El debate sobre el gobierno Lula y las
perspectivas de la izquierda
Movimento
de Esquerda Socialista
20 de noviembre de 2002
El mundo asiste al Brasil en fiesta. No es el
Carnaval de febrero y las conmemoraciones de la copa del mundo ya se
acabaron. Es noviembre del 2002. Centenares de millares de personas en
las calles, en los bares, en los mítines, en las esquinas, todas con
sus banderas rojas. El pueblo conmemora el resultado de las elecciones
presidenciales. Las urnas confirmaron lo que ya estaba viéndose en
los locales de trabajo y viviendas: ahora es Lula presidente.
Fueron 52.793.364 votos digitados al
principal líder y fundador del PT, partido surgido al calor de las
huelgas del ABC paulista en Sao Paulo en el inicio de la década de
80, proyectando por primera vez en la historia del Brasil un candidato
con origen en el movimiento sindical y en la izquierda para el cargo público
más importante del país. Se trata de una conquista incontestable, un
cambio histórico, político y cultural. Es una derrota del monopolio
de los medios de comunicación y de los banqueros que apostaron por el
candidato José Serra, del PSDB, apoyado por el actual presidente
Fernando Henrique Cardoso.
Un voto de oposición y por los cambios, a
pesar de las alianzas con la burguesía
¿Cómo se explica esa victoria?, ¿Cuáles
fueron los movimientos de las clases sociales?, las perspectivas del
nuevo gobierno y el papel de la izquierda son algunos interrogantes
abiertos. Es evidente que la base principal del triunfo petista fue la
clara voluntad de la población trabajadora brasileña de cambiar el
país. Por eso la mayoría del pueblo escogió el PT. Su historia está
vinculada a las luchas de los trabajadores, a la defensa de la ética
en la política y a la oposición al actual modelo económico. La
parte más consciente de los trabajadores y de la juventud han hecho
esta elección desde 1989. Un electorado que crece en cada elección.
La victoria del PT y de Lula, por tanto, ha sido esperada y batallada
desde 1989, siendo resultado sobre todo del desgaste del
neoliberalismo en Brasil, como en el resto de América Latina.
Aunque, esta vez, las posiciones "light"
dominaron totalmente el discurso de Lula. Recibió así, una situación
nacional inestable pero sin ascenso de las luchas del movimiento de
masas, el apoyo de sectores que en otras elecciones no le confiaron el
voto. Muchos de los que votaron en FHC, ahora dan una posibilidad al
PT, decepcionados con ocho años de gobierno tucano, cuyos resultados
son un estancamiento crónico de la economía, un desempleo de 20% y
una deuda pública que se multiplicó y hoy ya supera el 60% del
PIB.
Además del voto claramente de oposición,
base fundamental de la fuerza de Lula, una parte importante de la
burguesía se adhirió a su campaña. Tal adhesión representó un
aval para sectores de la clase media alta y para las parcelas más
atrasadas del pueblo. Primero, fue la alianza del PT con el Partido
Liberal y el senador José Alencar, magnate del ramo textil. En
seguida, el ex-presidente Itamar Franco, gobernador de Minas Gerais y
la familia Sarney, representante de la oligarquía del Maranhão,
estado donde el 60% de la población es indigente, embarcaron en la
candidatura petista. En el segundo turno, aún más en los días que
antecedieron el pleito, a más del apoyo de Ciro y Garotinho, la
candidatura Lula contó con la adhesión de la oligarquía de Bahia, vía
ACM, y la mayoría del empresariado ya le trato como presidente, con
la FIESP y el mismo Bovespa presentando propuestas conjuntas con el núcleo
dirigente del PT.
El discurso de centro-izquierda
Tales apoyos burgueses fueron posibles porque
la campaña de Lula del 2002 dio un salto cualitativo en relación a
todas las tentativas anteriores en lo que dice respecto a la integración
del PT en el régimen político. No lo estamos comparando apenas con
el 1989, cuando Lula se postuló defendiendo una serie de medidas
anticapitalistas. Ni en 1994, ni en 1998, el programa de Lula fue tan
claramente capitalista. La alianza con un partido de derecha fue
apenas el símbolo en este giro. La defensa del acuerdo con el FMI fue
su expresión más importante, aunque no haya sido la única.
La estrategia de democratización del Estado
burgués que había sido adoptada hace muchos años ahora se
materializa en un nuevo contrato social. En este proceso Lula intenta
colocarse como árbitro, haciendo, en estas condiciones, compromisos
con todos los sectores, razón por la cual todos los sectores tenderán
a cobrarle. Según Lula los cambios en el país deben ser realizados a
través de negociaciones, acuerdos, y no en el enfrentamiento entre
las clases, no a través de la lucha. Está es la posición oficial.
Según la campaña, la reforma agraria, por ejemplo, se hará a través
del diálogo entre los sin tierra y los latifundistas, ahora llamados
por Lula productores rurales. Si Lula se coloca como árbitro,
intentando asumir una posición por encima de las clases, su
conciliación de intereses apenas existe en el terreno del imaginario,
no en el terreno real, de las clases sociales con sus intereses antagónicos
y sus luchas.
Este giro del discurso hacía el
centro-izquierda anula la voluntad de los que votaron por Lula para
cambiar el país. Pero si el PT venció en las elecciones con una
campaña de conciliación de clases es precisamente porque la situación
nacional no estaba marcada por un ascenso de las luchas de la clase
trabajadora. Al contrario, durante la década de 90, la ofensiva de la
globalización tuvo incidencia en el Brasil y en la vida del PT, que
se fue adaptando a las clases dominantes sin que los trabajadores
ofreciesen una resistencia realmente fuerte al curso cada vez más
electoralista y oportunista adoptado por el partido y expresado en el
abandono de las banderas históricas, como la suspensión del pago de
la deuda externa, el apoyo de las ocupaciones de tierras, así como
una política ofensiva contra el dominio de los bancos y de las
grandes empresas.
Estas características "moderadas"
ya se estaban manifestando antes del pleito electoral, como señalaba
el diario de la más importante corriente de la izquierda petista del
Rio de Janeiro. El PT "de defensor de las reformas amplias y
radicales, pasa a ser un partido remendado, intentando aquí y allá
remediar las consecuencias de la existencia del propio régimen
capitalista" (Jornal del Refazendo - editorial - número 01). La
cúpula petista anunció por la voz del marketing que maduró.
"Es eso, lo que piensan los empresarios, inclusive aquellos que
en 1989 amenazaban con abandonar el país. Es eso a lo que juegan los
banqueros, menos preocupados con lo que pueda acontecer en caso de una
victoria petista". Esta explicación se mantiene actual para
explicar el apoyo de los empresarios al PT y expresa el nuevo curso
del partido. Pero la explicación no termina aquí: "La cúpula
petista piensa poco, no basta la cotidianeidad de la conciliación.
Quieren predicarla. Es así que fabrican un programa que no ejecuta
reformas estructurales. Por eso, quieren combatir el hambre con
cupones y con reformas" ( ídem ). Y aún más adelante, el
editorial remata: "Confianza, es lo que defiende nuestra cúpula.
Confianza no para las bases sociales de trabajadores pero si para los
dominantes del país" (ídem).
Este carácter conciliador, entretanto, no
agota la razón por la cual un sector importante de la burguesía
adhirió al candidato petista. Sin la crisis del neoliberalismo esta
división de un sector de la clase dominante seria inviable. Diez años
de aplicación de un modelo de privatización desenfrenada, apertura
comercial y impuestos elevados han estrangulado a sectores de la
burguesía nacional que buscan en una alianza con el PT mejores
condiciones para invertir en el país, apostando en mejoras
sectoriales en la economía, sobre todo en el crédito estatal vía
BNDES, fondos de pensión y los ahorros de los trabajadores, como FGTS
y FAT. Este es aún un sector minoritario de la burguesía nacional,
pero ya bastante vinculado con el PT.
Otro sector, que da apoyo de última hora o
por el menos dispuesto a colaborar delante de la victoria petista
consumada, apuesta sobre todo en el compromiso de mantenimiento de las
políticas económicas fundamentales del gobierno FHC - superávit
fiscal, acuerdo con el FMI, Banco Central con autonomía. Se trata de
un sector que está lejos de cualquier tipo de entusiasmo, aunque
acepte la victoria de Lula. Por eso, delante de esa victoria trabaja
en para mantenerse ahí, pero colabora y hasta empuja para que Lula
busque mejores condiciones en la incorporación de Brasil al
ALCA.
La campaña fue una primera señal de lo
que será el gobierno
Las expectativas son enormes. ¿Cómo será
el nuevo gobierno? ¿Cuales serán sus primeros pasos y su composición
de clase? Nunca como ahora, por el menos en las últimas décadas, la
política despertó tantas esperanzas en sectores de las clases
trabajadoras del Brasil. Sobre las perspectivas como mucho podemos
trazar algunas tendencias. Lo que ha hecho hasta aquí sirve de parámetro.
No creemos, por ejemplo, que la campaña Lula sea una y el gobierno
sea el opuesto. Lula hizo una campaña en la línea de lo que será su
gobierno. La defensa del pacto social entre el capital y el trabajo,
entre el latifundio y los sin tierra, entre el Brasil como nación
dependiente y el FMI.
De esa caracterización de la campaña se
deriva ya la caracterización del gobierno: será un gobierno
compuesto por dirigentes históricos de la izquierda y de la clase
trabajadora, pero el poder social de la burguesía estará intacto.
Aunque el presidente y una parte importante del equipo ministerial no
serán políticos oriundos de la burguesía, o sus representantes
directos, hay nombres cotizados para los ministerios y para los
equipos económicos que ya ejercieron funciones claves en los
gobiernos burgueses anteriores y son parte directa de la elite política
y económica de la clase dominante: Ricupero, Sayad, los integrantes
del equipo del Plan Cruzado, algunos integrantes del actual gobierno,
representantes de empresas como la Globo y un abanico de banqueros
dentro de los cuales, todo indica, será escogido la presidencia del
Banco Central. Todos estos elementos demuestran que hay un sector de
la burguesía firme con Lula y con peso en el gobierno.
Aunque el discurso de Lula tenga asumido un
contenido claramente de conciliación de clases, y hasta de defensa
del lucro justo y del choque de capitalismo, las contradicciones del
Brasil con el imperialismo norteamericano son reales, no están
resueltas y pueden expresarse inclusive en conflictos entre un futuro
gobierno petista y el gobierno de los EUA, precisamente en una
coyuntura en que los EUA sufren un cuestionamiento muy superior en
nuestro continente, después sobre todo de la experiencia argentina,
intensificada con la posibilidad de victoria de Lúcio Gutíerrez en
el Ecuador y la continuidad de la polarización en Venezuela.
El ALCA, rechazada por sectores de la propia
burguesía brasileña puede ser - y probablemente será - un tema de
conflicto, bien con la creciente intervención militar de los EUA en
el continente, como expresa el Plan Colombia, en cada uno de estos
conflictos, es urgente el apoyo a cualquier medida progresiva adoptada
por el gobierno y la apuesta en profundar la resistencia. Nuestra
caracterización, sin embargo, es que el gobierno puede tener
fricciones y contradicciones con el imperialismo, pero no apostará
por las movilizaciones de personas para enfrentarlo. Se apoyará en
sus acuerdos con la burguesía nacional y medirá sus fricciones por
la disposición de la burguesía en acompañar al gobierno. Lo
imponderable es la reacción de los EUA delante de la tímida
resistencia petista, reacción que puede ser mayor que la resistencia
y obligar el PT a decidir por una línea de enfrentamiento mayor o de
capitulación completa.
Ruptura o continuidad con el modelo
neoliberal
Con la política de pacto social - apoyada
por las direcciones mayoritarias del movimiento sindical, en
particular de la CUT - y estos apoyos de la burguesía, el gobierno
petista puede conseguir algún margen de maniobra para progresos
sectoriales, mejoras sociales secundarias, parciales, pero basadas en
medidas compensatorias y casi nada cimentado en reformas sociales. No
vemos, por tanto, un escenario que camine hacía una crisis como la
ocurrida en la Argentina, por el menos en el corto plazo. Y sobre
todo, debido a la diversidad de la exportación brasileña, por el
peso mayor de la industria, por el carácter fluctuante del cambio,
pero también porque las medidas del gobierno no serán de cuño
neoliberal como las adoptadas por De La Rua. Las privatizaciones serán
contenidas y una política de substitución de las importaciones deberá
ser estimulada. Aparte de eso, y no es menos importante, el PT es un
partido con historia de luchas y no el principal partido burgués del
país, como era la UCR de De La Rua.
Pero no dirigirse a una situación como de la
Argentina en el próximo año y en el siguiente, no significa superar
la crisis económica ni mucho menos la social. No vemos una
insolvencia y una parálisis completa de la política económica en el
corto plazo, pero afirmamos que eventuales progresos sectoriales,
manteniendo los acuerdos con el FMI, ni tienen condiciones de superar
la crisis social y económica del país. No tienen condiciones de
revertir el desempleo en masa, la miseria, el subdesarrollo y la
dependencia externa. También creemos que los compromisos con el
fondo, aunque puedan ser mantenidos en el 2003, tendrán muchas
dificultades de estar garantizados más adelante. El riesgo de la
moratoria del pago es real y el acuerdo con el FMI puede venir a
representar un esfuerzo inútil para recuperar el crédito
internacional.
Con el mantenimiento de este acuerdo, además,
el desgaste del nuevo gobierno será inevitable, porque sus
compromisos con las metas del gobierno anterior inviabilizan cualquier
cambio profundo, sin el cual no se puede superar la crisis social
actual. Se trata, por eso, de un gobierno que rompe apenas
parcialmente con el modelo neoliberal, como manifiestan precisamente
sus compromisos con un superávit primario draconiano, cuyas metas son
incompatibles con una política de distribución de rentas lo que ya
es visible en la discusión presupuestaria que comienza antes de la
posesión. El PT siempre votó en contra, ahora votará a favor de un
presupuesto donde la mayor parte de los recursos es drenada para los
bancos.
Además de eso, ya se inicia una discusión
sobre la autonomía del Banco Central que peligrosamente puede quitar
al ejecutivo el poder sobre la política monetaria. Son apenas
ilustraciones de que el gobierno petista ensaya en una política de
reformas pero económicas y sociales favorables al pueblo, pero se
adapta al modelo actual. Esa es su más grave contradicción: la
tentativa parcial de cambiar el modelo y su compromiso con el
mantenimiento de los acuerdos firmados que lo amarran y, en el limite,
lo inviabilizan. Eso es demostrativo de que los márgenes de
maniobras, aunque existentes, son pequeños.
En primer lugar, por la crisis económica
mundial. La globalización concentra poder y riqueza en los países
centrales y escoge sectores minoritarios de la población de los países
dependientes para participar en el reparto del botín. No en vano el
economista Celso Furtado identificó siempre en las expresiones de la
adopción de los patrones de consumo de los países centrales en la
cultura de las elites brasileñas, una de las raíces fundamentales
del subdesarrollo. En nuestra opinión esa cultura no se rompe por la
vía del Pacto Social, porque sus cimientos se encuentran en la lógica
de la acumulación del capital, razón de ser de las grandes
empresas.
En segundo lugar, los márgenes de maniobra
son estrechas porque ambos sectores burgueses - los que apoyan de Lula
y los que aceptan su victoria con "espíritu democrático" y
ahora quieren colaborar - tienen interés en mantener la congelación
salarial, sobre todo los sectores hegemónicos de la burguesía
brasileña, sin excepción, defensores de la intensificación de la
explotación como elemento competitivo fundamental para disputar
parcelas del mercado mundial. Para fracciones fundamentales de la
burguesía tampoco una reforma agraria efectiva es deseada, porque la
superpoblación trabajadora en las ciudades es un factor de presión
para la reducción de los salarios y para la disminución de los
conflictos sindicales.
Esperanzas y frustraciones - en el camino
hay una piedra
De cualquier forma, el triunfo de los
trabajadores es real porque la derecha política y los partidos de la
gran burguesía fueron derrotados, abriéndose de hecho mejores
condiciones para que los trabajadores conquisten algunas de sus
demandas. La lucha por la tierra, por ejemplo, tiene un terreno mucho
más propicio para ser desarrollada, porque aunque la burguesía no
quiera una reforma agraria de acuerdo con los intereses del MST, el
nuevo gobierno tiene relaciones más próximas con los movimientos
campesinos, es más susceptible a las presiones y tiene real interés
en avanzar más en la distribución de tierras, al menos por interés
político en evitar conflictos en el campo.
También los trabajadores de empresas
estatales tienen razón de alimentar esperanzas. El Banco del Brasil,
la Caixa Económica Federal, el control estatal del petróleo, los
Correios, son empresas y políticas defendidas por el nuevo gobierno.
Nada de despidos en masa como ocurrió en otras estatales
privatizadas, como el Meridional. Estos son triunfos claros como el día.
En la coyuntura actual, como era previsible,
el movimiento de masas en conjunto, no sólo los trabajadores
estatales, está repleto de expectativas en un eventual gobierno Lula.
Aceptan sus posiciones más conciliadoras, pero como un raciocinio táctico.
Una parte de las masas está ganada para la línea de colaboración de
clases. Creen que con eso pueden conseguir los cambios que hace décadas
ambicionan. El carácter de la campaña, por sinal, relativazo la
propia victoria del movimiento de masas, precisamente porque fue
fundamentada también en una conciencia falsa acerca de la viabilidad
de cambios profundas en el Brasil por intermedio de una política de
pactos, conciencia no surgida naturalmente, pero alimentada todos los
días por una campaña de conciliación con el imperialismo y de
colaboración de clases.
No podemos perder de vista, sin embargo, que
en medio del camino hay una piedra. La alianza con el FMI y con la
burguesía nacional imposibilita reformas estructurales en el país y
más pronto o más tarde harán que las expectativas acaben en
frustraciones. Una parte de las masas que hoy votan por Lula mañana
estarán desilusionadas con el PT y su gobierno caso de que el partido
no rompa sus acuerdos con la burguesía, hipótesis que no será la más
probable. En este sentido vale la pena recordar las derrotas del PT en
las elecciones estaduales, después de gobiernos petistas, en el
Distrito Federal, en el Espírito Santo, después del gobierno de
Buaiz, también en 1998, y finalmente en 2002, en Rio Grande do Sul,
con Olívio Dutra. Este pronóstico acerca de la reducción de las
expectativas y de frustraciones de una parcela del pueblo está basado
en un dato: la crisis económica no va a ceder y las demandas
reprimidas seguirán insatisfechas. Por más expectativas que las
masas tengan en el gobierno, sin solución al brutal desempleo, al
hambre, a la miseria y a la inseguridad, el apoyo popular al gobierno
irá perdiendo fuerza.
Hay dos variantes que contrapesan esta
tendencia: las medidas de estímulo de la economía, por un lado, y la
adopción de reformas políticas democráticas o contra los
privilegios de los políticos tradicionales, como ocurrió en
Venezuela, por otro. En cuanto la primera, aunque puedan representar
progresos económicos sectoriales, concesiones parciales, pero no
creemos que consigan detener la evolución de la crisis global. Las
medidas compensatorias como bolsa-escuela, renta mínima, cupones de
alimentos pueden atenuar, pero no son capaces de detener el proceso de
desencanto de parcelas significativas del pueblo. En cuanto a las
reformas políticas de tipo Chávez, no son esas las intenciones de
Lula.
La ruptura de las masas con el gobierno
petista, no será, necesariamente, por la izquierda. El hecho de que
no tengamos una situación revolucionaria ni que tengamos una situación
de ascenso del movimiento de masas, factor fundamental para explicar
la facilidad con que Lula giró a la derecha, dificultará también
que las masas giren a la izquierda en una futura ruptura de una parte
de ellas con Lula. La confusión será el factor que prime. Desilusión,
descrédito con la política, factores que pueden hasta abrir espacio
para sectores de la derecha.
Aunque la tendencia mayor sea un aumento de
la confusión política, inclusive en los sectores organizados de la
clase trabajadora - los sectores que de hecho tenderán a ser más
pacientes con el gobierno Lula - creemos que la izquierda socialista
tendrá también un importante espacio para crecer. La politización
de la sociedad de conjunto también juega a favor de la izquierda. Una
politización en sólo derivada de la disputa electoral, sino de la
propia historia de la izquierda brasileña, hoy transmitida al vivo y
en colores por los grandes medios de comunicación. Una politización
que en el decorrer de los próximos años puede expresarse con más
fuerza, por la actividad de la juventud y de las nuevas generaciones
formadas en el calor de un intenso cambio político y cultural.
Las posibilidades más inmediatas de
crecimiento de la izquierda socialista, finalmente, serán tanto más
significativas cuanto mayor fueran las actividades del MST y del
propio ascenso de las luchas urbanas, ascenso que tendrá como freno
la actuación de la dirección mayoritaria de la CUT y de los
sindicatos ligados a Unidade en la Luta, ahora en el gobierno.
El lugar de la izquierda del PT
En este contexto, no tiene sentido creer que
la participación de la izquierda petista en el gobierno puede
representar la posibilidad de disputa de su rumbo. Tal participación
apenas representará una tentativa por parte del campo mayoritario de
cooptación de la izquierda petista, anulando la posibilidad de un
polo de izquierda en el país, necesario para las luchas de las clases
trabajadoras y hasta para la conquista de eventuales reformas durante
el gobierno Lula. Además, está absolutamente claro que este gobierno
no representa transición de ningún tipo ni siquiera para un modelo
de ruptura con el capitalismo dependiente, y menos en dirección al
socialismo. Al contrario, la clase dominante mantendrá intacto su
poder social. Por eso, puede querer descartar al PT después, cuando
el partido pierda fuerza y pueda ser substituido por representantes
directos de la elite patronal.
La mayor parte de la izquierda petista, sin
embargo, tiene otra caracterización. Dicen que el gobierno es de
contradicción y en ello definen su carácter de clase, hoy claramente
capitalista. Así, sustentan que es necesario disputar por dentro los
rumbos del gobierno, cuando está claro que toda la izquierda
conseguirá no más de un ministerio, tal vez ni eso. Se conseguirá más
no cambiando la esencia de la definición, pero este hecho en si mismo
prueba la inviabilidad de la idea de disputa por dentro.
De nuestra parte tampoco despreciamos la
disputa sobre los rumbos del gobierno y del país. Por ello lo mejor
es tener una posición firme en el movimiento social. Sólo con los
movimientos sociales y con las luchas de los trabajadores el país
puede virar para la izquierda. Y para tener una posición firme en los
movimientos sociales, que muchas veces reivindicarán del propio
gobierno, no se puede estar comprometido con los cargos del gobierno.
Por un lado, del punto de vista del movimiento de masas, porque limita
la autonomía de la intervención. Por otro lado, en el caso que
estuviésemos en el gobierno, nuestra definición de apoyo a los
movimientos sociales antes de que nada comprometería la solidaridad
necesaria en el interior de este gobierno concreto, que afirma una
posición de árbitro, de conciliación entre las clases, en el de
oposición a los grandes patrones.
No se puede, por tanto, ser intransigente en
la defensa de los movimientos sociales y de las luchas de los
trabajadores y adoptar una línea de solidaridad integral con el
gobierno, actitud necesaria cuando se hace seriamente tal opción. Por
nuestra parte, afirmamos que es muy importante trabajar con todos los
sectores de la izquierda y independientes del partido que compondrán
el gobierno, los sectores que quieren cambios profundos en el país,
que no se acomodarán a la defensa de cargos y buscando la colaboración
con todos para defender las banderas históricas del partido y las
reivindicaciones de los movimientos sociales.
Nuestras responsabilidades, además, deben
ser asumidas como parte de la dirección del partido, con nuestra
presencia en el banco parlamentario, discutiendo siempre las políticas
del gobierno en las instancias del partido. La izquierda debe defender
que el partido y su dirección discutan, y no sean vaciados como
fueron en la campaña electoral, donde siquiera el Directório
Nacional fue convocado durante toda la campaña. Además, repetimos,
la posición de no participar representa una postura responsable. La línea
mayoritaria de la campaña no tiene el apoyo de la izquierda del
partido, o por lo menos no tenía el apoyo que merece la denominación
de izquierda del PT. No tiene sentido entrar en el gobierno y luchar
por otra política que no sea la política votada. La experiencia con
esa política se hará, por el partido y por el propio movimiento de
masas. La izquierda debe estar en el partido haciendo el contrapunto,
mostrando que los cambios deseados por las masas, no pueden ser
ejecutados vía una línea de conciliación, como sustenta el campo
mayoritario del PT. Cuando la opción de Lula sea la de gobernar con
todo el PT y no con el PL, con los grandes empresarios, con Sarney y
ACM, entonces, la izquierda estará en su puesto. Apoyaremos y
defenderemos que eso sea hecho cuanto antes, que no sea hecho, más
tarde.
Defendiendo las reivindicaciones de los
trabajadores y del pueblo pobre
Es determinante participar en los movimientos
sociales y presentar con claridad la defensa de que Lula y el PT
realicen los cambios prometidos en la campaña y en la historia del PT.
Este es el gran desafío de la izquierda petista. La lucha por el
salario, por el empleo, las propuestas concretas en este sentido, como
apoyar las reivindicaciones del MST de asentamiento inmediato de las
100 mil familias acampadas. La defensa de la educación y de la salud
públicas serán banderas fundamentales, así como en cada sector es
preciso presentar las propuestas de emergencia, no todas las demandas
del pueblo, pero si las más urgentes, las inmediatas, tal como formuló
el MST.
En este sentido, no se puede dejar de
enfrentar la política de colaboración de clases abierta, cuya
subordinación al acuerdo de FHC con el FMI es la expresión más
vergonzosa. No aceptar la línea del pacto social, no porque estemos
contra el diálogo y la negociación, sino porque para que los
trabajadores ganen algo los millonarios y los privilegiados no pueden
seguir sin perder. Defender la reforma agraria, el crédito agrícola
y el MST es parte de esa política porque o se combate el latifundio o
no tendremos un verdadero mercado interno de masas en el Brasil.
Además, apoyaremos las resoluciones
oficiales del partido, en su último encuentro nacional de Recife. En
este encuentro se definió el combate al FMI y al ALCA, parte
fundamental de una política contra la dominación imperialista, señalando
la necesidad de la integración latinoamericana como paso inicial en
la construcción de una alternativa. Ahora, con Lula en el gobierno,
siempre cuando la opción del gobierno fuera de enfrentar los
intereses de la Casa Branca, tendrá nuestro apoyo, pero nuestra
preparación debe ser en el sentido de defender las movilizaciones y
las reivindicaciones más sentidas del pueblo.
Parte de esta batalla será la denuncia de la
burguesía y sus partidos. Es preliminar, delimitador de nuestra
intervención, nombrar el PMDB, el PSDB, el PFL, en fin los partidos
de la burguesía como los principales responsables de la crisis que el
país tiene. Pero para armar una política correcta no basta combatir
a la derecha. Hay un gobierno concreto, encabezado por Lula y que todo
indica estará formado por una amplia alianza con sectores burgueses.
La izquierda socialista necesita de una política para responder a
este gobierno, para construir una alternativa. Caso contrario, las
frustraciones darán lugar al retroceso. Por eso, es tan importante
para la izquierda socialista mostrar que existe y presentarse como un
polo de izquierda consecuente.
Para unir al máximo posible las fuerzas de
la izquierda socialista, una de las necesidades políticas de la nueva
situación, con posiciones de defensa de los trabajadores y de las
luchas y en la búsqueda de la construcción de un polo socialista de
masas, tenemos delante una ardua tarea. De hecho ya la estamos
teniendo. Hasta ahora conseguimos avanzar en el bloque de izquierda,
una articulación de corrientes que no está consolidada pero que dio
pasos importantes en este sentido, con la edición del periódico, con
los encuentros y con la victoria de la mayoría de sus candidatos
proporcionales.
Creemos que es estratégico seguir en este
sentido, independiente de las divergencias que tengamos, tratando de
respetarlas, permitir que se expresen con claridad y buscar siempre
una actuación que potencie el bloque de conjunto. El punto
fundamental, vía el cual construiremos una intervención unitaria y
fuerte es la defensa de las movilizaciones sociales. Con el criterio
de defender las movilizaciones, la izquierda avanzará en los
sindicatos, en el movimiento popular y estudiantil, construyendo
mandatos parlamentarios que sean expresiones políticas de estos
sectores sociales que lucharán por sus demandas durante el gobierno
Lula.
Finalmente, junto con la articulación del
Bloque, buscando superar todas las dificultades, creemos importante
una política para el conjunto de los diputados y senadores que se
reivindican de la izquierda petista para coordinar la intervención en
la medida del posible, aparte de establecer relaciones con el MST y
los sectores envueltos en el plebiscito del ALCA. El trabajo, por
tanto, está apenas comenzado.
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