El
gobierno Lula y los desafíos de la izquierda revolucionaria
Por
Mariúcha Fontana
Miembro de la Dirección Nacional del PSTU - Brasil
Marxismo
Vivo 6 - Noviembre 2002
La
victoria electoral de Lula es un hecho inédito en la historia brasileña.
Por primera vez un obrero y un partido como el PT llegan a la
presidencia del país. Esto abre una nueva etapa de la lucha de clases
en Brasil. Las masas - los trabajadores y el pueblo sufrido de este país
profundamente desigual - depositan en este gobierno enormes esperanzas
y tienen en él grandes ilusiones.
Ilusiones
tal vez aún mayores tengan los movimientos sociales de América
Latina, que ven en el gobierno petista más que un aliado: un líder
para enfrentar al imperio.
Lula,
sin embargo, encabezará un gobierno burgués, de colaboración de
clases - en el cual tendrán su lugar pesos pesados de la burguesía
colonizada brasileña. Un gobierno que ya nace sometido al FMI y
comprometido con las negociaciones del Alca.
Brasil
está sumergido en una profunda crisis: económica, social y política.
El telón de fondo e hilo conductor de todos los males en que se
debate el capitalismo dependiente y periférico brasileño tiene
nombre y apellido: el proceso avanzado de recolonización imperialista
que el país viene sufriendo.
Lula
dice que es posible atender a las demandas del pueblo - trabajo,
salario, salud, educación y reforma agraria - y alcanzar la soberanía
nacional sin ruptura con los colonizadores y la burguesía brasileña.
Su programa de gobierno no se diferencia en casi nada del programa
presentado por el candidato derrotado José Serra, del partido del
presidente Cardoso.
De
ahí que es recurrente en muchos análisis la máxima de Lampedusa
"Es necesario que algo cambie para que todo siga igual".
Tampoco faltan - y no sin propósito - comparaciones del gobierno Lula
con el del ex-presidente argentino De La Rúa.
Lula
llega al gobierno antes de que se dé un ascenso y de grandes luchas
de las masas. El PT fue en estos años un factor poderoso de contención
de las luchas y logró desviarlas hacia el proceso electoral.
Ahora,
en el gobierno, su objetivo y ambi-ción es evitar la eclosión del
ascenso y usar la confianza que las masas depositan en él para
construir un "pacto social", mientras cumple las metas
establecidas en el acuerdo con el FMI.
Brasil,
sin embargo, con todas sus especificidades, está viviendo el mismo
proceso que sacude a toda América Latina: recolonización, crisis,
ascenso e izquierdización de las masas.
En
ese proceso, el desafío de los desafíos es construir una alternativa
de dirección revolucionaria. Tarea que no es fácil, pues nunca está
demás recordar que frente a gobiernos de esta naturaleza - salvo los
bolcheviques dirigidos por Lenin - innumerables grupos revolucionarios
sucumbieron al oportunismo y se tornaron co-rresponsables de las
derrotas - en varios casos históricas - que sobrevinieron sobre las
masas. De ahí que la conducta de los revolucionarios debe seguir los
pasos de Lenin que, en sus famosas Tesis de Abril, orientaba
"Ningún apoyo al Gobierno Provisorio; demostrar la falsedad de
todas sus promesas(...) Desenmascarar ese gobierno, que es un gobierno
de capitalistas, en vez de"exigir" que deje de ser
imperialista, cosa inadmisible y que sólo despierta ilusiones".
Una
derrota del gobierno: "La esperanza venció al miedo"
La
elección de Lula, antes que nada, significó una derrota del
gobierno. Fue un enorme rechazo a los 8 años de gobierno FHC y a la
política económica del FMI. Fue un no a la desocupación, a las pérdidas
salariales, al desmantelamento de los servicios públicos, a las
privatizaciones, a la entrega del país...
Una
ola de indignación y de deseo de cambio se canalizó hacia el
escenario electoral. Lula personificó esa voluntad de cambio. Por
eso, su elección está siendo vivida como una victoria en el terreno
electoral de las masas del campo y de la ciudad. También sectores
importantes de la clase media votaron a Lula buscando el cambio.
La
noche de la victoria, centenas de miles de personas - del norte al sur
del país - fueron a las calles a festejar. La televisión pasaba
repetidamente la frase de Lula: "Hoy es el día en que la
esperanza venció al miedo", refiriéndose a la campaña del
candidato del gobierno que trató de sacar provecho de la crisis y
mostrar que Lula sería "inexperto" para enfrentarla. Pero
las masas ya estaban hartas de la "experiencia" de FHC.
Dentro
y fuera del país, el festejo es grande. Algunos llegan a la exageración
de verlo como el comienzo del 'gobierno de izquierda' y un parámetro
internacional para un viraje, ahora que la socialdemocracia europea
perdió el aliento y varios gobiernos.
Las
masas ven a Lula como su gobierno, además porque Lula simbólicamente
es mucho más que el PT: es un emigrante nordestino, un niño pobre
que se hizo obrero metalúrgico y fue el dirigente de las grandes
huelgas que sacu-dieron el país a fines de los años 70 y en la década
de 80. Lula es casi un mito para la clase trabajadora y todos los
explotados.
Una
victoria distorsionada de las masas
El
gobierno Lula, sin embargo, por sus alianzas y programa, será un
gobierno burgués y de sumisión al imperialismo. La clase dominante
ya se encargó - antes incluso de la elección - de robarle a las
masas su conquista y de distorsionar su victoria.
La
crisis por la cual pasa el país causó innumerables fisuras en la
clase dominante y en la coalición partidaria que ganó y forma parte
del gobierno FHC. Sectores minoritarios, pero de peso de la burguesía,
se pasaron al barco de Lula. Empezando por su vice - José Alencar,
del Partido Liberal - que es un gran empresario del sector textil, dueño
de 11 fábricas y de un patrimonio de R$ 13 mil millones. Sectores
nada marginales de la burguesía se aliaron a Lula, como Eugênio
Staub, dueño de la Gradiente (grupo eletro-electrónico) y otros.
Reflejando esa división, el apoyo proveniente de la superestructura
política de la clase dominante fue todavía mayor. Del PMDB (o ex-
PMDB), lo apoyaron dos ex-Presidentes del Brasil: Itamar Franco y José
Sarney, además de figuras reconocidas y de peso, como el
ex-gobernador de San Pablo Orestes Quércia. Del PFL (partido del
Frente Liberal), lo apoyó ACM (Antonio Carlos Magalhães),
ex-ministro de la dictadura, ex-gobernador de Bahía y ex- presidente
del Senado. Del PPB (otro partido de la alianza del gobierno), se juntó
a Lula el ex-ministro de Economía de la dictadura y actual Diputado
Federal Delfim Neto y hasta Paulo Maluf, ícono de la dictadura y último
candidato a favor del régimen militar en el 85, cuando las
"Directas ya" habían prácticamente volteado a la
dictadura, declaró su voto al PT en el ballotage. Hasta en el partido
del candidato de FHC (el PSDB) hubo fisuras y un sector actuó de modo
"neutro". Inclusive el Presidente Fernando Henrique Cardoso
actuó más como alguien que modera y ameniza los
"exabruptos" de su candidato contra el adversario petista,
que como alguien que los estimula. Las otras dos candidaturas de
oposición burguesa que se presentaron en la primera vuelta - Ciro
Gomes (PPS) y Antony Garotinho (PSB) - también llamaron a votar a
Lula en la segunda vuelta.
Incluso
la mayoría del empresariado, de los banqueros y del imperialismo, que
prefería y votó a Serra, actuó en el sentido de evitar toda
radicalización. No sólo no estuvo dispuesta ir para el todo o nada
(como hizo en 1989, cuando improvisó un Fernando Collor) sino que
actuó para "tejer una transición" y aceptar "con
naturalidad" la "alternancia de poder". Claro, no sin
antes amarrar bien a Lula a un nuevo acuerdo con el FMI.
En
1989, el entonces presidente de la Fiesp, Mario Amato, declaró que si
Lula ganara las elecciones 800 grandes empresarios se irían del país.
Hoy, el actual presidente de la entidad, Horácio Lafer Piva, declara:
"Es necesario que la oposición que se forma se desarme, porque
muchas de las propuestas son comunes. Este es un momento de unión
nacional, de darse las manos y construir." (diario Folha on Line
- 28/10). La FIESP, según él, mantiene contactos con el equipo del
PT hace semanas para colaborar en la formación del gobierno de
transición, presentando ideas y debatiendo nombres, en cumplimiento
de lo que llamó "papel de presión y propuestas". En la
misma línea, a todavía un mes del segundo turno, el presidente del
Banco Itaú - segundo mayor banco privado brasileño - declaró en los
EE.UU que " los empresarios brasileños están preparados para
apoyar un gobierno Lula".
Esta
postura de la burguesía brasileña y del propio imperialismo frente
al PT - de, en la peor de las hipótesis, verlo como adversario, pero
no como enemigo - se debe a dos cuestiones.
La
primera, al hecho de que el PT se institucionalizó, se transformó
completamente en un partido del orden burgués y defiende un programa
capitalista y de rendición al imperialismo. Así lo define el
economista, diputado y ex-ministro de la dictadura Delfim Neto,
justificando su apoyo a Lula: "La sociedad brasileña vive un
momento histórico. Hasta hace poco, el Partido de los Trabajadores
tenía fuertes restricciones al mercado, exactamente como el Partido
Social Demócrata alemán hasta el manifiesto de Bad Godesberg (1959)
y el Partido Laborista inglés hasta la reunión de Westminster Hall
(1995), cuando retiraron de sus programas todos los resquicios de
marxismo que los infectaban. En su último programa (que llamamos
Carta de Ribeirão Preto), el PT siguió el mismo camino. Y en la
Carta al Pueblo Brasileño, de junio de este año, el señor Luiz Inácio
Lula da Silva reafirmó los mecanismos de mercado para la administración
económica. Hasta entonces, el PT no era parte de los partidos que
aceptaban integralmente la organización política nacional construida
en la Constitución de 1988. (...) La elección de 2002 da la
oportunidad para que se consagre definitivamente la incorporación del
Partido de los Trabajadores al cuerpo político nacional".
(revista Carta Capital - 23/10/2002)
La
segunda cuestión, tal vez tan importante como la primera, tiene que
ver con la profundidad de la crisis y la necesidad que ve la burguesía
de tratar de evitar la eclosión de un proceso sostenido de luchas y
la posibilidad de apertura de una crisis revolucionaria. El
ex-presidente José Sarney (posible presidente del Congreso Nacional
en un gobierno Lula) expresa con lucidez esa característica
preventiva de la burguesía brasileña cuando vislumbra la posibilidad
de eclo-sión de grandes luchas y ruptura en el régimen político:
"Creo que Lula prestó un gran servicio al País en esta sucesión,
porque con esta crisis social, con esta desocupación, la violencia
urbana, con el terror que estamos viviendo, con la situación de
agitación nacional, si no fuese él el hombre que es, que catalizó
las esperanzas del pueblo, aseguró una sucesión tranquila, la campaña
presidencial habría sido un momento de casi explosión social del país."
(diario O Estado de São Paulo - 27/10/2002)
La
"carta del editor" - una especie de editorial - de la
revista semanal del principal conglomerado de comunicación del país,
se refiere a lo mismo "Electo, el candidato del PT recibió la
misión de poner de pie un país que atraviesa una de las crisis más
dramáticas de su historia. La economía internacional vive una etapa
dificilísima. No sería una misión fácil para ninguno de los
adversarios. Con los millones de votos recibidos el domingo, puede ser
menos difícil para Lula" (revista Época - 28/10/2002).
FMI
da las cartas y el Alca se acelera
No
obstante, el hecho más importante para la aceptación de Lula por
parte de la burguesía y del imperialismo, y que distorsiona
completamente la victoria que hoy sienten las masas, porque es la
garantía de que su deseo de cambio será traicionado, fue el acuerdo
con el FMI realizado por el gobierno, con el aval y participación de
Lula.
En
junio - en medio de un ataque especulativo - Lula hizo un
pronuncia-miento, en el cual leyó una "Carta al pueblo Brasileño",
en realidad una carta a los banqueros para obtener un salvoconducto
frente al mercado financiero, donde se comprometía a cumplir todos
los contratos, mantener la Ley de Responsabilidad Fiscal, el superávit
primario en las cuentas públicas y la política de metas de inflación.
O sea, los pilares centrales de la política económica de FHC y del
imperialismo.
En
agosto, Lula fue más lejos, aceptó la "invitación" de FHC
para "conocer" los términos del nuevo acuerdo con el FMI y
para garantizarlo. Ahí se comprometió definitivamente con la
continuidad empeorada de la política económica aplicada en Brasil en
estos últimos 8 años. Las metas del FMI exigen más "ajuste
fiscal", más cortes presupuestarios para pagar la deuda, imponen
el mantenimiento y profundización de un escenario recesivo, más
desnacionalización de la economía y garantía de aumento del control
del imperialismo sobre el Estado y las instituciones.
En
el campo institucional, la primera medida será dar "autonomía"
al Banco Central y "elegir" un Presidente del BC de acuerdo
con lo que quiere el "mercado".
El
gobierno Lula, incluso, asumirá la co-presidencia de las
negociaciones del Alca junto con los Estados Unidos. Y quien espera
que Lula - como líder de América Latina - impida el Alca, va a tener
que esperar sentado. Los sectores fundamentales de la burguesía
brasileña van al Alca. Incluso los sectores "productivos"
(o sea, los sectores que invierten y obtienen ganancias con la
producción directa, como los industriales) de quienes Lula decía ser
aliado preferencial en relación a los banqueros (cosa que ya se esfumó)
quiere el Alca en lo grueso, con arreglos en lo fino. Con la palabra
nuevamente el Presidente de la Fiesp: "El Alca es
inexorable" (Folha on Line 28/10/2002). Lo mismo dice el propio
vice de Lula "(...) a veces la gente toma posición contra el
Alca sin saber lo que significa. Libre comercio significa el fin de
las fronteras económicas, para ser exacto. Significa que los países
estarán viviendo en una economía rigurosamente abierta. ¿Esto es
bueno para Brasil? Yo pienso que sí." (diario Folha de São
Paulo 26/10/2002)
La
victoria electoral de las masas, por lo tanto, es una victoria
completamente distorsionada. El gobierno Lula será un gobierno de
colaboración de clases o de Frente Popular, como se conoce históricamente.
Será, por lo tanto, un gobierno burgués, que - bajo la batuta del
FMI - va a administrar el Estado Burgués en proceso de colonización
y el capitalismo brasileño, en un momento de crisis de este.
Un
gobierno de Frente Popular...
En
Brasil, un gobierno de esta naturaleza es un hecho inédito. Sin
embargo, gobiernos de colaboración de clases, o de unidad entre
partidos obreros y sectores de la burguesía, en los cuales partidos
obreros colaboracionistas ocupan un lugar preponderante, se produjeron
muchísimas veces en la historia en muchos países.
El
marxismo revolucionario dedicó centenas de páginas al análisis de
tales gobiernos y a la formulación de una estrategia y táctica
revolucionaria frente a los mismos. Y no es nada secundario volver
sobre esos análisis para proceder a una evaluación marxista del
gobierno Lula y sobre todo, elaborar una política revolucionaria
frente al mismo, porque salvo raras excepciones el movimiento
revolucionario fue presionado y acabó por naufragar en el oportunismo
ante gobiernos de este tipo. Incluso, el Partido Bolchevique - antes
de la llegada de Lenin a Rusia en abril de 1917 - capituló en toda a
línea al Gobierno Provisorio, compuesto por Mencheviques, Socialistas
Revolucionarios en alianza con la burguesía liberal. Sin el vuelco
estratégico que Lenin y sus Tesis de Abril dieron en el partido, no
se habría producido la revolución socialista de octubre de 1917.
Nahuel
Moreno - dirigente trotskista argentino y fundador de la Liga
Internacional de los Trabajadores -, ante la asunción del gobierno
Mitterrand en Francia, sistematizaba en siete puntos el pensamiento de
Trotsky sobre el tema:
"*El
gobierno frentepopulista siempre coincide con una etapa superior de la
lucha de clases.
*Es un tipo diferente de gobierno burgués.
*Tiene
un claro contenido contrarrevolucionario.
*Apoyado
en las organizaciones obreras conciliadoras, puede adoptar distintas
formas y, dentro de ciertos límites, responder a diferentes
circunstancias de la lucha de clases.
*No
tiene, en sí mismo, ninguna incompatibilidad con el régimen
capitalista-imperialista.
*Su
propósito es desmoralizar y desmovilizar a los trabajadores, conduciéndolos
a mayores sufrimientos o a derrotas históricas.
*Es
un producto objetivo de la crisis de dirección revolucionaria del
movimento obrero, pero ofrece a los revolucionarios la mayor, tal vez
la única, oportunidad para superarla." (Nahuel Moreno - bajo el
pseudónimo de Miguel Capa - "El gobierno Mitterrand, sus
perspectivas y nuestra política" - 1981 - Revista Desafío nº
4, julío/1993)
Los
gobiernos de Frente Popular - como el de Lula - son gobiernos
burgueses porque se proponen administrar el capitalismo (siempre en épocas
de crisis) y el Estado burgués. Al mismo tiempo, son gobiernos
burgueses anormales porque lo normal es que la clase dominante
gobierne su estado, o que sea un representante directo suyo quien
administre sus negocios. Esa anormalidad, un gobierno frentepopulista
u obrero-capitalista, a su vez, establece también una relación
completamente diferente con la conciencia tanto de las masas
trabajadoras, como de los capitalistas. Los trabajadores tienden a ver
ese gobierno como "su" gobierno y la clase dominante tiende
a verlo como enemigo, adversario o con desconfianza.
Por
otra parte, hubo gobiernos de Frente Popular que llegaron al poder en
un tremendo ascenso de masas y convivieron con un poder popular, o
doble poder. Fue el caso del gobierno de Kerensky en la Rusia del 17,
donde existían los soviets, o de Allende en Chile, que a pesar de
haber llegado al gobierno por la vía electoral, convivió
posteriormente con los cordones industriales. Otros, como el de
Mitterrand en Francia, llegaron al gobierno previamente a la
existencia de grandes movilizaciones y lograron evitar la generalización
de las luchas, derrotándolas una por una.
...
pero un Frente Popular muy distinto
El
gobierno Lula es un gobierno de Frente Popular, de colaboración de
clases - y por lo tanto burgués anormal, tanto en el sentido de que
la mayoría de la burguesía, si fuera posible, preferiría y tendría
más confianza en un gobierno directamente suyo, pero principalmente
porque las masas depositan en este gobierno muchas ilusiones y
expectativas. Ven a Lula - especialmente en este primer momento - como
su gobierno.
Pero,
al mismo tiempo, el gobierno Lula será un Frente Popular muy distinto
a los diversos Frentes Populares que conocimos históricamente.
Primero,
a diferencia de la mayoría de los Frentes Populares, no habrá un
sector insignificante de la burguesía, o la "sombra de la
burguesía", como decía Trotsky sobre España y Francia en el
36, en el gobierno del PT. Habrá sectores importantes, pesos pesados
de la clase dominante en el gobierno. La "transi-ción"
hasta la asunción de Lula, a su vez, tendrá características de
unidad nacional. E, incluso, el inicio del futuro gobierno podrá
tener esas características. En principio tendrá apoyo en lo grueso -
en las medidas y votaciones del Congreso - posiblemente de todos los
partidos burgueses y de prácticamente todas las Federaciones
empresariales. La burguesía no lo ve como enemigo, como máximo un
sector lo ve como adversario y con desconfianza, siendo que un amplio
sector lo apoya directamente e integrará el gobierno.
La
composición del gobierno - que aún no fue anunciada -, sobre todo en
el área económica (Ministerio de Economía y Banco Central),
independientemente de los nombres, está siendo negociada con el
"mercado", léase con toda la burguesía y con el
imperialismo. Siendo que la primera medida a ser votada - en común
acuerdo entre el gobierno de FHC y el PT - aún este año es la que
dará autonomía al Banco Central.
Segundo,
la presencia del movimiento obrero en el gobierno, a su vez, se dará
prácticamente por la presencia del PT, o sea, no habrá dirigentes
sindicales dirigiendo las grandes empresas públicas que restan y ni
siquiera ocupando ministerios.
Tercero,
siendo un Frente Popular de un país semicolonial en proceso de
recolonización, el gobierno Lula no se asemeja en nada a gobiernos de
colaboración de clases que existieron en las semicolonias. No guarda
ninguna semejanza con Allende, por ejemplo, que expropió las minas de
cobre y se enfrentó con las multinacionales imperialistas. Por el
contrario, el gobierno Lula no tendrá ninguna característica
antiimperialista. Éste acepta y defiende el pago de la deuda externa
y el acuerdo con el FMI, incluso con la predisposición de aumentar el
ajuste fiscal, si fuera necesario. Acepta dar autonomía al Banco
Central, lo que significa dejar el control monetario - cambio,
intereses, etc - en manos de alguien de confianza del imperialismo.
Defiende la continuidad de las negociaciones del Alca, afirmando que
es posible una negociación "soberana", en realidad
enfatizando en las negociaciones lo mismo que FHC y que la burguesía
dependiente brasileña quiere, al igual que las multinacionales
instaladas en el país: alguna apertura en el mercado de los EE.UU.
para la agricultura brasileña. A cambio de espacio para vender jugo
de naranja y algunos productos más, aceptan entregar el resto como
quiere EE.UU.
Si
pensamos en la comparación con Chile, podemos decir que Lula no tiene
nada que ver con Allende y mucho con Lagos.
El
propio imperialismo, especialmente el de los EE.UU, que obviamente
prefería a Serra, no lo trata hoy como enemigo, busca ser cuidadoso y
presionarlo para que sea más y más neoliberal. La política
determinante del gobierno Bush no es la de incluirlo en el "eje
del mal", sino la de pre-sionar por más y mayores concesiones. Y
Lula trata de dar señales de que no quiere ser comparado con Chávez
y Castro, como declaró al diario Washington Post. El propio FHC y
Arminio Fraga - actual Presidente del Banco Central y ex-empleado de
George Soros - vienen funcionando como avales internacionales de Lula.
Albert
Fishlow, director del Centro de Estudios Brasileños de la Universidad
de Columbia, de Nueva York, ex- profesor de FHC, en entrevista a un
diario brasileño da el tono de lo que deberán ser las relaciones del
imperialismo con el gobierno. [...] "pero yo creo que aún con
una victoria de Lula, la situación debe mejorar dentro de los próximos
cuatro a seis meses, por una razón simple va a haber una posibilidad
de comprobar si Brasil está siguiendo efectivamente el acuerdo
realizado con el FMI." [...] Pero un eventual gobierno Lula podrá
comprobar al FMI y al mercado financiero que seguirá la estrategia
macroeconómica actual."
-¿Usted
piensa que Lula seguirá realmente esa política?
-"Él
fue uno de los primeros a ratificar el acuerdo. Fue a la reunión con
FHC y ya había preparado un documento en el cual dijo que el PT
estaba comprometido a seguir la línea del acuerdo." [...] en la
práctica la victoria de Lula significará un cambio limitado. Será
realmente la sustituición del PFL por el PT en la alianza del
gobierno dentro del Congreso."
-¿Usted
cree que la relación Brasil-EE.UU en un eventual gobierno Lula tiende
a ser más conflictiva?
-"No,
eso no lo veo. Dentro de la secretaría del Tesoro, de la Casa Blanca,
del Departamento de Estado, todos en los EE.UU. están diciendo lo
mismo, que la democracia está funcionando y que, como siempre, es
necesario reconocer y aceptar las decisiones nacionales." (Folha
de San Pablo, 5/10/02)
Los
principales diarios estadounidenses se refieren así a la victoria de
Lula: "Lula tendrá que controlar (la expectativa) de los que
esperan milagros (...) Lula pareció estar preparando a los 175
millones de brasileños para eso (en el pronunciamiento del día
siguiente de la elección). Dio señales al FMI y a otras
instituciones y pidió paciencia a los que lo votaron. (New York Times
- 29/10/2002) " El tono tranquilizador de Lula marcó el
principio de un esfuerzo para transformar una campaña populista en un
plan coherente para gobernar la Nación" (Washington Post -
29/10/2002).
El
imperialismo europeo - sin dejar de lado las exigencias - es aún
mucho más amistoso en relación a Lula. Tony Blair y Jacques Chirac
se apuraron a invitar a Lula para visitarlos. "El gobierno británico
aguarda con expectativa poder trabajar con la nueva administración
para ampliar la actual cooperación y lazos con Brasil", dice el
gobierno británico en nota oficial. Y de París, Jacques Chirac envió
"las más calurosas felicitaciones". (diario El Estado de
San Pablo - 30/10/2002).
Gurúes
del imperialismo, como Fred Bergsten - director del Institute for
Internacional Economics de Washington - comparan a Lula con Tony Blair,
Mitterrand y Felipe González.
Sin
duda, el PT de hoy se parece en muchos sentidos a la socialdemocracia
europea. La diferencia es que Brasil no es la Europa imperialista sino
una semicolonia rumbeando de vuelta al status de colonia.
Es
necesario profundizar más aquello que determina todo lo que vemos de
atípico en este gobierno en relación a otros gobiernos de esa
naturaleza que hubo en la historia. Nuestra hipótesis es que esas
diferencias son producto de dos hechos o procesos internacionales
determinantes y uno nacional: a) es un Frente Popular post-caída del
muro de Berlín; b) es un Frente Popular que asciende bajo un proceso
de recolonización imperialista tan profundo y avanzado que cambió la
estructura productiva y el perfil de la burguesía en el país (y en
toda América Latina) y no dejó espacio para la existencia de
cualquier corriente nacionalista burguesa de alguna importancia, por más
tímida y cobarde que sea; c) el PT se institucionalizó y se estima
que tiene 150 mil de sus 300 mil afiliados en el aparato de estado -
ya sea en municipios, gobiernos o en el legislativo de las tres
esferas - municipal, estadual y nacional. Y el detalle es que ese
Estado está siendo colonizado. El régimen - las instituiciones con
las cuales el Estado gobierna - viene convirtiéndose en una
"democracia colonial". Y el PT, donde gobierna, convive con
los agentes de los colonizadores, respeta y aplica, en esencia, los
mandamientos imperialistas: paga la deuda pública; hace ajuste
fiscal; privatiza empresas públicas,etc.
Las
semejanzas con De La Rúa
No
son pocos - en la izquierda latinoamericana - aquellos que ven la
probabilidad de que Lula, en lo concerniente a la relación con el
imperialismo, se pareza a Hugo Chávez, o sea, de que acabe de un modo
o de otro polarizando y desafiando a los EE.UU. A nuestro modo de ver
lo más probable es que Lula se asemeje al ex-presidente De La Rúa y
no a Chávez.
Evidentemente,
las analogías del gobierno Lula con estos dos gobiernos son
limitadas, pues ni Chávez ni el ex- gobierno De La Rúa son Frentes
Populares, aunque tuvieran elementos frente populistas, o de
colaboración de clases.
Sin
embargo, son semejantes en lo relativo al hecho de haber sido electos
por presentarse como oposición al neoliberalismo. Chávez, no
obstante, llegó al gobierno como subproducto del Caracazo, en medio
de un gran ascenso, con un régimen democrático burgués en ruinas.
No fue un gobierno preventivo. De La Rúa - al contrario -, como Lula,
ascendió antes de la crisis revolucionaria para buscar mantener la
institucionalidad y tratar de mantener el modelo con algunas reformas.
Chávez
al principio fue muy útil a la burguesía y al imperialismo. No tomó
ninguna medida antiimperialista, aunque haya abusado de la retórica
en este terreno, como también habló mucho contra la corrupción y a
favor de los pobres. Se montó sobre el movimiento de masas y lo
controló, mientras reconstruía una institucionalidad burguesa.
Cuando sobrevino el desgaste y más fisuras interburguesas - intentó
tímidas medidas antiimperialistas para mantener el apoyo de la mayoría
de las masas. El hecho es que el imperialismo se irritó con las
alianzas de Chávez con países árabes en defensa del precio del petróleo
vía OPEP y su negativa a adherir a la guerra contra Afganistán e
Irak y pasó a querer un gobierno de su entera confianza en Venezuela,
lo que Chávez no es.
Lula,
como De La Rúa, llegó al gobierno simbolizando el cambio para una
población desgastada por el modelo neoliberal de dos mandatos de FHC
(así como sucedió con Menem en Argentina), pero antes de un ascenso
sostenido y de una crisis revolucionaria. Su gobierno, así como el de
la Alianza UCR-Frepaso intentó en la Argentina, planea dar
seguimiento en esencia a la política de FHC, esperando - después de
hacer el ajuste doloroso que el FMI exige - tener algún margen de
maniobra para poder reformar un poco el modelo y ofrecer a la burguesía
crecimiento económico y algunas políticas sociales compensatorias a
las masas. Asume para tratar de resolver la crisis actual bajo la óptica
de la burguesía y del imperialismo, o sea, para tirar todo el peso de
ésta en las espaldas de los trabajadores y, al mismo tiempo, usar su
prestigio entre las masas para evitar una crisis revolucionaria,
convenciéndolas de aceptar el "remedio amargo" ahora, a
cambio de la promesa de días mejores después.
Paz
y amor con el mercado es guerra contra los trabajadores
Prometiendo
días mejores para todos, para griegos y troyanos, banqueros y
trabajadores, diciendo que quiere un gobierno de unión na-cional,
Lula no atacó a sus adversarios en la campaña y se decía "Lulinha
paz y amor".
Y
en ese sentido se viene comprometiendo con todo lo que el
"mercado" quiere. Para que sus primeras medidas no suenen
como una estafa electoral para las masas, Lula está lanzando una
campaña contra el hambre, que consiste en dar bonos de alimentación
a 9 millones de brasileños - de los 52 millones de miserables - en el
primer año de gobierno y declarando que antes del final de su
gobierno todo brasileño va a lograr comer al menos tres veces por día.
Este proyecto consumirá R$ 5 mil millones del presupuesto.
Siendo
que el pago de la deuda pública ya consume más del 60% del
presupuesto y que de los 40% restantes, el gobierno Lula se compromete
a garantizar el superávit primario exigido por el FMI: una economía
de R$ 52 mil millones más para destinar también al pago de la deuda;
ya se ve que el programa contra el hambre es menos que una migaja,
comparado con las medidas duras que vendrán contra la clase
trabajadora.
Sacando
el "proyecto contra el hambre" desde luego apoyado con
entusiasmo por toda la burguesía, las demás medidas anunciadas son
las "reformas estructurales" del FMI que Cardoso no logró
terminar: autonomía del Banco Central, ataque a las jubilaciones;
flexibilización de la legislación laboral, exenciones fiscales para
la burguesía y mantenimiento y aumento de impuestos para la clase
media y parte de la clase trabajadora y contención salarial a los
empleados públicos.
Una
dinámica de crisis: nueva etapa de la lucha de clases
La
situación mundial y latinoamericana tienden a colocar el gobierno
Lula en una situación difícil en poco tiempo. Lula - por sus
alianzas y programa - tendrá que seguir una política tan
"pro-mercado" como FHC, en una situación de agotamiento del
modelo y de crisis mundial.
La
crisis de la economía norteamericana y de la economía brasileña -
que está al borde de una moratoria forzada - no dan margen de
maniobra para una salida intermedia.
No
sólo no existe espacio para concesiones al movimento de masas sino
que será preciso redoblar los ataques al nivel de vida del pueblo.
La
tendencia, por tanto, es que este gobierno se desgaste más rápidamente
de lo que se espera. La situación de rebeliones y revoluciones en el
continente, por otro lado, y el crecimento de la conciencia
antiimperialista - también en Brasil - aliada a la tremenda crisis
social ya hoy existente apuntan al resurgimiento de las luchas en el
país.
En
principio, como ya dijimos, la burguesía no va a atacar al gobierno
de forma intransigente y va buscar darle condiciones de gobernabilidad
para llevar adelante las reformas. El movimiento de masas también
inicialmente dará un tiempo al gobierno, por las expectativas e
ilusiones que deposita en él y también porque la dirección
mayoritaria de la CUT estará contra las luchas.
Sin
embargo, ni la burguesía seguirá indefinidamente en "luna de
miel" con el gobierno ni el movimiento de masas seguirá
indefinidamente perdiendo conquistas y recibiendo ataques sin
reaccionar.
El
gobierno - apoyándose en la confianza que tiene de las masas - va a
hacer de todo para ganar a los trabajadores para el "pacto
social" y desmovilizar a las masas. Va a buscar construir palmo a
palmo la colaboración de clases de arriba a abajo. Desde un
"Consejo consultivo" - denominado - "Consejo de
Desarrollo Económico y Social", en el cual tendrán lugar la
Federación de los Bancos, de la Industria, de los Transportes,
intelectuales y "personalidades" burguesas y tam-bién la
CUT y demás centrales sindicales, hasta tratar de implicar a cada uno
de los sindicatos en pactos con sus patrones. (va a apoyarse en la
experiencia de acuerdos rebajados realizados por los principales
sindicatos de la CUT dirigidos por su corriente en la década de 90, a
través de las Cámaras Sectoriales)
Si
Lula logra detener el ascenso, imponer todo el ajuste sobre el pueblo
y en la base de la superexplotación y entrega del país evitar la
debacle financiera, la burguesía podrá darle más tiempo.
Lo
más probable, sin embargo, es la agudización de la lucha de clases.
La división interburguesa para ver quién disputa o gana el status de
socio menor mejor ubicado para quedarse con bocados más grandes del
botín imperialista sobre el Estado va a acentuarse. Por otra parte,
independientemente de los ritmos, es poco probable que la clase
trabajadora no reaccione ante los ataques que va a sufrir.
La
izquierda y el gobierno Lula
El
desafío de la izquierda brasileña en la nueva etapa es forjar un
partido revolucionario de masas altenativo al PT, que se postule como
oposición de izquierda al gobierno Lula. Para esto, es necesario en
este período preparatorio, antes aún de un gran ascenso, tener una
estrategia, un programa y una política revolucionaria clara. Tarea
que no es simple; los desafíos son inmensos y exigen una dirección a
la altura de los acontecimientos, lo que pondrá a todos a prueba.
No
se trata de ser sectario, de no tomar en cuenta las ilusiones de las
masas y su conciencia o de no adaptar las tácticas a éstas. Pero la
historia demuestra que el mayor peligro que ronda a los
revolucionarios en etapas de gobiernos de colaboración de clases es
el del oportunismo.
En
su texto sobre el frente popular en Francia, Nahuel Moreno
sistematizaba así la política leninista frente a tales gobiernos:
"(...)
se hace imprescindible desenmascararlo diariamente (...) Para que las
masas, con falsas ilusiones, puedan entender nuestra propuesta, la política
revolucionaria debe poseer dos aspectos: la explicación, por la
negativa, del carácter traidor y contrarrevolucionario del gobierno,
que debe ser sistemática, (...) y la colocación, por la positiva, de
qué gobierno proponemos en su lugar, aunque al principio no digamos
directamente "Abajo el actual gobierno". (...) Al principio
los bolcheviques no llamaron a derribar al Gobierno Provisorio (..)
Pero, desde el primer día Lenin proclamó (...) "ninguna
confianza en Kerensky" y pasó a desarrollar campañas contra éste,
denunciando sin piedad cada una y todas sus medidas. (...) Su único límite
fue el de no llamar a tirar abajo inmediatamente al gobierno, mientras
las masas no compartiesen ese planteo, y adaptar, cuidadosamente, la
alternativa de poder - o sea, la colocación positiva de qué tipo de
gobierno queremos - a las circunstancias que se transformaban."
En
la izquierda brasileña es urgente debatir sobre la estrategia y la
política de los socialistas bajo ese nuevo gobierno. Esta discusión
seguramente es polémica pero extremadamente necesaria.
Lula
con la FIESP y el FMI ¿eso puede ser un "gobierno
progresista"?
Antes
de llegar al gobierno central, el PT ya era un obstáculo para una
ruptura de las masas con la recolonización imperialista, la explotación
y la institucionalidad burguesa. Hoy, en el gobierno central, sufrió
una cambio cualitativo: pasó a ser el agente directo de la aplicación
del proyecto burgués e imperialista en el país.
En
la izquierda, sin embargo, hay, a groso modo, dos tipos de ilusión en
este gobierno, que llevan, en nuestra opinión, a una política
completamente equivocada.
Están
aquellos que creen que participando del bloque del gobierno y
proponiendo medidas a Lula éste podrá - aunque no rompa con el
imperialismo y el capital - hacer algunas reformas, avanzar en algunos
grados de soberanía, ser un "gobierno de izquierda" o
"progresista".
Hay
otros compañeros que saben que es necesaria una ruptura, pero creen
que es posible - con movilización - empujar al gobierno hacia la
izquierda y la ruptura. Para estos, el gobierno Lula sería un
gobierno híbrido, sin naturaleza de clase, un gobierno que estaría
en disputa. De un lado estaría el FMI y el grueso de la burguesía,
de otro, el movimiento, Lula estaría en el medio y podría ser atraído
hacia el lado de los trabajadores.
Pero,
en primer lugar, no es posible alcanzar la soberanía por dentro del
proceso de recolonización, como "socios conflictivos" con
el FMI o en la co-presidencia del Alca con Bush. Y tampoco es posible
traer al gobierno Lula hacia la izquierda y empujarlo a la ruptura,
porque Lula hizo una opción de clase, de gobernar con la burguesía
en los marcos del FMI y del Alca. Este gobierno en su totalidad es un
gobierno burgués.
¿Consejos
o exigencias?
Lenin
orientaba a que ante gobiernos así, la política revolucionaria debería
tener dos aspectos: uno por la negativa, que consistía en explicar
pacientemente a las masas que ese gobierno era su enemigo y ser
oposición irreconciliable a él desde el primer día. El segundo
aspecto, por la positiva, debería apuntar al gobierno que los
revolucionarios defendían, adaptando a las diversas circunstancias y
conciencia de las masas una fórmula de gobierno, que en Rusia pasó
por distintas consignas de acuerdo con tales circunstancias: ¡Ninguna
confianza en el gobierno provisorio! ¡Fuera los ministros burgueses
del go-bierno! ¡Todo el poder a los Soviets!.
En
un primer momento, las principales corrientes de la izquierda, casi
todas militando en el interior del PT, están muy distantes de la
propuesta de Lenin para gobiernos de este tipo. Las primeras
manifestaciones de las corrientes de izquierda internas del PT dan
"consejos" a Lula.
Aunque
estas corrientes compongan un abanico heterogéneo, podemos detenernos
en una serie de ellas, como la Democracia Socialista - organización
del Secretariado Unificado - que tiene diferencia menores con la
corriente mayoritaria del PT y no ve ningún problema en participar
directamente de un gobierno de esa naturaleza, visto que ya estuvo en
la gestión de Economía y en el centro del gobierno del Estado de Río
Grande del Sur, que aplicó la misma política y programa que Lula se
propone aplicar en el gobierno central. Incluso tuvo un cuadro de su
corriente, Arno Augustin, en el equipo de transición del gobierno
Lula (los encargados por la dirección del PT de dirigir la transición
del gobierno FHC para el gobierno de la frente popular). Es posible
también que otras corrientes de lo que se conoce como izquierda
petista entren en el gobierno.
Hay
otros sectores que no están de acuerdo con la DS, pero hasta el
momento no se proponen ni romper con el PT ni desafiar al gobierno. Al
contrario, las primeras declaraciones no sólo alientan ilusiones,
sino que son de "consejeros" de Lula. Es el caso de la
entrevista de la diputada Luciana Genro, de la corriente Movimiento de
Izquierda Socialista, y que expresa el pensamiento de buena parte de
toda esa ala de la izquierda del PT, de la cual reproducimos algunos
trechos:
"(...)
Creo que continuar siguiendo las políticas del FMI no es el camino
para que podamos atender las demandas históricas de los trabajadores
(...) Creo que Lula tendría que denunciar ese acuerdo. ¿Qué
significa esto? ¿Mañana mismo romper y decir que no queremos saber más
nada? No. Significa construir ese ambiente en el país, mostrar que no
es posible mejorar la vida de la gente y someterse al FMI. Lula tiene
que sentarse a la mesa de negociación respaldado por una población
que tenga conciencia de que el FMI es nuestro enemigo (...)"
(diario Folha de S. Paulo - 4/11/2002).
Para
Luciana Genro, está bien que Lula esté en negociaciones con el FMI.
El problema para ella es que una vez ahí, Lula "tiene dos
caminos" y ella sugiere que Lula opte por el camino de denunciar
el FMI, para negociar respaldado por la población conciente de que el
FMI es enemigo. Como si el problema fuera que las masas tuviesen
enormes ilusiones en el FMI y Lula hubiera sido obligado a ir al FMI
para llevar a las masas a tener conciencia de que el Fondo es su
enemigo. Pero el problema es justamente el opuesto, las masas tienen
ilusiones en Lula, que a su vez ya optó por un camino: gobernar con
la burguesía, en los marcos del acuerdo con el FMI. Las masas no
tienen ninguna simpatía por el FMI, tienen simpatía y confianza en
Lula, que usando su inmenso prestigio, les meterá por la ventana el
acuerdo con el FMI.
Y
Genro, porque no se propone combatir las falsas ilusiones de las masas
en ese gobierno, acaba por no defender ni siquiera la ruptura del
acuerdo con el FMI.
Después,
ésta dice que burgueses como Sarney no deberían ser parte de un
"gobierno que se propone hacer cambios profundos y reales".
O sea, es como si Lula fuera un ingenuo que necesitara ser aconsejado,
pues no vería que no se debe tratar de ser un árbitro entre la
burguesía y el proletariado. Entonces, para ella la izquierda tendría
la gran tarea de mostrarle el "buen camino" para tales
cambios profundos... Ni una palabra de crítica a Lula o contra su política
de gobernar con la burguesía, y ni una política clara de exigencia
de que ese gobierno rompa con la burguesía y con el FMI, porque de lo
contrario atacará a los trabajadores, como ya está haciendo, incluso
cuando acepta antes de asumir, aprobar - con reformas - el Presupuesto
de FHC y del FMI.
¿Oposición
o apoyo crítico?
Por
otro lado tenemos las organizaciones y corrientes que tuvieron y
tienen un papel destacado en la Campaña Contra el Alca: compañeros
del MST, de las Pastorales Sociales, de Consulta Popular... Compañeros
que estuvieron a la vanguardia de las luchas en el campo y defienden
la ruptura con el imperialismo, con los cuales todos los sectores
combativos forman hoy un polo importantísimo para la movilización y
para el combate contra el imperialismo.
Pero,
acá también hay polémicas sobre la naturaleza del gobierno Lula y
las estrategias y tácticas de la izquierda frente a éste.
Discusiones estas que deben hacerse de forma clara entre todos - con
el objetivo de determinar acuerdos y diferencias.
Es
importante identificar en primer lugar, un gran acuerdo: no es posible
reformar el Alca ni hacer una "buena negociación" con el
FMI. Es necesario derrotar el Alca y al FMI. Segundo gran acuerdo: el
cumplimiento de esas tareas pasa por la movilización de masas, como
en la campaña anti-Alca.
Pero
hay diferencias y es justamente en relación a la comprensión sobre
el carácter y la posición frente al gobierno de frente popular:
Sectores
de estos movimientos piensan que - con movilización - es posible
empujar al go-bierno Lula hacia la izquierda, hacia el enfrentamiento
con el imperialismo. Segundo, a partir de esa evaluación se apunta a
una política de apoyo crítico al gobierno.
Esa
evaluación y esa política, en nuestra opinión, son equivocadas
porque - aunque se mantenga independencia para realizar acciones y
conflictos - al mantenerse en el apoyo crítico terminará por formar
parte del mismo bloque del gobierno ante las masas, aparecerá como su
ala izquierda, crítica, pero jamás constituyéndose como una
alternativa de izquierda, independiente: una oposición de izquierda.
Quien se quede en una posición así, de apoyo crítico, o de ala
izquierda del campo del gobierno, ante las inevitables críticas a la
izquierda y enfrentamientos que van a surgir con ese campo, acabará
obligado a hacer el papel de defensor del gobierno, reproduciendo así
la presión del gobierno contra posiciones más a la izquierda.
Porque,
históricamente, esas posiciones quedaron conocidas como las del
Frente Popular de Combate. Los bloques de Frente Popular de Combate
terminaron en el medio de un enfrentamiento entre las masas y los
gobiernos burgueses de colaboración de clases, desgastándose de los
dos lados y, peor aún, sin construir una alternativa de izquierda y
revolucionaria frente a estos. Y ahí está el gran problema, pues
estos gobiernos acabaron la mayoría de las veces - siempre que no
existió una alternativa revolucionaria de peso - llevando a la
derrota de los trabajadores.
El
primer comunicado del MST sobre el nuevo gobierno salió con el título
"Al pueblo brasileño y al presidente Lula", y sus trechos más
importantes se refieren a la relación de los trabajadores con el
nuevo gobierno:
"2-
el pueblo brasileño dice no a este modelo económico y agrícola y
eligió al presidente Lula. Es una victoria del pueblo. Es una derrota
de las elites y de su proyecto.
3-
el MST combatió ese proyecto y por eso fuimos perseguidos e
injuriados... Ahora nos sentimos orgullosos y victoriosos con la campaña
del compañero Lula.
5-
Estamos seguros de que es posible derrotar al latifundio, por la
organización del pueblo y por la voluntad política del nuevo
gobierno. Para nosotros, el enemigo es el latifundio y el gobierno
Lula va a desempeñar un papel fundamental para democratizar la
propiedad de la tier-ra en Brasil.
8-
Mantendremos la necesaria autonomía en relación al estado, pero
contribuiremos en todo lo que sea posible con el nuevo gobierno, para
que se produzca la tan soñada reforma agraria.
10-
Llamamos a todos los trabajadores y trabajadoras, a la sociedad
brasileña en general, a que se organicen, se movilicen y nos ayuden a
hacer la reforma agraria. Un Brasil más justo e igualitario es
posible. ¡La hora es esta!".
La
visión que atraviesa el manifiesto es que se apoya al gobierno para
que éste pueda cumplir su supuesta política de reforma agraria. La
idea es mantener la autonomía del movimiento, pero centrar en la
presión sobre el nuevo gobierno desde una posición de apoyo y se
elogia incluso el "papel fundamental en la reforma agraria"
que este gobierno podrá cumplir. Ni una palabra sobre las alianzas
que la dirección del PT está buscando con la burguesía (incluso la
oligarquía latifundista) ni sobre la continuidad de los acuerdos con
el FMI y sobre la política de seguir negociando el Alca (cuando el
MST ha sido una pieza fundamental del movimiento anti-Alca).
Se
apuesta a la presión del movimiento para presionar al gobierno de
frente popular para que dé curso a las reivindicaciones sectoriales y
no se levanta nada que pueda aparecer como opuesto a la política del
gobierno electo.
Construir
un nuevo partido revolucionario
Trotsky
dijo, sobre la derrota de la Revolución del 36 en Francia bajo el
gobierno de frente popular: "Los obreros fueron incapaces de
reconocer al enemigo porque éste se disfrazaba de amigo"1. Este
problema de la claridad sobre la naturaleza del gobierno de frente
popular puede ser el gran obstáculo para el avance de la revolución
brasileña y por eso mismo es el gran desafío para las fuerzas que se
reivindican de la izquierda revolucionaria en Brasil. En realidad, si
la izquierda petista quiere mantenerse socialista, debe enfrentar ya
la política de colaboración de clases de la dirección del PT y
avanzar en el camino de la ruptura con ese partido. El PSTU hizo un
llamado a las corrientes de la izquierda petista: sean oposición a
este gobierno de conciliación, capitalista e imperialista, entren en
la vía de la ruptura con el PT y discutamos un programa y un nuevo
partido revolucionario, en alternativa al PT.
Y
especialmente los compañeros que están en la campaña contra el Alca
pueden tener una gran responsabilidad: abrir un debate con todas las
fuerzas de la izquierda revolucionaria sobre el programa para
construir un poderoso partido revolucionario en alternativa al PT.
Por
un lado, la firmeza y fortalecimiento de un polo revolucionario desde
ya, escapando al sectarismo y al oportunismo, enfrentando las
presiones y si-guiendo los consejos de Lenin. Por otro, la unidad de
acción en la lucha y, al mismo tiempo, la discusión, el debate
programático y político entre todos los sectores combativos. Estos
dos pasos son decisivos en períodos como el que se va a abrir con la
llegada del frente popular al gobierno, como alertaban los grandes
dirigentes marxistas revolucionarios.
Notas:
T1
Trotsky - citado por Daniel Guerin - Front Populaire, revolution manquée
- París; Maspero, 1976.
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