El escándalo de la “izquierda del PT”
De la “Democracia
Socialista” a los ministerios capitalistas
Socialismo
o Barbarie (periódico), 6
de febrero de 2003
Mientras
la atención de millones está puesta en el nuevo presidente de
Brasil, Lula, la izquierda revolucionaria mundial asiste, atónita, al
espectáculo de que dirigentes “marxistas revolucionarios”,
“militantes de la Cuarta Internacional”, “trotskistas” o
“parte de la izquierda radical” se apresuran a integrar y defender
un gobierno claramente pro-capitalista.
Primeros pasos de
Lula: todos a la derecha
Poco
importa que se defina a Lula o al PT como de “izquierda”, de
“centro-izquierda” o “neoreformista” (aunque esta última
definición nos parece la más adecuada). Lo que sí importa es tener
en claro qué intereses va a defender, qué política va a adoptar y,
en consecuencia, qué se puede esperar de ese gobierno. Y las señales
no pueden ser más claras.
No
sólo Lula se ha comprometido desde antes de la elección a conseguir
el superávit fiscal exigido por el FMI con el objetivo de pagar la
deuda, sino que el famoso plan de “Hambre Cero” empezó mal:
primero, desapareció de la agenda el aumento del salario mínimo,
y ahora se habla de priorizar la “reforma previsional”. Que
consiste, simplemente, en bajar las jubilaciones más o menos
dignas de los empleados públicos al nivel miserable que tienen los
asalariados privados.
José
Genoino, presidente del PT, se comprometió a un “riguroso control
del gasto público” y a mantener las actuales tasas altas de interés.
Es decir, lo contrario de lo que se dijo en la campaña electoral,
en la que se consideraba prioridad bajar las tasas para generar
reactivación económica y crecimiento. En la misma línea, el
ministro de Hacienda (equivalente al ministro de Economía), Antonio
Palocci, dijo que “vamos a preservar la responsabilidad fiscal y el
cambio libre. No vamos a reinventar principios básicos de la política
económica (...) Nuestra principal meta es el ajuste definitivo de las
cuentas públicas para garantizar la capacidad del gobierno de cumplir
sus compromisos”, es decir, pagar la deuda. Algo así diría un López
Murphy brasileño: lógicamente, “el discurso de Palocci fue
recibido con entusiasmo por empresarios” (La Nación, 3-1-03).
Y
en política exterior, digamos que la gestión Lula ya dio dos signos
de cooperación con el imperialismo: se ha ofrecido a
“disciplinar“ a Chávez (metiendo a Estados Unidos en el grupo de
¡países amigos de Venezuela!) y se comprometió a moderar su ya
entibiado tono anti ALCA.
La escandalosa sumisión
de DS a Lula
En
nuestro número anterior informábamos que el nuevo presidente del
Banco Central es Henrique Meirelles, ex director mundial del Bank
Boston. A este “sapo” siguieron otros: el ministro de Desarrollo,
Industria y Comercio es Luiz Furlan, presidente de Sadia, una de las
empresas más poderosas de Brasil, el ministro de Agricultura es
Roberto Rodrigues, presidente de la Asociación Brasileña de
Agronegocios, selecta entidad que nuclea a las 45 agroexportadoras más
fuertes, incluida, por ejemplo, la multinacional Monsanto.
Justamente,
es con el “compañero” Rodrigues que tendrá que trabajar en
equipo el ministro de Desarrollo Agrario, Miguel Rossetto. Rossetto
fue vicegobernador de Rio Grande do Sul y pertenece a la tendencia
Democracia Socialista (DS) del PT, simpatizante de la Cuarta
Internacional (Secretariado Unificado) y el sector más significativo
de la izquierda del PT.
Tanto
Rossetto como otros dirigentes nacionales de DS, como Raúl Pont,
parecen mostrarse consternados ante el curso derechista de Lula y su
gobierno. No obstante, no sólo no han tenido el menor empacho en
sumarse al gabinete y a otros puestos públicos, sino que buscan
justificar de cualquier manera las medidas de Lula. Pont habla de
“tácticas para calmar a los mercados” y dice que “no hay
razones para pensar que un hombre de su trayectoria [se refiere a
Lula] haya hecho un viraje ideológico”. ¡Como si Lula no hubiera
dado, en su “trayectoria”, pruebas más que suficientes de ese
“viraje”!
Pero
lo peor no es esto, sino que en el fondo se comparte la estrategia
de conciliación de clases de Lula y su proyecto evidente de gestionar
el capitalismo brasileño de manera “responsable” y recostado
en algunos de los sectores burgueses “productivos”. Así lo
explica Pont: “el gobierno de Cardoso hizo una política al servicio
del sector financiero. (...) Hay que mejorar la distribución de la
riqueza, defender la producción nacional y dejar de favorecer la
especulación financiera. Muchos propietarios empresariales y rurales
son conscientes de que este modelo financiero no da más y saben que
ellos deberán hacer un esfuerzo” (Página 12, 22-12-02).
Es
por eso, también, que Rossetto se llena la boca con una reforma
agraria... que no tocará la propiedad de los grandes capitalistas
productivos y multinacionales. ¡Lógico: no se va a andar peleando
con su colega Rodrigues, representante de esos intereses! La
“reforma“ de Rossetto –si es que se lleva a cabo- afectará sólo
a las tierras “ociosas” y buscará promover la “agricultura
familiar” que vaya junto con (y sin oponerse a) “nuestra
economía agrícola, exportadora, industrial”, es decir, capitalista
(discurso de asunción de Rossetto, 2-1-03).
La
conclusión es clara: Democracia Socialista, por más que diga
levantar las banderas de la Cuarta Internacional, ha cruzado la línea
que separa a los revolucionarios socialistas de los reformistas
que quieren una gestión “humana”, “democrática”,
“popular” o como se llame, del capitalismo. Nadie puede decir que
esto es una sorpresa (para conocer los antecedentes teórico-estratégicos
de la postura de DS, consultar la revista SoB Nº 10, pp.42-45). Pero
es lamentable confirmar que el peligroso curso político de una
corriente que viene de la tradición del marxismo revolucionario ha
terminado en el más profundo desbarranque.
La
situación no es nueva. La aparición de gobiernos capitalistas “de
izquierda” siempre ha puesto a prueba a los marxistas. No para
conservar su “pureza revolucionaria” en sí misma, sino para
demostrar la continuidad de un compromiso con la lucha, la
independencia y las necesidades de la clase trabajadora. El
gobierno de Lula es un nuevo desafío que ya ofrece lecciones: frente
a los cantos de sirena del “capitalismo con rostro humano”, la única
brújula segura es la perspectiva de la revolución social de los
trabajadores y el pueblo. DS la ha perdido.
Marcelo Yunez
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