¿Qué
salida política proponer ante la crisis?
Por
Marcelo Yunes
Socialismo
o Barbarie, periódico, 09/09/05
En
los puntos más altos de la crisis –que tiene picos y precarias
estabilizaciones casi día a día– el debate que está planteado es
la caída o la continuidad del gobierno de Lula. Al respecto, la
respuesta de la gran burguesía, del PT y de la oposición burguesa
(incluido uno de sus máximos referentes, el ex presidente Fernando
Henrique Cardoso) se pronuncian categóricamente, como hemos visto,
por la permanencia.
En
este contexto, no cabe ninguna duda que una política marxista
revolucionaria no puede ser jamás de defensa de un gobierno burgués
de pies a cabeza: no hay ningún margen para sostener que pueda ser en
ningún sentido un gobierno que la clase trabajadora pueda considerar
como propio. Mucho más cuando su posible caída no es resultado de
algún tipo de enfrentamiento directo con sectores de la burguesía;
por el contrario, se trata de una crisis en buena medida autogenerada
y en la que la política mayoritaria de la clase capitalista es salir
a sostenerlo.
Ya
hemos citado la actitud pusilánime, desmoralizada y desmoralizante de
la “izquierda” reformista de dentro y fuera del PT. En el campo de
la izquierda marxista, las organizaciones más importantes, por su
peso militante, influencia en la vanguardia y/o audiencia política,
son el PSTU y el PSOL, cuya ubicación más general ha sido de crítica
al gobierno, no de su defensa ante un fantasmal “ataque de la
derecha”, y de impulso a la movilización contra Lula. Sin embargo,
el panorama muestra también la existencia, a otro nivel, de
dificultades y problemas a la hora de enfrentar el desafío de
plantear una política para la movilización de las masas contra el
gobierno y contra el régimen democrático burgués en plena crisis de
legitimidad.
En
el caso del PSTU, en su manifiesto “¡Fuera todos!” plantea, de
una manera en general correcta, que la crisis no toca sólo al
gobierno, sino al conjunto de la institucionalidad burguesa. Allí se
señala que “es necesario dar una respuesta categórica a esta
crisis. No debemos tener temor de levantar la bandera de ‘Fuera
Lula’, porque este no es nuestro gobierno, no es un gobierno de
trabajadores (...) Defendemos también ‘Fuera el Congreso’, contra
los bandidos del PSDB, el PFL, el PMDB, el PL y el PP (...) ‘¡Fuera
todos!’ es la respuesta que propone el PSTU a los trabajadores y jóvenes
del país, traduciendo el repudio que sienten al ver que son todos
harina del mismo saco”.[1]
El
planteo de “¡Fuera Lula, fuera el Parlamento corrupto, fuera
todos!” es el punto de partida de un planteo de salida a la crisis
desde un punto de vista socialista revolucionario. En cierto modo, aquí
se está tratando de traducir al lenguaje político brasileño una
demanda que ya ha aparecido en otras situaciones de colapso
institucional en el continente: “¡que se vayan todos!” Aunque esa
consigna es puramente negativa, expresa justamente una situación que
se está volviendo cada vez más usual en la región: una combinación
de debilitamiento de gobiernos y regímenes incapaces de dar respuesta
a los reclamos del movimiento de masas y la ausencia de una
alternativa política por la positiva. En ese sentido, también es válido
en general plantear que, contra la catástrofe del gobierno de Lula y
contra la oposición burguesa y el conjunto del régimen, se impone
“construir una nueva alternativa”, una “tercera fuerza”.
Pero
donde renguea la política del PSTU es a la hora de plantear una
salida política concreta para la crisis. Sin duda, la
construcción de la “nueva alternativa” debe apoyarse en la
“movilización directa de los trabajadores y la juventud” (lo que
hasta hoy, repetimos, no ha sucedido a escala de masas). Pero desde la
movilización por las reivindicaciones actuales (salario, empleo,
etc.) se pasa sin transición a “preparar una huelga general en el
país, rumbo a la construcción de un gobierno verdaeramente de los
trabajadores, que apoyado en la movilización (y no en el parlamento)
derrote a la burguesía y aplique un plan económico de los
trabajadores, en el camino del socialismo”.[2]
Entre
el momento político y la perspectiva estratégica –con la que por
supuesto coincidimos– no se formula ninguna táctica o esquema
transicional que asuma la necesidad de tener consignas democráticas
ante la crisis. Porque es un hecho de la realidad política que aunque
las instituciones sufren un serio deterioro de su credibilidad y
legitimidad, no existe todavía un cuestionamiento explícito y
masivo, ya fuere en las calles o en el plano de la conciencia, al régimen
democrático burgués. No se trata de ceder al parlamentarismo o al
electoralismo, sino de proponer al movimiento de masas que dé pasos
reales para superar ese obstáculo. La propaganda general sobre la
necesidad de una huelga general y de un gobierno de los trabajadores
es necesaria, pero no puede reemplazar una salida política concreta
ante la crisis.
Al
negarse a levantar cualquier tipo de consigna democrática –lo que,
insistimos, no significa necesariamente actuar en los marcos
del régimen–, de hecho se le facilita a la burguesía y sus agentes
recomponer la confianza de las masas en las instituciones, ya que lo
que el PSTU presenta como alternativa puede ser fácilmente
descalificado como “irreal” o “utópico”. Y efectivamente lo
es si no se liga la salida estratégica a alguna respuesta ante la
crisis actual que tenga en cuenta el actual estado de conciencia y de
movilización de la clase trabajadora y las masas brasileñas.
Por
otra parte, creer que en lo inmediato la movilización puede
pegar un salto solamente a partir del desarrollo de la
coordinadora de lucha Conlutas y la central estudiantil Conlute, sin
plantear alguna forma de frente único con sectores que aún no han
roto con la CUT y la UNE, es peligrosamente autoproclamatorio. En el
momento actual, en que está planteada la intervención de las masas
en la crisis, es equivocado plantear un ultimátum organizativo de
hecho.
Y
finalmente, el llamado al PSOL y a “sectores de la izquierda petista
y militantes independientes” a construir un “frente de izquierda
clasista y socialista” sería plausible si no fuera porque,
desgraciadamente, el PSTU tiene en la vanguardia una bien ganada mala
fama de organización sectaria cuyas iniciativas “unitarias”
resultan poco creíbles. Sin ir más lejos, cuando la conformación
del PSOL y en los meses posteriores, el PSTU lanzó una campaña de
denuncia brutal y desmedida –aunque algunas críticas parciales
fueran justas– de ese partido. Si bien el frente único para la
marcha a Brasilia fue un avance, el PSTU carga con la pesada mochila
de ser visto como una organización a la que le cuesta construir
relaciones sanas con otras.
Precisamente
en relación con el PSOL se plantea la necesidad de un debate
alrededor de qué política levantar para la movilización de las
masas contra el gobierno y el régimen. En un sentido, se trata de una
ubicación inversa a la del PSTU: la justa preocupación en el
PSOL por dar una respuesta política no propagandística ante la
crisis se descompensa frente a una política en la que el combate a
las vías de la institucionalidad burguesa queda en un segundo plano.
Es el caso de la propuesta del referéndum revocatorio y, en mayor
medida aún, la de elecciones generales anticipadas. A eso nos
referiremos ahora.
El
PSOL y la construcción de una alternativa de clase marxista
revolucionaria
Cabe
comenzar aclarando que, independientemente de la diversidad de
tendencias y políticas que coviven en su seno, el PSOL como fenómeno
político es a la vez un producto específico de la situación brasileña
y un reflejo de tendencias regionales recientes en la realidad
latinoamericana. Puede considerárselo como parte de un proceso
regional de reacomodamientos hacia la izquierda como producto de la
crisis de experiencias neoreformistas en contextos de crisis política
y social. Es el caso –aun reconociendo las enormes diferencias
particulares de situaciones nacionales, actores sociales y potencial
de desarrollo– de formaciones políticas como el Partido Revolución
y Socialismo de Venezuela (con una impronta más obrera); el intento
de construir un Instrumento Político de los Trabajadores en Bolivia
(con componentes sociales y políticos más inestables) e incluso el
giro a la izquierda y ruptura con el PRD mexicano por parte del
zapatismo desde la Sexta Declaración del EZLN. La constitución del
PSOL hace parte de este escenario político.
Con
toda su diversidad y todas sus limitaciones, se trata de fenómenos
en general de signo progresivo y que expresan también uno de los
signos del nuevo ciclo de lucha de clases abierto desde comienzos de
siglo. Nos referimos a la apertura de un espacio para que corrientes
de la izquierda y el marxismo revolucionario adquieren una creciente
presencia, influencia y responsabilidad en las luchas políticas y
sociales, en particular en América Latina.
En
el caso de Brasil y del PSOL, es innegable que la crisis del gobierno
de Lula y el PT abre grandes oportunidades para la construcción
de una alternativa revolucionaria y socialista. Pero, asimismo, son
también grandes las tentaciones y peligros oportunistas de
tomar atajos en esa construcción. La crisis actual, en ese sentido, pone
a prueba direcciones, políticas y programas.
Es
sabido que el PSOL, en tanto partido, es un frente único de
tendencias de diverso origen cuyo funcionamiento está hoy basado en
el consenso. Asimismo, tienen un fuerte peso sus figuras públicas,
los parlamentarios “rebeldes” que rompieron con el PT (la senadora
Heloisa Helena y los diputados federales Babá y Luciana Genro). El
desarrollo de la crisis ha abierto al PSOL un espacio político mayor,
que se refleja tanto en la no masiva pero sí continua afluencia de
militantes y dirigentes –provenientes en su mayoría del PT– como
en el crecimiento de la intención de voto a Heloisa Helena para las
presidenciales de 2006 (por encima del 6%).[3]
En
el seno de la Ejecutiva del PSOL, se han planteado esencialmente dos
posturas –sin que esto signifique división interna sino más bien
debate abierto– en cuanto a qué salida política proponer ante la
crisis.
Una
es la presentada por la Corriente Socialista de los Trabajadores
(CST), con el apoyo de otros sectores del PSOL: un plebiscito
revocatorio de los mandatos del presidente, vice y todos los
parlamentarios, siguiendo el modelo de Venezuela. El texto base de la
propuesta [4] hace hincapié, correctamente, en dos problemas: la
necesidad de hacer irrumpir la movilización de masas como factor político
y el desafío de desarrollar la crisis del régimen democrático burgués.
A un nivel que se considera de propaganda, también se habla de una
Asamblea Constituyente como “mediación hacia una salida estratégica
de clase”.
Nos
parece que puede cumplir un papel más importante el planteo de
Asamblea Constituyente revolucionaria, en el sentido de ser el
resultado de una imposición del movimiento de masas y no de un
enjuague de los partidos burgueses. En ese caso, se trataría de una
salida política que, aunque formalmente es una forma “radical” de
democracia burguesa, puede asumir la dinámica de desarrollo de la
crisis política, contra las intenciones de la burguesía de
reabsorberla.
Justamente,
el plebiscito revocatorio corre el riesgo de transformarse en una
mediación adicional que abra camino no hacia una ruptura creciente
con el régimen sino hacia su recomposición. En efecto; aun en el
caso de que el plebiscito tenga éxito y la revocatoria tenga lugar,
esto no significaría en principio otra cosa que un adelantamiento de
las elecciones para cubrir los cargos y mandatos revocados. Es
atendible la preocupación por plantear una salida que pueda
contribuir a la movilización, pero en su conjunto la propuesta
introduce acaso demasiadas mediaciones en el camino de resolución de
la crisis política en favor de los trabajadores.
Con
mayor motivo nos parece totalmente equivocada la propuesta del
Movimiento de Izquierda Socialista (sigla en portugués MES),
adelantada por Roberto Robaina y Pedro Fuentes, de adelantamiento liso
y llano de las elecciones, si bien “con nuevas reglas” (?).
Incluso si la propuesta llega a ser tomada para la movilización –lo
que está por verse–, se trata de una salida que no sale de los
marcos de la institucionalidad burguesa, y mal puede entonces
contribuir a que el movimiento de masas haga una experiencia con el régimen.
Porque el adelantamiento de las elecciones sin duda puede favorecer el
fin del gobierno de Lula, pero difícilmente haga avanzar el descrédito
de las instituciones de la democracia burguesa y el parlamento, en la
medida en que la resolución de la crisis pasa por el sufragio, no por
la movilización. Inclusive, ante la falta de alternativa de
izquierda, sencillamente conduciría a un triunfo dela oposición
burguesa (y es por eso que la “izquierda” progobierno se niega a
reclamar elecciones).
Este
peligro de relegitimación de las instituciones se hace más
evidente en la labor de la propia Heloisa Helena, que es miembro de la
Comisión Parlamentaria de Investigación de los casos de corrupción.
Por supuesto que esta ubicación le permite una formidable audiencia,
e incluso un crecimiento de su popularidad como figura política. Todo
esto no tiene nada de objetable en sí mismo; el problema es al
servicio de qué política se pone esa ubicación. Y desgraciadamente,
las expresiones públicas de Heloisa Helena van menos en el sentido de
la denuncia al Parlamento como cueva de ladrones y como institución
al servicio de la corrupción capitalista que en el sentido de alentar
expectativas en una renovación o regeneramiento del Congreso.[5]
Pero
lo que potencialmente puede comprometer el rumbo del PSOL como
proyecto de alternativa socialista y de clase es el desarrollo de
estrategias de tipo electoralista con corrientes o personajes venidos
del campo de los partidos burgueses o pequeñoburgueses. Las señales
emitidas en ese sentido (la política de “brazos abiertos” hacia
los parlamentarios del PT, el reciente ingreso de Pedro Ruas,
dirigente del Partido Democrático del Trabajo-PDT, y ex funcionario
estadual), en medio de esta nueva etapa de construcción del PSOL, no
son alentadoras.
Es
por eso que resulta muy valiosa la tarea de los compañeros de Praxis
en Brasil, empeñados en la construcción de una corriente socialista
revolucionaria y clasista en el seno del PSOL, militando lealmente en
cada estado y cada ciudad, y defendiendo un rumbo para el partido en
el sentido de la independencia de clase y la lucha intransigente
contra el régimen de la democracia burguesa. Toda la corriente
Socialismo o Barbarie Internacional compromete sus esfuerzos para
ayudar a los compañeros en este apasionante desafío abierto por la
crisis brasileña.
Notas:
1.
Manifiesto del PSTU del 17-8-05.
2.
Idem.
3.
Una muestra interesante de las posibilidades y desafíos del PSOL fue
la discusión planteada en el I Seminario Internacional del PSOL,
realizado en Rio de Janeiro el 20 y 21 de agosto. El Seminario contó
con la participación de diversas corrientes del marxismo
revolucionario latinoamericano y europeo, entre ellas Socialismo o
Barbarie Internacional, la corriente que agrupa a Praxis de Brasil,
Socialismo Revolucionario de Bolivia, el Agrupamiento por el
Socialismo de Paraguay y el MAS de Argentina. En la próxima edición
haremos una semblanza más detallada de los debates y posturas allí
presentados.
4.
La caracterización de la situación y los argumentos son
desarrollados por Silvia Santos en “El PSOL y la crisis política.
Una contribución al debate”, del 26 de julio de 2005.
5.
En un artículo en Opinião Socialista, órgano del PSTU,
Jefferson Choma plantea este problema en relación con la postura de
Heloisa Helena sobre el rol de la CPI (aunque a su vez, como ya
dijimos, elude completamente dar una salida de tipo democrático).
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