un 25 a un 30%
debajo de la alcanzada en 1997, que fue su mayor valor en los últimos
años. El desempleo en el gran San Pablo, después de llegar a 20,7%
en abril de 2004, reculó a un 16,7% en enero de 2005, para volver a
elevarse a un 17,3% en marzo.
La
actual crisis política expresa también la incapacidad del PT de
transformarse en el partido orgánico de los grandes
propietarios de Brasil. Sería una metamorfosis que paradojalmente, al
establecer una correspondencia ideal entre la política
implementada y la representación política de las clases que la
dictan, socavaría la gran razón de la permanencia del PT y Lula en
el gobierno: la defensa de las políticas neoliberales por partidos y
líderes con influencia popular.
Pugna
en las alturas
Por
consiguiente, la política económica de Lula no consigue conquistar sólidos
apoyos sociales y políticos más allá de los sectores financieros y
exportadores beneficiados, y continúa la disociación entre el carácter
de la política impulsada y los importantes sectores políticos y
sociales sobre los que aún se apoya el PT.
Esa
realidad provoca, por un lado, un debilitamiento de la base popular de
apoyo del gobierno. Y, por el otro, ocasiona fracturas y
contradicciones entre las diversas fracciones del capital. Así se
crean condiciones para que los partidos de la derecha tradicional hoy
en la oposición –sobre todo el PSDB, el PFL y el sector opositor
del PMDB [Partido do Movimento Democrático
Brasileiro]–
se organicen para disputar el privilegio y los beneficios
de administrar del 2007 al 2010 la política neoliberal en curso desde
hace más de una década.
Por
lo tanto, las contradicciones y los límites señalados del gobierno
Lula permiten (y obligan) a los partidos de la derecha tradicional
fuera del gobierno a una creciente oposición a la presidencia, al
gobierno y al PT. Siendo así, sobre todo el PSDB y el PFL, aprovechan
el descontento de sectores de las clases propietarias para consolidar
sus posiciones como bloque conservador alternativo a la reelección de
Lula. Mientras tanto, esa oposición política termina socavando y
debilitando la misma aplicación de las medidas exigidas por el gran
capital –y defendidas por esos partidos, por el PT y el gobierno–,
hecho señalado por el mismo Wall Street Journal, del pasado 8
de julio.
La
actual crisis política burguesa vuelve más difícil la aprobación
de las reformas universitaria, política y laboral, y otras
iniciativas exigidas por el imperialismo y el gran capital. En ese
sentido, la actual confrontación constituye una indiscutible
fragilización de la hegemonía política del gran capital sobre el país,
pero de ninguna manera se trata de una ofensiva del mismo contra el
gobierno. Es una coyuntura que abre indudablemente posibilidades
favorables al mundo del trabajo y a las clases populares.
Destrucción
constructiva
Mientras
tanto, la pugna interburguesa puede resultar en un fortalecimiento de
la hegemonía del gran capital, en detrimento de los intereses
nacionales y de las clases populares. Eso ocurriría en le caso de que
Lula fuese reelegido en 2006 para continuar con su orientación
conservadora, o que fuese substituido en las elecciones por un nuevo
bloque político conservador, sin que en ninguno de esos casos la
población consiga comprender plenamente la identidad profunda de
ambos bloques políticos.
Desde
el punto de vista de las clases propietarias, la presente crisis puede
constituir un verdadero proceso de destrucción constructiva,
en caso de que se avance en el deseable establecimiento de una
mayor correspondencia entre la política implementada y los sectores
políticos que la implementan, a través de un redimensionamiento
radical de la importancia del PT en el gobierno a favor de los
partidos tradicionales de la burguesía, con destaque para el PMDB y
secundariamente el PP, el PTB [Partido
Trabalhista Brasileiro]
o el PL.
La
substitución de José Dirceu en la jefatura de la Casa Civil por un
cuadro apenas formalmente petista, le entrega de ministerios al PMDB,
la discusión sobre el ingreso en el gobierno de Delfim Netto, el
siniestro ejecutor de la política económica de la dictadura militar,
registran claramente la radicalización de la metamorfosis política
ya esbozada por Lula al alejar a Roberto Aamral del Ministerio de
Ciencia y Tecnología, a Miro Texeira del Ministerio de de
Comunicaciones y a Carlos Lessa de la presidencia del BNDES, debido a
sus posiciones nacional-desarrollistas.
Populismo
de derecha
Con
ese movimiento, Lula procura superar la actual crisis y crear las
condiciones para candidatearse a la reelección en 2006, como cabeza
de un bloque político orgánicamente más armónico, en el cual el PT
debilitado constituiría una mera base de apoyo popular, al
lado del PMDB, PP, PTB y PL. Es una operación que procura garantizar
la continuidad de la adhesión del gran capital, al interesarlo en la
continuidad de la gestión presidencial por un político de origen y
lazos populares, ahora a la cabeza de una coalición con vínculos orgánicos
con las clases conservadoras.
Esta
maniobra sería posible, sobre todo si se produce en los próximos
meses un relanzamiento real de la economía y no ocurre una reacción
social efectiva. Sin embargo,. la materialización de este proyecto
–sin importar los resultados que logre e incluso permitiendo el
crecimiento de la votación y la elección de parlamentarios a la
izquierda del PT– sería una derrota histórica del movimiento
social, porque significaría que la candidatura de Lula (ya con vínculos
orgánicos con el gran capital) mantendría aun apoyo entre
importantes sectores sociales populares y de trabajadores.
La
continuidad de la crisis política, eventualmente agravada por el
breve vuelo de gallina del crecimiento de la economía debido a
la continuidad de la actual política económica, puede ocasionar el rápido
deterioro político del gobierno, con el desistimiento de la
candidatura de Lula y la consagración en las urnas de un candidato
alternativo del gran capital. Este proceso facilitaría igualmente la
derrota del movimiento popular, aunque creciese el apoyo electoral y
la representación parlamentaria de los partidos de izquierda.
Sin
oposición real
La
actual coyuntura abre sin duda posibilidades favorables a las fuerzas
populares y democráticas. Sin embargo, ella puede también permitir,
como hemos dicho, una reacomodación conservadora del gobierno o la
continuidad de la actual política por otro bloque político. Esto
podría ser así, sobre todo si se mantiene la actual falta de
orientación del movimiento social, que materializa en la rendición
incondicional –MST [Movimento dos Trabalhadores Rurais sem Terra],
CUT [Central Única dos Trabalhadores],
izquierda petista, etc.– y en la oposición semiformal –PSOL
[Partido Socialismo e Liberdade],
PSTU [Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado],
PCO [Partido da Causa Operária], etc.– al gobierno, emprendidas por
la izquierda en el contexto de crisis en que vivimos.
Después
de haber organizado el más importante y creativo movimiento rural jamás
conocido en Brasil –movimiento que obtuvo amplias conquistas y
avances en la organización y conciencia de los trabajadores del
campo, la dirección del MST se encuentra hoy en un callejón sin
salida, debido a la crisis objetiva de su propuesta de gobierno de
frente popular entre las clases populares y los sectores progresistas
de la burguesía, y de reforma agraria con indemnización del
latifundio improductivo. Es un callejón sin salida motivado
paradojalmente por la elección de Lula, que hubiera debido, por el
contrario, consagrar esa estrategia.
Hace
mucho tiempo que la burguesía progresista constituye apenas un
triste y viejo espantajo para ahuyentar la propuesta y el programa de
los trabajadores como única y exclusiva solución a los problemas de
la sociedad brasileña. Los grupos económicos nacionales que se
parecerían al “retrato hablado” (o identikit) de la
burguesía con contradicciones con el gran capital, se encuentran
metidos hasta el cuello en el agro-negocio [agrobussines
principalmente para exportación].
El
pago incondicional de la deuda y la política de altas tasas de interés
no permiten la indemnización masiva de los latifundios ociosos,
crecientemente cobijados por el agro-negocio, sector indiscutiblemente
instalado en el corazón del gobierno.
¡Hacia
la derecha, siempre!
Aun
viendo sus políticas, propuestas y reivindicaciones totalmente
desechadas por el gobierno, la dirección del MST mantiene su apoyo a
Lula, que le concede la neutralidad relativa del estado frente a la
movilización de los trabajadores rurales y le da algunos limitados
recursos para el sustento de emergencia de los campados y aposentados
que suelen estar en situaciones desesperadas.
Este
apoyo al gobierno debilita la alianza entre los trabajadores de la
ciudad y del campo, al sostener medidas antipopulares del gobierno,
como la reforma de la Previdência, las reformas universitaria,
sindical y laboral, y el salario mínimo.
La
Coordinación de Movimientos Sociales (constituida
principalmente por el MST, la CUT y la UNE [União Nacional dos
Estudantes]) se pronunció claramente –a través de la contradictoria “Carta
al pueblo brasileño” y de la movilización de Goiânia
durante la realización del 49° Congreso de la UNE– contra el golpe
de derecha y por la reivindicación protocolar de una guiñaa a
la izquierda del gobierno. La declaración, la movilización y el
encuentro entre Lula y los dirigentes de la Coordinación fueron
seguidos por la inmediata y sperada minimización de la influencia del
PT en el gobierno en favor de los partidos de derecha y la aproximación
a Delfim Netto, representante indiscutible de los sectores más
despiedados de la llamada burguesía nacional.
En
un impasse aun más grave se encuentra la llamada izquierda petista,
ya que no posee las sólidas raíces sociales que dan fuerza al MST.
Sus profundos lazos con la administración directa o indirecta del
estado, el miedo a perder posiciones y puestos parlamentarios, la
ausencia de cualquier programa autónomo para Brasil, más allá de la
retórica moralizante y la defensa de medidas desarrollistas burguesas
que ya condujeron a los trabajadores del país a un callejón sin
salida, han llevado a la izquierda petista a mantenerse dentro del PT.
Ahora sufren las duras consecuencias de la revelación del impúdico
desenfreno de los elevados dignatarios petistas con las
instituciones y las finanzas públicas.
Partido
y gobierno en disputa
Sin
una salida inmediata, la izquierda petista optó por la defensa del
gobierno y de Lula, alimentando la propuesta ya putrefacta de una gobierno
y un partido en disputa.
Estarán
luego obligados, antes de octubre, o a una retirada desordenada del PT
en busca de una lista que incluya a sus candidatos, o a aceptar una
posición de subordinación total en el contexto de una aproximación
creciente de Lula a los partidos y líderes tradicionales de derecha.
La
tentativa de Lula de solucionar la crisis a través de una recomposición
más estrecha con los partidos y líderes orgánicos del capital, por
un lado, y el PSDB y el PFL que se proponen como alternativa, por el
otro, está paradojalmente facilitada por la insistencia de las
direcciones políticas de la izquierda en caracterizar la crisis como
otro caso grave de corrupción, sin apuntar a su verdadera esencia: la
gestión fraudulenta del orden constitucional por el núcleo central
del gobierno y del partido presidencial, bajo conocimiento de Lula da
Silva.
La
negativa de las fuerzas de izquierda de exigir el esclarecimiento
radical de los hechos, y consecuentemente la acusación constitucional
contra Lula, se apoyan comúnmente en el argumento de la falta de oportunidad
de la defensa del impeachment –en el caso de que los hechos
sean comprobados–, ya que no existirían condiciones sociales para
una movilización nacional. Se plantean también, por un lado, la
necesidad de esperar una maduración de la crisis, y, por el otro, la
ausencia de una alternativa de poder popular en caso de deposición
constitucional del presidente.
Lucha
democrática
La
denuncia de la gravísima agresión a las normas constitucionales
vigentes y la exigencia de su correspondiente castigo-corrección en
el caso de ser comprobadas, no son acciones que puedan ser regidas por
criterios de oportunidad política. Por el contrario, son imperiosas e
insalvables exigencias de la lucha por el respeto de los derechos
democráticos. Dejarlas de lado o subalternizar esta cuestión y es
refrendar, por omisión, el gravísimo golpe que hace pedazos las ya
deterioradas instituciones republicanas de Brasil.
La
lucha popular por el castigo de este grave atentado necesita, para
desarrollarse, de la denuncia, la agotación y las movilizaciones que
esclarezcan a la población sobre la gravedad y el sentido de los
hechos, aminorando así los resultados de las operaciones de
desinformación promovidas por la gran prensa, por el gobierno y por
los partido tradicionales de derecha. La demora y la laxitud en este
necesario proceso de denuncia y movilización, contribuyen a la
estabilización y a la solución conservadora de esta crisis de
dominación de capitalismo en Brasil. Tal pasividad puede nacer también
de tendencias electoreras incrustadas en las organizaciones de
izquierda, que apuesten (al igual que el PSDB y el PFL) en el
proseguimiento normal de las investigaciones que centre en las
denuncias de la expoliación privada de los bienes públicos, y no
cuestionen directamente a la presidencia, esperando que en ese proceso
nazca en el 2006 un escenario electoral favorable a las propuesta a la
izquierda del PT.
Respuesta
popular
En
caso de una estabilización-solución de la presente crisis conforme a
los intereses conservadores de afuera o de adentro del gobierno,
cualquier avance relativo de los partidos y movimientos de izquierda
en las elecciones del 2006 sería una victoria a lo Pirro, debido a la
grave derrota que sufriría el movimiento social como un todo, y, por
lo tanto, en las propuestas de construir una herramienta política
efectivamente clasista y socialista para los trabajadores.
Se
impone la necesidad de la reunificación de los partidos y movimientos
de izquierda –en particular del PSOL, el PSTU, el PCO y la Consulta
Popular– en torno a una propuesta política que presente una solución
a la crisis actual, que fortalezca la movilización y organización de
los trabajadores y la población.
En
este momento, la síntesis integradora de la oposición democrática y
de clase al gobierno neoliberal de Lula tiene como eje político la
exigencia de investigación de la agresión del presidente al orden
constitucional y de acusación constitucional del presidente, en caso
de que las acusaciones se comprueben como hasta ahora todos los
elementos develados lo indican con singular riqueza de detalles.
Una propuesta que coloca igualmente el debate
sobre la pertinencia de la convocatoria de una asamblea nacional
constituyente, cuando se realicen las elecciones generales de 2006,
apoyada en un programa de las clases trabajadoras para la solución de
la crisis estructural del país, en la cual se destaca la reivindicación
del rechazo de la deuda externa e interna, la anulación de las
privatizaciones de los gobiernos anteriores, la nacionalización del
comercio exterior y del sistema financiero y bancario, la expropiación
sin indemnización de los grandes latifundios productivos, para
efectiva democratización de la propiedad de la tierra, la
revocabilidad de los parlamentarios y gobernantes y el derecho popular
de iniciativa legislativa.
Notas:
(*)
Mário Maestri, 57, es historiador. E-mail: maestri@via-rs.net
.- En Brasil, el ingenio
popular clasifica a los dirigentes y partidos políticos en
“ideológicos” y “fisiológicos”: los primeros actúan por
ideas y los segundos por prebendas y sobornos.
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