No
lloren por Lula
Por
James Petras
La
Jornada, México, 14/08/05
Traducción
de Ramón Vera Herrera
"Nadie
tiene la autoridad moral para discutir de ética conmigo".
(Presidente Lula da Silva, julio de 2005)
La
corrupción ha devastado al régimen de Lula en Brasil. Entre mayo y
julio de 2005 se hizo público casi a diario que no hay sector del
Partido de los Trabajadores (PT) que no esté implicado en soborno,
fraude, compra de votos, robo de fondos públicos, financiamientos de
campaña ilícitos no reportados y en dar cabida a otras felonías.
Todos los asesores, líderes del Congreso y jefes partidistas más
cercanos e importantes de Lula se vieron ya forzados a renunciar y están
siendo investigados por el Parlamento por transferencias de fondos
ilegales en gran escala, enriquecimiento inexplicable y financiamiento
de funcionarios de tiempo completo. Hasta el momento, los únicos
funcionarios no implicados en estas investigaciones por felonía son
Lula y los ministros millonarios que dirigen las políticas
neoliberales del régimen. Pero aun el presidente del Banco Central
–Meirelles, cercano a Lula– es investigado por evasión fiscal y
fraude, que se remonta al tiempo en que fue director del Banco de
Boston. Aparentemente los millonarios miembros del gabinete, a
diferencia de los trepadores militantes del PT, no tienen necesidad de
robar las arcas públicas, pues ganan mucho especulando en el mercado
y explotando a los trabajadores y los campesinos.
¿Cuál
es la política que hizo posible la endémica corrupción del PT? ¿Por
qué un partido que empezó hace un cuarto de siglo participativo,
vibrante y democrático, basado en las luchas y movimientos sociales,
degeneró en uno de elite corrupto (respaldado por especuladores
financieros y por los intereses de los agronegocios y la minería), y
está hoy dirigido por profesionales trepadores y ambiciosos?
A
principios de los años 90 el PT expulsó militantes y, de ser un
"partido de movimientos", se convirtió en ente electoral
que transfirió la toma de decisiones de las asambleas populares a los
funcionarios parlamentarios y del Estado. El PT recurrió a
consultores electorales profesionales, pagó militantes de campaña e
incrementó su dependencia hacia los medios de comunicación. La
predominancia de las campañas en los medios, como política
electoral, requirió de mayores financiamientos en un momento en que
menos militantes querían contribuir a la máquinaria electoral. Las
elites parlamentaria y del partido fueron desarrollando nexos con
contratistas del sector privado para garantizar contribuciones a
cambio de contratos públicos. Con la llegada de Lula a la presidencia
estas prácticas se multiplicaron, pues miles de funcionarios del PT
ocuparon puestos y empezaron a desarrollar fuentes propias, privadas,
de financiamiento. La agenda neoliberal del mandatario brasilleño y
la designación de fuertes hombres de negocio y banqueros en los
puestos claves de la economía buscaba garantizar el apoyo de los
partidos de derecha en el Congreso, mientras afectaba adversamente a
los movimientos sociales populares y a los sindicatos, en especial los
del sector público.
Al
garantizar el apoyo de los congresistas de derecha Lula enfrentó un
problema político con dos vertientes: primero, la mayoría de los
cargos políticos quedó en manos de funcionarios del PT, ávidos de
capitalizar su victoria electoral, por lo que Lula no pudo compensar a
la derecha con ofertas de puestos; y, segundo, aunque la derecha
estaba completamente de acuerdo con las políticas de Lula, seguía
siendo su rival político y competía por el respaldo de las grandes
empresas. Con el fin de asegurar sus votos, los asesores más cercanos
a Lula recurrieron al soborno de los parlamentarios de la derecha (se
dice que han hecho pagos por unos 12 mil dólares al mes por
congresista, devengados mediante una firma de relaciones públicas que
trabajaba con el régimen de Lula).
Habiendo
adoptado un programa de promoción de las agroindustrias (que reciben
90 por ciento de los créditos agrícolas), del capital financiero (90
mil millones de dólares, ¿o reales?, en pagos de la deuda en 30
meses, lo que representa un gasto mensual mayor en pagos de deuda que
lo que se gasta en educación, salud y reforma agraria en un año) y
de la minería y el petróleo, el PT ya no era un partido ideológico
de izquierda. Lo que lo mantuvo unido fue el "patrocinio de
cargos" (corrupción cooptación, enriquecimiento y
clientelismo). El poder político y los valores del
"enriquecimiento individual–neoliberal se volvieron la motivación
dominante para buscar posiciones de influencia.
La
oposición a la derecha –de los partidos Social Demócrata y del
Frente Liberal– no se basa en una diferencia programática. La
oposición intenta recuperar su entrada con los grandes negocios, el
apoyo del FMI, del Banco Mundial y de los financiadores
internacionales que el presidente Lula atrajo a su gobierno.
Los
grupos que "lloran por Lula" no son los obreros urbanos o
los desposeídos rurales, sino los banqueros, los inversionistas
extranjeros, los millonarios y especuladores que han ganado miles de
millones de dólares durante su cargo. El Financial Times y el Wall
Street Journal están muy preocupados por las investigaciones de
corrupción, pues evitarán que Lula pueda llevar a cabo el resto de
su agenda neoliberal reaccionaria. El Times (22 de julio de 2005, página
11) afirma: "El escándalo de corrupción parece posponer
cualquier otra reforma del tipo que ha promovido la reputación del señor
Lula da Silva en Wall Street. Día con día el gobierno se ve
paralizado por el escándalo (...) las medidas para introducir
financiamientos público–privados irán a parar al incinerador, como
también lo hará la propuesta para garantizarle autonomía al Banco
Central".
Gracias
a la investigación por corrupción y a la "parálisis" del
Congreso, Lula no podrá privatizar el resto de los servicios públicos
ni la infraestructura, ni podrá entregarle el Banco Central a los
financiadores (pues su autonomía habría sido mayor con respecto al
Congreso pero es una mayor integración con el sector financiero). Los
trabajadores del sector público que iba a entrar en un esquema de
"semiprivatización" lograron que sus empleos, salarios y
pensiones quedaran intactos gracias al escándalo de corrupción del
PT. Aunque Lula ha perdido aliados clave en esta transformación
neoliberal de Brasil, se sigue moviendo más hacia la derecha,
remplazando a ministros del gabinete militantes del PT con
funcionarios de los partidos Conservador, del Movimiento Democrático
de Brasil y otros.
Debido
al apoyo de Lula a las prescripciones de Wall Street, la City de
Londres y el FMI, no hay riesgo de un golpe de Estado, pues dice el
dicho que los golpes militares nunca son contra el FMI. El gran
perdedor en la debacle del régimen de Lula es el Movimiento de los
sin Tierra (MST), que siguió respaldando al gobierno pese a la gran
cantidad de activistas campesinos asesinados, a decenas de miles de
tomas de tierras que fueron desalojadas y a que Lula ha renegado
continuamente de todo compromiso con una reforma agraria.
Durante
el momento álgido del escándalo de corrupción, aun cuando Lula hizo
más explícita su expansiva coalición con los partidos políticos de
derecha, de terratenientes y especuladores, el MST se unió a los burócratas
de los cooptados sindicatos para organizar una marcha en favor de Lula
contra la "desestabilización" y la corrupción. Las políticas
del MST en favor de Lula no sólo están debilitando las luchas de los
campesinos sin tierra sino que dividen a la oposición y fortalecen a
la "vieja derecha" y a los partidos Social Demócrata y del
Frente Liberal.
Aunque
algunos especuladores han reducido sus riesgos en la bolsa de valores
brasileña, las grandes casas de inversión siguen corriendo para
garantizar sus ganancias procedentes de los valores de alto
rendimiento, que pagan las tasas de interés más altas del mundo,
entre 18 y 25 por ciento. La burbuja especulativa, que disparó 5 por
ciento el crecimiento en 2004, llegó a su fin. Se espera que Brasil
crezca aproximadamente 2 por ciento en 2005 y que las manufacturas
entren en recesión, gracias a las políticas de libre comercio, que
han inundado el mercado brasileño con bienes industriales asiáticos
muy baratos.
Mientras
los partidos de oposición y los medios masivos buscan rastrear el escándalo
de corrupción hasta los altos círculos del régimen de Lula, las
agroempresas y los intereses bancarios "no están en favor"
de remplazar al mandatario antes de las elecciones de 2006. En su
editorial del 25 de julio de 2005, el Financial Times continúa
alabando el desempeño de Lula en el libre comercio y le aconseja
"asumir más responsabilidad por haber permitido que la corrupción
ocurriera", y reorganizar su gobierno "en torno a un
programa que garantice la estabilidad". Entre tanto, mientras se
enfría la expansión de los bienes de consumo y como la moneda
brasileña está sobrevaluada 20 por ciento, los manufactureros
esperan que Lula sea sustituido por el vicepresidente Alencar, del
Partido Liberal, un importante textilero y defensor de la política
industrial promovida por el Estado y de tasas de interés más bajas.
Que
Lula permanezca en el cargo o se vea forzado a renunciar depende no
tanto de qué tan implicado esté en los escándalos de corrupción,
sino del impacto que tenga su destitución en los mercados
financieros. En cualquier caso, si renuncia (o lo destituyen) o
permanece, los principales consultores en inversiones esperan que la
oposición continúe las políticas neoliberales monetaristas que
promovió tan ardientemente, al grado de comprar votos del Congreso
para reducir pensiones, congelar los salarios mínimos y subsidiar a
los exportadores de las agroempresas.
Es
una ironía suprema que el MST, alguna vez independiente y militante,
se una a Wall Street en defensa de un régimen sumido en la corrupción.
Por lo menos los banqueros han cosechado 100 mil millones en pagos del
principal y los intereses, mientras que el MST tiene más de 40 mil
desplazados de las tomas de tierra desalojadas, que se suman a las 200
mil familias que viven en tiendas de plástico al lado de las
carreteras. "No lloren por Lula", me dijo un banquero,
"habló en favor de ellos pero trabajó por nosotros".
Cuando
Lula no sea capaz de comprar, convencer, cooptar, corromper a los
congresistas o manipular al pueblo brasileño, y no sea eficaz en
promover las reformas neoliberales, la elite gobernante lo desechará
como un condón usado.
Conclusión
–
El régimen de Lula logró muchas "primeras veces" en la
historia brasileña durante los primeros 30 meses en el cargo.
–
Ningún gobierno se ha movido tanto y tan rápido hacia la derecha.
–
Ningún partido político de gobierno ha tenido tantos líderes
partidistas, congresistas, ministros y funcionarios de alto nivel bajo
sospecha e investigación por fraude en un periodo tan breve.
–
Ningún gobierno ha pagado más (en intereses y en el principal) de
una deuda externa en tan poco tiempo.
–
Ningún gobierno ha creado tantos multimillonarios en 30 meses.
–
Ningún gobierno ha desilusionado a más votantes pobres en tan poco
tiempo.
–
El régimen de Lula ha establecido muchos récords, pero por desgracia
ninguno de ellos es para enorgullecerse.
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