"Duelo
a muerte" sin disparos fatales
Por Mario Osava
Inter Press Service (IPS),
02/08/05
Río
de Janeiro. No fue concluyente la confrontación entre el ex ministro
de la Casa Civil de la Presidencia de Brasil, José Dirceu, y su
acusador, el diputado Roberto Jefferson, en la sesión del Consejo de
Ética de la cámara baja celebrada este martes en Brasilia, en el
marco de las pesquisas sobre corrupción.
El
duelo era considerado "de vida o muerte" para Dirceu, quien
renunció a su influyente cargo de ministro el 22 de junio y reanudó
su mandato como diputado a raíz de las acusaciones lanzadas por
Jefferson de que comandaba "la mayor red de corrupción"
instalada en el país.
Jefferson
está personalmente implicado en varios casos de corrupción. Pero sus
denuncias a inicios de junio desataron la peor crisis política del
gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. El gobernante e izquierdista
Partido de los Trabajadores (PT), bajo coordinación de Dirceu, habría
sobornado a diputados de otros partidos para asegurar su adhesión al
oficialismo, según el diputado.
Las
averiguaciones de una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI),
de la Policía Federal y del Ministerio Público (fiscalía)
comprobaron que el director de finanzas del PT, Delubio Soares, manejó
por lo menos unos 50 millones de reales (21 millones de dólares) a
través de un empresario de publicidad que entregó sumas variadas a
dirigentes de partidos oficialistas.
Los
máximos dirigentes del PT, que renunciaron a sus cargos, y el
empresario Marcos Valerio de Souza dijeron que las abultadas sumas
fueron obtenidas por préstamos en dos bancos y se destinaron a pagar
"deudas de la campaña electoral” de 2002 --cuando se eligieron
gobernantes y legisladores nacionales y estaduales-- y gastos de la
campaña para los comicios municipales de 2004.
Las
sumas eran retiradas en efectivo de los bancos porque se trataba de
ingresos y gastos "no contabilizados" en las cuentas
electorales. La explicación, poco creíble porque los pagos eran
regulares y algunos beneficiarios no eran candidatos, busca la
configuración de un delito electoral que evite las penas más graves
de la corrupción.
Dirceu
negó haber conocido esas operaciones, destacando que no respondía
por los actos de la dirección ejecutiva del PT, ya que fue ministro
en 2003 y 2004, período en que ocurrieron esas transacciones
financieras. Varias veces reiteró que no había indicios objetivos ni
pruebas de corrupción o ilegalidades contra él.
Quien
fue el brazo derecho de Lula desmintió también cualquier
responsabilidad en el nombramiento de directivos de entidades
estatales en las cuales se descubrieron indicios de desviación de
fondos, como la empresa de correos, el Instituto de Reaseguros de
Brasil y Furnas, una compañía generadora de electricidad.
Pero
Dirceu y Jefferson se enfrentaron en papeles invertidos. En realidad,
el ex ministro debió hablar como testigo de cargo contra Jefferson,
acusado ante el Consejo de Ética en un proceso por violar el decoro
parlamentario que podría llevarlo a perder sus derechos políticos
por ocho años.
Jefferson
está involucrado en denuncias de corrupción en varias empresas y órganos
estatales y confesó haber recibido cuatro millones de reales (1,7
millones de dólares) del PT como donación ilegal para la campaña
electoral.
En
cambio, Dirceu debió defenderse durante varias horas y sufrió una
nueva acusación. Según Jefferson, el ex ministro organizó en enero
de este año una misión para captar dinero junto a la empresa
Portugal Telecom para cubrir las deudas de las campañas del PT y del
propio Partido Laborista Brasileño (PTB por sus siglas en portugués),
uno de lo aliados al gobierno y presidido por Jefferson.
Es
"otra de sus mentiras", afirmó Dirceu, que intentó salir
de la posición defensiva recordando los cargos contra Jefferson.
La
compañía Portugal Telecom emitió una nota negando cualquier gestión
de donaciones a partidos brasileños.
La
confrontación entre los dos diputados, que podría dar nuevo rumbo al
escándalo, no aclaró dudas de las investigaciones parlamentarias y
policiales, como el papel que jugaron Dirceu y Lula en los hechos bajo
examen. Las respuestas del ex ministro a las preguntas de otros
diputados tampoco aportaron datos nuevos.
Las
negativas de Dirceu son poco convincentes, porque como ex presidente
del PT (entre 1995 y 2002) ejercía gran influencia en la dirección
ejecutiva de su partido, y como jefe de la Casa Civil de la
Presidencia, se le atribuía un poder comparable al de un primer
ministro.
Además,
algunos indicios lo vinculan con el escándalo. Uno de sus
colaboradores más estrechos aparece recibiendo 50.000 reales (21.000
dólares) de las cuentas sospechosas, y su ex esposa obtuvo empleo y
un préstamo bancario por gestión del empresario que manejó el
dinero del PT.
"No
renunciaré", aseguró Dirceu, ante rumores de que seguiría el
ejemplo del presidente del Partido Liberal, Valdemar Costa Neto, quien
anunció el lunes la renuncia a su banca de diputado para evitar una
inhabilitación que suspendería sus derechos políticos por ocho años.
El
temor de muchos dirigentes políticos, especialmente opositores, es
que varios de los legisladores acusados renuncien y quiten validez al
proceso en el Consejo de Ética y en las tres comisiones
parlamentarias de investigación que trabajan sobre varios casos de
supuesta corrupción.
Sin
embargo, la renuncia no evitará la inhabilitación de los ya acusados
en los procesos ante el Consejo de Ética, como Jefferson.
Una
iniciativa del PTB para extender el proceso a Dirceu y a Sandro Mabel,
también del Partido Liberal, eleva a tres la cantidad de legisladores
que ya no pueden recurrir a la renuncia para eludir la proscripción
política.
Blindaje
casi total para Lula
Análisis de Mario Osava
Inter Press Service (IPS),30/07/05
Río
de Janeiro. Solo un hecho imprevisible podría amenazar la permanencia
en el cargo del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva hasta
el final de su mandato, el 1 de enero de 2007, pues incluso la oposición
trata de protegerlo del enorme escándalo de corrupción.
Esta
semana se intensificó el movimiento de dirigentes políticos de todos
los matices a favor de acuerdos para mantener la crisis bajo control,
ante la evidencia de que ésta se ha profundizado de tal modo que
”de ahora en adelante todos pierden”, opinó el politólogo
Wanderley Guilherme dos Santos.
Al
esfuerzo de conciliación se sumó inclusive el presidente del Supremo
Tribunal Federal, Nelson Jobim, quien advirtió en diálogo informal
con varios líderes políticos sobre la temeridad de poner en marcha
un proceso para destituir a Lula, cuyo izquierdista Partido de los
Trabajadores (PT) está acusado de formar parte de una importante red
de financiación ilegal de campañas electorales y de sobornos a
legisladores.
La
destitución del presidente mediante juicio político en el parlamento
crearía un clima de confrontación, por la gran popularidad que
mantiene Lula y por la capacidad de movilización de las fuerzas que
lo apoyan, y haría ingobernable al país por muchos años, argumentó
el jefe del Poder Judicial.
Jobim
habla desde su larga experiencia de ex parlamentario y ex ministro de
Justicia. Muchos lo señalan como posible candidato a la Presidencia
en los comicios de 2006, pues lo ven capaz de unir a varias fuerzas de
centro, a partir del Partido del Movimiento Democrático Brasileño
del que fue un miembro importante.
El
derechista y opositor Partido del Frente Liberal (PFL), que amenazaba
con pedir el juicio político contra el presidente, moderó sus
ataques y mostró su disposición para concertar. ”No se actuará
para interrumpir el gobierno de Lula y agravar la crisis”, prometió
uno de sus dirigentes, el senador Heráclito Fortes.
La
movilización de distintos sectores en busca de un acuerdo que permita
superar la crisis se acentuó después de una fuerte caída de las
acciones en la Bolsa de Valores de Sao Paulo y de una depreciación de
2,67 por ciento de la moneda nacional (real) frente al dólar,
registrada el lunes. Fueron señales de alarma sobre el inminente
contagio de la incertidumbre política al mercado financiero.
Las
posibles turbulencias económicas, con fuga de capitales y suspensión
de inversiones productivas, atemorizan a sectores que hasta ahora
consideraban que la economía estaba inmune al escándalo de corrupción
que afecta al PT, a varios partidos aliados y adversarios y al
Congreso legislativo.
Mientras
tanto, las investigaciones sobre diversos actos ilícitos, que se
multiplicaron desde fines de mayo en los ámbitos de tres comisiones
parlamentarias, la Policía Federal y la Fiscalía, también
contribuyeron a contener el ímpetu opositor.
En
virtud de las pesquisas, se descubrió que dirigentes del opositor
Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), en especial su
presidente Eduardo Azeredo, también recibieron dinero ilegal por
medio del empresario Marcos Valerio de Souza, personaje central de la
crisis.
De
Souza movilizó centenares de millones de dólares a través de sus
empresas de publicidad en negocios clandestinos con partidos, empresas
estatales y funcionarios de gobierno desde 1998.
De
Souza declaró haber obtenido préstamos bancarios equivalentes a unos
16 millones de dólares para beneficiar al PT, pero las
investigaciones indican que desvió sumas mucho mayores, entregadas en
efectivo a decenas de parlamentarios y dirigentes políticos.
La
sospecha es que tanto dinero se originó en desviaciones de fondos de
empresas estatales y de contribuciones no declaradas del sector
privado. Las empresas de De Souza servían a la distribución y el
lavado de esos recursos ilegales.
Azeredo,
el presidente del PSDB, habría obtenido por esa vía al menos el
equivalente a 3,7 millones de dólares para su frustrada campaña de
reelección a la gobernación del sudoriental estado de Minas Gerais,
en 1998. Además, una de sus funcionarias de confianza se convirtió
en directora financiera de la SMPB, una de las empresas que
centralizaba las operaciones ilegales.
Otro
dirigente del PSDB y ex ministro de Comunicaciones, José Pimenta da
Veiga, también recibió dinero de la red encabezada por el empresario
De Souza.
Ahora
queda en evidencia que la red de financiación ilegal de campañas y
de probable corrupción de funcionarios de empresas estatales y
partidos nació vinculada al PSDB de Minas Gerais y se amplió con la
llegada del PT al gobierno nacional.
Además,
si la investigación se extiende a los fondos de pensión de empresas
estatales y privatizadas, cuyos recursos formarían parte del esquema
ilegal, se podría descubrir más irregularidades en desmedro de ambos
partidos.
Fue
el anterior gobierno del PSDB, presidido por Fernando Henrique Cardoso
entre 1995 y 2003, el que privatizó muchas empresas del Estado,
movilizando los fondos de pensión dirigidos ahora por numerosos
militantes del PT.
El
segundo gran partido opositor, el PFL, también tiene por lo menos un
diputado beneficiado por esa red. Además, dos de sus legisladores
fueron descubiertos este mes transportando grandes cantidades de
efectivo en aviones.
El
dinero pertenecía a la protestante Iglesia Universal, de la que son
”obispos”, y era producto del diezmo donado por los feligreses, se
justificaron los dos diputados. Pero el PFL los expulsó sumariamente.
La
extensión de la mancha de aceite ensucia ya a muchos partidos, y por
eso estimula iniciativas de concertación para buscar una salida menos
traumática.
Un
Congreso debilitado por los indicios de corrupción que pueden llevar
a la inhabilitación de decenas de parlamentarios tampoco tendría
credibilidad y condiciones políticas para juzgar a Lula.
Así,
el presidente aparece de momento sólidamente ”blindado” (la
palabra de moda en ámbitos políticos), sea por su persistente
popularidad, por razones económicas o por la desmoralización del
parlamento.
Sólo
el surgimiento de algún hecho que lo vincule de forma inequívoca a
la corrupción podría ponerlo en la línea de tiro.
Al
borde del abismo
Análisis de Mario Osava
Inter Press Service, Julio 2005
Río de Janeiro. Salidas trágicas, paralizantes o suicidas aparecen en el
horizonte del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil y
del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, imposibilitados de contener
revelaciones de corrupción que se agravan día a día desde hace
siete semanas.
Los
documentos bancarios ahora bajo examen de la Comisión Parlamentaria
de Investigación (CPI), la Fiscalía y la Policía Federal, desnudan
una red de venalidad y manejo de dinero ilegal destinado a dirigentes
políticos de una magnitud alarmante.
La
inhabilitación o renuncia de decenas de parlamentarios parece
inevitable a medida que avanza el escándalo, que ya determinó
retiros y destituciones de más de 40 personas, entre ministros,
legisladores, funcionarios de empresas estatales y dirigentes
partidarios.
Cada
día es más difícil para Lula mantener condiciones de
gobernabilidad, pese al esfuerzo general para protegerlo y a su gran
popularidad personal, indicada por las encuestas. Algunas fuerzas de
oposición, como el Partido del Frente Liberal (PFL), ya decidieron
atacarlo directamente, por presunta omisión o connivencia con los
actos ilegales.
Lula
es ”un idiota o corrupto”, por ignorar lo que hacían sus
colaboradores directos o por ser cómplice de ellos, acusó el líder
del opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña, senador Arthur
Virgilio Ribeiro.
Cada
vez parece menos creíble que el presidente desconociera tantas
irregularidades cometidas en su entorno. Su admisión de que el PT
hizo lo que otros partidos ”hacen sistemáticamente” (el uso de
recursos no declarados en las campañas electorales), lo puso en la línea
de fuego.
Las
maniobras defensivas de los dirigentes del izquierdista PT han sido
desmentidas por los hechos o resultan poco convincentes.
Los
”operadores” de la captación y distribución del dinero no
declarado trataron de justificar su existencia por préstamos
bancarios que totalizarían 39 millones de reales (16,5 millones de dólares),
usados para pagar deudas y nuevos gastos de campañas electorales en
2003 y 2004. Pero la suma es mucho mayor, según los registros
bancarios.
Hay
decenas de millones de reales retirados de por lo menos tres bancos y
distribuidos en efectivo. Los que actuaron ”son ineptos pre-informáticos”
que creyeron no dejarían huellas al evitar los cheques y los
documentos firmados, ignorando que existen los registros de las
computadoras y la electrónica, ironizó el diputado Fernando Gabeira,
del Partido Verde.
De
momento, se sabe que más de 30 millones de reales (12,7 millones de dólares)
fueron retirados por 46 personas de cuentas de las empresas de
publicidad DNA y SMPB en el Banco Rural. Las compañías eran usadas
como una especie de ”tesorería” informal del PT.
Los
cheques no eran nominales, y tenían a las mismas empresas como
beneficiarias. Convertidos en efectivo, el banco lo distribuía a
personas previamente autorizadas a recibirlo. El ardid no fue
suficiente para ocultar las identidades, y los nombres quedaron
registrados en la institución bancaria o en los controles electrónicos
de los edificios.
Entre
los receptores han aparecido algunos dirigentes de partidos del bloque
oficialista, confirmando denuncias del diputado Roberto Jefferson,
quien destapó la caja de Pandora a inicios de junio, cuando acusó al
PT de sobornar a legisladores pagándoles ”mesadas” que aseguraban
su apoyo al gobierno.
Además
de líderes de los conservadores partidos Liberal (PL), Progresista (PP)
y Laborista Brasileño (PTB son sus siglas en inglés, del que
Jefferson es presidente), aliados del gobierno, entre los beneficiados
están dirigentes estaduales del PT y algunas sorpresas.
Por
ejemplo, la esposa del ex presidente de la Cámara de Diputados, Joao
Paulo Cunha, recibió 50.000 reales (21.200 dólares).
Este
dato selló la suerte del diputado Cunha, un importante dirigente del
PT, pues confirmó sospechas de que había favorecido a la empresa
SMPB en un contrato con la cámara, usado para fortalecer su
pretendida candidatura a gobernador del meridional estado de Sao
Paulo.
El
jefe del bloque del PT en la cámara baja, Paulo Rocha, fue
beneficiario de una suma diez veces superior, y tuvo que renunciar a
su cargo el jueves. Otros escándalos asoman a partir de estas
investigaciones, amenazando al gobierno. Es el caso de los gastos en
publicidad oficial, que alcanzaron máximos históricos el año
pasado.
Falta
examinar una cantidad mucho mayor de documentos de las tres entidades
financieras más usadas por esa red, el propio Banco Rural, el Banco
do Brasil y el Banco de Minas Gerais. El escándalo gana dimensiones
incontrolables, con pruebas que anulan tergiversaciones.
El
ex tesorero del PT, Delubio Soares, y el ex secretario general Silvio
Pereira profundizaron las sospechas cuando testimoniaron ante la CPI
en los dos últimos días. Miembros de la Comisión los acusaron de
haber dicho sólo mentiras.
Soares
asumió total responsabilidad por el dinero ”no contabilizado”,
asegurando que nadie más conocía su existencia ni participó en la
decisión de captarlo y distribuirlo, algo evidentemente increíble.
Soares
no explicó el origen de tantos recursos ni cómo se pagarían los
supuestos préstamos bancarios, y se negó a mencionar a las personas
que recibieron el dinero.
Su
intento fue limitar la ilegalidad a un delito electoral: el uso de
recursos irregulares en la financiación de las campañas, evitando
configurar el crimen más grave de corrupción.
No
faltan voces, incluso dentro del PT, que consideran fatal para el
partido y el gobierno esta táctica de dilaciones que prolonga la
corrosión del oficialismo y de la imagen de Lula.
El
senador del PT, Saturnino Braga, pidió a Soares: ”Extirpa ese
tumor”, argumentando que solo con una confesión de ”toda la
verdad” se salvarían el partido y el gobierno.
Las
maniobras dilatorias indican que el dinero movilizado de manera ilegal
proviene de empresas estatales y de contratos fraudulentos, lo que
caracterizaría los delitos de corrupción y de asociación para
delinquir y pondría bajo sospecha al gobierno entero. Así, confesar
todo sería un suicidio.
Ante
lo que parece una inminente ausencia de gobernabilidad que puede
desatar una crisis económica, el senador Jefferson Peres, del
opositor Partido Democrático Laborista, propuso un acuerdo entre ”líderes
políticos responsables” de las principales colectividades, para
evitar un desenlace traumático.
Peres
sugirió fijar un plazo para el fin de las investigaciones sobre
corrupción, no discutir la reelección de Lula, aprobar una amplia
reforma política y acordar medidas económicas para bajar las
elevadas tasas de interés, con mayor ajuste fiscal.
Lula
sigue siendo muy popular, de modo que un proceso para destituirlo
sumado a una crisis económica podrían generar una ”convulsión
social”, arguyó el senador.
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