Brasil:
neoliberalismo, crisis y política electoral
Por James Petras
Traducido para Rebelión por Ana Fiol
19 de septiembre de 2002
Introducción
Brasil es la novena economía del mundo. En términos geográficos
es casi tan grande como Estados Unidos, tiene cerca de 200 millones
de habitantes y la crisis económica más profunda en 70 años.
Al igual que Corea del Sur, Brasil es un país industrializado donde
el 75% de la población vive en ciudades.
Brasil posee la distinción ignominiosa de tener las peores
desigualdades en salarios y en distribución de la tierra del
planeta. En estos momentos, el desempleo y el subempleo
alcanzan cerca del 50%, mientras que el ingreso per capita disminuyó
cinco veces en los últimos seis años.
Para entender la economía política de esta crisis haremos un
repaso de la historia reciente de Brasil, después examinaremos la
regresión neoliberal de los últimos 8 años como el contexto de la
discusión de la crisis actual, las elecciones presidenciales de
2002, la derechización del Partido de los Trabajadores (PT) y las
perspectivas del movimiento de campesinos y trabajadores.
Marco histórico
En 1930 cuando declinó estrepitosamente la demanda de productos agrícolas
(café, caucho) colapsó la estrategia liberal de exportación. A
partir de mediados de los 30 Brasil se embarcó -bajo la presidencia
de Vargas- en una estrategia de industrialización estatista-nacionalista,
similar a la que Corea del Sur desarrolló en los 60. Entre 1940 y
1980, el PBI brasileño creció entre un 6 y un 9% cada década.
Proteccionismo e inversión estatal directa produjeron sectores
industriales diversificados (textiles, acero, etc.) y el crecimiento
de una clase trabajadora significativa. La clase trabajadora urbana
se organizó en sindicatos corporativos controlados por el Estado,
en competencia con sindicatos clasistas. El gobierno por un
lado, proveía legislación laboral y estado de bienestar, y por el
otro medidas represivas contra los sindicatos clasistas. En los
tempranos 60, la alianza entre los sindicatos populistas, la burguesía
nacional y el estado entró en crisis: los sindicatos demandaban mas
independencia y salarios, los campesinos ocupaban tierras y la
izquierda marxista ganaba influencia.
Los militares respaldados por Washington derrocaron al gobierno
electo en 1964 y gobernaron con mano de hierro hasta 1985.
La nueva estrategia económica de los militares estaba basada
principalmente en una alianza entre el Estado, las multinacionales y
la alta burguesía brasileña. Se produjo un giro desde la producción
para el mercado interno hacia la exportación; la participación de
los trabajadores en el producto bruto nacional bajó aun cuando la
clase trabajadora aumentó. Las empresas del Estado formaban el 50%
de las 100 mayores empresas de Brasil. El rápido crecimiento de las
industrias del metal y automotor crearon a fines de los 70s una
"nueva clase trabajadora", que empezó a organizarse con
independencia del Estado y bajo la influencia de varias
organizaciones de trabajadores marxistas y católicas de izquierda.
Durante los 80 el modelo exportador se desaceleró. Los trabajadores
formaron un sindicato independiente, el CUT y un partido político
clasista, el Partido de los Trabajadores (PT). El PT era una coalición
amplia de movimientos urbanos de las favelas, trabajadores rurales
sin tierra, pequeña burguesía profesional y el CUT. En 1989 el PT
estuvo a un 2% de los votos de ganar las elecciones presidenciales.
A principios de los 90s, el modelo económico basado en capitales
estatales y multinacionales estaba en crisis: la hiperinflación era
del 1000%, los pagos de la deuda crecían y el estancamiento
relativo de la economía condujo a un giro a la derecha y a la
elección de Cardozo en 1994, sociólogo y ex marxista. En suma,
Brasil atravesó cuatro fases: 1- liberalismo hasta la crisis de
1930; 2- estatismo nacional de 1935 a 1964; 3- estrategia
exportadora de estado-multinacionales de 1965 a 1994; 4-
neoliberalismo de 1995 a 2002.
El Presidente Cardozo y el fracaso neoliberal 1995-2002
Durante los 8 años de la presidencia de Cardozo se revirtieron 50 años
de progreso: privatizó las industrias del estado que producían mas
ganancias y los bancos más exitosos; abrió los mercados brasileños
a la importación de alimentos y tecnologías de la información
baratas y subsidiadas, desplazando millones de campesinos y
socavando la industria local; Cardozo se endeudó mucho con bancos
extranjeros, hipotecando las ganancias de futuras exportaciones y
desreguló la economía, provocando la devastación ecológica de la
selva amazónica. El FMI, el Banco Mundial y bancos privados
de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, le prestaron a
Cardozo cientos de millones de dólares, mientras lo llamaban el
reformador modelo. Sin embargo, la respuesta de los trabajadores,
campesinos y universidades del país fue hostil.
Con el neoliberalismo, el PBI per capita de Brasil creció al 1%; el
PBI medido en dólares ha decrecido de $705 billones (705 mil
millones) en 1995 a $504.8 billones en 2001. La tasa de crecimiento
de Brasil en los 90s fue la mas baja del siglo XX. Durante los
pasados 8 años, las políticas de libre mercado produjeron una
balanza comercial negativa, y con los pagos por los intereses de la
deuda, mas la remisión de ganancias al exterior, el negativo de
cuenta corriente acumulado fue de $182 billones (182 mil millones)
entre 1995 y 2002. La deuda externa creció de 148 billones de dólares
a $228.6 en 2001 y se aproxima rápido a los $250 billones en 2002.
Cardozo ha pedido prestadas cantidades cuantiosas en el exterior,
pagando intereses exorbitantes, al tiempo que redujo radicalmente el
gasto público. En 1995, el régimen gastaba 20.3% de la recaudación
impositiva en educación, en 2000 gastaba 8.9%; en 1995 gastaba 9.2%
en educación superior, en 2000 4.2%. Por el contrario, en 1995 el
gobierno destinaba el 24.9% de su recaudación al pago de los
intereses de la deuda pública, en 2000 pagaba a sus acreedores el
55.1%.
La respuesta de la oposición de izquierda es mixta. El Movimiento
de Trabajadores Sin Tierra (MST) ha ocupado cientos de plantaciones
sin cultivar, estableciendo mas de 150.000 familias y ha estado en
constante movilización.
El CUT, la confederación de sindicatos, fuertemente burocratizada y
dependiente de subsidios gubernamentales, ha realizado críticas
radicales a las políticas neoliberales, pero no movilizó a la
clase trabajadora en contra de Cardozo. Prefirieron adaptarse a la
ofensiva del régimen y recibir "compensación" por los
despidos masivos.
Peor aún, el PT, que empezó como una coalición de movimientos de
base que combinaba acción directa con política electoral, se
transformó en un partido burocrático, dominado por profesionales
de clase media y burócratas sindicales, que está completamente
orientado a las campañas electorales y a los privilegios que da
gobernar.
Año 2002: el colapso final, las elecciones y el No al ALCA.
2002 es el año del desplome financiero del modelo neoliberal
brasileño. Pagos de la deuda por $30 billones (30 mil millones), 20
billones en fuga de capitales y tasas de interés del 18 al 20%, han
llevado la economía neoliberal de Cardozo al borde del colapso, de
la misma manera que a la economía argentina.
Sólo un préstamo de 30 billones del FMI, contuvo temporalmente la
bancarrota del país. El real, la moneda de Brasil, se ha devaluado
más del 40% desde enero de 2002. La economía está en recesión,
con un pronóstico de crecimiento de entre 0 y 1%.
La deuda pública neta de Brasil representa el 60% del PBI. Con sólo
15 billones de capital extranjero entrando al país y requerimientos
financieros por más de 50 billones, las pocas empresas públicas
que quedan para vender y las líneas de crédito externas para
exportadores desapareciendo, es claro para todos, incluidos los
financistas, que la economía neoliberal de Brasil va derecho al
derrumbe.
Además de los profundos problemas estructurales, los inversores domésticos
y extranjeros están retirando sus capitales de Brasil, por su falta
de confianza en los candidatos que lideran la carrera presidencial.
José Serra, el candidato pro gobierno, está en tercer lugar con el
15% de intención de voto (al 1/9/02), muy atrás del candidato del
Frente de los Trabajadores, Ciro Gómez - con el 25% - y Lula da
Silva del PT con el 35%.
En realidad, los miedos electorales de los inversores no están
justificados, ya que los dos candidatos de izquierda han aceptado
los programas neoliberales. Ciro Gómez, líder del Frente de los
Trabajadores y supuestamente un candidato de centro izquierda, aprobó
el último programa de ajuste del FMI (agosto 2002), apoya el ALCA
promovido por Estados Unidos y promete mantener las empresas
privatizadas y pagar la deuda externa. Gómez ha nombrado a un discípulo
del gurú del libre mercado, Milton Friedman, como su principal
asesor económico. Lula eligió a un gran capitalista textil que es
enemigo de los sindicatos como candidato a vicepresidente, formando
así una alianza con el derechista Partido Liberal, adhirió al
acuerdo con el FMI y al ALCA y se opone a las ocupaciones de los Sin
Tierra. Lula ha forjado una alianza con otra institución de
derecha, la iglesia Pentecostal y ha sostenido frecuentes reuniones
con funcionarios de la embajada de Estados Unidos y con banqueros,
para garantizarles la continuidad de la política económica.
Esta claro que no hay nada progresista en el programa de Lula. Ha
renunciado a toda demanda social democrática y antiimperialista.
Lula, los dirigentes del PT y su maquinaria electoral están más
interesados en obtener posiciones en el gobierno y servir a los
bancos, que en beneficiar al pueblo.
El miedo de los inversores no está dirigido a Lula, sino a la masa
de sus seguidores, a quienes Lula podría no estar en condiciones de
controlar una vez asumido el gobierno. Tienen miedo de que no sea
suficientemente represivo como para contener las demandas populares.
Mas aún, los inversores temen que Lula no pueda sostener el
programa de austeridad del FMI debido a la presión popular. Los
bancos de inversión extranjera saben que el capitalismo brasileño
se derrumba y esa es la preocupación objetiva. Ellos saben que sólo
un régimen de ultra derecha será capaz de embestir contra los
niveles de vida para pagar la deuda externa. Por eso, los
inversores no confían en Lula cien por cien, aún cuando su
programa es el de un político liberal.
La evolución del PT en Brasil es típica de muchos partidos que
eran de izquierda. Empiezan con democracia interna y acción directa
desde abajo, luego cambian, combinando organización electoral con
organización popular y de base. A medida que acceden al gobierno se
divorcian de las luchas del pueblo, aún cuando continúan
profiriendo sus antiguos eslóganes de izquierda. Mientras el
partido se institucionaliza desarrolla necesidades financieras para
sus campañas electorales, usa fondos públicos y recibe donaciones
empresarias. En la fase final el partido opta abiertamente por los
intereses empresarios, suprime la democracia interna y ofrece
lugares comunes vacíos a las masas. Los líderes se convierten en
huéspedes respetables de la embajada de EEUU, toman parte en diálogos
con banqueros y prometen "millones de puestos de trabajo"
para los pobres y desocupados.
2002: la oposición
La mayor movilización de la izquierda durante el 2002 no es la
campaña electoral sino el referéndum contra el ALCA. Las fuerzas más
importantes comprometidas con la campaña son el Movimiento Sin
Tierra, los obispos católicos progresistas, activistas de
sindicatos disidentes, el Partido Socialista de los Trabajadores
Unidos (PSTU) y cientos de movimientos progresistas y activistas de
ONG. Su esperanza es obtener 10 millones de votos para conseguir el
referéndum, a pesar de la oposición de todos los medios masivos,
todos los partidos políticos grandes y los candidatos
presidenciales. La campaña No al ALCA es un esfuerzo de alcance
nacional, para organizar educación antiimperialista y oposición a
un mercado común en el que Estados Unidos dominará claramente todo
comercio e inversión, destruyendo los servicios públicos y a los
productores locales, especialmente en la agricultura y en la
industria.
Los ex maoístas del Partido Comunista de Brasil están en contra
del referéndum sobre el ALCA, pero ellos están ausentes en esta
pelea. Su mayor actividad consiste en apoyar la campaña electoral
de Lula.
El CUT es crítico de Lula porque Lula ha desarrollado relaciones de
trabajo con su rival, el sindicato reaccionario Fuerza Sindical, y
porque Lula tiene una alianza con el Partido Liberal, que es
decididamente anti gremios. Pero la dirigencia del CUT todavía
apoya activamente a Lula como el "mal menor" o como un
candidato "de los trabajadores". Muchos activistas y
militantes sindicales se abstienen o respaldan al PSTU, un
partido trotskista con un programa de izquierda radical. Los líderes
del Movimiento Sin Tierra han criticado a Lula duramente, al
igual que muchos activistas católicos. Aún así, algunos líderes
de los Sin Tierra votarán por Lula, mientras que muchos cuadros
medios se abstendrán, votarán por el PSTU o más probablemente,
continuarán con las políticas de acción directa incluyendo
ocupaciones de tierras.
Conclusión
Brasil es un ejemplo que encierra una aparente paradoja: mientras la
crisis económica se profundiza y el modelo neoliberal se
desploma, los partidos de izquierda y los sindicatos se mueven a la
derecha, con la esperanza de reemplazar a la desacreditada burguesía
gobernante, como los administradores políticos de la clase
capitalista. Es posible y hasta probable que alguno de los
candidatos de izquierda, Lula o Gomes, gane las elecciones. En ese
caso, enfrentarán la tarea de confrontar una economía que se
derrumba, atada a sus compromisos con el FMI, que será
entonces una garantía de fracaso, inestabilidad y creciente
descontento social. Los movimientos populares pueden construir
sobre los ímpetus de la campaña contra el ALCA y establecer
organizaciones de masas independientes, para ir más allá del referéndum.
El descrédito del PT
administrando un paquete económico del FMI en una economía en
crisis, abre la puerta a grandes oportunidades para una coalición
nueva de trabajadores, campesinos, estudiantes, gente progresista de
la iglesia, empresarios quebrados y desempleados, que se comprometa
con la acción directa extra parlamentaria. La crisis de un régimen
de izquierda administrando un modelo liberal en bancarrota, es también
una oportunidad para los militares nacionalistas de hacerse con el
poder. El FMI, el Banco Mundial, los Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón presionarán activamente a Lula para que reprima el
descontento y pague la deuda, a pesar del desempleo masivo. El período
post electoral se convertirá rápidamente en tiempos de
profundización de la polarización y del colapso económico. El
resultado de las elecciones de 2002 no resolverá ninguno de los
grandes problemas de Brasil. La respuesta se encuentra en la
movilización exitosa e independiente de las organizaciones de clase
para la toma del poder del estado.
|
|