Se
aleja del PT uno de sus fundadores
Carta
de Francisco "Chico" de Oliveira (*)
"La
burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los
instrumentos de producción y, por lo tanto, las relaciones de producción,
esto es, todo el conjunto de las relaciones sociales. Éste cambio
continuo de la producción, ésta transformación ininterrumpida de todo
el sistema social, ésta tempestad, ésta perpetua inseguridad distinguen
la época burguesa de las precedentes. Todas las relaciones sociales
tradicionales y establecidas, con su cortejo de nociones e ideas antiguas
y venerables, se disuelven; y todas las que las sustituyen envejecen antes
mismo de poder osificarse."
(Marx
y Engels, Manifiesto Comunista)
Este
artículo consuma mi alejamiento del Partido de los Trabajadores, del cual
me desligo formalmente. Aquí no me dirijo a cualquiera instancia formal
del partido, ni a sus dirigentes en el propio partido y en el gobierno,
pero a los petistas y a los ciudadanos en general. A los primeros por
haber compartido con ellos la militancia durante todos los años del
partido, y a los segundos por ser los únicos detentores formales, por la
Constitución, del poder republicano y democrático, a los cuales el
partido de los Trabajadores y su gobierno deben obediencia.
Ambos
confiaron en el Partido de los Trabajadores, sea en la condición de
militantes y electores, sea en la condición de ciudadanos que
permitieron, por la su reiterada apuesta en la democracia, la existencia género del Partido de los Trabajadores y su llegada al Poder
Ejecutivo y a mayoría en la Casa legislativa que representa el pueblo.
Tengo
el derecho de cobrar del Partido de los Trabajadores por el gobierno que
él realiza, por la mi condición de militante y de ciudadano. Y, de aquí
por delante, exclusivamente por la mi condición de ciudadano. Por lo
tanto mucho allí del que imagina y piensa la tutela partidaria, el PT
tiene que dar satisfacciones a la ciudadanía, que le dio las condiciones
para disputar democráticamente y llegar al gobierno. Falta a esta
dirigencia conciencia democrática y republicana, mientras le sobran
arrogancia, prepotencia y maniobrismo de pésima factura.
No
me mueven ni arrogancia protagónica este bello termino más castellano
que portugués, ni propósitos catilinários ni profecías catastróficas
ni el deseo de que otros me sigan en este camino. Cada un de los petistas
y ciudadanos es independiente y único sujeto de sus propias actuaciones,
decisiones y opciones. Apenas no confio más nos dirigentes del partido
los que están en el gobierno y los que permanecen en las instancias
partidarias. Siquiera supongo que ese todo sea homogéneo.
Muchos
de los que están en el gobierno y permanecen y permanecerán en el
partido tienen el derecho de así proceder y no los transformo en mis
enemigos, siquiera en adversarios. Tengo la certeza de que continuaré a
mantener fraternales amistades con muchos de ellos y continuaré a
considerarlos miembros importantes de la izquierdo brasilera y luchadores
por as transformaciones en la sociedad brasilera en su camino por mayor
justicia, igualdad social y socialismo.
Me
alejo por qué no vote en las últimas elecciones presidenciales y
proporcionales en el Partido de los Trabajadores para verlo gobernando con
un programa que no fue presentado a los electores. Ni el presidente ni
muchos de los que están en los ministerios ni otros que se eligieron para
la cámara de los Diputados y para el senado de la República pedieron mi
voto para conducir una política económica desastrosa, una reforma de la
Previdência anti trabajador y pró sistema financiero, una reforma
tributaria oligarquizada, una campaña de descrédito y desmoralización
del funcionalismo público, una inversión de valores republicanos en
beneficio del ideal liberal del éxito a cualquiera precio el
"triunfo de la razón cínica”, en el decir de César Benjamin, una
política de alianzas descaracterizadora, una "caza a las
brujas" anacrónica y resucitadota de las peores prácticas
stalinistas, un conjunto de políticas que fingen ser sociales cuando son
apenas funcionalización de la pobreza en fin, para no me alargar más, un
gobierno que es el tercer mandato de FHC.
Mismo
la "joya de la corona" del gobierno, su política externa, tiene
no pocos aspectos de retroceso: la creencia en el libre comercio, en áreas
de mercados libres, en contramano
de la rica experiencia latino americana, teorizada brillantemente por Raúl
Prebisch y Celso Furtado. Ni mi voto ni los de los millones que confiaban
en cambios sustanciales en el rumbo del país y depositaron esa confianza
en el presidente electo y nos que lo acompañan, en el gobierno y en el
partido, fue dato para eso.
Mis
críticas al gobierno ya son antiguas, hasta antes de la pose. En ellas,
todas públicas, en artículos y entrevistas, manifesté, sin
reparos, no apenas mi discordancia, sino mi convicción de que, por ese
camino, no llegaremos a buen término en este primero gobierno federal del
PT. No estoy solo en esta posición.
Pero
mi discordancia no si funda apenas y ese apenas ya sería mucho, en el que
podría ser considerado un desvío coyuntural, una operación política táctica
para gobernar y atenuar los efectos de la herencia de FHC.
Ella
va más lejos: hay transformaciones estructurales en la posición de clase
de un vasto sector que domina el PT, que indican un real cambio del carácter
del partido. Y, cómo posiciones de clase no se mudan con simples cambios
de nombres o de coyuntura o de mejoría
de algunos indicadores económicos, considero que el gobierno Lula
está profundizando la llamada "herencia maldita" de FHC, volviéndola
irreversible. No voté para esa profundización, sino contra ella.
Esta
posición crítica ha sido continua y no se confunde con personalismos,
con acusaciones. Mismo cuando erré al adjetivar la actuación del
ministro jefe de la Casa Civil, lo que reconocí a través de una carta
que fue publicada, mi intención fue llamar la atención para la repetición
de prácticas que apenas hicieron del Brasil un de los países más
desiguales del mundo capitalista, a pesar de tener sido el segundo en tasa
de crecimiento en el siglo que fue desde mediados del 19 hasta los años
70 del siglo pasado.
El
reconocimiento de mi propio error no fue acompañado de gesto igual, por
lo tanto siquiera la correspondencia del propio ministro a través de su
abogado llegó al conocimiento público, informando que él propio había
sugerido la renuncia a la acción judicial que anunciase, sustituyendo a
por una canje de correspondencia que considerase las dos partes
satisfechas. Esto es parte de la sutil práctica de descalificación a los
que hacen oposición, la permanencia del "hombre cordial" que no
soporta la distancia, que toma la asunción de una responsabilidad
ciudadana cómo retratación y cobardía. Al revés de ver ella la recusa
del principio schmittiano de la política cómo relación amigo enemigo,
que puede contribuir para liquidar de vez lo que aún hay y cómo!-- de
autoritario en la política brasilera.
Podría
alegar mi condición de fundador del partido, mucho antes que muchos que
hoy disfrutan del poder. Pero no me interesa glorificar ni heroicizar mi
posición: abomino las instituciones de herencia emparentadas al
capitalismo y declino los homenajes.
Partido
es una asociación de ciudadanos libres para un proyecto colectivo de
poder, en la definición clásica, basada en alguna experiencia común, de
cualquiera naturaleza, pero sobretodo de clase. No es una cuestión
afectiva, aunque al largo de los muchos años y de los lazos corredizos
afectivos importantes se hayan construido. Cuando la pandilla que hace el
partido, el proyecto colectivo de poder para transformación de la
sociedad en el sentido del socialismo, y de movilización de la sociedad
para tanto, se agota, entonces es hora de dejarlo. Las amistades, si
fueron sólidas y continuarán.
Tampoco
me mueven resentimientos, cómo áulicos nuevos y antiguos intrigan en la
muesca de Brasilia. Cualquiera de los chismosos, en la muesca, está
desafiado a relatar cualquiera conversación que yo haya tenido al respeto
de cargos o funciones en el gobierno. Salvo Paulo Vannuchi, habiendo sido
portador de un mensaje del ya electo, pero aún no en funciones como
presidente, en que este decía que los cargos de primer escalón tendrían
que ser negociados, pero para cualquiera cargo del segundo escalón, en
las áreas de mi competencia y preferencia, bastaba yo escoger, sabe de mi
pronta recusa.
Abrió
en mi escritorio, en conversación privada y reservada que él pidió, un
inmenso organigrama del Estado brasilero, para localizar cargos o
funciones para que yo escogiera. Le pedí que cerrase el organigrama y
dijera al presidente que yo nunca iría para un cargo gubernamental, mismo
el más importante, ya que la misión del intelectual es ejercer la crítica.
Fue
a misma conversación que había tenido con él dos años antes en la casa
del profesor Antonio Candido, cuando Marta Suplicy fue electa alcalde de
Sao Paulo, y el hoy presidente mandó decir igualmente que quería que yo
escogiese el cargo. Y él tuvo la misma respuesta que le di dos años
después. Que fue la misma respuesta que di a la compañera, compañera
diputada Luiza Erundina, cuando se eligió alcalde de Sao Paulo y me invitó
personalmente, por teléfono, para ser su secretario de planeamiento.
Decliné y indiqué el profesor Paul Singer, que terminó siendo el
relevante secretario de Planeamiento de Luiza Erundina.
Muchos
hallarán precipitada la decisión, en la convicción de que el gobierno
Lula aún está en disputa. No es mi caso: el gobierno Lula nunca tendrá
la hegemonía, apenas la formación de mayorías "ad hoc", sin
ninguna solidez.
El
PT cambió la hegemonía que se formaba por un amplio movimiento desde la
dictadura, en el cual el propio partido tenía lugar y función central,
la tutela moral que reclamaba transparencia, separación de las esferas pública
y privada, hacía la crítica del neoliberalismo, organizaba los
trabajadores, incluía los excluidos, indicaba el camino del socialismo,
por el plato de lentejas de la dominación.
El
PT en el gobierno es un prolongamiento de la larga "vía pasiva"
brasilera, la expansión del capitalismo de la exclusión, la repetición
del mismo, desde el aliancismo descarado hasta las políticas de los tíckets
de leche. El PT es hoy el partido de centro en el espectro político
brasilero, junto con aquel que escogió cómo hermano, el PSDB: se odian
pero son hermanos. Y el peor es que no sabe de eso. Piensa que está
reformando el país.
Aunque
transformaciones estructurales que el propio PT siempre subestimó ayuden
a explicar buena parte de su aburguesamiento, o de su envejecimiento
precoz, en las palabras de Marx y Engels, dos "renegados" por el
PT del poder, la responsabilidad de los dirigentes es inexplicable. El
presidente asume un lugar central: él es el dirigente carismático
responsable, puesto que él proyecta una sombra de protección y
encantamiento sobre los procesos reales.
Cuando
el propio líder carismático no tiene conciencia de ese papel que le es
inmanente, entonces la política cómo actividad de los ciudadanos corre
un serio riesgo, por lo tanto él anula la política. A los ciudadanos
cabe recuperar el sentido de la política, y el primer y esencial paso es
desmitificar el mito.
Folha
de Sao Paulo
CORRESPONDENCIA DE PRENSA
[Nº 167 - Diciembre 15 - 2003]
*
Francisco de Oliveira, fundador del PT. Es profesor titular (jubilado) de
sociología del Departamento de Sociología de la FFLCH (Facultad de
Filosofía y Ciencias Humanas, de la USP), y coordinador ejecutivo del
Centro de Estudios de los Derechos de la Cidadania Cenedic USP
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