Inminentes “reformas” neoliberales de Lula
El movimiento obrero brasileño frente a un
enorme desafío
Socialismo o Barbarie, periódico, 28/12/06
En los debates sobre la situación
internacional, la coyuntura en Brasil fue un punto importante. Este país–continente
ha sido hasta ahora un factor de estabilidad en la situación
latinoamericana. La política “preventiva” aplicada allí a fines
de los 90 logró evitar una debacle económico–social y una rebelión
como las producidas en Argentina y otros países sudamericanos. La
crisis política del año pasado –detonada por los escándalos de
corrupción en el gobierno y el parlamento– se desarrolló “en las
alturas”, sin que se produjese una irrupción del movimiento obrero
y social. Esto permitió al gobierno sortear esa crisis y en diciembre
de 2006 lograr la reelección de Lula. Sin embargo, la segunda
presidencia se inicia con desafíos de enorme importancia, que pueden
llevar a la entrada de Brasil en un período de turbulencias políticas
y sociales. Los compañeros de Praxis –corriente marxista
revolucionaria del PSOL– plantearon su evaluación de las
perspectivas.
Continuidad con diferencias
El segundo período de Lula presenta una
continuidad con el anterior, pero con diferencias que, sin embargo, no
significan que Lula vaya a moverse hacia la izquierda, sino todo lo
contrario. Los elementos de continuidad se dan ante todo en la política
económico–social. Aquí no hay ruptura sino una profundización
del curso neoliberal del anterior presidente Fernando Henrique
Cardoso (FHC).
Muchas de las tareas del neoliberalismo ya habían
sido cumplidas por Fernando Henrique, por ejemplo, las
privatizaciones. Lula no sólo las mantuvo, sino que las profundizó.
No lo hizo “abiertamente” a través de la privatización de
empresas (quedan pocas), sino en forma más“encubierta”. Por
ejemplo, no privatiza directamente Petrobrás, pero sí la explotación
de yacimientos. Lo mismo hace con otros recursos nacionales. De esa
forma, la continuidad de la política neoliberal privatizadora es
menos visible.
Pero el rasgo más importante de su política
–que tuvo una influencia decisiva en su reelección– es que Lula
fue produciendo una redistribución de la renta, es decir, de
los ingresos de las distintas clases sociales.
La burguesía siguió concentrado la mayor
parte de los ingresos e incluso los aumentó, especialmente los
sectores financieros. Por eso la banca apoyó directamente a Lula y no
a Alckmin. Por otro lado, hay una brutal reducción del salario real
de la clase obrera y los trabajadores asalariados en general. Según
las estadísticas, la mal llamada “clase media” (que en verdad en
su gran mayoría está compuesta por trabajadores asalariados de
ingresos medios) perdió en los últimos 10 años el 46% de su poder
de compra.
Al mismo tiempo, ya bajo Lula, las capas más
pobres aumentaron un 7% su poder de compra, lo que no es poco, ya que
en Brasil el sector más miserable es muy numeroso. Hay regiones del
país, como el Nordeste, donde el 40 o el 50% de la población recibe
subsidios.
La situación de la clase trabajadora
Una particularidad de Brasil que lo diferencia
netamente de Argentina y otros países es que no hay un proceso
de recomposición de la clase obrera, como tampoco hubo un proceso
de destrucción (como sucedió en Argentina en los años 90, con
el cierre masivo de fábricas y otras empresas). En Brasil, en cambio,
predominaron los elementos de preservación estructural de la
clase.
Asimismo, en Brasil no se aplicaron las
“reformas laborales” neoliberales que se dieron en Argentina. Los
derechos laborales, aunque deteriorados, se mantienen en Brasil para
los núcleos más importantes de la clase trabajadora. En las grandes
concentraciones prácticamente no hay trabajo en negro ni mucha
tercerización. Sin embargo, el 40% de los trabajadores con empleo no
están allí, sino en pequeñas empresas. En ellas no hay derechos
laborales.
Otro dato relacionado con el hecho de que la
clase obrera no entró a la lucha es su composición generacional. Por
ejemplo, en la región metropolitana de San Pablo, el 27% de las
personas entre 18 y 25 años no trabaja ni estudia, y la mayoría
de ellos nunca trabajó en su vida.
Este es un dato importante, porque indica que no
hay una renovación generacional de la clase obrera. No fue categóricamente
derrotada y semidestruida como sucedió en Argentina en los 90, pero
tampoco hubo una renovación generacional. Esto tiene su importancia
respecto de las luchas, porque generalmente son los sectores los que
se movilizan.
El ataque que prepara Lula
En este contexto, el gobierno está preparando
“reformas” neoliberales que significan un ataque brutal a la clase
trabajadora, como el que llevó a cabo Menem en Argentina o Margaret
Thatcher en Gran Bretaña. Estas “reformas” ya estaban en
la agenda de Lula en su primera presidencia, pero el estallido de la
crisis de la corrupción y luego el inicio de la campaña electoral
obligaron a postergarlas. Tras la reelección, el gran objetivo de
Lula es aplicarlas.
En ese sentido, hay tres proyectos muy
importantes: 1) la “reforma laboral”, 2) la “reforma sindical”
y 3) la “reforma de la previdencia” (el sistema de jubilación). A
eso se agrega una “reforma universitaria” no menos siniestra.
La “reforma laboral” implica la pérdida de
conquistas históricas de la clase obrera: vacaciones, indemnizaciones
por despidos, licencias de maternidad, aguinaldos, estabilidad, etc.
La “reforma sindical” apunta a transformar
completamente a los sindicatos aparatos del estado. Ya hoy los
sindicatos han sido muy burocratizados y ligados al estado. Sin
embargo, aún conservan formas democráticas cualitativamente mayores
que, por ejemplo, los sindicatos argentinos. La “reforma sindical”
tiene como objetivo destruir totalmente la democracia sindical.
La “reforma de la previdencia”
(jubilaciones) pretende culminar el proceso destructivo iniciado por
Fernando Henrique y continuado por Lula. Es un reforma para que nadie
pueda jubilarse. Entre otras medidas, contempla elevar la edad de
retiro de los 53 años para los hombres y 50 para las mujeres a 65 y
60 respectivamente... ¡exigiendo 40 años de aportes!
La “reforma universitaria” apunta en el
sentido de la privatización de la enseñanza. Con el pretexto de
lograr el acceso de los sectores más pobres a la universidad, Lula,
en vez de ampliar la capacidad de las universidades estatales
aumentando su presupuesto, destina fondos a subvencionar cupos en las
universidades privadas (la mayoría de las cuales tienen además un
nivel bajísimo).
La necesidad de derrotar este ataque y los
problemas para hacerlo
Hoy, entonces, la necesidad central del
movimiento obrero, estudiantil y social es enfrentar y derrotar este
ataque múltiple que prepara Lula, como eje de su segunda presidencia.
La política del gobierno es la de dividir,
tratando que las protestas obreras y estudiantiles choquen con los
sectores sociales más pobres, menos organizados y políticamente más
atrasados. Contra eso, creemos que el centro de la política debe ser la
más amplia unidad de la clase trabajadora y demás sectores afectados
para movilizarse contra las reformas y derrotarlas. Esto nos lleva
a los problemas del movimiento, especialmente del movimiento obrero.
Si tenemos en cuenta exclusivamente la magnitud
y brutalidad del ataque, deberíamos esperar que se produzca una
respuesta acorde. Pero existen diversos elementos contradictorios que
juegan en un sentido u otro.
El primero es uno que ya apuntamos: la clase
obrera no es joven ni “vieja”, sino de edad intermedia. Este es un
factor que no ayuda a la movilización. Pero, contradictoriamente, es
una clase obrera con una amplia experiencia sindical de lucha y que no
fue derrotada en los 90, como sucedió en Argentina. Por otro lado,
hay que tener en cuenta que en sus organizaciones sindicales hay mucha
cooptación de los aparatos y el estado. La relación de los
activistas y las bases obreras con la CUT y sus sindicatos no es la
misma que en Argentina, con la CGT. El movimiento obrero brasileño no
tiene mucha experiencia de luchar contra los aparatos sindicales y
actuar independiente de ellos. Y, por supuesto, la CUT trabaja a favor
de la aprobación de estas “reformas”.
Un reflejo de esto se dio en las recientes
elecciones. El PT perdió gran parte de su base tradicional entre los
empleados públicos, que se enfrentaron a Lula con la reforma de la
previdencia al inicio de su primer mandato. Sin embargo, conservó el
voto de la mayoría de los obreros industriales.
Ahora, es central el problema de la unidad
de todos los sectores que se opongan a las reformas antiobreras que
proyecta Lula. Un paso importante en ese sentido ha sido la conformación
de Conlutas (Coordinación Nacional de Luchas). Sin embargo, las
organizaciones sindicales agrupadas en Conlutas sólo reúnen el 1% de
las bases de trabajadores, que aún siguen bajo control de la CUT.
Recientemente, se han agrupado además sectores sindicales críticos a
la política de Lula, pero que aún siguen en la CUT. Esto plantea la
necesidad de la unidad entre Conlutas y esos sectores para
enfrentar el ataque que se viene sobre los trabajadores.
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